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Volver a la palabra

Fuentes: Diagonal

En Argentina, la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual divide el espacio radioeléctrico en tres partes: sector privado, organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales. Esto obligará a los grupos mediáticos concentrados a desinvertirse y a limitar sus negocios. El neoliberalismo en América Latina reformuló y profundizó el vínculo de los medios de comunicación con […]

En Argentina, la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual divide el espacio radioeléctrico en tres partes: sector privado, organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales. Esto obligará a los grupos mediáticos concentrados a desinvertirse y a limitar sus negocios.

El neoliberalismo en América Latina reformuló y profundizó el vínculo de los medios de comunicación con el poder económico y político. Esto se debió, no sólo por la transformación de dichos medios en potentes grupos económicos ampliamente diversificados sino que, además, han logrado una posición gravitante en la construcción de discursos políticos e ideológicos.

Durante una década de proyectos económicos excluyentes y desintegradores, los medios de comunicación no sólo «colonizaron» empresarialmente el Estado presionando primero, y luego, apropiándose de algunos bienes públicos privatizados, sino que «colonizaron» la opinión pública. Logrando con esto, una identificación simbiótica de la opinión pública con los discursos de los medios de comunicación predominantes.

Entonces, el neoliberalismo permitió una concentración económica de los grupos mediáticos y un rol fundamental en la formulación y recreación de la opinión pública. Los líderes neoliberales, no sólo articularon sus proyectos económicos con la voluntad oligopólica o monopólica de los grupos mediáticos sino que negociaron sus destinos políticos a la capacidad informativa de dichos grupos. De esta forma, se estableció una compleja relación entre la «palabra presidencial» y la «palabra de los grupos mediáticos».

La palabra de los presidentes neoliberales se adaptó a los formatos tecnológicos, espectaculares e ideológicos de los grupos mediáticos con el fin de ampliar su aceptación social, y estos grupos, apropiándose de esta palabra, se incorporaron como grupos de poder empresarial y económico en la compleja trama del sistema político. Así estos grupos empresariales, que se tornaron gravitantes en la conformación de los discursos políticos, se transformaron en actores políticos necesarios para los propios líderes neoliberales. Esto produjo, entre otras cosas, un cercenamiento de la autonomía de dirigentes estatales. Éstos decidían que el lugar de la palabra era aquel que recreaban los grupos mediáticos y no otras instituciones sociales, sindicales, culturales. El neoliberalismo mercantilizó de una manera inédita la elaboración y recreación de la opinión pública y logró una subordinación de la política a la estrategia económica de los medios comunicacionales.

Cuando asumieron los diversos gobiernos progresistas y antineoliberales en América Latina estaban ante la disyuntiva de acoplarse y negociar con dichos grupos mediáticos o limitar su poder y control. Los gobiernos que se han enfrentado a los grupos mediáticos, es porque, de alguna forma, no sólo alertaron sobre la concentración económica de los medios de comunicación, sino que han intentado desprivatizar el espacio de la opinión pública, limitar la predominancia de estos grupos y desanudar la simbiosis entre palabra presidencial y grupos mediáticos.

Lo que fue interpretado por los grupos mediáticos como cercenamiento de la libertad de expresión y de prensa era la lenta recuperación de una autonomía y soberanía política que manifestaba e indicaba que lo público y la opinión pública no eran espacios para la plena mercantilización y cosificación. En ese sentido, las propuestas de Hugo Chávez, Cristina Fernandez y Rafael Correa pugnan por multiplicar las voces y perspectivas que componen y dan impulso a la formación de la opinión pública.

La revitalización de medios públicos y los apoyos económicos a medios de comunicación comunitarios y alternativos fueron orientados a romper la cerrazón de aquel espacio colonizado por agentes económicos gravitantes en la configuración de los discursos políticos, ideológicos y culturales. Entre otras cosas, esto fue logrando que la palabra presidencial, como la de los movimientos sociales, sindicales, culturales, etc., vaya resquebrajando la simbiosis con los grupos mediáticos.

De esta forma, se vuelve, con sus contradicciones y avances, a la palabra social y pública como algo sustancialmente mayor que la «palabra-empresarializada». Se vuelve a la palabra como campo de batallas interpretativas, representaciones e interpretaciones.

En Argentina, la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual divide el espacio radioeléctrico en tres partes: el 33% para el sector privado, el 33% para las organizaciones no gubernamentales y el otro 33% para instituciones estatales. Esto obligará a los grupos mediáticos concentrados a desinvertirse y a limitar sus negocios monopólicos u oligopólicos.

Esto, en términos culturales, emprenderá una propuesta comunicacional que impugnará el carácter uniformador que los grupos mediáticos le han impreso al debate político y cultural. Con esta nueva ley, a su vez, se multiplicarán las perspectivas y visiones y, de esta forma, el Estado podrá garantizar la multiplicidad de libertades de expresión.

Los gobiernos progresistas de la región que se han enfrentado abiertamente a los grupos mediáticos intentan profundizar los umbrales de las transformaciones que han realizado y dar cuenta que la palabra y los discursos, como las formas e interpretaciones en que las sociedades se piensan y representan, deben sustraerse de poderes mediáticos que ambicionan discursividades e imágenes uniformes.

Esteban De Gori es docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires.

Fuente original: http://www.diagonalperiodico.net/Volver-a-la-palabra.html