Terremoto, sismos y repercusiones El Terremoto de hace 30 años: del 19 de septiembre de 1985 (oscilatorio y trepidatorio, 8 en la escala de Richter con epicentro en las costas michoacano-guerrerenses y de duración de poco más de 2 minutos) que inició justo a las 7:19 hrs. y las réplicas del mismo 19 y la […]
Terremoto, sismos y repercusiones
El Terremoto de hace 30 años: del 19 de septiembre de 1985 (oscilatorio y trepidatorio, 8 en la escala de Richter con epicentro en las costas michoacano-guerrerenses y de duración de poco más de 2 minutos) que inició justo a las 7:19 hrs. y las réplicas del mismo 19 y la del día siguiente en la ciudad de México (20 de septiembre a las 19:38 hrs.), fueron devastadores: hubo más de 10 mil muertos (¿20 mil?) y centenares de miles de heridos, desaparecidos y damnificados. Cayeron y se destruyeron más de 30 mil construcciones, con daños parciales quedaron más de 68, 000. Durante 10 días se rescataron cerca de 4,000 personas vivas. Sucumbieron hoteles, edificios habitacionales y hospitales, resultaron dañadas numerosas viviendas, escuelas públicas, estaciones del metro, comercios, vías públicas, redes de agua potable, etcétera. Cayeron postes, árboles, antenas de transmisión, cables eléctricos y telefónicos. En muchas áreas de la urbe, se suspendió la luz, el agua, el teléfono y el transporte. Las telecomunicaciones, como la televisión, dejaron de transmitir durante unas horas, algunas estaciones de radio lograron permanecer al aire y los radioaficionados destacaron en su actividad informadora. Por todo ello la ciudad fue considerada zona de desastre: en realidad una catástrofe económica, social y también política. El gobierno del primer presidente neoliberal Miguel de la Madrid Hurtado se vio imposibilitado para reaccionar a tiempo y con efectividad, además se negó a recibir la inmediata ayuda internacional, demostrando su incapacidad y su insensible soberbia. Fue el inicio palpable de la decadencia del PRI como partido que se ostentó durante muchos años como partido heredero de la revolución mexicana institucionalizada; especialmente estas negligencias, compartidas por el regente priísta Ramón Aguirre, tuvieron sus efectos político-sociales posteriores en el ciudad de México con el desprestigio y el subsiguiente abandono como fuerza política gobernante de esta ciudad.
El movimiento telúrico mayor -y sus réplicas- cimbró una parte del país, pero en la ciudad de México tuvo sus efectos más devastadores, especialmente en la zona céntrica: Tepito, Tlatelolco, colonias populares y de clase media como la doctores, la Roma, la Buenos Aires, la San Rafael, San Antonio Abad y Chabacano. Ante todo esto se generó una activa participación ciudadana para ayudar a rescatar, a refugiar, a reconstruir y a organizar desde afuera (y a veces contra) de los dispositivos institucionales y de los gobiernos (nacional, de la ciudad y de las delegaciones), y así enfrentar las consecuencias destructivas materiales, sociales y subjetivas del temblor. Debido a las negligencias, descuidos, corrupciones y autoritarismos evidenciados, entre los damnificados se creó un fuerte sentimiento antigobiernista y antipriísta. A partir de ello se gestaron múltiples organizaciones vecinales urbanas (y también sindicales como la del Sindicato de Costureras 19 de Septiembre que surgió como mecanismo de defensa cooperativo, después que su gremio tuvo cientos de muertes lamentables por la destrucción de sus deplorables locales de trabajo). Entre las más importantes están: La Coordinadora Única de Damnificados, la Coordinadora de Luchas Urbanas, la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular, la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de septiembre y la Asamblea de Barrios.
Acciones, lecciones, experiencias y memorias
Enlisto y resalto brevemente algunas acciones, lecciones y experiencias políticas ciudadanas significativas a partir de los dramáticos y estremecedores acontecimientos vividos en esos días en las zonas neurálgicas de la ciudad de México.
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Solidaridad Los despliegues de solidaridad humanista, de protagonismo solidario, impetuoso, esforzado, valiente, de amplios sectores de la población de la ciudad de México, sectores básicamente populares y de las clases medias bajas (la «reacción del pueblo») que se volcaron a la ayuda incondicional (aun contra viento y marea): búsqueda, rescate, aprovisionamiento, improvisación, transportación, aliento.
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Contrastes. En ese sentido fueron muchísimos más las personas que mostraron su entrega, es decir, las que ayudaron que las que saquearon, robaron o se dedicaron a la rapiña. Cabe destacar que entre estas personas destacaron no sólo los «vándalos» y oportunistas civiles, sino los uniformados: principalmente soldados y policías a título personal y por órdenes de sus jefes (excepto los bomberos que estuvieron a la altura de las circunstancias).
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Autoorganización. La organización vecinal y la organización profesional (sobre todo en el caso de los hospitales cuyos personales fueron a la vez «víctimas» y «héroes» de la tragedia, al organizarse improvisadamente y con lo que tenían a mano pues hubo escasez de materiales y espacios, para ayudar a salvar al personal médico y a los miles de pacientes propios y ajenos o venidos de otros nosocomios). Hubo organización y coordinación voluntaria, ejemplar, incansable, por turnos, vocaciones, habilidades y por profesiones.
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Crítica y Denuncia. Los protagonistas participantes e inmediatos sobrevivientes han hecho críticas y denuncias constantes al oficialismo; desde el oficialismo anterior a los sismos por su corrupción constructiva y presupuestaria, al oficialismo de ese momento con las autoridades mayores como el presidente de la república Miguel de la Madrid Hurtado, hasta los funcionarios de la urbe, pasando por el ejército, la policía y sus oficiales y las autoridades gubernamentales (secretarios de Estado, regente, delegados); por sus actuaciones burocráticas, arrogantes, deficientes, insuficientes y maquilladas. Fueron incapaces y quisieron mostrar autosuficiencia, control, autoridad moral1, pero en realidad la gente movilizada y damnificada captó sus manipulaciones y su autoritarismo: cuestionaron en los hechos y en la práctica al régimen, que apareció en momentos claves muy rebasado y con comportamientos incluso criminales por impedir, dosificar, desatender y/o demorar las ayudas (locales, nacionales e internacionales).
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Movilización y reordenamiento. Podríamos decir que la participación masiva, voluntaria y espontánea fue un ejercicio forzado, pero práctico y eficaz de movilización y re-ordenamiento ciudadano popular que se prolongó en muchos sentidos con formas de lucha y organización, primordialmente cobrando factura a los organismos gubernamentales con rechazos a sus estilos burocrático-corruptos y posteriormente con exigencias/ demandas de viviendas y de espacios seguros, accesibles y dignos; en ellos se demostró la vocación colectiva re-ordenadora de dichos espacios de la urbe: alojamiento, viabilidad, recreación, cultura, arte, seguridad, democracia.
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Memoria, memoralia y memorabilia. Como lo demuestra el libro trabajado bajo la metodología de la Historia Oral, de Griselda de Fuentes (2015), se creó y existe una memoria al mismo tiempo latente y aflorable que está presente y viva en los protagonistas de esos eventos (médicos, amas de casa, profesionistas, empleados, jóvenes estudiantes, etc.); ellos y ellas escudriñan en sus recuerdos y se explayan en anécdotas, remembranzas, reflexiones, críticas y emociones (miedos-incertidumbres-tristezas-alegrías). Observa la maestra de De Fuentes que a ellos y ellas «aún les duele el corazón». Eso quiere decir que a nosotrxs «aún nos duele en el corazón», pues todxs lxs urbanitas de esos días -jueves 19 y viernes 20 de septiembre de 2015- que no fallecimos en ese terremoto y en esos sismos, somos sobrevivientes doloridos. Así, toda esta Memoria, en un primer acercamiento, se puede concebir como suma de micro-historias personales o individuales (memoralia) y como colección de recuerdos que aún tiemblan (memorabilia).
Memoria e historicidad potencialmente revolucionaria
En un abordamiento más espeso, la memoria generada contiene recuerdos y además se llena de imaginarios existenciales y proyectivos: se trata de una memoria histórica que en su sedimentación reciente, se puede reconocer como uno de los últimos estratos de densidad que tiene su propia y estrujante peculiaridad, pero que se entrecruza y se entrelaza junto con otras memorias e imaginarios colectivos más antiguos y más recientes del México del siglo XX y del que transcurre en este XXI (Adame, 2013 y 2015):
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Los provenientes de la revolución rural y popular mexicana (1910-1917).
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Los de las acciones populares y de masas durante el cardenismo de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940).
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Los del movimiento estudiantil y popular de 1968.
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Los del movimiento masivo ciudadano contra los fraudes electorales de 1988 y de 2004.
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Los del levantamiento indígena neo-zapatista y el acompañamiento y la reactivación de la sociedad civil de 1994.
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Y más recientemente los de la indignación develadora de la necropolítica en la masacre de Iguala-Ayotzinapa (2014), que apunta hacia un nuevo despertar antisistémico (2014-2015).
Estratos «arqueológico-históricos» de la memoria del México profundo que no son monolíticos ni estáticos, sino que como vasos comunicantes de un volcán fermentan y empujan el dinamismo experiencial emancipador de la historia actual y la de devenir del pueblo-nación mexicano. Al interior de los capilares comunicantes de esos sedimentos están la generaciones de mexicanas y mexicanos que se suceden desde hace más de 100 años transmitiendo/asimilando esas acciones, experiencias, imaginarios, lecciones y proyectos liberadores (de la nación mexicana y de sus proletarios diversificados) que forman su memoria histórica: su conciencia y su cultura potencialmente revolucionaria.
Ciudad de México viva, 30 años después. A manera de Conclusión
El país y específicamente la ciudad de México 30 años después se enfrenta a nuevos desafíos que no son otra cosa que problemáticas aún no resueltas. En efecto, después de los sismos de 1985, los habitantes solidarios, movilizados y organizados de la Ciudad, empujaron transformaciones democráticas que se plasmaron en gobiernos más o menos «progresistas» (Cuahtémoc Cárdenas, Rosario Robles, Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Encinas), bajo las siglas del Partido de la Revolución Democrática (PRD); en cierto sentido a contracorriente del neoliberalismo recalcitrante que se extremaba hasta llegar a convertirse en narcopolítico y necropolítico.
De alguna manera el movimiento urbano popular ciudadano saldó algunas cuentas con los responsables y culpables (la corrupción encarnada en gobernantes y mandos medios en contubernio con constructoras e inmobiliarias) de esa masiva tragedia. Sin embargo, ese neoliberalismo nacional de las oligarquías subordinadas a los dictados imperialistas y de las trasnacionales industriales y financieras, fue coyunturalmente más fuerte que las resistencias de los movimientos populares y las izquierdas del país y particularmente de la ciudad de México. Y con los gobiernos del perredista (ahora ex) Marcelo Ebrard y más ahora con el del «sin partido» (o mejor dicho, con el simpatizante y obediente del PRI) Miguel Ángel Mancera, se va expresando con contundencia esa vuelta al autoritarismo, a las corrupciones y al doblegamiento ante el neoliberalismo privatizador y represor.
A nivel de las grandes construcciones y megaproyectos impulsados especialmente por estos dos últimos gobiernos2. Por ejemplo con Ebrard: el segundo piso concesionado a la iniciativa privada, la supervía poniente3, la Línea suburbana 12 del Metro, la Biometrópolis en el Ajusco, etcétera. Con Mancera: Las Zonas de desarrollo Económico y Social (Zodes), la Ciudad de la Salud, el tren de pasajeros México-Toluca, el corredor cultural Chapultepec, etc., etcétera. A nivel del rostro duro y del uso de las fuerzas represivas, por ejemplo: los desalojos de plantones de los trabajadores de la educación en el Zócalo y en el monumento a la Revolución, las represiones e infiltraciones de cuerpos policíacos a las marchas y manifestaciones por Ayotzinapa, etcétera.
Así, según Gustavo Ogarrio (2015:15), al parecer: «La democracia que surge del terremoto del ’85 se encuentra también en fase terminal […]; se agota el poder político y social que inicia su ascenso en 1985, la vertiente urbano-popular que se formaliza en un partido de izquierda, el PRD, y que ahora muere de corrupción y de impunidad». No obstante Ogarrio de manera ambigua también señala la existencia de actuales «respuestas organizativas de comunidades metropolitanas ente los megaproyectos». ¿De verdad estamos ante «patadas de ahogado» -como cree Ogarrio- del poder político, social y cultural popular en la Ciudad de México (y en el país)?
Considero que no, especialmente en la ciudad de México, las «respuestas» no sólo son defensivas contra los megaproyectos, sino que también son frente a la inseguridad, frente a la represión, frente al autoritarismo y frente a la traición que ha significado en buena medida y concretamente el gobierno de M. A. Mancera (que aumentó las tarifa del metro, que se ha plegado a las políticas del nefasto Enrique Peña Nieto, que ha utilizado a los granaderos para favorecer el orden neoliberal, que acepta la austeridad, etc.).
Ello se ha expresado de manera política con movilizaciones, con fortalecimiento de organizaciones urbano-populares en colonias y delegaciones, con articulación de resistencias, con solidaridades; e incluso a nivel electoral y con cierta desconfianza (por ejemplo) votando y defendiendo el voto por MORENA (de López Obrador y Martí Batres). En suma, con redoblamiento múltiple de las resistencias, la organización y apuntando al horizonte antisistémico. Porque la memoria histórica popular-ciudadana sigue activa y se reactiva, y después de treinta años, también revive a sus muertos.
Bibliografía Citada
ADAME Cerón, Miguel Ángel (2011). «El Peligro etno-ecocida para los pueblos del Sur de la Cd. de México», en Rebelión, 4 de septiembre, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=135034.
ADAME Cerón, Miguel Ángel (2013). Movimientos sociales, populares, políticos, culturales Editorial Itaca, México, 2013.
ADAME Cerón, Miguel Ángel (2015). Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar antisistémico, Ediciones Navarra, México, D. F.
DE FUENTES Rojano Griselda (2015). Recuerdos que aún tiemblan en mi memoria, Ciudad de México, testimonios 30 años después, Ediciones Navarra, México, D. F.
OGARRIO, Gustavo (2015). «El terremoto de 1985: ‘absurda es la materia que se desploma'», en La Jornada Semanal, Núm. 1072, 20 de septiembre, p. 15.
Notas:
1 El lema de la presidencia de De la Madrid era: «por la renovación moral de la sociedad», y lo que se evidenció en la práctica y en el discurso oficialista fue su vergonzosa inmoralidad.
2 Aparte están los cientos de proyectos, concesiones, destrucciones y apropiaciones que las diferentes delegaciones (sus dirigentes, principalmente perredistas pero también del PRI y del PAN) han entregado, facilitado y realizado a favor de los intereses privados, comerciales y financieros: gasolinerías, unidades habitacionales, espectaculares, edificios, jardines, plazas, etcétera.
3 Véase Adame, 2011.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.