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Tres mujeres, tres miradas sobre la división en el MAS

Fuentes: Rebelión

En “la calle”, en reuniones de amigos, en la prensa… en todo lugar la población se pregunta acerca de la veracidad, profundidad y estado de la división al interior del Movimiento Al Socialismo (MAS).

Hay quienes desearían que fuera un mal sueño y al despertar todo volviera a ser como antes; otros se empeñan en atizar las cenizas y remover odiosidades.

Quisimos conocer la mirada de tres mujeres influyentes, dos de ellas exautoridades en los gobiernos del MAS. La primera es Susana Bejarano, reconocida periodista afín al Proceso de Cambio. La segunda es Ariana Campero, exministra de Salud y exdiplomática en la gestión de Evo Morales. La tercera es Verónica Navia, hasta hace unos meses responsable de la cartera de Trabajo, Empleo y Previsión Social. Ellas tienen la palabra.

Lo bueno, lo malo y lo feo de la pelea en el masismo

Comenzamos por solicitarles una evaluación del estado actual de la pelea entre las facciones evista y arcista: lo bueno, lo malo y lo feo… Bejarano, de entrada, se cuestiona: “de una pelea tan cruel no sé qué tanto bueno puede sacarse, quizás lo que te diría es que movió la estructura masista y eso es algo que ocurriría tarde o temprano, el deseo natural de la militancia por ascender políticamente sin la necesidad de tener cercanía con Evo o con alguien próximo a él. Esa era una tensión existente incluso antes del golpe de 2019”.

Con relación a lo malo, identifica que “al no haber tenido mecanismos institucionales internos que mejoren la gestión de este conflicto te encuentras con que la institución política más fuerte y representativa de la historia política del país está a punto de ser proscrita”.

¿Y lo feo? Apunta: “lo feo y lo trágico es la falta de compresión de lo que significa esta pelea sin cuartel para el movimiento popular que encontró en el MAS un instrumento de representación política, la posibilidad de gestión de intereses sectoriales que no se habían atendido históricamente y, por supuesto, la transformación de la política nacional con la presencia indígena en toda la cadena política, sin necesidad de intermediación. Los indios fueron los protagonistas por primera vez. Todo esto podría perderse”.

El diagnóstico de Campero resulta lapidario inicialmente: “estamos en un estado de descomposición moral de uno de los movimientos más grandes de la historia de Bolivia”.

Con ese punto de partida se despega de identificar algo “bueno” en el momento actual, para manifestar su preocupación por lo venidero: “lo desagradable de esta situación es el mal ejemplo que se deja a las nuevas generaciones sobre la forma de hacer política”.

Mientras tanto, la exministra de Trabajo opta por sumergirse en la Historia antes de recaer en el rasgo distintivo de la pugna que nos convoca: “primero debemos referirnos a cómo surge el MAS y su relación con el Instrumento Político. Entre los años 1995, 1996 y 1997 se realizó en Santa Cruz, Potosí y Santa Cruz respectivamente, el Primer, Segundo y Tercer ‘Congreso Tierra Territorio e Instrumento Político’, todos convocados por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb), como la consolidación de un debate que ya mantenía el sector desde la década del 80. Asistieron todas sus departamentales y regionales, incluida la Federación Especial del Trópico de Cochabamba (cocaleros) a la cabeza de Evo Morales. Las conclusiones giraban en torno a la creación del Instrumento Político – Asamblea Por la Soberanía de los Pueblos (IP-ASP) como primer intento, aunque sin el requisito básico para participar en procesos electorales: la Personería Jurídica. Ante esto, otra de las conclusiones de los encuentros congresales más debatida fue, precisamente, la participación en elecciones”.

Continúa Navia: “como la obtención de la Personería Jurídica se convirtió en tarea imposible, pese a los grandes esfuerzos realizados por dos años para lograrlo, la Corte Electoral (ahora Tribunal Supremo Electoral) encontraba siempre algún defecto para no otorgarla. Por esta razón se decide participar en elecciones municipales y nacionales bajo la sigla (prestada) de la Izquierda Unida (IU). Es así que a partir de 1997 se tienen representaciones en algunos Concejos Municipales; y lo más conocido, Evo Morales y otros tres compañeros resultan electos Diputados Nacionales (no con Instrumento Político propio, pero sí se abrió la puerta al debate parlamentario ‘de igual a igual’). Ya para 2004 (no estoy segura en el año), aparece la posibilidad de adquirir una sigla que permita a las organizaciones sociales participar con su propio instrumento político; sin embargo, no son las organizaciones sociales las que adquieren esta sigla, sino Evo Morales que era diputado y también dirigente cocalero. Desde ese momento Evo Morales se mantiene como presidente del MAS y único candidato con esta sigla. Por lo tanto, la disputa interna entre arcistas y evistas no es, desde mi punto de vista, por factores personales de quién y cuánto tiempo, sino por la democratización o no del Instrumento Político, por recuperar o no el origen de este: las organizaciones sociales”.

Origen y escalada del conflicto

Deseosos de llegar a la raíz del impasse entre evismo y arcismo, pedimos a nuestras entrevistadas identificar los puntos nacientes de los desacuerdos y el cómo estos fueron trepando en el tiempo.

Bejarano no identifica un hecho en particular, sino que apunta a cuestiones orgánicas del MAS: “la disputa tiene su origen en la falta de mecanismos de democracia interna, las diferencias se hicieron notar al inicio de la gestión de Luis Arce, yo te diría desde la campaña incluso. Pasados pocos meses de gobierno hubo –desde la que hoy se bautiza como ala evista– pedidos de cambios de ministros, precipitando el conflicto. Igualmente, muchos cuadros que hoy llamaríamos evitas quedaron inexplicablemente fuera del esquema de Arce, que se enfocó en encumbrar a gente muy de segunda línea; y si ves en retrospectiva y evalúas las cosas tampoco resultó un gran equipo para el Presidente en tanto ha habido mucha gente sin liderazgo que construyó nada que ayude la gestión de Luis Arce”.

Continúa la periodista con un tema clave, la ruta hacia las presidenciales: “el otro tema es la candidatura al 2025, desde su retorno de la Argentina Evo tuvo la convicción que sería el candidato para estas justas, sin tomar en cuenta que las cosas habían cambiado al interior de la tienda política. Hubo y hay aspiraciones de poder de grupos que en otras circunstancias no hubieran tenido acceso al poder; si bien esta situación no fue sincera desde el inicio, ocurrió desde el inicio así”.

La extitular de Salud viaja al pasado para atender nuestra preocupación: “Lenin hablaba sobre la importancia de la crítica y autocrítica dentro del partido. En este caso, la inexistencia de un partido consolidado y, además, la intencional ausencia de la crítica y autocrítica dentro del MAS-IPSP han privado a sus bases de la posibilidad de exponer sus pensamientos sobre el referéndum de 2016, la sentencia constitucional que habilitó a Evo como candidato en 2019 y el golpe de Estado vivido el mismo año”.

Campero recalca la falta de espacios para canalizar opiniones y saberlas administrar. Para ella “nos equivocamos al desconocer el referéndum de 2016 e insistir en la repostulación a través de una sentencia constitucional, la cual se convirtió en el perfecto pretexto para consumar el golpe”.

Asimismo, cuestiona el que aquellos errores continúen archivados erosionando en la actualidad: “seguimos cometiendo el mismo error: insistir en la misma candidatura”.

Verónica Navia en torno a esta pregunta anota: “un Evo Morales dispuesto a defender, incluso con la vida de compañeras y compañeros, la propiedad de la sigla MAS-IPSP. Me explico con algunos elementos de la historia reciente. Luego del referéndum constitucional de 2016, reivindicado por la derecha como su 21F, empezó la búsqueda interna del nuevo candidato (no líder, solo candidato) ante la inhabilitación de Morales para una nueva postulación. Obviamente quienes pretendieron perfilarse fueron tildados de ‘Lenín Moreno’, en alusión a la traición a Rafael Correa en una sucesión en el gobierno de Ecuador. Del nuevo título no se salvó ni García Linera, ante la posibilidad de renuncia de Evo a la Presidencia para habilitarse a un nuevo mandato. A partir de ahí, el atornillamiento (promovido por algún entorno temeroso) de Morales en la Presidencia del Estado llevó a cometer un error tras otro que terminaron en el debilitamiento de la administración del Gobierno –no del Instrumento Político, que en 2020 demostró su fuerza en la vía electoral– que desde 2010 dejó de lado las transformaciones propuestas en la Agenda de Octubre y en el propio Plan de Gobierno.

Navia recurre a una palabra para explicar lo que acontece: “usurpación”. En tanto, para ella, “cualquiera que pretenda ‘usurpar’ el puesto de candidato es considerado traidor. Posiciones que se analizan y promueven desde el Trópico de Cochabamba por diferentes actores que hicieron de esa región el refugio político necesario para lanzar consignas. Lo que confirma que el MAS no es de las organizaciones sociales, sino parece tener propiedad privada, con derecho de decisión por encima de la voluntad popular”.

“La escalada, que es la segunda parte de la pregunta, se debe a la cercanía de las elecciones nacionales. A la necesidad de plantearse como ficha elegible ante quien tenga la vara de poder más grande y pueda ser considerado en las próximas listas de candidatos. Para eso se están valiendo de amenazas, de traslados de gente del Trópico a distintos puntos de bloqueo y, lamentablemente, a la violencia”, concluye.

Consumación de la división

Pocas palabras están tan al orden del día en el MAS como “división”. Algunos sueñan con un giro imprevisto que viabilice la unidad. Otros se atrincheran en sus posiciones y se consagran en cuerpo y alma a la “división”, al no entendimiento con quienes hasta hace pocos fueran sus compañeras y compañeros.

Preguntamos acerca del costo que significaría al Proceso de Cambio la consumación de la división. Bejarano no titubea: “el costo electoral se conocerá el próximo año, sin embargo, es la primera vez que se abrió una puerta para que la derecha vuelva a gobernar el país de forma democrática”.

En seguida se explaya en las responsabilidades de los dirigentes en esta pelea: “la oposición está dedicada a desempolvar recetas neoliberales ‘para salvar Bolivia’, y esto es responsabilidad de la dirigencia política que fue incapaz de ofertar, incluso en medio de la disputa, ideas sobre cómo gestionar el Estado y los ajustes necesarios al modelo económico y político masista que hoy están resentidos. Las dirigencias se han concentrado en espacios de poder, en la candidatura al 2025 y no cuidar el proyecto político; su cuidado requiere el valor de criticarlo. Y con las dirigencias no solo me refiero a la cúpula partidaria, sino también a la gubernamental y las de las organizaciones sociales, responsables de este desastre. Cada uno de estos actores cuidó su parcela de poder y no el proyecto. La pelea no tiene discusiones ideológicas. Carece de algún planteamiento serio de reforma partidaria, tampoco tiene algún planteamiento sobre los ajustes al modelo económico. Ninguna discusión profunda sobre ningún tema constituyente de la organización política ni de futuro del país. Es una discusión por espacios. Esa pobreza es, por supuesto, responsabilidad de las dirigencias a cargo”.

Sin demasiadas vueltas en este punto Campero aclara que “el costo sería el retorno de la derecha proimperialista al poder a través de las urnas y con esto la implementación de políticas neoliberales, la concentración de riqueza en pocas manos y la ampliación de la pobreza”.

Por su parte, Navia coincide en que “sería un costo muy elevado. Ante la desaparición de la izquierda en Bolivia, subsumida por la esperanza de un Proceso de Cambio ‘hacia el socialismo’, no quedan otras opciones”.

Aquí Navia no puede sino evocar de décadas de luchas: “desde los congresos que te mencionaba, la convicción era participar en elecciones para la toma del poder que pudiera llevar adelante la Revolución Democrática y Cultural. Al inicio de la gestión fue llevada con mucho impulso para cumplir con la Agenda de Octubre (planteada por los movilizados en la llamada Guerra del Gas en 2003) que exigía la nacionalización de los hidrocarburos, la Asamblea Constituyente, entre otros puntos que Carlos Mesa tuvo la oportunidad de materializar, pero no el coraje ni la convicción de escuchar la voluntad del pueblo. Cumplida la Agenda quedaba replantearse otra nueva que profundizara el Proceso de Cambio, pero con todos los actores del Instrumento Político. Ese vacío nos cobra ahora una gran factura que hace pensar que, internamente, existen dos proyectos: el primero, el movilizado, el de Evo, que es una posición estrictamente electoralista y tiene como horizonte los comicios de 2025; y el segundo, el del gobierno de Lucho Arce, que busca proyectar nuestro proceso por los siguientes 50 años. Si te pones a analizar, no son excluyentes porque para continuar con la profundización del Proceso de Cambio se debe garantizar el triunfo en las elecciones”.

Al ahondar en ese matiz, la exautoridad ilustra que “la disputa del evismo es el con quién, la respuesta del arcismo es ‘que decidan las organizaciones sociales’. Volvemos al inicio: se democratiza o no el MAS como Instrumento Político. Resolver este punto es crucial ya que hace a la esencia de toda la lucha de las organizaciones sociales que son el sostén del Proceso de Cambio. De lo contrario, no solo perderemos el Gobierno (táctica), sino los principios fundamentales del Proceso de Cambio (estrategia)”.

A la vuelta de la esquina: la derecha

A poco del término de año y apenas 10 meses para las elecciones presidenciales, envueltos el masismo en el bochornoso ambiente descrito, no podemos dejar de compartir con las entrevistadas las cifras de algunas encuestadoras, y el pensar de unos cuantos analistas, que auguran una más que posible victoria de la oposición. Pero, ¿qué tendría que ocurrir para evitar que la derecha retorne al poder?

Bejarano no ve muchas alternativas al respecto: “una tercera vía es la única opción para el MAS, una que prescinda de los frentes encontrados. Por los niveles de mezquindad mostrados eso no sucederá; pero, idealmente hablando, sería una salida”.

Se arriesga en torno a las debilidades de la oposición que pueden jugar en favor del oficialismo: “la derecha tiene en contra que no entiende al país, que desconoce o aborrece lo hecho por el MAS. Y esto es precisamente una oportunidad que tiene el MAS, porque ningún proyecto político se anima a hablarle al votante del masismo”.

Campero aquí expresa un anhelo que ve posible: “unidad, pero para lograrla debemos mirarnos al espejo, reconocer nuestros errores, transformarnos en mejores revolucionarios y dar oportunidad a quienes realmente pueden ganar una elección. Y mi planteamiento no es ‘renovador’, sino que parte por comprender de manera objetiva los deseos electorales del pueblo. En otros países viven la continuidad de sus procesos y revoluciones, ¿por qué Bolivia no podría hacerlo?”.

Navia igual apela a “a la unidad”, pero confirma su dificultad al desconocer “cómo sería ese proceso de sanar heridas tan profundas que nos hicimos entre compañeras y compañeros”.

Finalmente, hace hincapié en anteponer el proyecto político colectivo a toda costa: “debemos convencer nuevamente a las bases, a la militancia, que el poder lo tenemos nosotras y nosotros a través de las organizaciones sociales, que el Instrumento Político no tiene dueño, pero que tampoco se puede desconocer un liderazgo que hemos construido en más de una década. El asunto es quién dará ese paso”.

Javier Larraín. Profesor de Historia y Geografía

*Cortesía de la revista Correo del Albahttps://www.correodelalba.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.