Christian Laval y Pierre Dardot son dos potentes pensadores franceses que han profundizado en el neoliberalismo, por un lado, y han intentado abrir nuevos horizontes en la izquierda a partir de la noción de «lo común». La editorial Gedisa ha publicado varias traducciones de sus libros más representativos: «La nueva razón del mundo»( 2013), «Común» […]
Christian Laval y Pierre Dardot son dos potentes pensadores franceses que han profundizado en el neoliberalismo, por un lado, y han intentado abrir nuevos horizontes en la izquierda a partir de la noción de «lo común». La editorial Gedisa ha publicado varias traducciones de sus libros más representativos: «La nueva razón del mundo»( 2013), «Común» ( 2015), «La pesadilla que no acaba nunca» (2017) y «La sombra de octubre» (2017). En esta ocasión el psicoanalista Enric Berenguer conversa con ellos, que también tienen una cierta influencia de Jacques Lacan, en un diálogo tan inteligente como denso. Después de una sugerente introducción, el psicoanalista lacaniano, les plantea una serie de preguntas. La primera es sobre la noción de post-humano, que supera justamente el presupuesto del discurso científico y del sistema capitalista, que era el del homus economicus. Esta ficción, liberal y utilitarista, se desplaza en el neoliberalismo hacia el hombre empresa. Pero va más allá con la figura del transhumanismo, propio de la neuropolítica. La muerte se plantea como algo superable. Pero en un contexto en que la salud es un capital, una inversión. Aquí se ve la influencia que tuvo Michel Foucault, con su conceptualización de la biopolítica, sobre los autores. Pero lo que hace el neoliberalismo es abrir nuevas formas de subjetividad, de la que muchos se consideran excluidos o simplemente no se identifican con ellas. Es mucho más que una alternativa económica y política. Es una manera de estar en el mundo. El neoliberalismo es una ideología en el sentido más profundo del término: una manera de pensar, de desear, de sentir, de verse a sí mismo y a los otros. Pero una forma de estar en el mundo de la que muchos son excluidos. Por esto aparece como síntoma y reacción el fundamentalismo, tanto el religioso como el nacionalista. Es la manera más simple y negativa de reaccionar contra la globalización neoliberal. Es una opción identitaria que se apoya en valores conservadores, que divide a los afectados por los efectos de este capitalismo depredador y que privatiza los problemas.
La otra cuestión que plantean Laval y Dardot es la de una renovación del discurso de la izquierda. Lo hacen a partir de la introducción de la noción de «lo común» como algo diferente de lo privado pero también de lo estatal. La izquierda ha sido demasiado estatista y no ha sido capaz de recoger y potenciar una tradición jurídica de lo común diferente de lo estatal. Hay experiencias concretas de gestión de lo común a nivel municipal y en esta línea hay que avanzar. O incluso los Creative commons de propiedad intelectual son un ejemplo de ello.
Lo cual necesita una revolución cultural muy profunda. Esto lo hizo en los años 70 la derecha con el neoliberalismo. Pasa por la superación del marxismo y de su ideal de una sociedad sin conflictos. La idea de lo común y del derecho vinculado a él puede ser un camino.
Enric Berenguer sabe ir a las preguntas fundamentales y tanto Laval como Dardot sintetizan mucho sus análisis y sus propuestas. El trabajo para entender la ontología del neoliberalismo, que nos proponen, tiene una inspiración clara en Michel Foucault, aunque también tiene una cierta inspiración lacaniana. Y por supuesto un diálogo permanente con Marx. Su propuesta es interesante, aunque hay que ver como se articula con el trabajo institucional. Porque no creo que «lo común» pueda sustituir al Estado, que me parece un garante necesario de derechos. Aunque ciertamente tiene sus peligros y no debe ser apoyado sin más. Hay una hibridación entre el imperium (poder del Estado) y del dominium (poder del amo). Pensadores de izquierda anteriores, como Cornelius Castoriadis, ya nos avisaron de los peligros del poder burocrático.
Bajando a un terreno más concreto me parece muy oportuna la crítica que Enric Berenguer hace al nacionalismo catalán. Más escéptico soy respecto a su comentario elogioso de «los comunes» catalanes, cuya deriva interna es cada vez más clara y cuya posición respecto al nacionalismo es más que cómplice.
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