1. Las campañas electorales de los partidos políticos, muy bien pertrechados con dinero público, están a punto de hacer a un lado la lucha social que se ha desatado en México a raíz de la desaparición o asesinato de 43 estudiantes. Los partidos -pensando solamente en cargos y en dinero- nunca se han interesado por […]
1. Las campañas electorales de los partidos políticos, muy bien pertrechados con dinero público, están a punto de hacer a un lado la lucha social que se ha desatado en México a raíz de la desaparición o asesinato de 43 estudiantes. Los partidos -pensando solamente en cargos y en dinero- nunca se han interesado por la lucha social; pero dado que la defensa de los estudiantes se ha convertido en un problema nacional e internacional, hasta el presidente Peña Nieto ha dicho que «todos somos Ayotzinapa» tratando de lavar todas las culpas que a él corresponde. Espero que los luchadores sociales no lo permitamos, pero allí va el objetivo.
2. La realidad es que los partidos políticos sólo tienen capacidad para pensar en sus intereses como partido. ¿Qué es lo que ocupa su mente? El poder que es: obtener la mayor cantidad de votos, lograr la mayoría de los cargos, convertirse en la fuerza determinante y obtener los financiamientos suficientes para multiplicar sus fuerzas. El poder es para los partidos como es Dios en las religiones: lo primero es la búsqueda dogmática de dios y luego todo vendrá por añadidura. Sin encontrar a dios, sin buscarlo, no habrá paz ni descanso. ¿Para qué luchar de otra manera si sólo tras las elecciones está la paz?
3. Me he preguntado siempre: ¿»Si los mexicanos no votaran -siendo su costumbre, sus creencias, su miedo, su salir del paso- qué harían?». ¿Qué otras alternativas o salidas concretas se le has propuesto? Sólo los seguidores de partidos políticos o amigos de un candidato suelen enfrentarse con dimes y diretes, pero la mayoría de los que acuden a votar (el 50 por ciento con derecho) se retira a su casita y nada más le importa dado que piensa que con ello «ya cumplió». Los seguidores de partidos y candidatos son realmente pocos, pero son ellos los que llaman la atención de los medios de información y los hacen la propaganda.
4. Recordando la costumbre de votar en aquella histórica elección de Guadalupe Victoria en 1824 -primer presidente de México- y la aprobación de la Constitución Federalista de ese año, vendrían centenares de elecciones en la nación para cada cuatro años renovar al presidente, a sus ministros y a los legisladores. Antes de aquel año vivimos supeditados a tres siglos a la monarquía y dos años de imperio de transición. Así que fue la «Nueva España» la que vivió la monarquía y el imperio; México aparece cuando la llamada democracia ha sido implantada en muchas naciones del mundo y el pensamiento empieza a liberarse.
5. Oficialmente se conocía como el «Virreinato de la Nueva España» en el que no había elecciones porque -como en las monarquías, fundamentalmente- el gobierno de los virreyes era designado e impuesto por los reyes españoles. Pero, a partir de 1824 se inició el «deber y el derecho» de votar. Son 190 años de que un sector importante de la población vota, primero lo hizo por imposición, luego por educación y ahora por una enorme costumbre que parece haber calado hasta los huesos. Preguntan: ¿Qué gano con no votar o que pierdo con votar? Al parecer no hay ninguna diferencia y la respuesta es continuar haciendo lo que se acostumbra.
6. La democracia es indiscutiblemente libre si se compara con cualquier monarquía o imperio. Las personas comienzan a votar, aunque todavía no a elegir. La llamada democracia que alguien dijo en un discurso o una frase que era «el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» sólo se transformó de gobierno de uno (monarquía) en gobierno de pocos (oligarquía). Ya nadie puede negar que en las modernas sociedades burguesas de poderosos políticos, banqueros, financieros, industriales y grandes comerciantes, son unos pocos (oligarcas) quienes imponen sus programas de gobierno y a sus funcionarios.
7. Después de 190 años de sufragar, en pleno siglo XXI, la mitad de los electores con derecho sigue votando como una costumbre o una obligación. Muy lejos está de pensar por qué lo hace de manera tan mecánica sin importarle un bledo si las cosas cambiarán, se compondrán o serán peor. Por ello la técnica o estrategia básica de los partidos políticos desde siempre es no explicar, no dar argumentos que, según ellos, «nadie entiende» y dedicarse a dar consignas de unas cuantas palabras para que el elector deposite su voto por simple asociación. Por ello pienso que la mecánica electoral en lugar de educar a la población lo hace más atrasada.
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