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Tal vez se oiga un poquito cruel

Fuentes: Rebelión

Aunque hoy a Karl Marx se le ve como una especie de Santa Claus que escribió cuentos divertidos sobre el capitalismo, él era un hombre de acción. Luego de que sus camaradas intervinieran en la revolución de 1848-49 en Alemania, los felicitó en una circular. Su Liga de los Comunistas había «justificado plenamente su existencia». […]

Aunque hoy a Karl Marx se le ve como una especie de Santa Claus que escribió cuentos divertidos sobre el capitalismo, él era un hombre de acción. Luego de que sus camaradas intervinieran en la revolución de 1848-49 en Alemania, los felicitó en una circular. Su Liga de los Comunistas había «justificado plenamente su existencia». Las ideas del grupo, que antes sólo vivían en «en reuniones secretas y en escritos clandestinos son ahora del dominio público y se predican en esquinas y plazas públicas».

En ese contexto, a Marx ahora le preocupaba que el proletariado movilizado cayera bajo la influencia política de fuerzas ajenas a las suyas. Su conclusión era tajante: «la independencia de la clase trabajadora debe ser restablecida». Para lograrlo, además de medidas organizativas básicas y otras no tanto, como el lanzamiento de candidaturas comunistas en las elecciones, Marx sugería algo más: «El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser realizado en el acto […]. Bajo ningún pretexto darán sus armas y equipos, y todo intento de desarme debe ser vigorosamente resistido.» Sólo así podría abrirse una ruta que facilitara una reinvención comunista del Estado y la propiedad.

Comparado con lo anterior, el objetivo de los trabajadores que se han sumado a las milicias anti-narco en México es mucho más elemental: vivir. Paradójicamente, para vivir dentro del capitalismo, muchos trabajadores mexicanos deben luchar primero contra sus guardianes. Así ha explicado, por ejemplo, Cleotilde Salgado, el caso de su hermana, hoy presa política:

«Antes de ser detenida por 15 patrullas militares sin una orden judicial, [Nestora] había denunciado […] los vínculos de narcotráfico y la corrupción del presidente municipal y sus colaboradores más cercanos. Nestora Salgado integró la policía ciudadana y popular de Olinalá en enero de 2013 por los constantes secuestros, asesinatos y extorsión a los ciudadanos. Y ahora el gobierno federal la considera una terrorista y la acusa de secuestro con falsas víctimas y con expedientes fabricados.»

Los carceleros de Nestora, como parte del escarmiento, hoy incluso le niegan el agua potable. Más recientemente, el pasado 27 de junio ha tocado el turno de ir a la cárcel a José Manuel Mireles. Líder fundacional del alzamiento en Tierra Caliente, Michoacán, contra el cartel de Los Caballeros Templarios, Mireles ejecutó complejos malabares políticos desde enero de este año hasta su captura. Acertadamente se opuso al intento inicial del Estado de desarmar a las autodefensas. Su desgracia, por otro lado, fue conceder después la integración de los alzados al Estado esperando, con ello, garantizar su libre acción. Es decir, Mireles tuvo la ilusión de que el gobierno pudiera ser, al mismo tiempo, su secuestrador y un buen esposo. Cuando luego sintió el desamor, quiso quitarse las cadenas, pero ya era demasiado tarde.

Así lo resumió Hipólito Mora cuando fue entrevistado por Radio Fórmula sobre el apresamiento de su ex compañero de armas en las autodefensas:

«Tal vez se oiga un poquito cruel lo que voy a decir, pero es importante la palabra de uno, a veces tenemos que aprender a sostener lo que hablemos y siento mal que hayan detenido al doctor [Mireles], pero él fue de los que [en votación] levantó la mano para el famoso acuerdo de que ya no se iban a portar armas sin alguna credencial del gobierno»

México ha cambiado mucho, no cabe duda, y no en el sentido que sus gobernantes deseaban. En una optimista entrevista que Peña Nieto concedió a la revista Foreign Affairs a finales de 2013, explicó que su presidencia tenía el objetivo de «proyectar otro México, un México diferente, no un México con un clima de inseguridad o narco-violencia, como en el pasado». No pasó mucho tiempo para que la propia realidad recordara que ese «pasado» seguía presente… y que ya no todos los habitantes del país estaban dispuestos a soportarlo.

Dado que los narcos asesinan mientras el Estado voltea a otro lado, ¿no deberíamos aplaudir la defensa propia de los trabajadores mexicanos? ¿No deberíamos oponernos a su desarme y/o cooptación? Más aún, ¿no habría que universalizar casos exitosos como el de Cherán (o el más antiguo de las comunidades zapatistas) en más lugares?

López Obrador, por su parte, no piensa así y, detrás de él, gran parte de la izquierda «progresista» -lo que sea que eso signifique. En un mitin reciente en Tierra Caliente, regañando a los lugareños, López Obrador censuró la creación de las autodefensas diciendo que «el pueblo no tiene por qué hacerse cargo de estos asuntos que le corresponden al gobierno» (¡sic!). Curiosamente, como candidato presidencial este personaje repetía que «sólo el pueblo puede salvar al pueblo»… pero el sentido de su idea ahora es claro: si «el pueblo» quiere salvarse, debe votar por él y por su nuevo partido, Morena. Él sabrá qué hacer.

Por el contrario, Marx ya hace mucho advertía: «la independencia de la clase trabajadora debe ser restablecida». Hoy, para empezar, urge sacar a sus presos políticos de la cárcel.

Texto publicado el 20-jul-2014 en elbarrioantiguo.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.