En el momento justo, cuando tenía lugar la cumbre de los líderes de las principales economías capitalistas (G7) en Biarritz, China anunció una nueva ronda de aranceles por valor de 75.000 millones de dólares para las mercancías importadas de Estados Unidos. Una represalia ante la nueva ronda de aranceles a los productos chinos que los […]
En el momento justo, cuando tenía lugar la cumbre de los líderes de las principales economías capitalistas (G7) en Biarritz, China anunció una nueva ronda de aranceles por valor de 75.000 millones de dólares para las mercancías importadas de Estados Unidos. Una represalia ante la nueva ronda de aranceles a los productos chinos que los EE.UU. tienen prevista para diciembre. El presidente de EE.UU. Trump reaccionó con enojo e inmediatamente anunció que iba a aumentar los aranceles ya existentes en 250.000 millones de dólares para los productos chinos e imponer más aranceles por valor de 350.000 millones de dólares a las importaciones de China.
El presidente de Estados Unidos también dijo que ordenaba a las compañías de Estados Unidos buscar la manera de abandonar sus operaciones en China. «No necesitamos a China y, francamente, sería mucho mejor sin ella», escribió Trump. «Ordeno, por lo tanto, a nuestros grandes empresas estadounidenses comenzar inmediatamente a buscar una alternativa a China, incluyendo cómo traer de vuelta a casa sus empresas y fabricar sus productos en los EE.UU.».
Esta intensificación de la guerra comercial, naturalmente, dañó a los mercados financieros; el mercado de valores de EE.UU. cayó fuertemente, los precios de los bonos subieron, con los inversores buscando «refugios seguros» en los títulos públicos; y el precio del crudo cayó mientras China se prepara para una reducción de las importaciones de petróleo de Estados Unidos.
Estos acontecimientos se produjeron sólo un día después de que los últimos datos sobre el estado de las principales economías capitalistas revelaran una desaceleración significativa. El índice de la actividad manufacturera de Estados Unidos (PMI) para agosto estuvo por debajo de 50 por primera vez desde el final de la Gran Recesión en 2009.