Allá por junio de 2006, cuando GARA reunió a Mikel Laboa con Fernando Larruquert y José Luis Zumeta en el estudio del pintor, Mertxe Aizpurua preguntó al músico qué se siente cuando uno ha puesto voz al sentimiento de tantos vascos, a lo que éste respondió, con una sonrisa, que le gustaría ser considerado como […]
Allá por junio de 2006, cuando GARA reunió a Mikel Laboa con Fernando Larruquert y José Luis Zumeta en el estudio del pintor, Mertxe Aizpurua preguntó al músico qué se siente cuando uno ha puesto voz al sentimiento de tantos vascos, a lo que éste respondió, con una sonrisa, que le gustaría ser considerado como «un hombre normal, a veces un poco raro y, aunque quizá habría podido hacer algo más, dentro de lo que cabe, como una persona que ha intentado hacer lo mejor posible lo que ha cogido entre manos». Mikel Laboa se nos fue ayer con las botas puestas; se quedan, para siempre, su figura prodigiosa, su carácter vanguardista y revolucionario en la música. Permanecerá como referente, como pionero, como persona comprometida con la vida, con la cultura, con las causas justas.
Probablemente a él le hubiera gustado que hiciéramos un poquito menos de «ruido» tras su adiós, pero hoy es imposible no ceder al sentimiento, imposible dejar de recordar y ensalzar todo lo que ha supuesto para nuestra cultura, para su generación y las que vinieron después, para las que vendrán. Nosotros hemos intentado hoy rendir homenaje a Mikel Laboa, siempre insuficiente para quien, también en los difíciles comienzos de GARA, colaboró con el surgimiento popular de este periódico en aquel inolvidable acto del velódromo de Anoeta, hace ya diez años. Un «hombre normal», decía él. Eso, y mucho más. Como escribíamos en «Zazpika» el 25 de junio de 2006, Mikel Laboa no se reconocía en definiciones como icono cultural, tótem o estrella de la música vasca. Ni se reconocía ni se las creía. Pero era, y es, una figura indiscutible, un nombre propio de la historia de la canción desde que irrumpió aquel movimiento cultural llamado «Ez dok amairu».
Su figura cobra hoy otra dimensión, su música y voz otro sentimiento. Para todos. Hoy no es el día para que nadie intente apropiarse de su figura. Ni hoy ni mañana. A nadie corresponde hacerlo, ni intentarlo siquiera. Sólo a los suyos. Un fuerte abrazo para ellos.