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Voces femeninas cantan a Luis Eduardo Aute

Fuentes: Rebelión

El 4 de abril moría en la ciudad de Madrid Luis Eduardo Aute. Tenía 76 años y dejaba, para la posteridad, una obra artística sin parangón en la reciente historia de este país: una magna obra discográfica que contiene cientos de canciones extraordinarias, una obra pictórica muy personal y de una inmensa calidad estética, varios poemarios que por sí mismos justifican una carrera literaria, algunos cortometrajes y hasta un largometraje de dibujos animados completamente artesanal, el extraordinario Un perro llamado dolor. A todo esto, hemos de sumar cientos de conciertos por toda la geografía nacional así como en numerosas ciudades de países de toda Hispanoamérica. La muerte del autor de “Las cuatro y diez”, “Al alba”, “Sin tu latido”, “Albanta”, “La belleza” y un sinfín de canciones que ya forman, por derecho propio, parte de la historia sentimental de este país, nos priva, a partir de ahora, a un legión de seguidores, de su extraordinaria sensibilidad, de su particular manera de contar las historias, de su compromiso ético con el amor y con el ser humano.

Con este artículo quiero rendir mi particular homenaje al gran artista recientemente fallecido haciendo un recorrido por algunas de las canciones que él escribió y a las que algunas mujeres pusieron voz, dándoles su toque personal, aportando su feminidad a algunas de estas hermosísimas composiciones.  

En 1965, Aute, como todos los españolitos de la época, se tuvo que incorporar al ejército para hacer la mili. Dos años de su vida malgastados, que empleó, básicamente, en dibujar, escuchar a The Beatles y beber alcohol barato. Cuando la pesadilla de la mili toca a su fin y el joven se reincorpora a la vida civil, se dedica por entero a la pintura. Realiza varias exposiciones individuales y consigue exponer en Paris, Bruselas y Sao Paulo. Desde esta última ciudad, hace un fugaz viaje a los Estados Unidos. Y allí escucha a un joven llamado Bob Dylan que por esos días está revolucionando, sin apenas proponérselo, el concepto de canción, aportándole más peso específico a la letra en comparación con la música.

A su regreso a España, a Aute ya le ronda la idea de componer canciones al estilo de las que Dylan está componiendo en inglés. A través de su novia, Maritchu, conoce a una joven cantante llamada Maciel (sí, al principio la cantante se hacía llamar así, con “c”) a la que le enseña algunas de sus canciones. De esta manera, en 1967, Massiel (que ya había cambiado la manera de escribir su nombre)  fue la primera persona que se atrevió a cantar las canciones de un jovencísimo Luis Eduardo. En el primer disco de la cantante madrileña, grabado a la edad de 20 años, titulado sencillamente Massiel, publicado por Nóvola-Zafiro en 1967, justo un año antes de su triunfo en el Festival de Eurovisión, se incluían 5 canciones compuestas por Aute: “Aleluya nº 1”, “Las estrellas lo sabrán”, “Rosas en el mar”, “Largo el camino” y “Hasta mañana”. De todas estas canciones, “Rosas en el mar” y “Aleluya nº 1” acabarán por convertirse en temas tremendamente famosos, llegando ambos a ser números uno en las listas de éxitos y ventas de México, Venezuela y otros lugares. Incluso un cantante llamado Ed Ames grabó su propia versión del “Aleluya nº 1” con el título de “Who will answer” para el mercado estadounidense. Las otras 3 composiciones, han quedado sepultadas por la gruesa capa del olvido, pero escuchadas hoy en día, tienen su punto, sobre todo por sus arreglos orquestales grandilocuentes, tan del gusto de la época, que los emparentan con la música soul del momento. De la producción y los arreglos de aquellas canciones se encargó Juan Carlos Calderón. En cuanto a “Rosas en el mar” sólo se me ocurre decir que es una canción que ha soportado perfectamente el paso del tiempo, y que sus hermosos versos siguen estando de absoluta vigencia casi seis décadas después de haber sido escritos.

En el mismo año en que Massiel graba las 5 canciones mencionadas más arriba, una jovencísima Mari Trini, que acaba de volver de su autoexilio por Inglaterra y Francia, graba un single que contiene un tema compuesto por Luis Eduardo Aute: “El alma no venderé”, producido, como las canciones de Massiel, por Juan Carlos Calderón. “El alma no venderé” es una canción de aires dylanescos, en los que la cantante murciana va desgranando sus razones para no vender jamás su alma, aunque al final, en un juego muy del gusto de Aute, admite que si tiene que venderla, se la venderá al diablo, pues prefiere “el fuego del infierno / a que un mortal fuera mi dueño.” Genio y figura.

En 1969, Mari Trini graba un nuevo single que contiene otra composición de Luis Eduardo Aute: “No sé qué pasará”, una canción de aires pop, producida por Rafael Trabucheli, y con arreglos del gran Waldo de los Ríos. Por estos días Marí Trini era una estrella en ciernes, auténticamente libre y que iba a su bola, como haría hasta el fin de sus días. Habría que esperar a 1975 para que la autora de “Yo no soy esa”, incluyera otra composición de Aute en uno de sus discos. El tema elegido es “Cuéntame una tontería” y la encontramos en el álbum de Mari Trini de 1975 Transparencias, disco editado por Hispavox y producido por A. Parera Pons. Hay que señalar que “Cuéntame una tontería” ya había sido grabada por su autor y estaba incluida en su álbum Rito, de 1973.

La siguiente voz femenina que eligió canciones de Luis Eduardo Aute para incluirlas en uno de sus discos fue Rosa León. La cantante madrileña se estrenó en solitario (con anterioridad había grabado una canción en un dúo compartido con el inolvidable Javier Krahe, “Nos ocupamos del mar”) con un single que llevaba en su cara A, “Las cuatro y diez”, uno de los temas más emblemáticos de Aute, y en la cara B, “Versos muertos”, un tema más oscuro y mucho menos famoso que el que ocupaba la otra cara del single. Algún tiempo más tarde, Rosa León grabaría para su primer larga duración otros temas de Aute: “Canción consumo”, “Los fantasmas”, “Retales, chapuza y pastiche”, “Viva el beat, el rock, el pop, el soul y lo demás”, (todas ellas canciones prácticamente olvidadas hoy en día) y “De alguna manera tendré que olvidarte” y “Al alba”, dos de las canciones más famosas y transcendentales de su autor y que ella acabaría integrando de manera magistral en su propio repertorio y ayudando a convertirlas en historia viva de este país.  

En 1977, Ana Belén, que ya es una actriz y cantante consagrada que ocupa páginas y páginas en periódicos y revistas especializadas, se encierra en un estudio de grabación para dar forma a su tercer disco, que se llamará genéricamente De paso. En ese disco, entre canciones compuestas por Víctor Manuel, Pablo Milanés, Jesús Munárriz o Teddy Bautista, la cantante madrileña pone su personalísima y hermosa voz al servicio de dos composiciones de Aute: “Ahora sí, ahora no” y “De paso”, dos canciones que tratan el tema siempre recurrente en la obra de Aute del paso del tiempo. Este último acabaría convirtiéndose en el primer éxito masivo de Ana Belén y en un tema con un gran peso específico en el repertorio de la cantante madrileña. Ambas canciones serían incluidas por su autor en su álbum de 1978, Albanta, producido por Teddy Bautista.

No obstante, la cantante que se lleva el gato al agua en cuanto a poner su voz a las composiciones de Aute, es, sin duda, Pepa Flores. La cantante malagueña, que había triunfado en su niñez y adolescencia bajo el nombre artístico de Marisol, grabó en 1983 todo un álbum con composiciones de Aute: Clima (Zafiro, 1983) un disco producido y compuesto íntegramente por el autor de Cuerpo a cuerpo, y que contiene algunas canciones memorables, como “Ay de ti, ay de mí”, una canción que ya había grabado el propio cantautor para su álbum Alma, de 1980, y volvería a grabar tres años más tarde para el disco recopilatorio 20 canciones de amor y un poema desesperado de 1986. Sobre el disco de Pepa Flores Clima, escribió Daniel Llorens Vidal en la revista Efeeme:

A principios de 1983, Pepa Flores se encerró en los madrileños estudios Kirios para grabar un ramillete de canciones duras y descarnadas que Luis Eduardo Aute había compuesto exclusivamente para ella y que le permitían despojarse, tras muchos años de duras reivindicaciones, de un nombre artístico que le pesaba como una losa. (…) Bajo la dirección de Parera Pons y con los arreglos de Ricard Miralles, la cantante dio forma a Clima. Se trataba de una obra intimista con la que ponía el definitivo e inesperado punto final a una de las más interesantes e irregulares carreras del pop español de todos los tiempos (…)

Clima es, para quien no lo conozca, un disco hermoso, triste, con un profundo sabor a despedida. A la inmensa sensibilidad de Luis Eduardo como compositor y letrista, hay que unir la extraordinaria voz de la cantante malagueña, su personalísima manera de interpretar, su elegancia innata y su sensualidad como intérprete, rasgos, todos ellos, que la convertían en una artista única. Todo ello da como resultado un disco maravilloso que desde aquí me gustaría reivindicar, y que la discográfica Rama Lama reeditó hace un tiempo en formato cd, junto con otro de los grandes discos de Pepa Flores, Galería de perpetuas.Con el paso de los años, han sido muchas las mujeres que se han atrevido a poner voz a las canciones de Aute. Voces femeninas que han cantado los versos de este juglar del amor, de este poeta del cuerpo, de este trovador del misticismo erótico. Mujeres como Sandra Mihanovich, como Marta y Marilia, las componentes del dúo Ella baila sola, como Mónica Molina, como Rozalén, como Vanesa Martín, como Natalia Fourcade, como Misia, como Christina Rosenvinge, como Silvia Comes o como Soleá Morente. Voces femeninas que han contribuido con su personalísima sensibilidad y su enorme talento a hacer que el cancionero de Luis Eduardo Aute sea aún más grande de lo que siempre ha sido.