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Violencia epistémica y un sistema que está roto

Fuentes: Rebelón

Tony García Álvarez publica en su muro de Facebook el texto íntegro de un correo que recibiera un profesor de la Universidad Tecnológica de La Habana (Cujae), denegándosele la publicación de un artículo que había sido sometido a una de las revistas del consorcio John Wiley & Sons, Inc. por, básicamente, vivir en nuestro país.

La misiva reza, y cito:

«Esta revista agradece las contribuciones de todo el mundo. Sin embargo, debemos cumplir con las leyes y regulaciones de sanciones.

Durante el procesamiento de rutina de su manuscrito, se notó que uno o más autores residen en una nación actualmente bajo sanciones. Esto no debe obstaculizar la gestión del artículo por Wiley, el editor de la revista, si:

(1) dicho autor no está en ninguna de las siguientes listas:

  • Lista consolidada de personas, grupos y entidades sujetas a sanciones financieras de la Unión Europea.
  • Lista consolidada de objetivos de sanciones financieras de la Oficina de Implementación de Sanciones Financieras del Reino Unido.
  • Lista de sanciones de la Oficina de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
  • Lista consolidada de sanciones del Departamento de Comercio y Asuntos Exteriores de Australia o no es de Corea del Norte, Crimea o Sudán del Sur; y

(2) (a) no es empleado del gobierno de Irán, Siria o Cuba; o

2 (b) (I) está preparando artículos en su «capacidad personal» (en otras palabras, «no como representante oficial o en nombre de un gobierno sancionado»); o

(2) (b) (II) está empleado en una institución académica o de investigación donde la investigación o la educación es la función principal de la entidad (…).

Habiendo verificado a los autores de este manuscrito con las excepciones anteriores, lamentamos no poder
continuar con el procesamiento de su manuscrito».

Pocas veces se nos presentan de manera tan clara los mecanismos internos del funcionamiento del Bloqueo contra la Isla. Claro, que no pasa con todos, en Cuba al año se publican muchos artículos en esa misma plataforma y en otras de más o menos renombre en distintas áreas del saber. Pero pasa y, como señalaba en la más reciente emisión de Palabra precisa el profesor Ayuban Gutiérrez Quintanilla, eso es muestra de que Cuba no se relaciona con el mundo –o mejor, el mundo no se relaciona con Cuba– en términos regulares.

Pero ya hemos visto esto antes, no es nada que nos sorprenda, aunque no estemos acostumbrados –nunca uno se acostumbra a estas cosas. Creo que al final podemos sacar dos reflexiones.

La primera es sobre la gran carga de violencia epistémica que trae consigo el Bloqueo, y no voy a centrarme en Estados Unidos ya que el Bloqueo es, como se ha mencionado en otras ocasiones, no más que la forma específica que adopta la violencia imperialista en el caso Cuba luego de 1962. Violencia que ha cristalizado en otras formas y en otros contextos como golpes de Estado, Guerra Fría, intervenciones militares, y un largo y variado etcétera.

El Bloqueo es un acto de violencia en todos los ámbitos y el cultural-epistémico no puede desdeñarse. El objetivo, en esta arista, es «borrar» a esta Isla del mapa de los imaginarios colectivos del mundo. No puede permitirse el capital que exista en la mente de las personas la idea de que hay ciencia, pensamiento, intelecto y desarrollo –sea cual sea el nivel que hayamos podido alcanzar en esos apartados– en Cuba bajo su proyecto de emancipación. Eso explica cómo hay extranjeros que se asombran de encontrar ciertas marcas de autos en el país, o de que sostengas cierto tipo de conversaciones con ellos, o que aún algunos mantengan la idea de que Fidel nos daba el toque de queda con una corneta todos los días en la Plaza de la Revolución. Créanme que no puedo inventarme estas cosas.

Es al final una cuestión del debate civilizatorio. La epistemología del Norte centra la dicotomía civilización/barbarie desde una perspectiva eurocéntrica a la que le es totalmente funcional que se instale en el imaginario colectivo la idea de que es solo dentro de «sus» modelos de sociedades donde se puede realmente cultivar el intelecto y sembrar las semillas del «progreso». ¿África, Asia, América Latina? Son solo grandes «aldeas bárbaras», ahí nadie puede entender la Física Nuclear, o la Ciencia de Materiales, o los últimos desarrollos del quehacer artístico. Relegando al Sur global a la «barbarie» se hace más sencillo subyugarlo.

Debemos reflexionar desde aquí cuántas veces no incurrimos nosotros en el mismo tipo de violencia, cómo la expresamos en nuestros currículos escolares o en nuestros medios de comunicación. Como decía Freire, «cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es volverse opresor».

La segunda reflexión es sobre la decadencia del sistema de publicación y comunicación científica a escala global. Que un editor se sienta en el derecho de vetar de manera discrecional una publicación por razones de política extraterritorial, que no se someten ni tan siquiera a una crítica consecuente es una aberración. Pero no deberíamos ufanarnos en «corregir» la aberración cuando es el sistema por medio del cual comunicamos la ciencia el que está roto.

Y no quiero que se me malinterprete: la revisión por pares constituye un signo de avance en la historia de la ciencia. Pero la revisión por pares resuelve un elemento: la validación del conocimiento y de las buenas prácticas científicas y éticas por medio de las cuales se arribó a él. Pero no resuelve los problemas de la comunicación de ese conocimiento, ni su aplicación a los contextos específicos de cada país, ni la relación de las políticas públicas con ese conocimiento, ni su control luego de ser aplicado en forma de tecnologías. Tampoco resuelve, como hemos visto, la politización del proceso de publicación científica.

Luego, si conformamos todo el universo de la investigación científica alrededor de la revisión por pares, se comienzan a dar una serie de problemas estructurales; se cierra cada vez más la burbuja académica y se abre la brecha entre los generadores y los usuarios de ese conocimiento; se produce un desbalance entre publicar en revistas de alto impacto –y sabemos que el «impacto» tiene mucho que ver con razones económicas y de hegemonía cultural– y comunicar la ciencia en los países de origen; se diseñan políticas públicas dentro de la academia y a nivel de país basadas, primordialmente, en las publicaciones y no en otros parámetros; se atrofian los mecanismos colegiados de control sobre la aplicación de las tecnologías porque «ya está publicado».

Los países del Sur global no deberíamos dejar que el fruto de nuestro intelecto sea manejado por conglomerados pertenecientes al hegemón científico-tecnológico capitalista. Debemos encontrar vías de integración horizontal para desarrollar labores investigativas, comunicar la ciencia con los públicos y subvertir los imaginarios instalados, fruto del coloniaje cultural imperial, sobre cómo debe funcionar el ejercicio de generación, validación, despliegue y control del conocimiento. Una integración que debe ser doblemente dialógica, entre los pueblos del Sur y de estos con el mundo. Una cultura nueva que es lo que nos impone la lucha por sociedades más justas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.