Más que un libro en el sentido usual, estamos ante un formidable instrumento de combate, armado de pruebas irrefutables en la voz de los protagonistas y con imágenes y textos conmovedores, un haz de luces que revelan el cariño, el respeto y la admiración que unen al Che y a Fidel que es decir también […]
Más que un libro en el sentido usual, estamos ante un formidable instrumento de combate, armado de pruebas irrefutables en la voz de los protagonistas y con imágenes y textos conmovedores, un haz de luces que revelan el cariño, el respeto y la admiración que unen al Che y a Fidel que es decir también al Che y a Cuba y a la Revolución.
La obra que presentamos es única por varias razones.
Ante todo porque carece de autor. Nadie, salvo la Editorial Capitán San Luis, se reserva derechos sobre ella.
Grande y meritoria ha sido, sin embargo, la labor de los editores e investigadores que la han hecho posible. Pero más allá de unas pocas precisiones editoriales ellos guardan silencio. Respetuosamente se apartan y dejan que sean el Che y Fidel quienes hablen con sus propias palabras de la amistad entrañable que siempre los ha unido y que lo hagan también documentos originales de singular valor, y los recuerdos de Piñeiro, Montané y Conchita Fernández y la previsora carta de Camilo. Incluyen, además, nuevos testimonios de Leonardo Tamayo, Harry Villegas, Enrique Oltuski y Orlando Borrego que enriquecen el trabajo.
Más que un libro en el sentido usual, estamos ante un formidable instrumento de combate, armado de pruebas irrefutables en la voz de los protagonistas y con imágenes y textos conmovedores, un haz de luces que revelan el cariño, el respeto y la admiración que unen al Che y a Fidel que es decir también al Che y a Cuba y a la Revolución.
Han sido muchas las calumnias, y mentiras con que el enemigo trató de manchar esa limpia, pura y ejemplar relación entre ambos. Este libro pulveriza el embuste. «Yo no te abandono» le había asegurado Fidel desde el lejano comienzo de una camaradería indestructible; «bien hace el Gigante en cuidarte» le advierte un par de años después Camilo a su «hermano del alma». Cuidarlo, no separarse de él un solo instante es la orden que de Fidel reciben Tamayo y Villegas. Cuidarlo, respetando escrupulosamente su indeclinable voluntad de revolucionario íntegro, es la preocupación constante del Jefe de la Revolución. Porque esa entrañable hermandad tiene sus raíces y se alimenta de una comunión de ideales, una identificación en el pensamiento y la conducta desde el primer día y en todo momento.
Es cierto que «el Che es mucho más que todo lo que se ha escrito sobre él». Pero precisamente por eso y porque sus ideas y su accionar mantienen plena vigencia y poseen una siempre renovada actualidad, sobre él habrá que seguir escribiendo y publicando mucho.
Pues hay que decir también que algunos necios que jamás lo conocieron, han tratado de manipularlo para lucrar en términos monetarios y pseudoacadémicos. El Che que no ha dejado de luchar un solo día, como dijo Fidel «está librando y ganando más batallas que nunca». Libra y gana esas batallas frente al odio de los poderosos, dueños de los medios de información, que promueven el engaño y la mendacidad pero no han podido impedir que la imagen, el mensaje y el ejemplo del Che se multipliquen inspirando a millones en todo el planeta. Él se levanta hoy con más fuerza, combatiente tenaz y valeroso, adalid invencible, maestro insuperable, conductor abnegado que sigue convocando a la unión más amplia, más allá de dogmas y sectarismos, y a la lucha consecuente y sin tregua hasta alcanzar un mundo nuevo, de justicia y solidaridad, de socialismo auténtico.
La obra de la Editorial Capitán San Luis es un ejemplo de rigor, veracidad e integridad. En cada página alienta el espíritu guevariano y contiene enseñanzas inolvidables. Es el caso, entre muchos otros, de la carta que Borrego enviaría a su firma a alguien que había publicado un artículo plagado de falsedades sobre las relaciones del Che con Cuba, y otras distorsiones de su pensamiento y del de Fidel, algo que inundaba los medios periodísticos entonces.
Recordemos aquel tiempo. Después que Fidel diera lectura a su carta de despedida de 1965, el imperialismo había desatado una enorme campaña de desinformación en la que no faltaron personas supuestamente progresistas y hasta de izquierda. Fidel y Cuba y, por supuesto, el Che debían callar. Una cosa es cotorrear acerca de la teoría o la práctica revolucionaria y otra bien distinta es hacer la revolución. Cuando se encuentra con Borrego, el Che que viene de pelear en África, y ha vuelto a Cuba en el mayor secreto, se prepara para marchar al combate en Bolivia. Y es en ese contexto que revisa la carta, le hace unas cuantas modificaciones y le agrega al final de su puño y letra: «Quizás algún día el Che muera en un campo de batalla o emerja en una revolución triunfante; se percatará entonces de la autenticidad de su carta de despedida y de su identificación total con la Revolución cubana y su Jefe». Esta anécdota rigurosamente documentada y que da un especial valor al libro, muestra al Che en todo su esplendor como verdadero paradigma de revolucionario y de intelectual. Dedicó horas a reforzar argumentos y a pulir el estilo de un texto que quedaría como obra de otro, empleó un tiempo que no le sobraba en tratar de convencer y de explicar sin descuidar los matices. Imborrable lección que debe acompañarnos día y noche, y guiarnos en la brega constante contra la desinformación y el engaño, y en defensa de la verdad.
Este libro, que se suma a una línea editorial caracterizada por una inteligente y eficaz contribución a la batalla política que libra Cuba y junto a ella quienes pelean por un mundo mejor, llega en una coyuntura que lo hace aún más útil. Nunca antes habían sido mayores los riesgos y las amenazas contra Cuba. El imperio anuncia sus planes para aniquilarla y se propone hacerlo porque sabe que esta Isla rebelde y guevarista, será siempre bastión de infinita resistencia, fuente inagotable de esperanza para los explotados y humillados.
«Yo no te abandono» le dice Fidel al Che hace ya casi medio siglo en el exilio mexicano. No lo abandonó después ni en la Sierra, ni en África, ni en Bolivia. Lo confirman los imborrables recuerdos de sus compañeros más cercanos y otros mensajes aquí publicados. «Yo no te abandono» le dice el Che a Fidel, a Cuba, a todos nosotros. No nos abandonó nunca. Con nosotros ha estado en las horas más amargas de nuestra larga pelea, en los tiempos más difíciles y duros y en el empeño por salvar nuestra Revolución y hacerla cada vez más digna de él, más internacionalista y socialista. Él nos ha acompañado siempre.
El libro cierra con otra frase del Comandante en Jefe: «he soñado que estoy hablando con él, que está vivo».
Quien así se expresa, no lo olvidemos, es alguien que sabe soñar y sabe convertir el sueño en realidad. Por supuesto que el Che vive. Hablemos con él. Escuchémosle. Estudiemos su pensamiento. No olvidemos sus consejos. Empeñémonos en ser como él. Luchemos sin descanso hasta ser capaces de seguir su ejemplo y marchemos junto a él hasta la victoria siempre.