Un día en calidad de presos políticos en Chonchocoro y recordando las luces y sombras de la izquierda fierrera, Álvaro García, actual Vicepresidente, me planteaba que escriba la historia de esa izquierda. En ese momento no respondí y con el paso del tiempo nunca me propuse escribir tal historia, porque jamás tuve la intención de […]
Un día en calidad de presos políticos en Chonchocoro y recordando las luces y sombras de la izquierda fierrera, Álvaro García, actual Vicepresidente, me planteaba que escriba la historia de esa izquierda. En ese momento no respondí y con el paso del tiempo nunca me propuse escribir tal historia, porque jamás tuve la intención de repetir la «Utopía desarmada» de Jorge Castañeda y además porque creo firmemente que cualquier historia debe ser obra colectiva.
Hoy escribo este artículo debido a la «aparición» de elenos jóvenes y viejos que animados, unos, por recordar la historia del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros simplemente por cierto prurito de protagonismo, nos quieren mostrar una «historia oficial» del ejército del Ché. Las preguntas que me hago después de escuchar a estos nuevos elenos, son: ¿Qué Ché nos traerán a este presente? ¿El de las camisetas? ¿El Ché romántico? O el Ché que planteaba luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, ese Ché que debe seguir siendo como decía Benedetti, «nuestra conciencia acribillada». Pero antes de respondernos a esas preguntas, creo que es más útil preguntarnos si el relanzamiento del ELN en las actuales circunstancias es útil y da cuenta de nuestra realidad.
El ELN para bien o para mal apareció en un momento histórico en el que la lucha armada y el ejercicio de la violencia revolucionaria eran los únicos métodos de lucha por transformar el país, porque tal como lo planteaba el Mensaje a la Tricontinental, «… Nos empujan a la lucha y no hay más remedio que prepararla y emprenderla…hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión, hacerla total…» En ese entonces los militantes del ELN sólo teníamos la opción de prepararnos para ejercer la lucha armada en sus diversas variantes y lo planteo así la lucha armada, porque es esclarecedor hablar que la lucha armada ejercida por el ELN no son solamente los documentos, narraciones de la gesta del Ché, de Teoponte, fotografías, etc. que nos muestra el libro presentado en la Vicepresidencia; ni el discurso hueco y vacío presentado en un programa de televisión por un personaje que no paso de ser un militante efímero.
La lucha armada desarrollada en sus diversas variantes por el ELN implica narrar la intrahistoria, o sea contar «los accidentes, las mínimas desviaciones, los errores, las faltas de apreciación, los malos cálculos» (Nietzsche) que constituyeron la gesta revolucionaria del ELN y que marcaron la inestabilidad, su incertidumbre y el azar de su línea política-militar, que lejos de mostrarnos un ELN homogéneo, nos muestra a unos hombres y mujeres elenos que tuvieron conductas audaces y también mezquinas; pero donde destacan, fundamentalmente, los hombres y mujeres elenos » inmortales y sobrios que fueron capaces de donar su vida» (Benedetti), desde el hecho de participar en un operativo de rescate económico, distribuir el Inti o El Proletario, pintar consignas en las paredes de las fábricas en las madrugadas, o hacer una acción político-militar, etc. sólo así nos encontraremos con esa intrahistoria que se alimenta y cobra vida a través de las vidas anónimas y silenciosas de guerrilleros del ELN que «murieron de dolor, pero no murieron de vergüenza» (Benedetti), y que han sido silenciadas por el ruido ensordecedor de la «historia oficial».
Por tanto, las personas que reivindican al Ché y su ejército revolucionario en las actuales circunstancias o lo hacen por marketing para vender un libro o, como el personajillo de la televisión para sacar réditos personales con el actual gobierno; porque cuando se habla del Ché y del ELN es para extraer experiencias y resignificarlas en el presente, un momento histórico singular que vivimos por sus potencialidades de transformación social. Entonces, recordar al ELN es para dilucidar si este Proceso de Cambio se lo defiende en las urnas y/o en las calles, si esta Revolución Democrática y Cultural ha definido que sus contenidos y sus formas políticas son poscapitalistas que deben ser acompañada por una decisión inquebrantable de luchar hasta vencer o morir, y que si el enemigo volviera a ser una amenaza contra nuestra revolución, tendríamos que volver a «luchar contra el enemigo en cualquier circunstancia» tal como lo plantea el Ché.
Por eso la pregunta que planteo, ¿qué Ché queremos traer a este presente?, porque si percibimos que nuestro Proceso de Cambio está en riesgo, como ya lo estamos comprobando, es útil rememorar lo que nos decía el Ché: » es bueno recordarles que el imperialismo yanqui no ha necesitado nunca de pretextos para perpetrar sus fechorías en cualquier lugar del mundo»; entonces lo que queda por hacer a los que fuimos antiimperialistas consecuentes y entregamos nuestras vidas por la causa del pueblo boliviano y «luchamos con las armas en la mano contra la opresión imperialista…con la decisión irrenunciable de luchar hasta la muerte en defensa del país y de la revolución» (Ché), es decir con la firmeza, energía, honradez que siempre nos ha caracterizado, que todo intento por rememorar el legado del Ché y de su ejército nunca es inocente, unos buscarán distraernos con la demagogia politiquera, o, por el contrario, traer al Ché a este presente es por la necesidad imperiosa de crear una nueva consciencia, nuevas prácticas culturales y políticas para demostrar que somos consecuentes con lo que decimos, que llegado el momento vamos a «luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, [porque] esto reconforta con creces cualquier desgarradura (Carta del Ché a Fidel).
En conclusión, recordar al Ché y al ELN es tomar conciencia que «las revoluciones no son un juego de niños, ni un debate académico en que se matan únicamente las vanidades, ni un torneo literario en el que sólo se vierte la tinta» como lo afirmaba Bakunin, es tomar conciencia a rajatabla de que nuestra conducta debe ser un ejemplo continuo y educador, de que el eleno es consecuente hasta la victoria final.
Jhonny Peralta Espinoza. Ex militante del ELN. Militante de las Fuerzas Armadas Zárate Willka. Ex-preso político 15 años en Chonchocoro.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.