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¿Qué le espera a Iraq en 2019?

Imposible predecir algo

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Un grupo de iraquíes bloqueando una carretera durante las protestas celebradas contra la corrupción y el desempleo en la sureña ciudad de Basora. 21 de diciembre de 2018 (AFP)

Intentar adelantar qué será lo que el año 2019 puede traerle a Iraq es como caminar por una sala llena de espejos. La realidad está distorsionada, la visión es borrosa y seguir un camino desacertado podría hacer que una acabara estrellándose contra un cristal.

En cuanto a todas las predicciones de primeros de año hechas a partir del año 2003, pocas de ellas han acertado y lo más probable es que en 2019 ocurra lo mismo. Demasiadas variables, demasiados actores externos y bandadas de cisnes negros esperan a quien se atreva hacer pronosticos. Incluso respecto a Estados Unidos, por lo general el actor más predecible, no puede anticiparse nada.

El viaje nocturno clandestino del presidente Donald Trump, el 26 de diciembre pasado, marcó su primera visita a las tropas estadounidenses que combaten «guerras estúpidas en Oriente Medio» para una reunión que duró tres horas, se centró en Siria e hizo bien poco para que su país se ganara las simpatías del nuevo gobierno iraquí.

Disturbios violentos

Para muchos observadores en la región, si la actitud de Trump era indicativa de algo, fue de una sensación definitiva de que en 2019, Iraq y sus muchas preocupaciones se quedaban ahí, a disposición de cualquiera.

Un año después de que el Estado Islámico (EI) fuera vencido en gran medida en Iraq, el país sigue sufriendo brotes esporádicos de violencia por parte de combatientes o simpatizantes residuales, ya sea en las proximidades de un restaurante en Tikrit o en un mercado en Tal Afar. Además, la exasperación que se extiende por todo el país, motivada por los persistentes problemas diarios, ha provocado graves disturbios en el sur.

En efecto, dieciséis años después de una guerra de «liberación», es posible que los iraquíes hayan conseguido un cierto grado de democracia, pero siguen padeciendo la falta de servicios básicos como agua potable, electricidad, atención médica adecuada y oportunidades de empleo.

Como el periodista británico Patrick Cockburn escribía en septiembre pasado, la derrota del EI hizo que la atención de los iraquíes se desviara hacia «la destartalada situación de su país: carencia de carreteras, puentes, hospitales y escuelas, así como escasez de electricidad y agua, en un lugar donde las temperaturas alcanzan en verano los 50ºC».

Esto puede ser cierto. Entre las consecuencias de la campaña anti-EI, son ahora necesarios miles de millones para reconstruir la infraestructura, reasentar a las personas desplazadas y curar a las víctimas, aunque ni Bagdad ni la comunidad internacional han abordado aún estos desafíos fundamentales. Puede que el EI esté derrotado, pero eso no pone comida en la mesa, agua limpia en los pozos ni un techo sobre las cabezas.

Cambio político

De hecho, la victoria del movimiento liderado por el clérigo chií Muqtada al-Sadr en las elecciones parlamentarias de mayo pasado subrayó cómo los iraquíes de a pie, independientemente de su etnia o denominación religiosa, estaban menos preocupados por oscuras amenazas, como la influencia iraní o el regreso del gobierno dictatorial, que por una vida con dignidad, salud y oportunidades.

Al parecer, la base sadrista incluye no sólo a chiíes iraquíes sino también a suníes y cristianos, que se sienten desilusionados con el actual estado de cosas y que se identifican más como iraquíes que como pertenecientes a una secta. Quieren ver mejoras en las condiciones de vida y en las perspectivas de las personas.

Una seguidora de Muqtada al-Sadr muestra un smartphone con su foto de fondo durante unas manifestaciones en el centro de Bagdad el 14 de diciembre de 2018. (AFP)

Junto con los disturbios en el sur, ha habido crecientes llamamientos para cambiar el gobierno de Iraq de un sistema parlamentario a uno presidencial. Los defensores de tal cambio creen que el sistema parlamentario actual está empañado por la corrupción y las disputas internas por el poder, y que permite que los poderes externos interfieran y exploten estas divisiones, lo que debilita aún más la gobernabilidad.

Un sistema presidencial, insisten los proponentes, resolvería estos desafíos; un «hombre fuerte» sabio y templado resolvería los problemas de corrupción, estancamiento burocrático, servicios básicos, inseguridad y la «tiranía de la mayoría».

Como le dijo a MEE una fuente cercana al gobierno: «Todos fanfarronean mucho hablando de democracia, innovación, prensa libre, etc.… pero nadie intenta abordar el feudalismo, que es la causa subyacente de por qué no viven en una verdadera sociedad civil».

Razones para la esperanza

Una vez ingresado Iraq en el 2019, el gobierno del primer ministro Adil Abdul Mahdi tendrá que priorizar el desarrollo, los servicios sociales y una vida digna si quiere evitar otra crisis.

Pero hay muchos aspectos que pueden generar esperanza. Casi dieciséis años después de la invasión liderada por Estados Unidos que derrocó a un dictador no electo, una nueva generación tendrá acceso a las urnas, una generación que, en su mayor parte, no ha visto más que guerra, inseguridad y pobreza, pero que está conectada al mundo a través de las redes sociales y es consciente de sus derechos como ciudadanos y de cómo debería funcionar una democracia. Por esta razón, los disturbios pueden contemplarse como los dolores de parto de una sociedad civil que podría vigilar al gobierno.

Entre los momentos decisivos del año pasado hay que destacar la aparición de nuevos actores que tomaron las riendas de los septuagenarios de la vieja guardia que han dominado desde lejos la escena política en Iraq durante décadas. Sadr solo tiene 44 años.

En el norte, los votantes kurdos vieron bastante menos las caras antiguas y más las de sus hijos y sobrinos, entre ellos Qubad Talabani, de 41 años; Masrour Barzani, 49; y Nechirvan Barzani, de 52 años. Había también un partido recién llegado llamado Nueva Generación, encabezado por el empresario convertido en político Shaswar Abdulwahid Qadir.

Por supuesto, al analizar los desafíos que se avecinan para Iraq en 2019, sería inexacto menospreciar el espectro perdurable de la influencia iraní en el país, especialmente al albur de la aparente retirada del escenario por parte de EE. UU. Los suníes iraquíes han manifestado especialmente esta preocupación.

Pero los acontecimientos en Siria sugieren que, más que abandonar este proyecto, EE. UU. está encomendando a Turquía sus preocupaciones sobre el expansionismo de Irán, una opción mucho más abierta para los suníes de Iraq, que tienen una larga relación cultural y religiosa con Turquía que se remonta a la era otomana. Se cree que Turquía sería una fuerza más capaz de suavizar la agenda de Irán que unos Estados Unidos agresivos.

¿Qué es lo que nos espera?

En 2003, poco antes de la invasión estadounidense de Iraq, me encontraba en la ciudad norteña de Erbil, donde el ambiente estaba plagado de emoción y anticipación. En un concurrido mercado, hablé entonces con un vendedor de verduras, que me dijo: «Confiamos en que eliminen a Saddam. Tal vez entonces, el gobierno local pueda concentrarse un poco más en nuestra difícil situación».

Ha habido un cambio de época dentro de Iraq en todos los sentidos de la palabra. Ya sea en el nivel de vida, en las oportunidades económicas en el gobierno, en las influencias externas o incluso en el sentido de lo que significa «ser iraquí», se ha puesto a Iraq patas arriba en varias ocasiones en los últimos dieciséis años.

Este será otro de esos años de inestabilidad e incertidumbre, y tratar de predecir con claridad qué pasará en 2019 es tarea inútil.

Dieciséis años después, me pregunto qué diría el vendedor de verduras.

Tanya Goudsouzian es una periodista canadiense que lleva más de quince años cubriendo la información de Oriente Medio y Afganistán. Twitter: @tgoudsouzian

Fuente: https://www.middleeasteye.net/columns/iraq-what-expect-2019-615029710

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.