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Construir la solidaridad allí donde fracasa el «modelo sueco»

Fuentes: Sin permiso

Los grandes sindicatos suecos ya no pueden adaptarse a unos empresarios cada vez más despiadados. Por ello, los explotados trabajadores inmigrantes de la construcción se organizan con los Syndikalisten, como se llama a los miembros del SAC, el combativo sindicato anarquista sueco de larga tradición, y muestran lo que puede conseguir la acción sindical combativa.

«¡El trabajo está terminado! ¡El salario todavía no ha llegado! ¡Estafador, ten miedo, te encontraremos!», retumban las voces de una veintena de trabajadores de la construcción vestidos con idénticos chalecos amarillos y cascos de obra. Es un brumoso día de febrero y los hombres bloquean la vía de acceso a unas obras en Estocolmo. Son trabajadores inmigrantes de media docena de países, en su mayoría de países ex soviéticos. Gritan su eslogan en ruso.

La escena refleja los profundos cambios que ha experimentado el mercado laboral sueco en los últimos años. Dos de los trabajadores de la construcción llevan meses esperando su salario, que asciende a casi 30.000 euros, de un subcontratista con el que nunca se puede contactar y que trabaja, entre otras, en esta obra. «No se trata sólo del dinero», explica Roman Ramasanov, uno de los trabajadores de la construcción estafados. «Se trata también de poner fin a este fraude».

Su forma de protesta, el denominado bloqueo del cobro, pretende obligar a los empresarios a pagar los salarios pendientes bloqueando un lugar de trabajo. Fue una práctica habitual en los inicios del movimiento obrero sueco, pero cayó en desuso al erradicarse gradualmente formas burdas de explotación como el robo de salarios y similares. Fue un éxito de los socialdemócratas, quienes dominaron la política sueca durante todo el siglo XX, y de su aliada, la confederación sindical LO (Landsorganisasjonen i Norge), que aglutinó a la inmensa mayoría de los trabajadores suecos durante el mismo periodo.

Sin embargo, el bloqueo de hoy es solo uno de los cerca de cuarenta de este tipo organizados en los últimos años por Solidariska byggare (Trabajadores de la construcción solidarios), un sindicato nuevo y en rápido crecimiento de trabajadores de la construcción inmigrantes. Fundado en 2021, el sindicato no está afiliado a la LO, sino a su pequeño equivalente aunque más combativo SAC (Sveriges Arbetares Centralorganization). Los Syndikalisten se separaron de la corriente dominante del movimiento obrero sueco en 1910 y tuvieron casi 40.000 afiliados en su apogeo hace cien años. Pero al igual que la brutal explotación de la época y las tácticas radicales habituales en la lucha contra ella, el SAC también se fue convirtiendo cada vez más en un fenómeno marginal cuando el «modelo sueco», orientado al consenso, se impuso en el mercado laboral. El bloqueo de Solidariska byggare es una pequeña batalla en la gran lucha sobre el futuro de este estado de cosas.

El modelo sueco

El modelo sueco se basa en la armonía. Sindicatos y empresarios negocian condiciones en rondas periódicas de negociación colectiva que pretenden ser favorables para ambas partes. Los convenios colectivos negociados en ellas suelen abarcar sectores enteros e incluyen un voto de paz por parte de los sindicatos. Por ello, las huelgas son relativamente raras en Suecia.

Una característica especial es que el Estado apenas interfiere en este proceso bipartito, por lo que aquí no existen los mecanismos de control habituales en otros lugares, como un salario mínimo legal o inspecciones sistemáticas del lugar de trabajo por parte de las autoridades estatales. En su lugar, corresponde a los sindicatos de la LO, tradicionalmente poderosos, garantizar que se respeten los salarios y las condiciones establecidos en los convenios colectivos. Sin embargo, este modelo está actualmente en crisis.

A primera vista puede no parecerlo. Mientras que las actividades de Solidariska byggare han recibido poca atención hasta ahora, el conflicto entre Tesla, la empresa automovilística de Elon Musk, y los principales sindicatos suecos ocupan los titulares internacionales. Desde que el principal sindicato metalúrgico IF Metal llamó a la lucha en otoño, varios sindicatos de la LO que representan a distintos grupos profesionales se han unido en solidaridad y desde entonces se niegan al mantenimiento de las estaciones de carga y los coches de Tesla y a enviar piezas de repuesto y matrículas a la empresa. «Esto es una locura», escribió un conmocionado Musk en X, antes Twitter.

La principal razón de esta muestra de fuerza inusualmente resuelta por parte de la dirección del sindicato LO es que el conflicto es de principios puesto que, en contra de las reglas del juego habituales, Tesla niega al sindicato metalúrgico IF Metal el derecho a negociar un convenio colectivo en nombre de los mecánicos de sus centros de servicio. Sin embargo, la batalla resultante entre los gigantes no es más que la punta del iceberg.

Fuerza de trabajo inmigrante

Aunque Musk resulte el villano perfecto, no es el único que está socavando los sindicatos en Suecia. Innumerables actores más pequeños le llevan mucha ventaja y hasta ahora apenas han encontrado resistencia. Estos empresarios gestionan una enorme economía sumergida que se extiende por los sectores de la asistencia, el transporte, la limpieza, la alimentación y la construcción, entre otros, donde la fuerza de trabajo inmigrante es contratada y despedida de la noche a la mañana y los mecanismos tradicionales de control suecos hace tiempo que dejaron de funcionar.

«Esta parte significativa de la clase trabajadora sueca está ahora completamente despojada de derechos y protección», explica Emil Boss, activista de la SAC desde largo tiempo y miembro de la dirección de Solidariska byggare. Es el resultado de varias tendencias paralelas. Por un lado, los años de desregulación en la legislación económica y la creciente extensión de la subcontratación han hecho posible que empresas fraudulentas penetren en el mercado. Al mismo tiempo, la política migratoria sueca les ha proporcionado una reserva de mano de obra precaria.

Según Boss, varios grupos de inmigrantes son especialmente vulnerables a la explotación. Los y las inmigrantes indocumentadas, que pueden ser chantajeadas con amenazas de deportación, se encuentran en la peor situación. «He visto casos en los que los empleadores han acumulado importantes deudas salariales sólo para llamar a la policía para que registre el lugar de trabajo y hacer que deporten a los trabajadores afectados», explica.

Pero incluso los que llegan con permiso de trabajo corren el riesgo de sufrir abusos, ya que su estatus les obliga a permanecer con el mismo contratador durante los dos primeros años. «Esto se aprovecha para someter a los y las trabajadoras y empeorar sus condiciones laborales», afirma Boss. «Los empleadores pueden exigir pagos de dinero en efectivo, trabajo no remunerado o servicios sexuales».

También los refugiados se encuentran a menudo en una situación similar. Con la xenofobia fijando la agenda política y cada vez más personas viendo rechazadas sus solicitudes de asilo, obtener un permiso de trabajo con las mismas condiciones se ha convertido para muchos en el último recurso para evitar la deportación.

Incluso las y los inmigrantes que no están amenazados de deportación -como los ciudadanos de la UE o de Ucrania, estos últimos con permiso de residencia temporal por un decreto de la UE desde la invasión rusa- suelen verse afectados por una explotación similar, ya que los empleadores están encantados de aprovecharse de su desconocimiento de la lengua sueca y de las normativas habituales.

«Lo que tenemos aquí es una combinación perfecta de oportunidades de lucro, víctimas indefensas y libertad por las consecuencias», explica Daria Bogdanska. Ella misma estuvo explotada una vez como trabajadora inmigrante. Desde entonces interviene a favor de los derechos laborales de los inmigrantes mientras trabaja como investigadora de delitos cometidos en el mercado laboral.

Con libertad por las consecuencias entiende que los grandes sindicatos de la LO han fracasado hasta ahora para organizar a la clase trabajadora inmigrante de Suecia, calculada aproximadamente en varias decenas de miles de personas. Las razones de ello son variadas, desde la burocracia sindical interna que excluye a las personas que carecen del importantísimo número de identificación fiscal en Suecia, hasta factores culturales entre las personas que proceden de países donde la afiliación sindical es menos habitual.

Pero según Bogdanska, ni siquiera aquellos que han encontrado una vía en uno de los sindicatos, los cuales por lo general están orientados al compromiso y al consenso, pueden contar necesariamente con su apoyo. «Los sindicatos suecos no están preparados para una realidad en la que los empresarios utilizan métodos delictivos de forma sistemática, a veces sofisticada. Una realidad en la que las personas trabajan sin contrato laboral escrito, cobran en efectivo y sus empleadores están dispuestos a falsificar documentos», explica. «El problema es en parte de actitud, es decir, los sindicatos presumen de que los empleadores tienen buenas intenciones, y en parte de capacidad».

Excluidos

En Suecia, el Estado deja en manos de los sindicatos la tarea de garantizar el pago de los salarios y la inspección de los puestos de trabajo. Por tanto, los sectores de la economía dominados por empresas de dudosa reputación que emplean deliberadamente a trabajadores inmigrantes apenas organizados sindicalmente para facilitar la explotación, escapan a los sistemas de control establecidos.

«Algunos pueden argumentar que el sistema sigue funcionando para la gran mayoría. Y eso es cierto en su mayor parte. Pero el problema va en aumento. Tenemos que reconocer que la situación en algunos sectores es un desastre, mucho peor que en muchos otros países. Domina el salvaje oeste», explica Bogdanska. «Tenemos que preguntarnos: ¿queremos aceptar una brecha tan grande entre quienes tienen protección laboral y aquellos que más la necesitan y, sin embargo, están casi totalmente desprotegidos?».

Aunque la mayoría de las y los trabajadores suecos siguen disfrutando de algunas de las mejores condiciones del mundo, a Emil Boss le preocupa que las terribles condiciones a las que se enfrentan los trabajadores inmigrantes puedan provocar un declive mayor. «Es sólo cuestión de tiempo que el resto del mercado laboral siga el ejemplo y sufra dumping«, afirma. Según él, esta evolución ya es reconocible en el sector de la construcción de Estocolmo. Allí, el sindicato de la construcción Byggnads, perteneciente a la LO, está a punto de perder su condición de sindicato mayoritario, entre otras cosas porque apenas tiene afiliados inmigrantes. «Puede que los salarios aún no hayan bajado, pero en lo que respecta a las condiciones de trabajo, la tendencia es obvia», explica.

La gravedad de la situación quedó patente en diciembre, cuando cinco trabajadores de la construcción murieron en un accidente de ascensor en una obra de Estocolmo, el peor accidente laboral ocurrido en el país en los últimos treinta años. Las condiciones de la obra eran las típicas del sector. La gran empresa que gestionaba la obra había firmado un convenio colectivo con Byggnads. Sin embargo, las obras las realizaban más de 120 subcontratistas en cinco niveles de subcontratación. De los cinco hombres que murieron en el accidente, uno era sueco y los otros cuatro de Ucrania, Rusia y Afganistán.

Trabajadores de la construcción solidarios

«Hay una válvula de seguridad en el modelo sueco», explica Emil Boss, activista de la SAC. «Y para ser sinceros, tenemos que agradecérselo a las fuerzas burguesas. En los años 70, los liberales intervinieron cuando los socialdemócratas quisieron proporcionar a sus aliados del movimiento obrero el monopolio de la organización sindical». Por eso, los sindicatos más pequeños e independientes, como la SAC, siguen pudiendo operar al margen de la estructura de la LO y de sus convenios colectivos.

Al mismo tiempo, sin embargo, muchos de los privilegios de que gozan los sindicatos suecos -como el derecho de obligar a negociar a los empresarios que empleen a sus afiliados- también se aplican a los Syndikalisten. Además, cuando se libran conflictos jurídicamente, los tribunales suelen considerar los convenios colectivos negociados por los sindicatos de la LO como la norma del sector y suelen fallar en contra de los empresarios que se desvían demasiado de ellos. «Al operar en este espacio intermedio, SAC se ha convertido en una especie de taller experimental de organización sindical», resume Boss.

Si algo ha demostrado Solidariska byggare, la rama con más éxito de SAC, es que las debilidades estructurales del modelo sueco pueden corregirse, al menos parcialmente, con suficiente espíritu de lucha. Desde su fundación en 2021, el estilo de lucha combativo del sindicato de base ha obligado a los empresarios a pagar salarios pendientes e indemnizaciones por un total equivalente a casi 2,5 millones de euros.

Varias experiencias anteriores han servido de modelo. En 2009, una iniciativa en la que Daria Bogdanska era una de las impulsoras logró éxitos para los empleados de Europa del Este en empresas agrícolas del sur de Suecia. Ese mismo año, en una conferencia sobre estrategia del SAC, una delegación del sindicato de base británico United Voices of the World, que organiza principalmente inmigrantes de la limpieza en el área de Londres, aportó más inspiración con sus experiencias. Poco después, la sección de Estocolmo del SAC decidió organizar específicamente a esos trabajadores y trabajadoras inmigrantes precarias «inorganizables».

Después de que una campaña de movilización multilingüe en las redes sociales reclutara a algunos primeros miembros, se contrató como negociadores a personas con conocimientos lingüísticos relevantes, como el ruso y el español. Como pronto se hizo evidente que los trabajadores de la construcción, en parte procedentes de América Latina, pero sobre todo de zonas ex soviéticas, eran especialmente receptivos al proyecto, en 2021 se fundó Solidariska byggare como sindicato independiente bajo el paraguas de SAC Estocolmo.

El nuevo sindicato no se vio obstaculizado por la ingenuidad o las ilusiones de relaciones constructivas a largo plazo que los sindicatos de la LO suelen utilizar para abordar los conflictos con los empresarios. Los empresarios fraudulentos, que de todos modos no tenían ningún interés en el diálogo, se enfrentaron de repente a un serio oponente. En muchos casos, los empresarios que habían dado largas a sus empleados durante meses con promesas se vieron tan sorprendidos por el enfoque combativo de Solidariska byggare que prefirieron pagar rápidamente antes que arriesgarse a posibles consecuencias como bloqueos o demandas judiciales.

El mismo lenguaje

Dentro del sindicato, estas historias de éxito han dado lugar a veces a discusiones afectuosas. «Recibiste tu salario pocos días después de nuestra primera llamada a tu jefe, así que probablemente eres el afiliado cuyo caso se resolvió más rápidamente, ¿no?», preguntó el negociador Pelle Sunvisson a un ucraniano que asentía satisfecho en una de las reuniones sindicales de habla rusa hace un año. «¡Tonterías!», gritó entusiasmado entre medias un trabajador de la construcción kirguís. «¡El récord es mío! Recibí mi salario media hora después de enviar un mensaje de texto a mi jefe de entonces», explicó, tras lo cual la asamblea estalló en carcajadas.

El hecho de que Solidariska byggare se caracterice sobre todo por miembros de habla rusa se debe, entre otras cosas, a la ampliación de la UE hacia el Este en 2004. Los actores polacos y bálticos que entraron en el mercado en aquel momento, se han convertido desde entonces en intermediarios en la contratación de mano de obra mal pagada procedente de países más allá de las fronteras de la UE. Las invasiones rusas de 2014 y 2022 contribuyeron a un nuevo aumento de la inmigración procedente de Ucrania.

Para los trabajadores de la Europa Oriental postsoviética, el Cáucaso y Asia Central, el ruso sigue siendo la lengua franca. A pesar de sus diferentes orígenes culturales y de todos los conflictos geopolíticos, el ambiente dentro del sindicato suele ser sorprendentemente armonioso. En el grupo de Telegram en ruso del sindicato, por ejemplo, aparecen mensajes felicitando a los miembros por sus respectivas fiestas ortodoxas, católicas o musulmanas y dándose las gracias unos a otros con simpáticos emojis entre las notificaciones oficiales.

A medida que las historias de éxito del sindicato se extendían en las comunidades de inmigrantes y provocaban una afluencia constante de afiliados, Solidariska byggare encontraba soluciones donde los grandes sindicatos suelen ver sólo problemas. Las cuotas de afiliación también se aceptan en efectivo en lugar de sólo por transferencia bancaria, se da la bienvenida a los afiliados independientemente de su situación migratoria y, a diferencia de la práctica habitual, también se apoya a los nuevos afiliados en los conflictos que empezaron antes de que se afiliaran. El sindicato ofrece incluso una cuota de afiliación simbólica con grandes descuentos a quienes tuvieron que abandonar Suecia antes de que se resolvieran sus casos. Como resultado, la organización cuenta incluso con un puñado de afiliados extranjeros en lugares tan lejanos como Kirguistán.

Autoorganización

Lo que empezó como un punto de contacto de emergencia dirigido principalmente por activistas suecos, una «Cruz Roja para trabajadores inmigrantes explotados», como la llama Emil Boss, está siendo asumido cada vez más por el propio grupo destinatario. «Los miembros han empezado a organizarse», explica Boss. Trabajadores de Letonia, Montenegro, Georgia, Kirguistán, Ucrania, Nicaragua y Cataluña forman ahora parte del comité ejecutivo del sindicato.

Un administrador, un tesorero y varios traductores son también trabajadores inmigrantes que en su día se afiliaron para obtener apoyo en sus propios conflictos laborales.

Desde su fundación, Solidariska byggare ha crecido exponencialmente y ahora cuenta con casi un millar de afiliados, lo que supone alrededor de una cuarta parte del total de miembros de SAC. Para el sindicato matriz, que había experimentado un declive de afiliación durante décadas, este éxito ha llevado ahora a un cambio de tendencia en la afiliación general.

Pero si el movimiento obrero sueco en general quiere preservar sus logros históricos, el enfoque militante de Solidariska byggare puede ser un signo de los tiempos, incluso más allá del SAC. En marzo, la sección de Malmö del SAC decidió crear su propio sindicato en la misma línea para los trabajadores inmigrantes del sector agrícola del sur de Suecia. En abril, se fundó otra sección en Estocolmo basada en el mismo principio, esta vez para los trabajadores de la limpieza, entre los que las mujeres inmigrantes suelen sufrir explotación.

El verano pasado, Solidariska byggare incluso llevó su lucha más allá de las fronteras suecas. Cuando un centenar de camioneros, principalmente georgianos y uzbekos, iniciaron una huelga de las duras en Gräfenhausen (Hesse), el sindicato puso en marcha el Fondo Internacional de Huelga Joe Hill. Este fondo, que lleva el nombre del cantautor sueco-estadounidense y sindicalista de la IWW ejecutado en Utah en 1915, recauda donativos para apoyar a las y los trabajadores inmigrantes en huelga de toda Europa.

En Suecia, recientemente ha habido indicios de que incluso los grandes sindicatos pertenecientes a la LO se están implicando más activamente en la problemática. En otoño, el sindicato de la construcción Byggnads de la LO llevó a cabo su primer bloqueo de cobros en trece años. Se dirigía contra un subcontratista que adeudaba salarios a miembros inmigrantes de Byggnads. A principios de año, Byggnads también creó un grupo de trabajo especializado para investigar a los empresarios sin escrúpulos.

Mirando al sector de la construcción de Estocolmo, Emil Boss, de Solidariska byggare, ve dos escenarios futuros. «Suponiendo que los miembros más activos no se quemen antes, seguiremos creciendo y el sector de la construcción de Estocolmo se dividirá en un sindicato para inmigrantes y otro para todos los demás. O bien Byggnads se despierta, utiliza sus enormes recursos y asume nuestro papel, tras lo cual probablemente volveremos a reducirnos. Aunque no soy muy optimista, creo que ambas opciones serían fantásticas», afirma.

Sea como fuere, Solidariska byggare es una fuerza a tener en cuenta, al menos a medio plazo. Esto quedó claro una vez más aquel brumoso día de febrero. Tras cierta confusión, el obrero de la construcción engañado Roman Ramasanov y el negociador Pelle Sunvisson entraron en la oficina de dirección de obra del contratista principal, quien se había instalado en un contenedor. Tras una discusión con el jefe de obra sobre los salarios incluidos por su subcontratista, los dos volvieron con los compañeros manifestantes a la entrada. «Nos dijeron que se tomarían el asunto muy en serio y prometieron solucionarlo lo antes posible», informó Sunvisson.

Satisfechos de haber dejado claras sus reivindicaciones, los trabajadores enrollaron su pancarta y se dirigieron a la estación de metro cercana. «Por cierto, también quedó bastante claro que sabían exactamente con quién estaban tratando», añadió Sunvisson con una sonrisa, antes de unirse también a los demás y desaparecer entre la niebla.

Volodya Vagner es periodista independiente y escritor en Suecia. Se centra en sindicatos, movimientos sociales y política radical, particularmente en la Eurasia post socialista. Escribe para Novara Media, Open Democracy y VICE, entre otros.

Texto original: https://www.jacobin.de/artikel/schweden-gewerkschaften-migration-organisierung

Traducción: Jaume Raventós

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/construir-la-solidaridad-alli-donde-fracasa-el-modelo-sueco