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Reseña del libro "Hugo Chávez y la revolución bolivarana" de Richard Gott

Y otra mano que tú no conociste entonces viene también, Bolívar, a estrechar a la tuya

Fuentes: El Viejo Topo

Richard Gott, Hugo Chávez y la revolución bolivariana.  Editorial Foca, Madrid, 2006. Traducción de Juan María López de Sa y de Madariaga; 351 páginas. Una observación inicial debería ser muy tenida en cuenta por los lectores. La edición original del ensayo que comentamos, editada por Verso, apareció en 2005, y la edición castellana en 2006. […]

Richard Gott, Hugo Chávez y la revolución bolivariana

Editorial Foca, Madrid, 2006.

Traducción de Juan María López de Sa y de Madariaga;

351 páginas.

Una observación inicial debería ser muy tenida en cuenta por los lectores. La edición original del ensayo que comentamos, editada por Verso, apareció en 2005, y la edición castellana en 2006. Por consiguiente, no encontrará el lector o lectora opinión ni análisis de las exitosas elecciones presidenciales de 2006 ni de los más recientes acontecimientos que han sucedido en la República Bolivariana de Venezuela. Ello no resta ningún átomo de interés al ensayo de Richard Gott.

Un comentario sin firma de Financial Times aparece en la contraportada de Hugo Chávez y la revolución bolivariana: «Un colorido y ameno relato sobre la procedencia y creencias de Chávez». Los del Financial, sin duda, son muy suyos. Se mire como se quiera mirar, Hugo Chávez y la revolución bolivariana no es sólo eso, no es sólo «un colorido y ameno relato». Es algo muy distinto.

Richard Gott, antiguo corresponsal en América Latina del Guardian, trabajó en la década de los ’60 en la Universidad de Chile. Allí escribió Guerrilla Moviments in Latin American, un estudio que algunos han considerado definitivo sobre los grupos revolucionarios que surgieron en los años posteriores a la revolución cubana. Por razones obvias, el volumen que comentamos no puede ser definitivo pero está a la altura de ese libro de referencia en documentación, análisis y comprensión del proceso histórico estudiado.

Hugo Chávez y la revolución bolivariana aspira a explicar y argumentar la tesis esencial defendida por el autor, que explicita en la misma introducción del volumen: «(…) dejando aparte eventuales desastres, el rumbo revolucionario de Venezuela está ahora bien establecido, y Latinoamérica contempla el proceso político más extraordinario e insólito desde la revolución cubana hace medio siglo» (p. 11). El autor no oculta su posición ni su compromiso político con el proceso histórico estudiado y con su figura más representativa: «Los periodistas siempre se han mostrado receptivos hacia los encantos de los fuertes líderes latinoamericanos de izquierdas y yo no soy una excepción» (p. 318). El presidente Hugo Chávez, en opinión de Gott, tiene el mismo carisma magnético que sus predecesores (Omar Torrijos, Fidel Castro, Juan Velasco Alvarado), con una diferencia remarcable: «A finales de 2004 Chávez había pasado por la prueba electoral ocho veces en seis años, un récord sin precedentes en Latinoamérica» (p. 318).

Gott ha estructurado su estudio en seis apartados -1. Retrato de un presidente. 2. La preparación de una rebelión bolivariana. 3. La recuperación de las tradiciones revolucionarias del siglo XIX. 4. La organización de la derrota del Ancien Régime por medios pacíficos, 1992-1998. 5. Chávez en el poder: los primeros años. 6. Los tres intentos de la oposición de poner fin a la revolución bolivariana-, más un epílogo, un poema de Pablo Neruda, tres apéndices (en uno de ellos, en el B, se reproducen los artículos de la Constitución bolivariana dedicados a los derechos de los pueblos indígenas) y una interesante (y un pelín entregada en algún fotograma) selección de fotografías.

En mi opinión, de estos seis apartados, los que ofrecen más novedades de interés para el lector o lectora no especializados son el 2º, el 3º y el 4º, además, claro está, del retrato del presidente que Gott construye en la primera sección, especialmente en los capítulos III y IV: «En una entrevista, Chávez se convierte en un híbrido entre un narrador locuaz tras una agradable cena y un profesor universitario a cargo de un seminario, contando a veces largas historias sobre acontecimientos distantes, y a veces analizando pormenorizadamente problemas actuales» (p. 38). Sin olvidar, sería injusto hacerlo, la descripción de la falsaria guerra de clases dirigida por los medios de comunicación venezolanos, los cuatro jinetes del Apocalipsis los llama Chávez con metáfora atendible, y la detallada y documentada descripción del «primer intento de la oposición: golpe y contragolpe en abril de 2002» (pp. 261-275). Si el lector tiene tiempo vale la pena comparar lo aquí señalado con los editoriales de El País sobre el golpe militar a los que recientemente hacía referencia Carlos Fernández Liria (coautor, junto a Luis Alegre Zahonero, del magnífico Comprender Venezuela, pensar la democracia. El colapso moral de los intelectuales occidentales). El editorial de 13 de abril, por ejemplo, pedía, exigía más bien, que el presidente Hugo Chávez diera «cuenta de sus desmanes (sic) ante los tribunales«. Decían ser un diario independiente.

«Maisanta y Ezequiel Zamora, soldados-revolucionarios arquetípicos han permanecido hasta la fecha junto a Bolívar como sus principales héroes» (p. 36), señala Gott. A ellos, y a otros nombres esenciales más como Simón Bolívar, está dedicada la tercera sección, en la que destaca en mi opinión la exposición de la filosofía de Simón Rodríguez (1769-1854), profesor y gran amigo de Simón Bolívar, joven alumno suyo y más tarde su pupilo. La filosofía radical que ambos compartían está en el núcleo, señala Gott, del proyecto chavista para Venezuela y América Latina. Simón Rodríguez, quien se sintió tan afectado por la historia y el personaje de Robinson Crusoe que cambió su nombre por el de Samuel Robinson, mantuvo la gran pasión política de integrar a todos los pueblos indígenas de Latinoamérica «y a los esclavos negros traídos de ultramar en las sociedades de los futuros países independientes» (p. 114). Robinson-Rodríguez, que visitó Europa, estaba convencido que las cosas debían seguir otros senderos en América Latina. Lo argumentaba del modo siguiente: «La América Española es Orijinal = Orijinales han de ser sus instrumentos i su gobierno = I Orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos». Esta es una de las claves, recuerda Gott, del pensamiento político creativo, nada talmúdico, del presidente Hugo Chávez.

Apurando la arista crítica, y para no dar sensación de crónica totalmente entregada, señalaré a continuación dos desacuerdos marginales:

En la introducción a su ensayo, Gott sostiene que debemos olvidar Chile y Nicaragua. «Salvador Allende, en los años setenta, era en el fondo un hábil político burgués, no un revolucionario» (p. 11). Yo no creo que haya que olvidar ni Chile ni Nicaragua, y no creo, desde luego, que Allende fuera ni en el fondo ni en las formas un «hábil político burgués» y sí en cambio un revolucionario, que por cierto tomó el fusil para defender la Constitución democrática chilena, que probó procedimientos acaso imposibles para generar una sociedad socialista, aunque, desde luego, el mismo ex embajador usamericano en Chile, Edward Korry, haya puesto el dedo en la llaga al señalar, con conceptos muy leninistas, que es absurdo pensar que la burguesía se suicide pacíficamente como clase dominante ante el «mero» clamor democrático ciudadano. El señor ex embajador conoce el tema, el estilo y las actuaciones de su clase.

Por lo demás, el sarcasmo de Gott sobre los Andes, las ambulancias y el frío es totalmente impropio de un hombre de su inteligencia y sensibilidad. De hecho, la consideración, que Gott describe en el epílogo del volumen, sobre la pretensión de Chávez de integrar a los militares de la sociedad civil, «de forma que como ciudadanos y como institución se puedan incorporar a los proyectos de desarrollo democrático del país» (p. 317), coincide con el espíritu, probablemente demasiado confiado, del gobierno de la Unidad Popular.

El segundo desacuerdo: al narrar los trabajos de la Asamblea Constituyente, tras el triunfo electoral de Chávez en diciembre de 1998 (repitamos una vez más: ¡una revolución con apenas diez años de existencia!), Gott recuerda el discurso de Chávez de 5 de agosto de 1999. El presidente les pidió a los constituyentes que redactaran una nueva Constitución en el plazo más breve posible, les llevó un borrador redactado por él mismo para animarles en su tarea y les recordó las palabras de Bolívar dirigidas al Primer Congreso venezolano en Angostura, en 1819: «Nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos; que este edificio monstruoso se derribe, caiga y apartando hasta sus ruinas, elevamos un templo a la justicia…». Gott apunta que las sesiones plenarias de la Asamblea comenzaron a la mañana siguiente, «turnándose en la palabra los hábiles portavoces de la oposición: Alberto Franceschi, un viejo demagogo trotskista…» (p. 160). Aquí el desacuerdo: no es posible, no se puede ser al mismo tiempo y sin contradicción demagogo y troskista: si lo primero, no lo segundo; si lo segundo, jamás lo primero. Franceschi quizá sea viejo, puede ser un demagogo, tal vez fuera trotskista pero no puede ser ahora, de viejo, trotskista y demagogo.

Como el lector o lectora recuerda, los versos que he usado para titular esta reseña pertenecen a un poema de Pablo Neruda, «Un canto para Bolívar», que el propio Gott ha reproducido en el volumen (pp. 321-323). El verso que cierra el canto dice así: «Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo». El pueblo venezolano, los pueblos de Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, Uruguay, Brasil y tantos otros ya han despertado y anuncian que un mundo de paz, igualdad, justicia y fraternidad que nació en los brazos del Libertador puede extenderse por todo el planeta. La cita de José Martí que abre el volumen recoge esa idea esencial.

Gott, que conoce muy bien la historia de América Latina y las voluntades imperiales, finaliza el epílogo de su ensayo con estas palabras: «Puede que esta gran experiencia revolucionaria se vea interrumpida pronto y quizá todo termine en lágrimas. Muchos proyectos radicales en Latinoamérica han quedado colgados como cadáveres al viento. Los propósitos del comandante Chávez y su revolución bolivariana merecen mejor suerte».

Que la tengan, como diría B. Brecht, también depende de nosotros. Recordemos sobre ello la exhortación del maestro-filósofo Simón Rodríguez, muy del gusto de Chávez y del mismo Gott: «Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de consejarse para proceder. El que no hace, nunca yerra: [pero] más vale errar que dormir». No hay pueblo vencido, se afirma en una pintada en un muro recogida en una de las fotografías del volumen.

El castellano de Juan María López de Sa y de Madariaga, traductor del volumen, y sus precisas notas y oportunas a pie de páginas, son excelentes y están a la altura de este excelente libro del escritor y periodista Richard Gott.