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Reseña del libro "Spinoza y la multitud (El resto falta)" de Juan Pedro García del Campo

Spinoza en la Puerta del Sol

Fuentes: Rebelión

Spinoza y la multitud (El resto falta) de Juan Pedro García del Campo. Editorial Hiru, Hondarribia 2012.

Juan Pedro García del Campo ha escrito un libro singular que es tres cosas al mismo tiempo. Es un apabullante despliegue de erudición histórica y filosófica en torno al filósofo Baruch de Spinoza, lo que parece ajustarse bastante bien a su condición de profesor de filosofía y al contenido de sus obras precedentes, la última de las cuales se titulaba precisamente Spinoza o la libertad. Es también -en segundo lugar- una contribución al debate sobre las inéditas formas de organización y protesta asociadas a los nuevos modelos de explotación social y a los movimientos multitudinarios (15-M, revoluciones árabes, Occupy Wall Street) nacidos en las costuras reventadas de la crisis capitalista. Y es asimismo -en último término- una obra de ficción, una articuladísima obra de teatro con personajes, acción, suspense, intensidad verbal y un desenlace al mismo tiempo dramático y esperanzador.

Pero no. Al contrario de lo que ocurre con los panes y los peces, en literatura tres cosas son menos que una. Spinoza y la multitud (El resto falta), el libro de García del Campo, es una sola cosa: una brillantísima obra de teatro. Si fuese tres cosas -sueltas, por así decirlo, en una caja- cada una de ellas tendría un efecto limitado y hasta cargante. Su conocimiento minucioso de la obra y la vida de Spinoza interesaría a los spinozistas, pero disuadiría, por ejemplo, a los militantes. Su reflexión polemista sobre los nuevos formatos de protesta, en cambio, movilizaría a los militantes, pero dejaría fuera a los lectores menos especializados, a los más literarios. Lo que distingue a una obra de teatro, a condición de que sea buena, es que interesa a todo el mundo. Si separásemos en rodajas estos tres «modos» (por utilizar terminología spinozista) nos sentiríamos autorizados, por así decirlo, a desinteresarnos del contenido o a rechazar quizás, sin discutirlo, una buena parte de él. Yo, por ejemplo, inscribiría la lectura que hace García del Campo de Spinoza en una determinada tradición materialista que no es la mía; discreparía sobre las virtudes emancipatorias de las «multitudes», la «potencia» o el «deseo» y me alinearía prejuiciosamente -cerrado en banda- contra las ilusiones de un cambio de paradigma laboral. Así, en cambio, he tenido que tragármelo todo y digerirlo con placer. Si esos tres «modos» no fueran modos, si estuviesen sueltos en la caja, golpeándose unos contra otros, leeríamos ahí sólo una postura ideológica o teórica desde nuestra propia postura ideológica o teórica; leeríamos desde la adhesión o desde el rechazo. Pero como es una buena obra de teatro, todos los lectores por igual estamos de acuerdo sin saberlo, sin decirlo, sin imponérnoslo, en que hay que leer el libro hasta el final.

Cuando terminamos de leer Spinoza y la multitud (El resto falta) es ya demasiado tarde: hemos aprendido mucho más de lo que hubiéramos aceptado en un ensayo y escuchado mucho más de lo que hubiéramos tolerado en una reunión de partido. Quiero decir que si aprendemos muchísimo sobre Spinoza, aunque no nos interese la filosofía, y si de pronto nos importa el debate sobre los nuevos modelos de intervención política, aunque sólo nos interese la filosofía, es gracias a esta comparecencia integrada y articulada -esta trama, digamos en términos clásicos- que García del Campo ha sabido componer. Que lo haya hecho bien es sólo mérito suyo. Que haya escogido precisamente este soporte, el de una obra de ficción y concretamente teatral, revela mucho acerca de los tiempos que vivimos y del propio debate en el que de pronto estamos, queramos o no, promiscuamente comprometidos. El teatro, en efecto, es el género literario más pedagógico y movilizador, también el más próximo y colectivo. Es, de alguna manera, el que más recuerda a una asamblea, con esas tres dimensiones -pública, dramática y democrática- que Spinoza, el 15-M, las revoluciones árabes y todos los comunistas, no obstante nuestras diferencias, identificamos con la acción política: el único medio vivo «para pensar «, dice uno de los personajes de El resto falta, «las condiciones de una auténtica democracia y de una soberanía común sin renunciar a la potencia individual y colectiva».

El teatro enreda las cosas. García del Campo se ha enredado; nos ha enredado. Estamos enredados. Por primera vez en décadas, tenemos enredados los pies en la acción. Ya no se trata de una polémica entre especialistas de la filosofía o de la política. Contra Negri o desde Maquiavelo o a favor de Lenin o al lado de Gramsci o de Lukacs. Leer a Spinoza desde una asamblea del 15-M es apasionante, decisivo, comprometedor, porque lo que es apasionante, decisivo, comprometedor, es la asamblea misma. Ahí debemos discutirlo todo; ahí todos debemos discutir.

Spinoza y la multitud (El resto falta) es un brillante dispositivo discursivo -aparato intuitivo- que convierte la discusión misma en acción dramática e intervención política. Después de leer el libro, nuestro desacuerdo ya no es una escuela o una tradición: es también, como una pelota en un campo de juego, un bien común.

[*] Nota: En Rebelión puede leerse también una interesante entrevista de Salvador López Arnal a Juan Pedro García del Campo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74520

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.