En las elecciones del julio de 2018 López Obrador ganó la Presidencia de la República con 30 millones de votos. Pero en esos mismos comicios el PAN obtuvo 9 millones y el PRI 7 millones. Es decir los partidos neoliberales lograron el respaldo de 16 millones de ciudadanos.
En ese momento, esos 16 millones de personas no podían alegar que ignoraban el elevadísimo nivel de corrupción, frivolidad y desinterés por el destino del pueblo al que había llegado ese singular sistema bipartidista, pues esto era de amplio y generalizado conocimiento público.
Pues aún así, con pleno conocimiento de la conducta criminal de esa dupla partidista, hubo 16 millones de ciudadanos que sufragaron por la continuidad de ese estado de cosas. Si no fue por ignorancia, hay que buscar otra explicación. ¿Miedo al cambio? ¿Creyeron las calumnias que los medios de comunicación del conservadurismo difundieron profusamente sobre López Obrador? ¿Profesaban una ideología de derecha afín al pripanismo?
Sea de ello lo que fuere, es obvio que el pripanismo y la ideología de derecha siguen viviendo en determinados sectores ciudadanos. ¿Qué tiene de extraño, entonces, que el PRI, y el PAN, hayan obtenido resultados favorables en los recientes comicios en los estados de Hidalgo y Coahuila?
Esas eleciones demostraron no sólo la fuerza política de panistas y priistas, sino además la ausencia de fraude electoral. Al menos de fraude electoral ordenado o solapado por el gobierno de López Obrador. Un punto más a favor de la Cuarta Transformación.
Los coahuilenses e hidalguenses que sufragaron por los partidos ligados a Humberto y Rubén Moreira, Osorio Chong, Murillo Káram, Vicente Fox, Felipe Calderón, Salinas, Zedillo y Peña Nieto estuvieron en su derecho.
Y han votado por el PRI y por el PAN con un conocimiento todavía más amplio y documentado de las fechorías de priistas y panistas que aquel que se tenía en julio de 2018.
Coahuila e Hidalgo mostraron que la ideología de derecha no se extinguió con la victoria de López Obrador. Y al PRI y al PAN les dijeron a gritos que el camino para regresar a Palacio Nacional pasa por las urnas.
¿Entenderán esto panistas y priistas? ¿Usarán sus reservas electorales para luchar democráticamente por el poder o seguirán apostando a la desestabilización del gobierno obradorista y al golpe de Estado?
Ya veremos. Por lo pronto Hidalgo y Coahuila mostraron que, salvo algunas triquiñuelas locales, el fraude electoral institucional ha dejado de ser el fiel de la balanza en los elecciones mexicanas.
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