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Una presentación para Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos de Santiago Alba Rico

Fuentes: Rebelión

Vendrá la Muerte y nos traerá la vida Vendrá el Vicio y nos traerá valores Vendrá la Peste y nos traerá salud Vendrá la Guerra y nos traerá la paz Vendrá el Delirio y tendrá razón Vendrá el Hambre y nos dará caramelos Vendrá la Sed y nos dará refrescos Vendrá el Tirano y nos […]

Vendrá la Muerte y nos traerá la vida

Vendrá el Vicio y nos traerá valores

Vendrá la Peste y nos traerá salud

Vendrá la Guerra y nos traerá la paz

Vendrá el Delirio y tendrá razón

Vendrá el Hambre y nos dará caramelos

Vendrá la Sed y nos dará refrescos

Vendrá el Tirano y nos dará un parlamento

Vendrá el Silencio y nos hará gritar

Vendrá el Invierno y nos dará calor

Vendrá el Dolor y nos traerá tiritas

Vendrá la Cárcel y nos hará libres

Vendrá la Miseria y nos venderá automóviles

Vendrá el Terror y nos dará protección

Vendrá la Noche y encenderá la luz

Vendrá la Realidad y nos encontrará dormidos

Hace unos años el cine realizado en la Argentina comenzó a tener bastante eco a este lado del Atlántico. Cuando vi la película argentina «Lugares Comunes» tuve la sensación de que me iba a ser difícil olvidar algunos de sus diálogos. Y así ha sido. Vivimos en la era de lo audiovisual, y nuestros cerebros están tan atiborrados de imágenes y sonidos que es muy posible que ya pocos recuerden una de las primeras escenas de esa película. En ella, un profesor que va a ser prematuramente retirado de su oficio habla ante sus alumnos, futuros maestros, y dice:

«Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas son ya lugares comunes, pero no pierden vigencia: qué, cómo, dónde, cuándo, por qué. Si en esto admitimos, también, eso de que ‘la meta es el camino’, como respuesta no nos sirve. Describe la tragedia de la vida, pero no la explica. Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha encomendado, pero que yo espero que ustedes, como maestros, se la impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad«.

Estas palabras me han venido a la mente en diferentes ocasiones en los últimos años, y la última ha sido con motivo de la lectura de esta recopilación de artículos de Santi, titulada «Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos (partes de guerra y prosas de resistencia)». Santi Alba es presentado frecuentemente como intelectual o filósofo, pero algunos de los que le seguimos sabemos que él no se considera como tal, sino más bien como un agitador o resistente, o un iconoclasta, como él mismo señala en uno de los artículos que se incluye en el libro. Y también podríamos añadir a estos calificativos el de maestro, en el sentido que he comentado, porque a diferencia de algunos presuntos agitadores, Santi no sustituye unos lugares comunes por otros. Palestina, Iraq, Cuba, la dignidad y la lucha contra la injusticia, son hilos conductores de unas reflexiones originales que en muchas ocasiones nos aportan puntos de vista en los que no habíamos reparado. En su nuevo libro no hay retórica panfletaria, ni pirotecnia para espectadores boquiabiertos. Estas 350 páginas son el resultado de un trabajo de agitación atravesado de cabo a rabo por la lucidez de la conciencia. Una lucidez dolorosa que se expresa con elegancia pero sin afectación, a veces con ironía pero sin cinismo, porque Santi, aunque es un hábil artesano de ideas y sabe manejar los recursos de la lengua con destreza, no se deja caer en las trampas del pensamiento.

Los humanos creemos pertenecer a la única especie que piensa, pero en realidad hoy sabemos que algunas facultades cognitivas están también presentes en los demás primates y en algunos otros animales. Creemos también que la cultura, las culturas, son otros de nuestros distintivos, y puede que así sea, pero un observador externo al planeta que habitamos podría deducir que, en general, los humanos, pese a su aparente complejidad, nacen, se aparean y desaparecen manteniendo una conciencia de la realidad no muy diferente de la que manifiestan otros mamíferos. Al igual que ellos, la mayoría de nosotros funciona dejando hacer a un oscuro piloto automático, y apenas nadie repara en ello. En lo que nadie nos supera es en nuestra capacidad de engañar, característica que como especie aún no ha sido compensada por una capacidad equivalente para detectar el engaño.

Nuestro mundo está saturado de lenguaje y de símbolos, mecanismos que entre otras cosas usamos para intentar trascender la realidad animal que siempre ha estado y estará ahí. Pero las palabras no pueden disfrazar nuestra naturaleza y de ahí que sean el principal vehículo de la manipulación: mentimos a los demás, nos mentimos a nosotros mismos y, aunque no lo queramos creer, dejamos que nos mientan constantemente hasta límites que no somos capaces de imaginar. Hoy en día la adulteración de las palabras ha alcanzado cotas formidables. Dice Santi que «si le hicieran a un hombre lo que le han hecho al lenguaje no quedaría de él ni una sombra de carne. Pero lo que le han hecho al lenguaje es mucho peor porque se lo han hecho a todos los hombres y, por tanto, a la supervivencia misma de la humanidad como espacio habitable«. Cuando alguien como Santi, desde algo tan extraño en la historia de la evolución como es la empatía, utiliza las palabras para intentar hacer sentir el dolor de otras personas como si fuera nuestro y para desvelar algunos lugares comunes del engaño, uno no puede dejar de sentir algo que en primera instancia puede expresarse mediante una sola palabra: escalofrío.

Considero que el papel tintado sólo puede convertirse en libro por obra de sus lectores. El lector debe añadir a la creación del autor su esfuerzo por comprender, su atención pausada, sus anotaciones y sus silencios. Un libro que merece la pena, un libro que nos interpela, es algo más que una sucesión ininterrumpida de líneas que van pasando mecánicamente por nuestro registro cerebral, porque está lleno de los silencios que de tanto en tanto provoca en los lectores. Esos silencios pueden significar estupor, duda, inquietud… y son espacios que nuestra mente consciente o inconscientemente crea para reflexionar. Sea cual sea vuestra forma de pensar y vuestra percepción de la realidad, podéis tener la seguridad de que no vais a hacer una lectura plana y lineal de estas páginas. Aparentemente todos estos ejemplares son iguales, pero nadie va a llevarse el mismo libro a casa, y sería deseable que pudieseis compartir esas lecturas y reflexiones. Y una advertencia para terminar: aquellos que crean conocer y compartir el discurso de Santi van a recibir más de una sacudida si hacen una lectura comprensiva. Ojalá sea así. No perdamos el tiempo: la realidad ya está aquí, y no estamos despiertos.