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La trayectoria de un grupo que reinventó el punk

The Clash: 30 años de rock revolucionario

Fuentes: Diagonal

The Clash dotó al punk de un mensaje político, al difundir la idea de que la revolución era posible.

Por mucho que se empeñe el tango en que 20 años no son nada, 30 pueden ser toda una vida, al menos para el que esto firma. Y esa vida está profundamente marcada por The Clash. Qué sentido tendría celebrar su aniversario de no haber estado su música presente en cada uno de los años que completan la última treintena. Porque The Clash son música pero también letras, materia y forma, medio y mensaje. Uno de esos grupos imprescindibles a los que se vuelve, más allá de las modas y de las tendencias pasajeras. The Clash no inventaron el punk pero lo dotaron de un contenido político y social ausente hasta entonces y oxigenaron un estilo, hasta el momento rudo y monolítico, con sonidos cercanos al rockabilly o los aires jamaicanos. Podría argumentarse que algunos de sus coetáneos ya apuntaban maneras, como es el caso de los frescos sociales que pintaba Paul Weller o el escupitajo que arrojaron los Sex Pistols a la cara de la sociedad británica con su God Save the Queen. Pero mientras unos enarbolaban la bandera de la desesperanza y los otros la del nihilismo, The Clash dieron un paso adelante y pasaron al contraataque, no dudando en emplear su música para difundir el mensaje de que la revolución es posible. En esto radica su originalidad y su vigencia: sembraron la semilla que después recogerían grupos como Rancid, Green Day, Kortatu o Ilegales.

Los inicios: ‘White Riot’

Provenientes de diversas bandas relacionadas con los movimientos de okupación británicos de los ’70, Joe Strummer, Mick Jones y Paul Simonon reúnen su talento fundando The Clash y fogueándose como teloneros de, entre otros, los Sex Pistols. El potencial de aquellos jóvenes airados es tal que no tardan en fichar para una de las grandes, la discográfica CBS. En 1977 sale a la calle el primer sencillo de la banda, White Riot, un bofetón a la juventud a la que reprocha su escasa capacidad de movilización. Al poco se edita su primer LP, que cosecha un considerable éxito. Su estilo es crudo y directo, muy acorde a los cánones del punk que por entonces se facturaba en Inglaterra.

La repercusión que obtuvo el disco fuerza su lanzamiento en EE UU donde, en principio, la CBS había renunciado a promocionarlo; las distintas ediciones poseen algunas diferencias en su contenido. Tras su segundo LP, Give’Em Enough Rope, llega London Calling, obra fundamental para todo aquel que desee entender los derroteros de la música popular de las últimas décadas. Más allá de que haya sido calificado por los más diversos medios como disco de referencia de la banda, lo cierto es que London Calling es variado e inagotable. Tanto, que la ortodoxia punk entendió este trabajo como una suerte de traición, pero precisamente ése es el secreto de su éxito. En London Calling The Clash utiliza el punk como plataforma para adentrarse en los sonidos más variopintos con resultados asombrosos: flirtean con el reggae en Rudy Can’t Fail, tejen inolvidables melodías pop como Train in Vain, se atreven con una versión del Brand New Cadillac y nos regalan singles como Spanish Bombs o el propio London Calling. La edición del disco no estuvo exenta de polémica con la discográfica: la banda producía tal cantidad de material que no era posible darle salida en un solo LP, y además The Clash tampoco estaban dispuestos a encarecer el precio de su música. Finalmente se salieron con la suya: la negociación se cerró con el insólito lanzamiento de un disco doble al precio de sencillo. Tras la arriesgada apuesta que supuso London Calling y la posterior aceptación de su propuesta, The Clash se encuentran en excelente estado para acometer su siguiente salto sin red: un año después publican Sandinista! Un disco triple que volvió a salir al mercado a precio de sencillo, merced a que The Clash renunció a parte de sus beneficios en favor de la economía de su público. Respecto a la filiación política, el título es bastante elocuente; el contenido vuelve a ser una nueva incursión de la banda en sonidos ajenos, como el rap, el dub o el gospel. Suma y sigue.

Éxito mundial

La fama de sus dos últimos trabajos embarca a la banda en una sucesión de giras que incluyen lugares tan alejados de su Londres natal como Australia. El éxito pone a girar una maquinaria difícil de detener y que genera las primeras fricciones importantes dentro del grupo. Las drogas pasan factura y Topper Headon no tardará en abandonar la banda. En mitad de esta vorágine se las apañan para grabar Combat Rock, un disco irregular que, no obstante, incluye Should I Stay or Should I Go, un expeditivo rompepistas que, a la postre, revitalizó una famosa marca de pantalones. Éste, quizás, es el momento en que The Clash pierde el control sobre sí mismos. Superados por el reconocimiento internacional, resulta difícil mantener la perspectiva en medio de giras mastodónticas que no trataban sino de amortizar un producto. Son tiempos de confusión y comienzan las idas y venidas de los principales miembros de la banda, se cancelan actuaciones, la formación se vuelve inestable y todo apunta hacia el final de la aventura.

Cut the Crap es el canto de cisne de The Clash y fue grabado en condiciones que contradicen, de plano, lo que fue el espíritu de la banda. Las desavenencias eran tales que entraron en el estudio por separado para registrar su última colección de canciones. Joe Strummer decide alejarse para aclarar sus ideas y a su regreso disuelve la banda. Naturalmente, el fin de una banda como The Clash no es un final cerrado. Quedan excelentes discos, excelentes canciones, una actitud y un mensaje que perduran más allá de las circunstancias que forzaron su disolución. Quedan infinitas anécdotas que nos recuerdan que no tenemos la obligación de vendernos al mejor postor y queda una música capaz de recordarnos que hay otra manera de hacer las cosas.

JOE STRUMMER DESPUÉS DE THE CLASH Probablemente, el éxito fue el principal asesino de The Clash. Cuando Strummer decide disolver la banda, hace gala de la coherencia que le acompañó toda su vida. The Clash se había convertido en algo ingobernable, un monstruo que ya no servía a un ideal sino a las dinámicas del mercado. Tras la tormenta, recuperó la calma: compuso para películas, se integró brevemente en The Pogues y fundó una banda a su medida, Los Mescaleros. Atragantado de fama, cuidó mucho de que la banda no se le escapara de las manos, renunciando a un éxito que le hubiera sido sencillo recuperar. Con Los Mescaleros prosiguió su investigación musical. Lamentablemente, nos dejó en 2002. Va por él.