Son guerreras admirables, son poderosas brujas, son salvajes indomables que entraron en guerra. En la guerra abierta contra el patriarcado capitalista. Admito sin reservas que ellas, las guerreras, brujas y salvajes, me fascinaron y asustaron, pero las amé en su revuelta del viernes 16 de agosto (16/08/19), en la Zona Rosa y el Ángel de […]
Son guerreras admirables, son poderosas brujas, son salvajes indomables que entraron en guerra. En la guerra abierta contra el patriarcado capitalista.
Admito sin reservas que ellas, las guerreras, brujas y salvajes, me fascinaron y asustaron, pero las amé en su revuelta del viernes 16 de agosto (16/08/19), en la Zona Rosa y el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México. Las admiré por su valor, su atrevimiento, su voluntad por romper el tiempo y generar un Acontecimiento, por su manera de sacar su rabia contra el sistema, su odio a esta vida.
Las vi agruparse, alejar a los hombres con polvos de diamantina y gritos, ulular de rabia y arremeter contra una estación del Metrobús para intentar destruirlo e incendiar una estación de policía. Las vi marchar y adueñarse del espacio, gritar su furia, pintar lo que podían, arrojar polvos y líquidos, glopear paredes y vidrios, encender fuego como menádes incontrolables…
Pero no nos confundamos: su violencia fue simbólica.
Todo ello fue un grito, una declaración de guerra contra la muy real violencia feminicida que no disminuye en nuestro paìs (10 al día), contra la trata de blancas que no se combate en serio, contra las violaciones que se siguen sucediendo cotidianamente en la impunidad y complicidad machista, contra los abusos sexuales que no cesan, contra la tentativa de domesticación de sus vidas para seguir explotando su trabajo reproductivo, de subsistencia y cuidados, contra la negación de sus derechos reproductivos, contra esta vida y este mundo… Las paredes graffiteadas, los vidrios rotos, los inmuebles incendiados, los agravios y excesos cometidos no son nada, ¡nada!, ante lo que ellas, sus hermanas, amigas, madres, desconocidas, han padecido en este país, en este sistema.
Las vi y admiré como asombrosas guerreras, brujas empoderadas, salvajes indomables… Y se me grabaron algunas imágenes.
Subidas en el destrozado Metrobús, dos de ellas, con pantalones cortos, se tomaban de la mano satisfechas de su obra de destrucción, una de ellas con una varilla que parecía una lanza que brillaba entre el humo de las ruinas.
Confieso que el Metrobús, ese transporte público privatizado por las corruptelas de los gobernantes de esta ciudad, que además sobrexplota a sus trabajadores, siempre me ha dado coraje y ganas de borrarlo o, mejor aún, volverlo eficaz, gratuito y público.
Otra muchacha, con sombrero cónico y alzado de bruja, estaba fascinada frente al fuego que otras habían prendido. Quién sabe qué extraños sortilegios hacía contra el patriarcado capitalista y sus violencias. Otras varias corrían, saltaban, golpeaban y ya no sabían qué y cómo destruir. De alguna manera sabían que tenían que destruir a este sistema, se sentían prisioneras de él y no sabían cómo acabar con él.
De hecho, esas mujeres en rebeldía ya están transformando las relaciones cotidianas entre hombres y mujeres para eliminar la violencia patriarcalista, de dominación, que las permea.
Esas mujeres insurrectas están saliendo a las calles iracundas, quitando de su paso a los hombres, gritando y pintando las paredes con sus palabras, porque quieren detener las violencias que sufren y han sufrido. Desean terminar con los feminicidios, la trata de blancas, las violaciones, los acosos sexuales, las faltas de respeto, los abusos sexuales de policías y militares, la indiferencia de los gobernantes, las limitaciones a sus derechos, el funcionamiento del patriarcado capitalista que las somete a una doble explotación y no las deja vivir como ellas quieran.
Son guerreras, más vale comprenderlo.
Pero también son brujas que tienen poder (el de su unión, su sororidad), poseen conocimiento (del funcionamiento del patriarcado capitalista) y quieren la revancha contra el histórico genocidio que se cometió contra ellas en los inicios de la Modernidad (la caza de brujas) para quitarles su independencia económica y sexual, que siempre son un riesgo para cualquier orden patriarcal.
Son salvajes que no volverán a ser domesticadas: nunca dejarán que los hombres, el sistema, la moral dominante, pretenda reducir sus existencias al ámbito de los servicios domésticos, al encierro en el hogar, a la carga de los trabajos reproductivos o de cuidados, a ser parte de una familia. Ellas saben que familia significa servidumbre del padre y han decidido emanciparse de tal servidumbre. Son salvajes que ya no obedecen, rechazan el ser domesticadas, no siguen los roles para funcionar en este sistema, rompen con la moral patriarcalista. Se insubordinan contra el patriarcado y contra el capitalismo porque saben que éste es una prolongación de aquel.
Están advertidos, señores policías, militares, violadores, machos, sexistas, acosadores, esposos o novios dominadores, padres autoritarios, maestros o patrones abusadores, líderes o gobernantes patriarcales, hombres que no empiecen a criticar el patriarcalismo que nos enseñó a ser hombres. Hay un ejército de guerreras, brujas, salvajes dispuestas a no dejar pasar ninguna violencia contra las mujeres.
Gobernantes y gobernantas, la guerra recomienza. Mediten en qué bando van a estar porque esta guerra no va a terminar hasta barrer el patriarcado capitalista y sus violencias.
Ya veremos en el transcurso de esta guerra y otras que se avecinan, cómo unir contra el patriarcado capitalista a trabajadorxs, campesinxs, servidorxs públicos o privados, desempleadxs, jóvenes excluidos, estos es: a todos los oprimidxs y explotadxs por este sistema, y definir una estrategia para ganarla.
Pero un requisito para estar unidos es luchar junto a estas mujeres insurrectas, marchar a su lado, respetándolas, autocriticando el patriarcalismo interiorizado, cuidando nuestros comportamientos, nuestras miradas, nuestros acercamientos a ellas, limpiando nuestro lenguaje de violencias sexistas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.