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Túnez y Venezuela

Fuentes: Aporrea

Ha sido un mes extraño.  El primero de noviembre llegaba a Túnez, y el día veinte me marchaba de Caracas.  Por el camino, decenas de nuevos amigos, y recuerdos que me acompañarán durante mucho tiempo…. La mirada de Nasser, sus ojos temerosos camino de Tataouine, cada vez que aparecía un control policial.  Su expresión al […]

Ha sido un mes extraño.  El primero de noviembre llegaba a Túnez, y el día veinte me marchaba de Caracas.  Por el camino, decenas de nuevos amigos, y recuerdos que me acompañarán durante mucho tiempo….

La mirada de Nasser, sus ojos temerosos camino de Tataouine, cada vez que aparecía un control policial.  Su expresión al hablar del valor de la palabra amigo, de la palabra familia.  Sus valores, tan desconocidos, tan olvidados en esta estúpida Europa.

La sonrisa de Carlos Reyes, abogado venezolano experto en licencias libres,  cuando, en un acto de completo sadismo, me dejó pagar en la gasolinera donde habíamos llenado el depósito.  2580 bolívares,  apenas un euro…  

Y las inmensas diferencias en materia de libertad de expresión y ciberderechos entre ambos países. 

Me fue prácticamente imposible acceder a Internet desde Túnez, y eso en los días previos a la rimbombante Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información.  Aún si lo hubiese conseguido, me hubiese encontrado con la prohibición de visitar determinadas páginas.  O con la extraña hospitalidad del gobierno tunecino para con los activistas de ciberderechos.  O con su curiosa forma de eliminar la brecha digital…

Desde el aeropuerto Simón Bolívar – Maiqueitía, en Venezuela, pude hablar perfectamente mediante telefonía IP con mi mujer.  La wi-fi era gratuita y de una excepcional calidad, algo que debería avergonzar a los responsables de los aeropuertos españoles de Madrid y Barcelona. 

En Venezuela tuve acceso en todo momento a Internet, sin ningún tipo de restricciones.  Y lo más curioso: buena parte de la prensa y la televisión criticaba al Gobierno con una saña que deja las homilías de Losantos en la COPE a la altura de un monaguillo.  Algo absolutamente impensable en Túnez.

En Caracas hablé poco de música y cine, me daba vergüenza: allí la liberación de la cultura pasa en primer lugar por evitar que se patenten las semillas, los medicamentos, la vida misma.  La música está en todas partes, y no necesita pedir permiso.

Lessig no vino a Caracas, pese a haber sido invitado.  Creo que prefirió ir a la Cumbre de Túnez, congratulándose de que Internet siga estando controlada por Estados Unidos.   En fin, tendrá una nueva oportunidad en enero: el Foro Social Mundial ya no se hará este año en Porto Alegre.  Amigo Lorenzo, hágame usted caso: puestos a escoger entre la fidelidad a Bush y las mulatas… quédese con las mulatas.