Eladio Orta: «Traductor del médium». Poesía. 104 págs. Ediciones Idea; colección Atlántica. Tenerife, 2008. Hay una poesía, que menudea en nuestro país, que todo lo que hace es predisponernos a la resignación. La de Eladio Orta, por el contrario, se ha querido convertir en incendio conforme más cava -tierra y sangre adentro- más allá de […]
Eladio Orta: «Traductor del médium».
Poesía. 104 págs.
Ediciones Idea; colección Atlántica.
Tenerife, 2008.
Hay una poesía, que menudea en nuestro país, que todo lo que hace es predisponernos a la resignación. La de Eladio Orta, por el contrario, se ha querido convertir en incendio conforme más cava -tierra y sangre adentro- más allá de lo que a las palabras les es permitido decir. Cuando en septiembre de 2001 llegó desde las marismas, hasta nuestra casa, una versión primera de Traductor del médium, pudimos confirmar el abismo con llagas al que podían llegar a alcanzar los poemas con tierra de unos de los poetas más sobresalientes de nuestro tiempo.
Irremediablemente escrita con los dientes, hinchada con dolor en su propia vena yugular, la poesía de Orta viene escarbando desde hace años una insobornable rebeldía: la que viene acompañando la aparición de libros como Resistencia por estética (1999), + de poemas tontos (2003), Sincronía del solejero (2004), los «27 poemas exteriorizados» de Leche de camello (2005) o -más recientemente- Vacío tácito y Antisonetos (libros, los dos, publicados en 2007): textos fundamentales en los que el lector de los poemas que aquí siguen debería rastrear las huellas de una profunda y creíble rebelión.
No sería ahora nada nuevo recordar las lecturas críticas que han querido advertir, en la obra de Orta, una posición deliberada y militantemente periférica (de los centros de poder, de las lógicas gestoras que se presuponen «culturales», de la propia vida urbana como foco de dominio asfixiante), en lo que sería la construcción poética de una atención extrema «(…) sustentada en la herramienta de precisión de un lenguaje campesino, que tiene la palabra exacta para animales, herramientas, espacios y situaciones, que el lenguaje estandarizado de la ciudad no alcanza y, por tanto, es incapaz de percibir» [cfr. en D. Bellón, 2007 (1)]; «(…) una poesía capaz de atreverse a crear belleza con lo menos indicado» [cfr. en J. M. Parreño, 1998 (2)]; «(…) una práctica de enfrentamiento a las retóricas codificadas del poder» [cfr. en L. Bagué, 2006 (3)]; «(…) una poética de disidencia explícita hasta el extremo» [cfr. en U. Stabile, 1999 (4)]; «(…) una obra que juega fuera de los límites de la poesía convencional» [cfr. en J. Riechmann, 1998 (5)]; «(…) una poética del ahí, de la naturaleza vista desde un lado humano, no como refugio aislacionista sino como entorno ético» [cfr. en V. L. Mora, 2007 (6)];… La comprensión cabal de lecturas críticas como las anteriores ayudaría a reconocer la inutilidad de separar la obra de Eladio Orta -que comprende, desde 1992, más de nueve volúmenes publicados- del combate de un vetado poeta ayamontino que escribe desde los retamales del Campo de Canela, en Huelva. Y así, nos sería casi imposible poder abismarnos en la lectura de Traductor del médium si no nos percatásemos de una defensa incansable del espacio natural de las marismas frente a la avaricia de las promotoras inmobiliarias que, en connivencia de los poderes públicos, pretenden expulsar a los habitantes de la Isla Canela para construir hoteles, campos de golf y urbanizaciones de lujo hasta llegar al límite mismo de un espacio protegido.
La Conferencia Internacional de Salud Urbana, celebrada en Toronto hace apenas dos años, situaba el suroeste español, y más concretamente el entorno de Huelva, como uno de los casos de estudio más importantes del planeta en cuanto a déficit flagrante en la salud de los llamados países desarrollados. Mientras tanto -en el contexto exacto en el que la poesía de Orta resiste, y del que bastantes poemas de este Traductor del médium dan cumplidamente cuenta-, los niveles de ozono sobrepasan allí los umbrales máximos permitidos, se siguen vertiendo materiales radiactivos en las balsas de fosfoyesos, y las tasas de asma y de cáncer superan con mucho las medias tolerables. Las políticas de invasión de las grandes constructoras y la práctica ininterrumpida de las corruptelas en la gestión urbanística de la zona -unidas a esa otra violencia que convierte a los pobladores del campo en terreno de pruebas para un proyecto mayor de acoso- son algunas de las amenazas presentes que, de un costado a otro de Traductor del médium, sitúan en sus poemas la señal, la herida, de una honesta resistencia. Hasta los mosquitos de esa marisma amenazada parecen dar sobrada cuenta, una vez convertidos en motivos recurrentes entre estos poemas, de la dignidad del aguijón.
Mucho de cosecha -y de frontera acorralada- hay, de hecho, entre las páginas de este nuevo libro, en el que el ritmo de la tierra (encontraremos ahora un poema para cada estación del año) corre simbólicamente parejo al de la propia escritura: aquí será explícitamente reconocido que la poesía de Orta sólo pueda ser escrita en invierno para ser, luego, corregida en el estío. La tierra es donde se vive pero -en la medida que es también desde donde se resiste- es aquello también (con) lo que se respira; y «zapatos de tierra» finalizará con uno de los versos más hermosos y contundentes que pueblan este libro.
Pasto para el fuego, aguijón envenenado, traductor del médium, materia de estiércol y llaga de la boca: cinco maneras para aproximarnos a una práctica de la poesía decididamente dispuesta a liberarse -retorcimiento del habla y su sintaxis, por en medio- de los servilismos del lenguaje en un tiempo como el nuestro. Perturbador, abrupto y áspero (esa corporalidad grotesca y subversiva que críticos como Méndez Rubio ya detectaron en su obra anterior a 2004), y al mismo tiempo familiar, tierno y totalmente reflexivo, el verso de Eladio Orta tiene su única patria en el incendio de las cosas y el mundo. Quizá en derrota, pero nunca -irreductiblemente, nunca- en doma.
Hay un tipo de poesía, que menudea en nuestro país, que todo lo que hace es predisponernos a la resignación. Existe otra, por el contrario, que jamás ha podido olvidar el sabor de la sangre. Ante las asesinas amenazas de la invasión en las marismas, las fracturas de la palabra vuelven radicalmente crítica la textura agrietada con que aquí se muestran la tierra y su lenguaje: es entre la llama y el silencio donde este proyecto de escritura -valientemente rebelde como pocos- se atreve a crecer con su veneno, y consigue resistir.
Notas:
(1) Daniel Bellón: «Vacío táctito», en Islas en la red, 4 de septiembre de 2007 (http://www.islasenlared.net).
(2) José Mª Parreño: «Prólogo», en Eladio Orta: Resistencia por estética, Germanía, Valencia, 1999.
(3) Luis Bagué: Poesía en pie de paz: modos del compromiso hacia el tercer milenio, Pre-Textos, Valencia, 2006.
(4) Uberto Stabile: «El paisaje urbano en la poesía onubense contemporánea», en Antonio Orihuela (coord.): Voces del extremo: las voces de la poesía española al otro extremo de la centuria, Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 1999.
(5) Jorge Riechmann: «Introducción», en Eladio Orta: Resistencia por estética, Germanía, Valencia, 1999.
(6) Vicente Luis Mora: «Recomendaciones», en Diario de Lecturas, 26 de agosto de 2007 (http://vicenteluismora.