1. El secretario de Gobernación, Osorio Chong -con un discurso demagógico que he oído a funcionarios más de 1000 veces- dijo que la violencia jamás será la vía para obtener justicia. Llamó también a policías, investigadores y jueces a hacer su trabajo con diligencia para que los ciudadanos opten, como han hecho en su inmensa […]
1. El secretario de Gobernación, Osorio Chong -con un discurso demagógico que he oído a funcionarios más de 1000 veces- dijo que la violencia jamás será la vía para obtener justicia. Llamó también a policías, investigadores y jueces a hacer su trabajo con diligencia para que los ciudadanos opten, como han hecho en su inmensa mayoría, por la vía institucional para encontrar respuesta a sus demandas. El camino para «consolidar a México como país de leyes y con plena vigencia del estado de derecho son sus instituciones, las cuales pertenecen a la ciudadanía y deben estar a la altura de sus demandas y necesidades». Pero los mexicanos estamos ya cansados de las patrañas y falsedades de los políticos cuyos intereses son contrarios a los de la ciudadanía.
2. En días recientes, luego de los excesos represivos cometidos por policías capitalinos y federales en la histórica concentración del pasado jueves 20 -que puso en la cárcel a alrededor de 16 jóvenes- el gobierno federal ha ensayado intentos discursivos por justificar el uso excesivo de la fuerza y por criminalizar las protestas sociales en un momento en que la suma de indignaciones que recorren el país parecen haberse articulado en torno al reclamo de la búsqueda y presentación de los 43 normalistas secuestrados en Iguala. Parecería que el gobierno está atizándole más al fuego para luego desatar una represión cada vez más brutal contra los luchadores sociales más radicalizados que hasta «los progresistas» aplaudirían.
3. ¡Nunca ha habido más violencia que la del poder, la del gobierno y la del Estado! Jamás, desde 1959, he visto manifestantes con armas en las miles de concentraciones que he participado; lo máximo que han llevado los jóvenes más valientes y arrojados -los hoy perseguidos por «anarquistas»- son dos o tres piedras en las bolsas, uno o dos aerosoles para pintar consignas, su cubre cara contra la identificación y nada más. Por el contrario, las fuerzas represivas acuden totalmente blindadas, con escudos, gases lacrimógenos, bayonetas, perros, caballos y armas para asesinar en caso necesario, siempre guiados por radio y helicópteros. Lo más importante ha sido la conciencia de los chavos de defender al pueblo; la de los militares de defender al gobierno.
4. Me recuerdan siempre las luchas de David contra Goliat, las batallas a pedradas de palestinos contra los bombardeos del gobierno de Israel, las grandes manifestaciones contra los bombardeos de los EEUU contra los pueblos del mundo, así como mil y un historias de las luchas de los pueblos contra la salvaje explotación capitalista. Pero obviamente -como estas protestas son las más grandes manifestaciones de lucha de clases entre oprimidos y opresores- los gobiernos condenan y criminalizan las protestas usando a todas las instituciones, magistrados y jueces. ¿Puede ser alguien tan ingenuo, tan tonto, tan imbécil, para no entender que la represión contra el pueblo no es un asunto de «justicia», de «violar la ley», sino de lucha de clases?
5. Los gobiernos siempre exigen sumisión y obediencia del pueblo para consolidar su dominio económico y político; para ello han construido e impuesto sus propias leyes para justificar o legalizar el castigo de las protestas. Las acusaciones contra luchadores sociales de «rebeldía contra la autoridad», de asociación delictuosa», de «violencia organizada», de «robo», «intentos de asesinato», son inventos imbéciles de jueces que nadie cree. Todos sabemos que son llevados a la cárcel porque poseen el más alta grado de conciencia y dignidad y están con las luchas del pueblo pobre y explotado, encabezando sus protestas. Por eso es más repudiable que gentes como Aristegui o Batres se confundan y olviden que la violencia siempre es de arriba.
6. Carlos Slim, Azcárraga, Salinas Pliego, Larrea, Bailleres, Arango, los hombres más ricos de México -los que han saqueado el país y han dejado al pueblo en la miseria y el hambre- no han necesitado usar paliacates para esconder su rostro porque el Estado les ha designado cientos de guardias militares permanentes para cuidarlos. Que son delincuentes de «cuello blanco» es indudable y que el pueblo puede agredirlos con tomates y huevos podridos es probable; pero dado que son parte del Estado e imponen gobiernos, pues siempre se les presentan como «salvadores de la patria». Pero si los jóvenes llevan paliacates en una manifestación -para no ser identificados y encarcelados- puta entonces son delincuentes y violentos.
7. Por eso Marx dijo en alguna ocasión que la sociedad capitalista estaba de cabeza y que había que hacer una revolución obrera para ponerla de pie; los productores de la riqueza, los trabajadores, no tienen para comer, ni buenos servicios de salud, educación o vivienda; por el contrario: un puñado de ricos lo tiene todo y los gobiernos están a su servicio. Por ello las luchas de protestas son más numerosas; ¿O qué hacemos ante los bloqueos del ejército de nuestras protestas contra los asesinatos, desaparecidos, encarcelados o golpeados? ¿Nos vamos a nuestras casitas a llorar nuestra cobardía o a ver televisión? Nuestra obligación como seres humanos es seguir saliendo a la calle a exigir la aparición de los 43 normalistas y la libertad a los luchadores sociales presos.
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