«Revolución es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos» Fidel El Presidente Evo Morales varias veces ha reclamado por nuevos líderes, pero después de 10 años los resultados […]
Fidel
El Presidente Evo Morales varias veces ha reclamado por nuevos líderes, pero después de 10 años los resultados son casi nulos; en contrapartida, hemos escuchado que algunos/as jerarcas del gobierno se reclaman de izquierda, vociferan contra el imperialismo y nada más. Las preguntas que me hago en nuestro contexto son: ¿Es útil reclamarse como izquierdista? ¿Qué significa ser antiimperialista en este contexto? La respuesta es difícil, pero es hora de debatir ante el avance de la derecha que provoca estupor y, quizás, posibles deserciones y traiciones de gente que no ha masticado bien qué es ser de izquierda y ser antiimperialista, como cuando se venían las dictaduras o el neoliberalismo.
Afirma Zibechi que «en los años 60 y 70 se repetía la frase ‘Ser como el Che’, frase que sintetizaba una ética, renuncia a las comodidades, a los beneficios materiales y al poder conquistado en la revolución, y a arriesgar la vida». Por otro lado, Petras, sostiene que en el Ché ética y política son inseparables y se manifiestan en varias formas: «combatir la distancia (jerarquía) entre seguidores y líderes; combatir la estructura burocrática y las distinciones privilegiadas entre líderes y seguidores; involucrarse en el trabajo y la vida cotidianos de la gente mientras ejercen autoridad en posiciones de liderazgo; comprometerse con medios que son compatibles con los fines; y; enseñar dando el ejemplo, no por decreto o mandato». Asumimos al Ché porque es el modelo de ser de izquierda y antiimperialista y lo asumimos para ser claros y contundentes, porque los valores que él encarnaba son válidos en cualquier proceso revolucionario, pero requieren un «click mental cultural» muy fuerte, y por tanto «ser como el Ché» actualmente es muy complicado.
Por otra parte, en la generación del Ché el poder ocupaba un lugar central, siempre que la conquista del poder beneficie al pueblo y no favorezca a intereses personales o de grupo o partido que tome el poder; pero con el zapatismo comprendimos que el poder ya no es necesario, que lo fundamental es «para nosotros nada, para todos todo». Este descubrimiento zapatista hoy desconcierta e indigna a cierta izquierda que si no tienen el poder son incapaces de transformar su entorno y menos transformarse a ellos mismos. Pero cuando tienen el poder, esa izquierda de cenáculo o movimiento social cooptado por el poder, no escuchan al pueblo y deciden por los dominados y explotados porque «saben» lo que el pueblo desea y quiere.
Vayamos por partes. Toda revolución, incluida nuestra Revolución Democrática y Cultural, busca transformaciones sociales de una comunidad y no el engrandecimiento individual, para que no existan notorias desigualdades económicas entre dirigentes y militantes, porque así los dirigentes van a compartir los mismos problemas y necesidades que el resto del pueblo, además que no se acercarían los oportunistas que desean utilizar la política como medio de enriquecimiento. Todo esto implica que la conducta apegada a los principios es clave para producir resultados que nos permitan vislumbrar el futuro. En otras palabras si los dirigentes enseñan con su ejemplo podremos gozar de una mejor sociedad.
Rex Nettleford, un luchador jamaiquino decía: «La pregunta ¿qué somos? Lleva al deseo de lo que queremos ser», con esto nos dice que arrancamos del presente para afirmar el futuro; y nuestro presente, para orgullo de todos, está marcado por las construcciones del Estado Plurinacional y la Democracia Intercultural que de alguna forma nos marcan horizontes de construcción intersubjetiva y la redefinición de nuestro Proceso de Cambio en términos contextuales planteando su legitimación de manera local, cultural, como algo propio.
Esto nos sugiere que debemos socializarnos en nuestra comunidad e ir tomando contacto con las creencias que sustentan las prácticas comunitarias y que nos posibilitan lograr transformaciones sociales sin beneficiar a individuos aisladamente; y esas prácticas comunitarias se encuentran en nuestras comunidades indígenas donde la «forma cómo se hace» conforma lo que emergerá en el futuro. En otras palabras sólo la lucha colectiva para mejoras colectivas basadas en un esfuerzo igual nos permite visibilizar un futuro comunitario.
Como vemos, no partimos desde verdades universales o abstractas, soy izquierdista y/o antiimperialista, que quizás no den sentido a nuestras vidas cotidianas, sino que partimos desde las creencias justificadas desde nuestra comunidad, nuestro país, nuestra Revolución, porque no hay mejor experiencia de verdad que la que emerge desde la participación en nuestra comunidad. Y esas creencias justificadas que palpitan en nuestra comunidad no son más que el goce colectivo de derechos sociales dignos, porque toda dignidad humana se deriva de la dignidad de una comunidad concreta; y en nuestro caso es que la dignidad de nuestros indígenas de tierras altas y bajas, de nuestros jóvenes y niños/as, de nuestros obreros, de nuestras mujeres,…gocen de educación y salud de calidad, de un proyecto de vida, de una legislación laboral progresista, de una vida sin violencia machista…
Si así asumimos nuestra identidad política, nuestra responsabilidad social será con nuestra gente y con nuestras comunidades, y, por lo tanto, no concebiremos una moralidad como el interés común de la humanidad, sino como el interés de una comunidad condicionada históricamente: nuestro País; donde nuestra existencia moral más elevada y completa es aquella que sólo se alcanza como miembros de nuestra comunidad. En estas condiciones ser de izquierda y/o antiimperialista en nuestro contexto parece que no tiene sentido, a no ser que alguien de un concepto claro y concreto de «qué es ser de izquierda» y «qué es ser antiimperialista». Eso sí, todos los hombres y mujeres comprometidos con nuestro Proceso de Cambio debemos estar modelados por la voluntad de sacrificio, por el apoyo mutuo y por sentirnos en cualquier lugar Comunidad. Esta nueva identidad política nacida de nuestro contexto cultural no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual; el camino del progreso moral de la construcción de esa identidad política en comunidad, implica la mayor inclusión de voces, de experiencias, de creencias que en otras palabras significa escucharnos entre todos y todas en un plano de reconocimiento y respeto.
Esta nueva identidad política construida con la voluntad de sacrificio, el apoyo mutuo y el sentirnos comunidad es el mayor desafío al capitalismo porque transformamos las relaciones sociales y, porque ya no confiemos en el capitalismo que sólo nos trajo explotación. Nuestras armas de lucha serán nuestra resistencia a convertirnos en individuos perdidos, sin identidad, que produce el neoliberalismo, nuestra rebeldía a no admitir más jerarquías, patriarcados y nuestra palabra que será el resultado de la deliberación abierta que nos llevará a la verdad. Lo que pretendemos, en definitiva, es ser más humildes en la reivindicación de nuestra identidad política, porque a fin de cuentas la ética política y social es sencillamente humana.
Jhonny Peralta Espinoza. Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka. 15 años preso político en Chonchocoro.
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