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De Hollywood para África:

Tears of the Sun y el control del pensamiento

Fuentes: Rebelión

Introducción Dos eventos políticos de importancia se desarrollaban aquel 3 de Marzo de 2003 cuando Tears of the sun (Antoine Fuqua, EE.UU., 2003) apareció en cartelera. Por una parte, el mundo experimentaba las últimas negociaciones desesperadas para tratar de evitar la guerra de Irak -que finalmente estalló dos semanas después, el 20 de Marzo- y […]

Introducción

Dos eventos políticos de importancia se desarrollaban aquel 3 de Marzo de 2003 cuando Tears of the sun (Antoine Fuqua, EE.UU., 2003) apareció en cartelera. Por una parte, el mundo experimentaba las últimas negociaciones desesperadas para tratar de evitar la guerra de Irak -que finalmente estalló dos semanas después, el 20 de Marzo- y por la otra, Nigeria se encontraba en la recta final del proceso electoral que tuvo verificativo el 19 de Abril (es decir, seis semanas después). Estos dos procesos -uno internacional y otro nacional- funcionan como puntos de referencia para decodificar la función propagandística de la cinta.

La trama corre con facilidad: ha ocurrido un golpe de Estado en Nigeria perpetrado por los fulani del norte musulmán quienes han emprendido una campaña de limpieza étnica contra los igbo del sur cristiano que hasta ese momento se encontraban democráticamente en el poder. Sobre la base del maniqueísmo cinematográfico la cinta posiciona a los Estados Unidos de lado de los igbo -quienes como veremos son presentados como los «buenos» y «legítimos»- contra los fulani -que a su vez son retratados como «malos» y «rebeldes». Como ocurre la mayoría de las veces, después de sufrir algunas penurias ganan los «buenos» contra los «malos».

 

Igbo y Fulani: «Buenos» y «malos»

Obviando olímpicamente el hecho de que en una guerra civil se cometen atrocidades de todos contra todos, de entrada se definen los bandos en Tears of the sun: buenos contra malos, igbos contra fulanis. ¿Cómo son los igbo según la cinta? Son refugiados atendidos por misioneros cristianos (dos monjas y un cura anciano). Hasta antes del golpe de Estado de Yakubu, eran también los legítimos gobernantes de Nigeria. Padecen en camas de un hospital improvisado y, aliviando su dolor, una trabajadora humanitaria estadounidense se afana en darles consuelo. Estas son las víctimas. ¿Y los fulani? Su primera aparición en Tears of the sun es lo suficientemente gráfica. Tras la partida de los SEAL´s con la Dra. Lena Kendricks -la trabajadora humanitaria en cuestión- y un grupo de refugiados no les ha quedado más remedio que dejar atrás a los débiles (las monjas y el religioso anciano) para que cuiden a los todavía más vulnerables, los desvalidos, los refugiados que no estaban en condiciones de emprender la marcha: tuertos cuidando ciegos. Aparecen entonces los fulani. Todos con gesto duro. Todos son varones -la mayoría son jóvenes- armados hasta los dientes. Los misioneros ruegan piedad. Un alto mando fulani toma la cruz que cuelga del pecho del religioso, la manipula con desprecio, saca un machete y con ira lo descarga sobre el anciano comenzando así la matanza. Han llegado los victimarios.

La pauta definida desde el inicio de la cinta cuando un reportero anuncia el asesinato de la familia presidencial igbo por la cúpula militar fulani se mantiene a lo largo de la cinta. De hecho en toda la película no hay una sola referencia a la posibilidad de que existan ­fulani civiles e igbo militares: axiológicamente, los igbo son civiles y los fulani militares y punto. Se retrata con crudeza, lentitud y detalle la limpieza étnica fulani contra una aldea igbo y su remedio con la intervención SEAL. Se sigue con la persecución alevosa de los fulani -superiores en número, armas y vehículos- contra los SEALS y su grupo de refugiados (muchos de los cuales muestran prótesis en las piernas), con recursos limitados y diezmados en cada vez más en número. Entre los personajes de reparto destacan dos con nombres y profesiones muy convenientes, uno fulani y el otro igbo. El fulani es un varón, soldado, el «Coronel Sadick» (Sádico) responsable último de la limpieza étnica y brazo derecho de Yakubu (el dictador); el otro personaje es mujer, igbo, refugiada, su nombre es «Hope» (Esperanza), asistente médico y brazo derecho de la Dra. Kendricks (trabajadora humanitaria). Entonces los bandos son claros: los fulani contra los igbo, el sadismo contra la esperanza, la bestialidad contra la piedad, los fuertes contra los débiles, los golpistas contra los legítimos, los dictadores de profesión contra los humanitarios de vocación.

En toda la cinta no hay un solo episodio de violencia atribuible a los SEAL´s y los igbo que no sea agradecido explícitamente ni uno solo de violencia fulani que no sea condenado de una u otra forma. Cuando el Teniente Waters asesina a cuchilladas a un rebelde, la Dra. Kendricks agradece; cuando los SEAL´s intervienen contra la limpieza étnica fulani en la aldea que encuentran a su paso, los refugiados igbo a los que guían agradecen; cuando el guardaespaldas de Arthur Azuka en este mismo episodio mata a un fulani a punto de disparar a Waters, Waters agradece; cuando uno de los SEAL´s coloca una mina para retrazar la persecución fulani de la que son objeto, sus compañeros le agradecen; cuando termina el ataque aéreo contra los fulani en la frontera, tanto los refugiados recién llegados como los ya establecidos en el campamento en Camerún agradecen a los SEAL´s. La violencia de los «buenos» no puede más que agradecerse. No ocurre así con la violencia de los «malos», los fulani: el último grito del anciano antes de ser macheteado por el militar fulani es una condena a su propia muerte; condena es también el llanto de dolor de la Dra. Kendricks al ver la misión arrasada por el escuadrón fulani desde el helicóptero y aquí mismo condena a este evento es la orden de Waters de volver por los refugiados que abandonaron en tierra; condena a la violencia fulani es la orden de Waters de matar primero al fulani a punto de quemar a un igbo vivo en la aldea y aquí también hay una condena de los SEAL´s a la limpieza étnica fulani al intervenir para detenerla. La violencia de los «malos» no puede más que condenarse.

Por supuesto, pese a que hay muchos ejemplos más de lo anterior, dos momentos clave de la cinta merecen mención aparte pues resumen la imagen generada entre «buenos» y «malos» y devela el triple rasero con el que es medida la legitimidad de la violencia de los unos y los otros.

El primer momento. Una mujer ha sido torturada (le han cortado los senos), su hijo (un bebé) yace muerto en el piso y sus torturadores (un adulto y un niño) están a su alrededor. El mensaje es claro: los igbo son frágiles como mujeres y niños mientras que los fulani son duros como «hombres» e, independientemente de si se trata de niños o adultos, son igual de crueles. Los SEAL´s matan al niño fulani (claramente ataviado con uniforme militar) y contemplan al bebé igbo (envuelto en una manta) muerto en el suelo. El sadismo con el que ha sido torturada la madre del bebé legitima el sadismo con el que un SEAL castiga al torturador asesinándolo lentamente con un cuchillo: se lo merece. Ojo por ojo. El mismo sadismo es presentado al espectador de modo diferente: uno es consecuencia del otro: el primero (el de los fulani) se condena y se castiga con el segundo (el del SEAL), sadismo que se agradece. El SEAL podría haberse colocado por encima de su adversario y mostrar menos bestialidad ejecutándolo de un balazo. No lo hace, pero no hay problema, este sadismo se entiende, el del fulani no. Por si quedara alguna duda el diálogo siguiente afianza el discurso maniqueo: el sadismo SEAL es humano «How can they do this?» -se interroga uno de los miembros del equipo SEAL que contempla la escena, visiblemente indignado, haciendo patente su dolor humano- mientras que el de los fulani es innato «This is what they do!» -le responde Hope con lágrimas en los ojos dejando en claro que los fulani son crueles por naturaleza. Hope no podría mentir pues es mujer como la víctima, africana como la víctima, madre como la víctima; como la víctima ha vivido y sufrido ahí lo que hace el otro: por eso sabe de lo que habla. No ser empático con ella es imposible: «How can they do this? Bueno, This is what they do! Así de sencillo.

Pero hay algo más todavía.

El segundo momento. Un SEAL ha disparado contra un refugiado al descubrir el primero la traición del segundo que ahora yace agonizante en el suelo.¿Qué hacer? Let him bleed to death! ordena el Teniente Waters como castigo. No importa que se trate de un refugiado, no importa que se trate de un igbo, no importa su amistad con la Dra. Kendricks, no importa nada, ni siquiera el hecho de que no tuviera opción (la familia del ahora agonizante había sido amenazada los fulani): traicionó a los blancos, desobedeció a los militares, se burló de los Estados Unidos. Tortura por balazo y muerte por pérdida de sangre es lo que le espera a quien tiene tal osadía. Así se trata a los malagradecidos, no hay atenuante al delito, nada vale como prueba de descargo a su favor. Ante tal afrenta se aplica la máxima violencia. El agonizante fue el primero de lo que podía haber sido una serie de ejecuciones extrajudiciales con las que amenazó Waters. Ni siquiera la lealtad igbo residual que demuestra el guardaespaldas de Arthur Azuka a punto de ser ejecutado vale como disculpa; Azuka, el líder de los igbo, único hijo y rey heredero del malogrado presidente Azuka entiende entonces el papel y el lugar suyo y de su gente: someterse, confesar y pedir disculpas apelando a la magnanimidad de los blancos. La intervención militar estadounidense debe agradecerse sin condiciones y sin ambigüedades, ni siquiera la familia amenazada justifica la duda o la ambigüedad. La ira del ser superior es de temerse más que la del jefe en turno de los seres inferiores, así sean estos militares fulanis de nombre «Sadick».

Si los igbo están por encima de los fulani, los blancos están por encima de los igbo sin importar la circunstancia. Racismo sin más, o como diría el cerdo Napoleón en la fábula de George Orwell, todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Tears of the sun y las elecciones en Nigeria

La presentación simplista y maniquea de un conflicto en zonas de alta complejidad social como Nigeria es ya de suyo condenable, pero lo es más por un dato concreto: igbo y fulani son grupos que existen en la realidad. La polarización entre ambos grupos es, pues, apenas la punta del iceberg y el hilo por el se puede comenzar a desenredar la madeja de la propaganda.

Igbos y fulanis son dos grupos étnicos importantes en un país en el que la etnicidad es importante en materia política. De entre los más de 250 grupos étnicos registrados en Nigeria a los creadores de Tears of the sun les pareció pertinente tomar precisamente a estos dos y no a otros para el desarrollo de la cinta. ¿Por qué éstos y no otros? Y todavía más interesante ¿por qué se les retrata de ese modo en la película? La respuesta es sencilla: porque en las fechas en que apareció la cinta, Nigeria se encontraba en la recta final de un proceso electoral en que habría de elegirse presidente. Así pues, la coincidencia entre elección de los grupos étnicos, el rol que se les asigna y el momento en que aparece la cinta no es casualidad.

Dos eran los candidatos fuertes a la presidencia de Nigeria en aquel proceso electoral de 2003: el Presidente Olusegun Abasanjo que buscaba la re-elección y Muhammadu Buhari, general que ya había gobernado el país -producto de un golpe de Estado- y que buscaba hacerlo otra vez -pero ahora por la vía democrática. Pese a que a lo largo de la cinta en ningún momento aparece a cuadro la imagen de ninguno de los dos, Abasanjo es personificado en el papel del Presidente Samuel Azuka y Buhari en el del golpista General Yakubu.

Cuando nos referimos a Nigeria estamos hablando de un país con más 140 millones de habitantes al 2007, con más de 250 grupos étnicos, con más de 500 lenguas diferentes y decenas de religiones con miles de ramas específicas. La ignorancia general sobre la realidad nigeriana del auditorio habría concedido un amplio margen a los creadores de Tears of the sun para escoger cualquier combinación posible por la sencilla razón de que cualquiera habría sido creíble. Sin embargo, los responsables de la historia se decidieron específicamente por aquella en la que Azuka se pareciera a Abasanjo y en la que Buhari se pareciera a Yakubu. Veamos: como Yakubu en la cinta, Buhari en la realidad era general de profesión, fulani por grupo étnico, musulmán por religión y golpista por antecedente. El caso de Abasanjo-Azuka no es muy diferente: ambos eran presidentes, ambos fueron electos 1 , ambos eran civiles y ambos eran cristianos. ¿Coincidencias todas? Solamente hay una diferencia, Azuka era igbo, Abasanjo yoruba. La diferencia sobre el origen étnico de Abasanjo-Azuka tiene una explicación: lo importante no era necesariamente enaltecer a un grupo como víctima (los igbo) sino descalificar al otro (el de los fulani) como victimarios. Por lo demás, esta salvedad ofrece también posibilidades como un recurso exculpatorio mediante el cual se puede «negar cualquier similitud» entre realidad y fantasía, con lo que se consigue hacer plausible la «ficción» de la totalidad de la historia en la cinta.

La función propagandística de Tears of the sun era muy clara: descalificar a Buhari como candidato sembrando una percepción negativa sobre la base de sus antecedentes profesionales, de su grupo étnico y de su religión y apuntalar a Abasanjo de acuerdo con los mismos criterios. Tears of the sun se ubicaría en un momento ex post hipotético: Buhari-Yakubu se inconforma con el resultado e inicia una rebelión contra el presidente «legítimo» de Nigeria, Abasanjo-Azuka e impone un régimen como el que se retrata en la cinta. Pese a que el escenario no ocurrió (Buhari terminó por aceptar el fraude por la vía de los hechos 2 ) la intensión de Tears of the sun en materia de control del pensamiento era funcionar como una cinta vacuna: de haberse inconformado Buhari, su lucha, su persona, sus partidarios y sus argumentos habrían sido ya descalificados todos de antemano: Buhari-Yakubu como la cabeza visible de militares golpistas, fulanis genocidas y musulmanes intolerantes que codiciaban la presidencia y Abasanjo-Yakubu como el líder legítimo de los civiles democráticos, igbos desvalidos y cristianos humanitarios.

Nigeria y Estados Unidos

Buenas razones tenían los Estados Unidos para apoyar a Olusegun Abasanjo. Con Abasanjo en el poder no se elevaron los índices de desarrollo humano del país; la corrupción se mantuvo rampante y la violación a los derechos humanos siguió siendo la constante. Solamente una cosa cambió: las relaciones con Washington mejoraron notablemente. Con Abasanjo en la presidencia Nigeria se insertó de lleno en las operaciones de la llamada «Guerra contar el terror» y el flujo de petróleo se mantuvo constante (conservando Nigeria con ello su posición como quinto proveedor de petróleo de la potencia norteamericana). Nigeria con Abasanjo se levantó como un muy importante jugador regional en los procesos políticos africanos, en sus instituciones internacionales y también en agrupaciones de creciente valor estratégico como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). La Nigeria de Abasanjo pues, era la Nigeria de los Estados Unidos, es decir, un caballo de Troya mediante el cual se pueden influir y orientar procesos y resultados.3

Abasanjo no solamente compartía con George W. Bush su condición de re-born christian sino que, como el presidente de Estados Unidos, el de Nigeria era también amigo de las compañías petroleras: según algunos cálculos, el 80% de la riqueza petrolera era retenida por el 1% de la población nigeriana en tiempos de Abasanjo (lo cual no es poco tomando en cuenta que ese 80% era también el 90% de la renta de toda Nigeria). Con un presidente como Abasanjo el negocio del petróleo estaba asegurado, con Buhari las cosas podían no ser tan sencillas.

Más allá de la dureza de la que se acusó al régimen de Buhari en su momento, la evaluación de su gobierno es mixta por una sola razón: a Buhari tenía fama nacional e internacional de incorruptible4 en un país en el que la corrupción era un mal endémico. A diferencia de Abasanjo, Buhari gozaba de un raro prestigio de honestidad a toda prueba que podía poner en peligro el negocio del petróleo para quienes siempre habían gozado de él. En este tenor al General Buhari se le trató de desacreditar de todas las formas posibles y Tears of the sun, en este contexto, es una parte de esos esfuerzos. Entre otras acusaciones y partiendo de su condición de musulmán, a Buhari se le señaló como partidario de la sharia5 que ya se aplicaba en varios territorios del norte de Nigeria. Más allá del escándalo mediático anti-musulmán6, según documentos oficiales del propio gobierno estadounidense7 la sharia en esos territorios se había aplicado con suavidad al grado, incluso, de que no se hubiese realizado ninguna ejecución -como también reconocen destacados detractores de la sharia.8 Por esto no es raro que en Tears of the sun los refugiados escaparan del norte musulmán y hacia el sur cristiano.

La meta de la película era generar una imagen a priori en la percepción del público exterior respecto al proceso electoral nigeriano por si llegaba a ocurrir algo desagradable: el triunfo de Muhammadu Buhari y la consecuente salida de Olusegun Abasanjo.

Un colofón: Irak en Tears of the sun

Cuando Tears of the sun llegó a la cartelera la guerra de Irak se asomaba ya en el horizonte. La cinta también tenía que decir algo al respecto y lo expresó justo en su último cuadro en palabras de Edmund Burke:

» The only thing necessary for the triumph of evil is for good men to do nothing»

[La única cosa que necesita el mal para triunfares que los hombres buenos no hagan nada].

Aquí es donde se terminan de articular los lugares comunes acostumbrados justificando a priori lo que era evidente ocurriría en Irak:

  1. Política / religión.- El mal (Saddam Hussein, país musulmán) no debía triunfar,,

  2. Estados Unidos / religión.– y para ello los hombres buenos (EE.UU., país cristiano)

  3. Social.– debían hacer algo (llevar «libertad» -que dicho sea de paso es también la última palabra que se escucha en la cinta por boca de Arthur Azuka).

  4. Militar.– así fuera mediante una «intervención humanitaria» (ataque de Marzo 2003)

  5. Violencia.- independientemente de su costo (1 millón de muertos a 2008)

Sólo así se evitaría en Irak un escenario como el que el espectador acababa de ver en Nigeria.

Bibliografía

  • » Honest» General wanted to rule Nigeria. BBC News. April 23, 2003.

  • Ploch, Lauren. Nigeria: current issues. Congressional Research Service. Report for Congress. January 30, 2008.

  • Vaello M., Eloísa. Nigeria: Crimen e impunidad en el delta del Niger. Gloobal.net. Marzo 8, 2007.

  • Umaisha, Sumaila. «Comrade Shehu Sani: No one can stop me!». New Nigerian Newspapers. Febrero 2, 2008.

Notas

1 En 1999 Abasanjo resultó electo como primer presidente civil de Nigeria en dieciséis años.

2 El proceso electoral Nigeriano de 2003 fue denunciado como fraudulento tanto por la oposición local como por instancias de observación electoral internacionales. (Ver Ploch, Lauren. Nigeria: Current issues. Congressional Research Service. Report for Congress. January 30, 2008. p. 3).

3 De aquí que no resulta extraño que fue precisamente bajo el régimen de Olusegun Abasanjo que Nigeria se distanciara de la OPEP y que incluso llegara a trascender en los medios de comunicación su posible salida de la organización.

4 «Honest» General wanted to rule Nigeria. BBC News. April 23, 2003.

5 Sharia: Ley islámica. Comenzó a instrumentarse en el norte de Nigeria como una alternativa legal para compensar el desorden judicial y administrativo producto de la corrupción de las autoridades nigerianas.

6 Cuya base y fundamentos propagandísticos se pueden encontrar en las tesis del «Choque de Civilizaciones» de Samuel P. Hungtinton.

7 Ploch, Lauren. Nigeria: Current issues. Congressional Research Service. Report for Congress. January 30, 2008.

8 Umaisha, Sumaila. «Comrade Shehu Sani: no one can stop me!». New Nigerian Newspapers.. Feb. 2, 2008.

 

 

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