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Una tercera opción: la de una izquierda ecosocialista, feminista, democrática e internacionalista

Fuentes: Rebelión

La movilización que la señalada oposición de derecha realizara el pasado domingo 26 de febrero en el Zócalo de la Ciudad de México y otras ciudades del interior del país parece replantear la falsa disyunción en la que se pretende cercar el horizonte político de nuestro país.

Desde la derecha se plantea así: estás por la defensa del INE y la democracia o apoyas a la dictadura de López Obrador. Pero desde el actual gobierno se formula de la siguiente manera: eres conservador de derecha o estás con y por la 4T.

Nosotros defendemos otra opción política: la de una izquierda ecosocialista, feminista, democrática e internacionalista. Desde esa perspectiva queremos posicionarnos.

Sin duda, la marcha por la defensa del INE fue hegemonizada por la ultraderecha golpista, con el pretexto de cuestionar el limitado “Plan B electoral” del gobierno actual y defender al INE -indefendible institución organizadora y avaladora de fraudes electorales-, buscando ampliar con esa narrativa sus bases de apoyo para intentar, en el futuro, un “golpe blando” (jurídico, legislativo, lawfare) contra la próxima presidencia del partido de AMLO.

Por supuesto, los “conservadores”, como les llama López Obrador -que no son otra cosa que una ultraderecha golpista dirigida por el imperialismo estadounidense (sus vínculos con la embajada de EU ya fueron señalados)-, no defienden a la democracia (el gobierno de los muchos que son pobres) sino un gobierno oligárquico (el gobierno de los pocos que son ricos, Aristóteles dixit), pero encubriendo ideológicamente sus intereses verdaderos. Con el aval del imperialismo estadounidense, los oligarcas que tienen el poder económico y de los medios de comunicación de masas avanzan en el desarrollo de su “golpe blando”: se han comprado ya a su coalición política (la del PRI/PAN/PRD), pero con partidos bastante desprestigiados y con políticos con inocultables marcas de corrupción que, además, casi rebuznan. Eso parece no importarles a sus dueños pues controlan a los medios informativos y con esos recursos, día tras día, cultivan su narrativa derechista anti-López Obrador cuestionando su “populismo”. Cuentan ya con sus alfiles en el poder judicial, el legislativo, el militar, y en las propias filas de MORENA. No se crea que esto es mera teoría conspirativa sino denuncia de la práctica conspirativa de la ultraderecha latinoamericana seguida, en estos últimos años, en Venezuela, Paraguay, Brasil, Perú, Bolivia, Argentina…

Por cierto, esta práctica de la ultraderecha está desnudando el mito liberal-capitalista de la “Democracia representativa” y del “Estado de Derecho” que prevalece en México y en todo el mundo: esa supuesta “democracia” en realidad ha servido y sirve para ocultar formas de dominación política oligárquicas. Veamos esto con más detalle.

En México, y en el mundo entero, hay problemas con las supuestas elecciones de “representantes políticos” pues no son libres ya que las opciones políticas son limitadas (siempre excluyendo a la izquierda radical); además, es insoslayable el peso del poder económico en las elecciones, así como de la cultura e ideología dominante (que son, como dice Marx, de la clase dominante). La igualdad de los votantes es formal pero sus desigualdades son bastante reales. Sin duda vale más el voto del oligarca que pone o compra al partido o al político, apoya su campaña electoral y, ya que gana, lo pone a su servicio.

También debería ser claro que los llamados “representantes de la soberanía nacional” (diputados, senadores), los que constituyen al Poder Legislativo, sólo representan a su interés particular y al de los jefes de su partido, a su vez subordinados al poder económico capitalista.

El Poder Ejecutivo, que también “emana” del voto ciudadano, es un poder gobernante determinado y acotado por las estructuras de un Estado capitalista y los “poderes fácticos” (imperialistas, empresariales, militares, mediáticos).

El Poder Judicial ni siquiera viene de las elecciones y del voto ciudadano: «emana» de correlaciones de fuerza entre los otros Poderes y los jefes de los partidos. Como es evidente en nuestro país, este Poder está al servicio del dinero y del poder de ciertos grupos, pero no de la Justicia.   

El famoso “Estado de Derecho” consagra la propiedad privada (de los grandes medios de producción, comercio, finanzas, etc.) y, por tanto, legitima la explotación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza, que sólo busca producir para incrementar las ganancias en manos de los propietarios a costa de la pobreza de los productores, generando así una necesaria desigualdad social que se profundiza mientras se declara la igualdad formal de los “ciudadanos” ante la ley.

Desde nuestra perspectiva, esos procedimientos políticos liberales no generan gobiernos democráticos sino oligárquicos, al servicio de la reproducción del capitalismo.

Nosotros, los ecosocialistas, defendemos una democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que supone una amplia libertad a todas las expresiones partidarias políticas, sin subsidios estatales pero sí con propuestas ideológicas. Una democracia participativa lo más directa posible (en la que las grandes decisiones sean previamente informadas y discutidas para que se resuelvan con el voto ciudadano de todos y todas), donde pueden existir “delegado/as” de determinados sectores, siempre revocables. Una democracia donde las organizaciones de los diversos sectores de trabajadores y trabajadoras, de las mujeres y de otros grupos sociales, tengan su representación en la forma de gobernar y ejecutar las decisiones democráticas. Queremos una democracia federal, municipal, comunitaria y autogestiva. Una democracia extendida a los centros laborales, a las escuelas, a las diversas formas colectivas de convivencia.

Sin duda, la ultraderecha no tiene nada de democrática, pero ¿qué pasa en el otro bando? ¿El gobierno de AMLO avanza democráticamente hacia una 4T?

Desde nuestro punto de vista, el gobierno de López Obrador es “bonapartista” (según el concepto construido por Marx) pues pretende (ilusoriamente) colocarse por encima de la lucha de clases y ser su árbitro. Además, se inserta en la ola del autodenominado “progresismo” (tardío, decimos nosotros) latinoamericano que se declara antineoliberal pero se mantiene atrapado en las redes del Estado capitalista neoliberal, incapaz de realizar sus proyectos de reformas en el marco del capitalismo y con sus limitadas tentativas de redistribuir la riqueza.

Una verdadera 4T requiere la organización, la movilización, la participación y las iniciativas populares de las clases explotadas y los grupos oprimidos, la apertura a otras opciones de izquierda, las más amplias libertades políticas, así como verdaderas medidas democratizadoras: quitando todos los privilegios a los políticos y servidores públicos, de modo que ganen los salarios que tenemos los trabajadores, que se limite su reelección, que exista una verdadera paridad de género pero que también lleguen las voces de los trabajadores de la ciudad, de los campesinos, de los pueblos originarios, de los maestros, etc. También requiere, por supuesto, una perspectiva estratégica (hacia dónde se quiere ir) de modo que si se quiere ser antineoliberal se tendrá que ser anticapitalista.

Pero Andrés Manuel López Obrador no es anticapitalista ni consecuentemente antiimperialista, por eso no rompe con el neoliberalismo. Pese al colapso ecológico en curso tiene una perspectiva económica desarrollista y extractivista, con muy poca sensibilidad ecológica y feminista. Cuando tuvo la oportunidad, no impulsó los cambios constitucionales requeridos para su propio proyecto; tampoco impulsó una mayor democratización política. Prefirió apoyarse en el ejército y no en la movilización y organización popular, tal vez porque ésta lo podía desbordar y abrir un proceso de revolución permanente. A la llamada 4T le falta una verdadera propuesta de Transformación radical (en lo económico, lo político, lo cultural). Para nosotros, y para el pueblo más consciente, es necesaria una 4T, pero con los trabajadores organizados y movilizados en un proceso de revolución permanente hacia un ecosocialismo, feminista, radicalmente democrático e internacionalista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.