La disyuntiva para el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) es en realidad muy sencilla. O se queda en el gabinete a defender sus concepciones políticas o presenta su renuncia.
Lo aconsejable, lo político, lo valeroso es quedarse a dar la pelea por aquello en lo que cree. Pero la disyuntiva para Víctor Manuel Toledo puede ser todavía más simple si se toma en cuenta el factor confianza que debe prevalecer en toda relación política.
Si es el caso que, a raíz de la hoy célebre filtración con las opiniones de Toledo, el Presidente le perdió la confianza a éste, lo lógico sería esperar que López Obrador lo releve. Y si el caso es que Toledo le perdió la confianza al Presidente, pues el mejor camino es la renuncia, porque no se puede ni se debe trabajar con una persona, aunque ésta sea el Presidente de la República, a la que se le ha perdido la confianza. De modo que la disyuntiva de Toledo es triple: o renuncia o se queda o se espera a que lo echen.
El caso Toledo, sin embargo, tiene otras facetas. Una, muy importante, es que la filtración toledana ha proveído de abundante munición a la derecha en los esfuerzos de ésta para desestabilizar al gobierno de López Obrador.
Igual que ocurrió en los casos de Germán Martínez Cázares, quien salió del Seguro Social, y de Carlos Manuel Urzúa, que dejó la Secretaría de Hacienda. Un nazi y un Chicago boy de los que, luego del pequeño escándalo, ya nadie se acuerda. Y más o menos lo mismo en el caso de Javier Jiménez Espriú, quien renunció (o lo echaron) a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Las aguas de la política, ciertamente, son procelosas y no cualquiera puede navegar en ellas. Hacen falta temple, pericia, sentido de la oportunidad, cualidades que posee de sobra López Obrador y de las que según se ve carecen Germán, Carlos Manuel, Javier y (ya veremos) Víctor Manuel Toledo.
Finalmente, de la filtración toledana se pueden sacar dos útiles enseñanzas. Primera: si son verdaderos los atributos ambientalistas que se le atribuyen a Toledo y no se trata, como suele ocurrir, de pura mercadotecnia académica, el perdedor neto de este asunto será el ambientalismo. Y la derecha habrá sido bien servida.
Y la segunda: los casos de Martínez Cázares, Urzúa, Jiménez Espriú y Toledo acabaron haciéndole a López Obrador lo que el pueblo dice que el viento le hizo a Juárez: que ni el sombrero le tiró.
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