En entrevista con Clarín.cl Juan Villoro (1956), habla de la antología Espejo retrovisor : «No quise que fuera una reunión de textos que el lector pudiera conseguir fácilmente, por un lado puse énfasis en recuperar textos que están en libros desaparecidos o agotados, hay algunos textos que resucitan, también incluí inéditos -a la manera de […]
En entrevista con Clarín.cl Juan Villoro (1956), habla de la antología Espejo retrovisor : «No quise que fuera una reunión de textos que el lector pudiera conseguir fácilmente, por un lado puse énfasis en recuperar textos que están en libros desaparecidos o agotados, hay algunos textos que resucitan, también incluí inéditos -a la manera de bonus track en las compilaciones de discos- que pertenecen a libros todavía por terminarse, hay dos cuentos que formarán parte de mi próximo libro de ficción y dos crónicas, una sobre Luis Villoro -le dedicaré un libro a mi padre-, y Arenas de Japón , para un libro de crónicas misceláneas». El escritor y periodista mexicano adelantó sus planes para cubrir el Mundial de Fútbol en Brasil, recapituló su relación con Chile, criticó el fichaje de Neymar en el Club Barcelona, y no claudicó ante su orfandad futbolística, entre otros temas.
MC.- El poeta argentino Jorge Boccanera , me dijo: «en la peluquería de mi abuelo, el protagonista central era por supuesto el gran espejo que ocupaba toda la pared» (Clarín 24/03/2006). Juan, ¿los espejos de tu infancia tienen que ver con los reflejos filosóficos de tu padre y los reflejos psicoanalíticos de tu madre?
JV.- Al igual que Jorge Boccanera, aunque mi abuelo no era peluquero, la primera versión del infinito que tuve fueron los espejos encontrados de la peluquería, eso no dejaba de maravillarme en la peluquería del barrio de Mixcoac -donde nací-, mi padre me llevaba con un peluquero que había sido campeón ciclista, tenía un espacio muy notable con vitrinas repletas de trofeos y aparte estaban los espejos contrastados que proyectaban tu cabeza al infinito, podías ver tu nuca en medio del juego de espejos.
Sí, tanto la filosofía como el psicoanálisis tienen que ver con espejos mentales y eso se refleja en lo que hago, porque al escribir crónicas me interesa no sólo la narración de los hechos, sino también su representación, es decir, cómo los hechos influyen en la percepción de la gente, en la opinión pública que es una variante moderna del coro griego, en la redes sociales, cada vez más los cronistas llegamos a una realidad que ya ha sido narrada, entonces, dar cuenta de esa realidad implica no sólo recuperar los hechos, sino su espejo noticioso, su representación.
MC.- El año pasado publicaste la antología: Ida y vuelta. Una correspondencia sobre fútbol (2012) en coautoría con el escritor argentino Martín Caparrós, es un libro «a dos voces». Al incluir dos géneros: cuento y crónica, ¿Espejo retrovisor también sería un libro a dos voces?
JV.- Sí, pero aquí las dos voces son mías, yo quise ser fiel a dos géneros que me han acompañado desde el principio, escribo en distintos géneros, pero, comencé escribiendo cuentos y poco después crónica, quise circunscribirme a ambos, pero me pareció que un espejo bifronte -de dos caras- me representaba mejor, porque a lo largo del camino he escrito historias con ficción y sin ficción, por eso me pareció importante que Espejo retrovisor reflejara esas dos realidades.
MC.- En el prólogo de Espejo retrovisor (Seix Barral, 2013) explicas la selección de los textos a partir de la memoria, no de la valorización crítica. ¿Te reconoces en los primeros textos?, ¿cuál fue tu criterio para excluir ciertos cuentos y crónicas?
JV.- Me interesaba que hubiera un principio de unidad estilística y por eso dejé fuera los primeros cuentos que escribí, mi primera participación en la narrativa fue en un libro en coautoría: Zeppelín compartido , antología de Miguel Donoso Pareja -escritor ecuatoriano que dirigía el taller Punto de partida -, y mi primer libro: La noche navegable (1980) contiene 11 cuentos que sí me parecen demasiado lejanos en cuanto a la manera de escribir, por eso no entraron aquí, respondían a otro ritmo, a partir de los cuentos que escribí en la década de 1980 creo que hay una voz más reconocible, esta voz atraviesa 30 años y por supuesto tiene variantes, sería muy lamentable que no hubiera cambios en una persona después de 30 años, pero creo que Espejo retrovisor contiene una razonable unidad, se pueden leer los textos sin sentir que corresponden a literaturas diferentes.
MC.- En el espejo retrovisor se lee literalmente: «Las cosas están más cerca de lo que aparentan», título de un libro del poeta David Huerta. Al final, ¿tu voz narrativa no está distante después de 30 años?
JV.- No, incluso me decía el escritor argentino Martín Kohan que acaba de leer mi novela Materia dispuesta (1997), la leyó después de mi novela El Testigo (2004), pero le pareció una novela que estaba concebida después de El Testigo , no sólo porque Martín las había leído en ese orden, sino porque desde un punto de vista estético -Martín es un gran analista de textos-, él considera que Materia dispuesta era una especie de deconstrucción de muchos temas que en El Testigo aparecen como construcción. En ocasiones, cuando reúnes textos de distintas épocas un texto anterior parece más moderno, o posterior a otro, eso es interesante, pasa cuando escuchas -en vivo- a un cantante que admiras mucho, cuando hace su repertorio las canciones no siguen el orden de los discos, tú las vas reconociendo, pero de repente tienes un armado totalmente distinto de lo que ya conoces, a veces te gustan más o te gustan menos las canciones, algunas te parecen más antiguas que otras, es curioso ese efecto, para eso sirven las antologías para que los textos dialoguen de otra manera.
MC.- ¿Cómo son los diálogos ante los reencuentros literales?, lo pregunto por tu viaje a C hile en noviembre de 2012, al recibir el «Premio José Donoso» nos hablaste de tu relación con el país andino, y en marzo de 2013 te reencontraste -en Yucatán- con el escritor chileno Poli Délano, jurado del primer premio que recibiste…
JV.- Por el avance del tiempo hay cosas que vas perdiendo, nos van quedando asignaturas pendientes y transformamos el porvenir en una especie de país de los pretextos y de las oportunidades que se cumplirán después, a medida que los años transcurren esos pretextos van quedando atrás y ya las cosas las hiciste o no las hiciste. A cambio de esta pérdida de vida abierta y oportunidades porvenir tienes de pronto el reencuentro con un pasado que es absolutamente masivo, es como si una macrópolis apareciera dentro de ti, y esta macrópolis en la que te puedes perder tiene que ver con tus muchas edades, con toda la gente que has conocido, entonces el pasado comienza a tener resonancias cada vez más fuertes, lo que no quiere decir que te conviertas en un nostálgico, pero este ejercicio de madurez que hizo Proust – En busca del tiempo perdido -, sólo se puede logar con cierta perspectiva.
Para mí, Poli Délano -en esa ciudad del pasado- representa muchas cosas distintas, representa el escritor que me dio un primer premio literario en el taller Punto de partida -cosa que le agradecí mucho-, también escribió una nota sobre mí cuando publiqué una plaquette que se llamaba: El mariscal de campo -que reunía tres cuentos-, Poli escribió un texto muy elogioso donde se expresaba con mucha generosidad, pero decía: «Le falta sufrir para ser un verdadero gran escritor», y claro que me faltaba sufrir, me faltaba todo, tenía 18 años (risas). Gracias a nuestro amigo Poli Délano, de cada situación desagradable que he tenido sé que estoy en un camino de superación personal y que sufrir es un camino para escribir mejor; en aquella premiación de Punto de partida , estaba hablando con Poli, me dijo: «tu cuento tiene la influencia de Antonio Skármeta, se nota que lo has leído, yo soy amigo de Skármeta, te lo voy a presentar», estábamos conversando cuando llegó Roberto Bolaño -que había quedado en el tercer lugar de poesía-, ellos comenzaron a hablar de la dictadura de Pinochet, de los escritores chilenos exiliados en México y pasaron a temas de literatura, ahí me hice amigo de Roberto Bolaño, por Poli se dio esta amistad con Roberto, él recordó esta anécdota en uno de sus textos Entre paréntesis (Anagrama, 2004).
He continuado mi amistad con Poli, lo he visto en México y Chile, siempre es una presencia generosa y grata, estuvimos juntos en talleres en México, digamos que cuando veo a Poli ahora, es como cuando escucho a los Rolling Stones , recupero al joven que era a los 18 años, al joven que era a los 30 años, al que acaba de encontrar a Poli como bien decías tú en Mérida, entonces son muchas capas del tiempo, cuando tú escuchas a los Rolling Stones te reconoces de niño, después te reconoces de adolescente, y es como la pista sonora de tu vida. Es uno de los trabajos enriquecedores de la memoria, el que te permite cruzar zonas del tiempo.
MC.- En la segunda parte de tu antología persisten los espejos: en «El sabor de la muerte», 8.8: el miedo en el espejo (crónica del terremoto en Chile) y en las dos crónicas sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN): «Los convidados de agosto» y «Un mundo (muy) raro. Los zapatistas marchan»…
JV.- El escritor Manuel Vázquez Montalbán llamó al Subcomandante Marcos «El señor de los espejos», el espejo es parte esencial de nuestro imaginario y de nuestra mitología, el espejo retrovisor suele pasar un poco por alto porque está en todos los automóviles, pienso que si voy en un auto y me asomo al espejo retrovisor mientras otro auto me está rebasando estoy viendo el futuro, estoy viendo el auto que me alcanzará y que posiblemente seguirá su camino o chocará conmigo, estoy viendo una forma del futuro, en cambio, si veo atrás lo que estáticamente quedó ahí -la muchacha de la que me despedí, la familia que dejé, la casa que no visitaré- estoy viendo el pasado; desde el punto de vista activo, un espejo retrovisor te permite ver el futuro o el pasado, en este caso ven cosas ya sucedidas porque los textos tenían que estar escritos para entrar en el libro, pero no quise hacer una antología de refritos, no quise que fuera una reunión de textos que el lector pudiera conseguir fácilmente, por un lado puse énfasis en recuperar textos que están en libros desaparecidos o agotados, hay algunos textos que resucitan, también incluí inéditos -a la manera de bonus track en las compilaciones de discos- que pertenecen a libros todavía por terminarse, hay dos cuentos que formarán parte de mi próximo libro de ficción y dos crónicas, una sobre Luis Villoro -le dedicaré un libro a mi padre-, y Arenas de Japón , para un libro de crónicas misceláneas.
MC.- Recuerdo que conversamos en la presentación de «Forward Kioto» publicado por una editorial cartonera, pero en Espejo retrovisor no aparece el crédito a la editorial independiente…
J V.- Forward Kioto había salido dos veces, la primera edición fue en un catálogo de la fotógrafa Graciela Iturbide en España, y otra edición consta de 100 ejemplares que publicó la editorial Ratona Cartonera en Cuernavaca, digamos que son dos ediciones muy marginales y difíciles de conseguir, entonces es la primera vez que Forward Kioto aparece en un libro normal.
MC.- Ahora que comentas del libro sobre tu padre, el filósofo Luis Villoro, ¿continúa abierto el diálogo entre ustedes sobre el zapatismo?
J V.- Una de las cosas que escribí en el texto de Espejo retrovisor es un adelanto del libro sobre mi padre, porque Luis Villoro inició sus días estudiando a los primeros indigenistas, los sacerdotes que se interesaron en la cultura de los indios -Fray Bartolomé de las Casas, Tata Vasco, Francisco Clavijero y Vasco de Quiroga-, mi padre está terminando su vida siendo como ellos, siendo un cronista de la cultura de los indios, dialogando con el zapatismo, asesorándolos; la semana pasada lo visité en su casa y me contó que quiere ir en agosto a la escuela zapatista donde se informará sobre los caracoles zapatistas, no sé si le dé para viajar -porque mi papá tiene 90 años y prácticamente no sale de su casa-, pero tiene el entusiasmo y el corazón puesto en la causa zapatista, desde luego nosotros hablamos del tema zapatista, yo admiro la congruencia que ha tenido y celebro que termine poniendo en práctica lo que primero fue una construcción teórica.
MC.- Cambiando de tema, al final quedaron «Los once de la tribu», eran 11 finalistas en el Premio Rómulo Gallegos, ¿qué significado tienen los concursos literarios después de 30 años de trayectoria?
J V.- Yo no participo en concursos literarios, si acaso llega un premio es algo que no he solicitado, es un accidente feliz, que la gente conspire a tu favor es extraordinario. El Premio Rómulo Gallegos lo han recibido escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Javier Marías, Enrique Vila Matas, Roberto Bolaño y Ricardo Piglia; yo fui finalista con la novela El Testigo (2004), pero se dieron a conocer a los finalistas un poco como certamen de Miss Universo , primero anunciaron una lista de 10 escritores, después de 5, hasta quedar muy pocos y fíjate que en el año 2004 yo era el más viejo de todos los finalistas -dije a lo mejor me lo dan por razones humanitarias-, pero 9 años después ya no fui el finalista más viejo, ya no tengo el factor humanitario a mi favor, los premios son casualidades en la vida.
MC.- Participaste en la Feria del Libro de Buenos Aires 2013, ¿cómo te fue en la presentación con el escritor argentino Eduardo Sacheri?
JV.- Eduardo es un gran conversador, hemos tenido tres actos juntos: en el Festival Hay de Zacatecas con Antonio Skármeta, otro en la Feria del Libro de Guadalajara con el escritor chileno Francisco Mouat y el tercer encuentro con Eduardo Sacheri fue un mano a mano en Buenos Aires. Ye hemos establecido un buen método para hacer «jugadas de pared», como dicen los argentinos: «para tirar paredes», yo aprecio mucho a Eduardo, su literatura está muy cerca del fútbol -él escribe mucha ficción sobre fútbol, yo escribo crónicas de fútbol-, nos entendemos muy bien, es un privilegio compartir las supersticiones, el sentimentalismo, los recuerdos, la relación con los hijos, con los padres, con las novias, en lo bueno y en la malo, compartimos la camiseta, todo lo que nos ha dado el fútbol, esa forma del sentimiento.
MC.- Falta un año para el Mundial de Fútbol en Brasil, y no sé si firmaste contrato de exclusividad con Martín Caparrós, o habrá un cambio en la banca para incluir a Eduardo Sacheri…
JV.- Estamos planeando -Martín y yo- qué hacer, fue muy grato compartir el Mundial de Sudáfrica a la distancia, ahora tenemos la idea de ir a Brasil, estamos viendo cómo vamos a armar este proyecto, Martín es un gran amigo y asistir al Mundial de Brasil me sentiría como niño en juguetería haciendo lo que me gusta.
MC.- Menos mal que México pasará al Mundial…
JV.- El partido de México fue lamentable , nos llevamos los 4 puntos del hexagonal por suerte y por el portero Jesús Corona, la selección mexicana venía muy bien, pero tenemos un problema: este es un país de liguilla y el futbolista pasa inevitablemente por los altibajos de una liga inconsistente, ves a un equipo que gana la final y al siguiente torneo -5 meses después- está destronado, es lógico que la selección tenga este ritmo, venía jugando bastante bien con el director Chepo de la Torre, pero de repente bajó de nivel en un momento decisivo, espero que califiquen al Mundial, tienen todo para hacerlo, sería una gran decepción si México no llega a Brasil 2014.
MC.- En Chile te escuché que Alexis Sánchez sobraba en el Club Barcelona, ¿qué piensas de la contratación de Neymar?
JV.- Está todavía peor; Alexis es un jugador muy esforzado, disciplinado, trabaja muy bien por la banda, pero es un jugador que ganaría más en otro tipo de fútbol, lo comenté el año pasado en Chile y ahora las opiniones de la prensa catalana están de acuerdo que Alexis es un jugador que cuesta mucho dinero , pero que no ha rendido, ha metido menos goles que cualquiera de los defensas; Alexis aportó poco al Barcelona, creo que funcionaría más en un fútbol como el inglés -con espacios más abiertos y cierta simplicidad de trazos- ganaría mucho más que en un fútbol de acoso continuo y colectivo como en Barcelona. En lo que toca a Neymar me parece una muy mala contratación, también por el precio, va a competir con Messi en la mediacancha, Neymar es un jugador más lento y marrullero, tendrá muy buen trato con el balón pero jugaría muy bien en otro tipo de fútbol, no en el Barcelona; el Barça necesitan urgentemente un defensa central y un portero -porque se va Víctor Valdés-, también me parece mal que continúe Tito Vilanova, cumplió hasta donde podía, pero son decisiones que está tomando la directiva, en ocasiones «perder es cuestión de método» y el Barcelona está siendo muy metódico.
MC.- Finalmente, desde que descendió el «Necaxa» de México estás en la orfandad futbolística, el año pasado fuiste al Estadio Santa Laura -con Guillo- para ver al Club Unión Española, ¿adoptarías la camiseta de un equipo chileno?
JV.- No. Hay músicos -como Joaquín Sabina- que al país donde van tienen una camiseta por defender, yo me di cuenta que no puedo hacer esto, en una ocasión en Rosario me preguntaron si era hincha de algún club argentino, y por estar en Rosario y porque era el equipo de Fontanarrosa y porque es el único equipo del mundo que tiene una obra de arte en su camiseta -un dibujo de Fontanarrosa- me pareció simpático decir: «me gustaría ser hincha del Rosario Central «, pero en un momento la mitad de las personas se salieron de la sala, eran hinchas de Newell’s , me esperaron afuera para someterme a un juicio, al que no pude responder, me di cuenta que no tenía elementos emocionales ni argumentos, lo había dicho como una curiosidad, como una simpatía lejana, pero me di cuenta que no estaba dispuesto a pelearme con la mitad de la ciudad de Rosario, entonces dije: «no estoy calificado, no merezco este equipo», entonces me he quedado con los dos equipos que tengo desde niño: el Barcelona -la ciudad donde nació mi padre- y el Necaxa , ahora, ¿cambiar de equipo en México?, sería como querer cambiar de infancia, como decir «ya no soy el niño que le apostó al Necaxa «, trágicamente es un equipo mediocre que está en la división de ascenso, es un equipo sin mitología reciente, pero no puedo dejarlo.