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TV y radio, como la explotación y la corrupción, deben repudiarse y combatirse

Fuentes: Rebelión

      1. A partir de que la Convención Nacional Democrática (CND) encabezada por López Obrador decidió organizar la resistencia civil contra la privatización del petróleo instrumentada por el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón, la TV y la radio, al servicio de Televisa, TV Azteca y Radio Fórmula, intensificaron sus campañas de calumnias contra […]

 

 

 

1. A partir de que la Convención Nacional Democrática (CND) encabezada por López Obrador decidió organizar la resistencia civil contra la privatización del petróleo instrumentada por el gobierno ilegítimo de Felipe Calderón, la TV y la radio, al servicio de Televisa, TV Azteca y Radio Fórmula, intensificaron sus campañas de calumnias contra AMLO y la parte más radicalizada del PRD. Personajes como López Dóriga y Loret de Mola de Televisa, Alatorre de TV Azteca y Gómez Leyva, José Cárdenas, Ruiz Gili o Beteta, de Radio Fórmula, junto con sus comentaristas de cabecera, se han pasado horas y horas arrojando basura por la boca. Hasta hace algunos años los conductores trataban de demostrar cierta imparcialidad, pero a partir del gobierno panista la defensa al empresariado y al gobierno derechista es abierta. Esos funestos conductores y comentaristas, sin vergüenza alguna defienden al capital y calumnian las luchas de los trabajadores.

 

2. La explotación es generalmente muy clara, no puede esconderse, sobre todo la que sufren los obreros, los campesinos y todos aquellos trabajadores que entregan muchas horas, mucha energía, para producir artículos para unos cuantos capitalistas por un salario, tan miserable, que sólo alcanza para que malviva una familia obrera. Pero también la corrupción es muy evidente y, aunque busca esconderse, salta a la vista entre grandes funcionarios y negociantes. Por el contrario el cine, sobre todo la televisión y la radio, que aparecen públicamente como neutrales, como independientes y equitativos, penetran hasta la mente del 99 por ciento de la población para formarla como esos medios quieren. Muy pocos, casi nadie, se dan cuenta de cómo los seres humanos actúan de acuerdo a los modelos que el cine, la TV y radio, imponen cada minuto. La gente se viste, habla, se divierte, escucha música, hace el amor, imitando al cine y la TV.

 

3. El intelectual Ignacio Ramonet, quien es o fuera de Le Monde Diplomatique, ha reflexionado mucho acerca del papel de los medios en las sociedades capitalistas. Señala con justeza que los medios de comunicación y los periodistas siempre consideraron como un deber denunciar atropellos, discriminaciones y abusos. Por eso durante mucho tiempo se habló de «cuarto poder», y se consideraba que la prensa y los periodistas, en tanto que «cuarto poder» constituían en realidad un contra poder. El cuarto poder era en definitiva, gracias a los medios de información, del poder del que disponían los ciudadanos para criticar, rebatir, oponerse, en un marco democrático, a decisiones legales que podrían ser inicuas, injustas, y hasta criminales contra algunos ciudadanos inocentes. Esos medios aún eran aguerridos porque servían a los intereses de los ciudadanos denunciando, muchas veces sin cortapisas, lo que veían.

 

4. Sin embargo, en las últimas dos décadas, al mismo ritmo en que se fortalecía la llamada globalización, el neoliberalismo, el capitalismo financiero e industrial se fueron imponiendo en el mundo, en esa misma dinámica el llamado «cuarto poder» fue perdiendo presencia y su función de contrapoder también desapareció. Globalmente, hoy día, escribe Ramonet, los medios de comunicación (emisoras de radio, prensa escrita, canales de televisión. internet) pertenecen, cada vez más, a grandes grupos mediáticos que tienen también una vocación global… las empresas mediáticas agrupan ahora no solo a los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión) sino también a todo lo que podríamos llamar el sector de la cultura de masas, de la comunicación e información. La globalización del mundo también es la imposición del pensamiento único, de la cultura global, del poder monopólico total.

 

5. En México hay una confrontación «amistosa» entre los poderosos intereses del dueño del gigantesco consorcio Televisa, Emilio Azcárraga y el poderosísimo magnate de Teléfonos de México, Carlos Slim. Se han dedicado a concertar alianzas internacionales multimillonarias con el fin de sacar del mercado a sus competidores; pero al mismo tiempo han sometido al gobierno mexicano a sus caprichos así como a toda la clase política. En México, como en casi todo el mundo, los medios de información se han convertido en el primer poder, en el poder que reta, que llama la atención, que regaña, al Estado, al gobierno, a todos los grandes funcionarios del gabinete. Si en alguna ocasión se decía en México que la Secretaría de Educación Pública no existía porque Televisa lo era en la práctica, hoy se puede decir que los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los tres poderes de Estado, son cachorritos al servicio de las televisoras.

 

6. La globalización es también la globalización de los medios de comunicación y de información, y estos metagrupos ya no se plantean como objetivo cívico el ser un «cuarto poder» para corregir casos que no funcionan de la democracia y perfeccionar así este sistema político. Ya no serán más un «cuarto poder» ni tampoco se proponen actuar como un contra poder. Al contrario, se han unido al poder político y económico para aplastar a quien se le ponga enfrente. Como poder «suplementario» ha apoyado de manera activa los golpes de Estado, tal como sucede en Venezuela en abril de 2002, como lo hizo El Mercurio en Chile en 1972/73 contra Allende, como en la Nicaragua sandinista en los ochenta lo hizo La Prensa o como las compañías mediáticas lo han estado haciendo contra las luchas en Argentina, Brasil, Ecuador y México. La radio y la TV se han convertido en un verdadero poder de la contrarrevolución derechista.

 

7. En México, con su enorme fuerza política y económica, la TV se ha transformado en un arma de combate contra lo que llama políticas «populistas» y en un instrumento eficaz para organizar manifestaciones «blancas» de derecha (como la del 27 de junio de 2004) reclamando la pena de muerte para los secuestradores de empresarios y contra la delincuencia de los que roban para comer. Pero cínicamente esos medios guardan silencio ante los desfalcos y fraudes de empresarios y gobierno y, cuando éstos no pueden esconderse, los comenta pero pronto los guarda. De allí que los ciudadanos, como dice Ramonet, tengan la necesidad urgente de acudir a un referente que les asegure que la información que va a consumir es válida, seria, segura, verídica y verdadera. Hay que desarrollar entre la población un pensamiento crítico demostrándole que esos medios son una basura y, al mismo tiempo, enemigos de los más pobres.

 

8. Quizá por eso la izquierda en lugar de luchar sólo contra la explotación económica y la corrupción política, debe incluir la lucha contra la desinformación o tergiversación de la información por las empresas de medios. La izquierda, además de manifestarse contra la secretaría de Gobernación y de Trabajo, debe hacerlo de manera permanente contra los medios televisivos, de radio y la gran prensa que se dedican a deformar la realidad para engañar al pueblo. Muchos reporteros se quejan porque los movimientos de trabajadores no les dan información e, incluso, muchos de ellos son repudiados en los actos de protesta. ¿Cómo darles información si se sabe de antemano que sus empresas manipulan la nota, las fotos y las opiniones? Habría que decirles a los reporteros que se cambien de empresa o que se organicen y reclamen decencia informativa a sus jefes. ¿Cómo permitir que Televisa y demás tengan nota con el único objetivo de joder?

 

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