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Reseña de "El eclipse de la fraternidad, una revisión republicana de la tradición socialista" de Antoni Domenech

Un libro fundamental

Fuentes: Rebelión

El eclipse de la fraternidad, Una revisión republicana de la tradición socialista, Antoni Doménech, Ed. Crítica, B. 2004, 473 págs. El libro que nos ocupa es una obra espléndida, escrita por de una de las mentes coetáneas de más largos alcances  y de saberes más universales. El filósofo y veterano luchador y resistente Toni Domènech.  […]

El eclipse de la fraternidad, Una revisión republicana de la tradición socialista, Antoni Doménech, Ed. Crítica, B. 2004, 473 págs.

El libro que nos ocupa es una obra espléndida, escrita por de una de las mentes coetáneas de más largos alcances  y de saberes más universales. El filósofo y veterano luchador y resistente Toni Domènech.  La obra, de vasta erudición y multidisciplinariedad de saberes, es un libro de lectura apasionante, sin duda gracias a la propia pasión con la que el autor la escribe y también a su excelente manera de escribir. Y, sobre todo, por la importancia, originalidad y abundancia de las aportaciones intelectuales que la obra encierra.  Por ello, y como ocurre con otras obras que empujan al lector, de forma acezante, a lo largo de las páginas, conviene  recordar que el lector se encuentra ante un libro que  ante todo y por expresa intención de su autor, sirve para hacer política. Esto es, el libro de Toni Domènech tiene como objeto inspirar una reflexión política para el momento presente.

La obra tiene como objeto el estudio, desde su nacimiento, durante la Revolución Francesa, de la tradición política fraguada como consecuencia de la constitución de la plebe en sujeto político activo y autónomo: la tradición democrático republicana, cuyo estudio está en el arranque de la obra. A continuación el libro indaga sobre la evolución y avatares de esta tradición durante los siglos XlX y XX. La investigación termina en la Segunda República española, en vísperas del inicio de la guerra civil.

La obra reivindica en primer lugar la trascendental importancia de una tradición de pensamiento político. La tradición republicana, heredada de la Antigüedad clásica mediterránea. Este legado fue hecho propio, durante la Revolución Francesa, por la plebe o cuarto estado a partir de la experiencia de lucha desarrollada por ella. La reelaboración plebeya de la tradición republicana, que da lugar a la primera república democrática de la Contemporaneidad, es la matriz o crisol en la que se fragua el pensamiento democrático, revolucionario, libertador,  contemporáneo.
Inherentes a la tradición republicana son las ideas de: Política, o actividad ejercida por la totalidad de la ciudadanía, el Pueblo o demos, para dirigir desde la sociedad civil, el destino de la propia comunidad, dentro de la cual se desarrolla y alcanza su perfección el individuo.  La idea libertad republicana, entendida como no supeditación del individuo ciudadano a  ninguna voluntad individual ajena -no dominación-.

La idea, consecuente con esta noción de libertad, de que la propiedad es una condición fundamental, pues sólo ella puede garantizar la autonomía o independencia del individuo frente a los demás. Sin propiedad, resultan imposibles la libertad individual y el ejercicio de la ciudadanía, ya que todo individuo que carezca de propiedad se ve obligado a someterse, para poder subsistir, a arbitrio ajeno; carece por tanto de verdadera libertad, y, en consecuencia, no puede ser ciudadano.

Otra idea republicana fundamental es el rechazo de la política como ámbito separado de la sociedad civil y fuera del control inmediato de la ciudadanía. Esta idea inspira la lucha por la reintegración de la política al ámbito de la sociedad civil, y la aspiración a poner bajo el inmediato control de la ciudadanía a los agentes en los que se deposita la confianza  en los  casos en que una tarea política exige la delegación fiduciaria. 3

A partir de estas ideas de principio, propias de la tradición republicana,  que se podrían resumir bajo la divisa de la Igual Libertad real, la plebe articuló creativamente, por primera vez desde los tiempos de la Antigüedad, durante al Revolución francesa, un proyecto político que extendía la libertad y la ciudadanía a todos los individuos varones de la sociedad, y convertía a los pobres en miembros de pleno derecho de la sociedad civil. La plebe se auto constituía así en Pueblo Soberano, en demos, es decir, en un sujeto social organizado, formado por hombres libres. El acceso a la libertad y a la ciudadanía exigía el reparto de la riqueza social, de modo que todos los individuos saliesen de la subordinación y el sometimiento al poder ajeno.

Este proyecto de afloración a la vida civil libre de la plebe formada por los trabajadores manuales, los intelectuales pobres, los pequeños comerciantes, pequeños campesinos y braceros sin tierra, recibió el nombre de Fraternidad y en él, la economía es un medio al servicio de la extensión de la ciudadanía y de la libertad.

Todas las corrientes del republicanismo, desde las más aristocratizantes a las democráticas plebeyas consideraron fundamental el asunto de la propiedad, es decir, el asunto de las condiciones materiales de la libertad del ciudadano. La obra compara este principio con la solución posrevolucionaria dada por el código napoleónico, que proclama a todo individuo igualmente libre con independencia de los bienes que posea y de las servidumbres a las que se vea obligado fuera del ámbito acotado de la sociedad civil, en el mundo «doméstico» -la familia o la empresa ajena- , Política, República,  sociedad civil, constitución de un Pueblo/ demos o mayoría social organizada como agente político, democratización de la propiedad y liquidación del dominio ejercido sobre los pobres en el ámbito doméstico de los ricos, ajeno y externo a la sociedad civil y a sus leyes,  liquidación del poder político como ámbito externo a la sociedad civil, proyecto económico al servicio de la liberación y ciudadanización y protagonismo político de las masa populares, es decir, la libertad como fin, son, las ideas matriciales del pensamiento demo republicano plebeyo, cuya evolución y avatares  posteriores analizará el libro a continuación.

Estas ideas son consideradas por el autor del libro un acerbo intelectual imprescindible para el presente, y en consecuencia, Toni Domènech lo investiga y lo somete a nuestra consideración,  no como un relato edificante de ideas políticas del pasado, sino por ser un modelo válido en el que debe inspirarse una verdadera política emancipatoria para nuestros días.

El proyecto democrático republicano se mantiene en continuidad consciente -sin eclipse- desde la Revolución francesa hasta la Revolución de 1848. Dentro de este movimiento político neojacobino se forman políticamente Marx y Engels, cuya obra sólo es plenamente inteligible a la luz de esta tradición. La presente obra demuestra que el pensamiento de los dos políticos demo revolucionarios se inspira conscientemente en la tradición republicanista, de la que nunca se apartarían.

La derrota del 48 abre una nueva etapa histórica de repliegue político durante la que las ideas matriciales del proyecto político quedarán deslavazadas, si bien aún inspirarán con suficiente pujanza las luchas de los años 60, durante los que se constituye la AIT, periodo que se cierra con el heroico capítulo de la Comuna neojacobina  de París.
Consecuencia de esta nueva derrota es una grave involución política sufrida por el conjunto de las fuerzas políticas y sociales progresistas, a comenzar por el nuevo movimiento obrero que se constituye en torno al partido socialdemócrata alemán, y también en el movimiento anarquista.

La parte positiva que arroja el balance de la actividad del nuevo movimiento obrero consiste en su dedicación a organizar de forma capilar a  la clase obrera a través de multitud de instrumentos, desde el sindicato a las cooperativas, las casas del pueblo, etc. La negativa es el rechazo a tratar de elaborar un proyecto organizativo y político que incluyese también a las «clases medias». La noción de «clase» sustituye a la de «pueblo» -proletariado-. Las clases medias y el campesinado eran considerados fuerzas reaccionarias, y abandonados a la reacción.

Con ello se arrumbaba la idea demo republicana de organización de un agente político mayoritario, de un Pueblo soberano o demos, para lo cual se necesitaba salir de las meras declaraciones ideológicas de intenciones y elaborar alternativas políticas concretas basadas en las necesidades de la mayoría y en la experiencia común de lucha política organizada. Y se abandonaba, por consiguiente, la pretensión de hacer acto de presencia en la sociedad civil para protagonizar desde ella la lucha y hegemonizarla.

La consecuencia de esto era una clase obrera aislada y marginada de la sociedad civil, carente de verdadero proyecto político, incapaz de comprender la verdadera dinámica del capitalismo, y que convertía la organización de la clase obrera en fin en sí mismo. La propia incapacidad política del movimiento socialdemócrata le induciría a no saber distinguir entre los diversos regímenes políticos, y a participar igualmente en los procesos electorales de los estados meramente organizados como regímenes constitucionales, cuyos parlamentos no tenían capacidad alguna de control sobre los gobiernos, que no respondían ante ellos sino ante el monarca, de los regímenes parlamentarios, que ejercían por ley el control sobre el gobierno, por censitario y restringido que fuese su colegio electoral. Como muestra de todo esto sirve el caso del PSOE.

Un caso excepcional dentro de la socialdemocracia fue el partido socialdemócrata ruso. La experiencia de la revolución  bolchevique es tratada con gran originalidad y penetración en capítulo a parte. Allí se prueba que la estrategia política bolchevique se inspiró en la tradición demo revolucionaria del 48. En consecuencia las ideas principales de su proyecto político eran la construcción de una democracia radical, mediante la consolidación de una alianza social entre obreros campesinos y clases medias -el Pueblo-. El capítulo analiza también la política internacional desarrollada por los bolcheviques  durante los años inmediatos a la revolución y las consecuencias para el movimiento obrero internacional de las decisiones adoptadas por ellos a la desesperada, como medio de salvar la revolución. La experiencia que abortaría pronto como consecuencia del stalinismo.

A partir de la importante distinción entre regímenes parlamentarios y regímenes meramente constitucionales, que no solemos tener en cuenta -influencia del apoliticismo socialdemócrata-, Toni Domènech indaga sobre los orígenes del fascismo europeo, es decir, sobre el gran enemigo de la tradición demo republicana, que logra imponerse tras la derrota del movimiento obrero posterior a la Primera Guerra Mundial. Su tesis, original y sólidamente fundamentada, es que en los estados en los que había habido parlamentos operativos, las fuerzas burguesas liberales se habían visto en la necesidad de entrar en relación con las clases populares para disputar su voto, y fueron capaces de generar proyectos políticos respetuosos con las libertades constitucionales de la liberal democracia. Por el contrario, las fuerzas políticas pro capitalistas de los estados constitucionales no parlamentarios, carentes de experiencia de lucha política real y de relación con los sectores populares, ante el peligro que el movimiento obrero representaba tras la Primera Guerra Mundial, recurrieron a la organización y financiación del terror y a la aniquilación del adversario.

Los tres últimos capítulos del libro se dedican al análisis de tres de las grandes experiencias republicano democráticas surgidas tras la Primera Guerra Mundial como resultado de la agitación popular. La República de Weimar, la República de Austria, y la ll República española. Esta es, sin duda, la última experiencia europea, por el momento, de república democrática vital. El periodo de Guerra Fría posterior a la Segunda Guerra Mundial, generó la cosificación y enajenación de la política respecto de la participación directa de las masas. Se fraguó un acuerdo o consenso político en el que se cedía la libertad y la soberanía popular a cambio de cierto grado de bienestar y seguridad social, verdadero pacto de hierro que informa las constituciones postbélicas.

Las tres experiencias republicanas estudiadas se caracterizan por surgir como alternativa a regímenes no parlamentarios, y por poseer una clase obrera muy activa y organizada, pero cuya dirección era incapaz de articular un proyecto popular que consolidase un demos en torno a la misma. Las fuerzas e individualidades políticas más capacitadas y conscientes de las necesidades políticas del proyecto republicano, procederían, en consecuencia de las clases medias.
Caso paradigmático es el español, con el que se cierra la obra, en el que el verbalismo radical de las direcciones del movimiento obrero impiden comprender que la instauración de un nuevo régimen legal, por sí sola, no era garantía de cambio, y que había una necesidad urgente de trasformar de forma radical e inmediata la sociedad civil heredada para desarticular las bases sociales potenciales de la reacción. Tan sólo Azaña y el republicanismo de izquierdas, serían conscientes de la importancia de medidas de esta índole, es decir, del desarrollo de un proyecto económico concreto y practicable al momento, que tuviese como fin la creación de un bloque social popular afecto de forma incondicional al régimen republicano, que generase el activismo político permanente de las masas en defensa de la soberanía y la libertad,  frente a otras formas de interpretar o plantearse los fines de la economía,  basadas en la radicalidad verbal o en la idea del desarrollismo económico. Pero, Azaña cometería graves errores en otros asuntos de fundamental importancia para la salvación de la república: el primero de ellos, la irresoluta reforma del ejército dirigida por él mismo en persona. Y, por sus limitaciones ideológicas, no sería el  hombre adecuado para asumir las responsabilidades con las que se encontraría al frente de la república tras el golpe de estado militar del 17 y 18 de julio de 1936.

        ….PARA EL MOMENTO PRESENTE

En la medida en que el presente relato logre resumir la obra que nos ocupa, el lector habrá podido hacerse una idea de su importancia: El eclipse de la fraternidad es una obra fundamental. Por qué para el momento presente. La respuesta está en la calle. Desde hace un año ha aflorado a la actividad política un nuevo sujeto cívico político autónomo, radicalmente democrático, que abarca a todos los sectores sociales que constituyen el Pueblo o demos de nuestro tiempo. Este movimiento, que emergió plenamente hace un año como consecuencia de la Guerra del Irak, ha vuelto a movilizarse en marzo ante los embustes del gobierno saliente. El movimiento  ha conseguido hacer salir del pesimismo ensimismado y la abstención electoral a amplios sectores sociales desencantados de la política, que hubiesen seguido refugiados en pasividad política frustrada y la abstención, al convertir la inmensa y mayoritaria indignación social soterrada en motivo para el activismo cívico político y para la  participación táctica en las elecciones.

Este movimiento, ninguneado y enterrado antes de hora por las fuerzas políticas institucionales que lo perciben como una fuerza no subordinable, no sólo sigue activo sino que ha alcanzado nueva pujanza organizativa y movilizadora. También queda patente que, contrariamente a las opiniones expresadas en su momento por todos los partidos políticos institucionales, incluidos los de izquierdas -oposición leal del gobierno de su majestad, permeados y contaminados por la atmósfera del régimen monárquico fruto de la Reforma Política, para expresarnos con frases inspiradas en D. Manuel Azaña – el movimiento que afloró el 15 de febrero de 2003 sí «sirvió para algo»; sí sirve: servirá. Pero este sujeto emergente necesita ponerse en contacto con la matriz política del republicanismo plebeyo, con objeto de poder inspirase en ella, pues es pensamiento orgánico nacido de movimientos anteriores semejantes a éste. En la obra que comentamos, tenemos  a nuestra disposición un arsenal de ideas en las que inspirar nuestra creatividad política y poder dar respuesta a las preguntas e interrogantes que nos formula el presente, que registramos a través de nuestra experiencia, y a cuya respuesta nos apremia.