Una manera de acercarse a los libros del escritor y militante comunista Armando López Salinas (1925-2014) es observando a sus personajes. En el libro más conocido, «La Mina», publicado en 1959 y finalista del Premio Nadal ese mismo año, García cuenta su experiencia en las minas de Almadén (Ciudad Real): «Es un veneno el mercurio, […]
Una manera de acercarse a los libros del escritor y militante comunista Armando López Salinas (1925-2014) es observando a sus personajes. En el libro más conocido, «La Mina», publicado en 1959 y finalista del Premio Nadal ese mismo año, García cuenta su experiencia en las minas de Almadén (Ciudad Real): «Es un veneno el mercurio, muchachos. Te entran temblores y una soñera que te duermes de pie. Los hombres duran pocos años; se mueren tísicos o les da el baile de San Vito; parecen viejas de ochenta años». La lucha de clases es también topográfica. Frente a la realidad de los pozos carboneros de un pueblo minero, entre los árboles más altos y donde se columbran las edificaciones blancas, viven el director de la mina y los ingenieros; en casas con jardín, fuentes con chorros de agua, rosas azules y piscina. Uno de los obreros dice que en las galerías el polvo se introduce en los pulmones y al principio produce vómitos, «pero en seguida te acostumbras y casi no lo notas». Han de trabajar casi en cueros, a temperaturas de más de cuarenta grados: se hacen viejos muy pronto.
La segunda novela de López Salinas, «Año tras año», fue publicada en 1962 por Ruedo Ibérico, y en junio de 2015 por una editorial sin ánimo de lucro, Dyskolo. También aquí la atención a los personajes revela un mundo de explotación laboral y lucha de clases. «Han ‘pegao’ muy duro en este país. Nadie lo sabe mejor que la clase obrera (…)». «Sí, chico, sí. Pero yo me consumo vivo. Con lo que gano no me llega para nada; las camisas que llevo son las viejas de mi padre», responde uno de los obreros. En la parte final del libro los trabajadores hablan sobre un boicot de 24 horas en el transporte (autobús, metro y tranvía), que históricamente se refiere al ciclo de huelgas de 1951 contra la dictadura franquista. Los diálogos dejan entrever que se está ante un tiempo nuevo, y que «los comunistas» están organizando a las clases populares. «Poco a poco esto se va relajando aunque la poli siga haciendo de las suyas. Utilizan a la policía porque no pueden poner nada político enfrente», afirma Joaquín en esta novela de 530 páginas, que se inicia con el golpe del coronel Casado en los estertores de la guerra de 1936.
Otro punto en común de «La Mina» y «Año tras año» es que ambos libros fueron retransmitidos, en forma de serial, en Radio España Independiente («La Pirenaica»), con lo que aumentó la difusión en principio muy limitada. En el prólogo a la edición de Dyskolo, el profesor de Literatura Española y miembro del colectivo editor de Rebelion.org, Luis Martín-Cabrera, recuerda que la editorial Seix Barral pretendía publicar «Año tras año», pero la censura lo impidió al tachar la obra de «filocomunista». El argumento de los censores es un buen resumen de la novela: «La obra se desarrolla en la España de la posguerra y tiene como protagonista a obreros ‘explotados’ por el Régimen, perseguidos por la policía y que esperan un cambio en España». Pese a los impedimentos, la editorial Ruedo Ibérico no sólo publicó el libro, sino que le otorgó en Collioure el Premio «Antonio Machado» de novela, en 1962.
Radio «La Pirenaica» (así bautizada por Dolores Ibarruri) ocupó un lugar destacado en la biografía de Armando López Salinas. Entre 1958 y el cierre de la emisora en 1977, el escritor ejerció de periodista realizando crónicas de huelgas, actos culturales y cuanto tuviera relación con la oposición a la dictadura. Al final de los años 50 se afilió al PCE, partido en el que no sólo militó toda la vida, sino que desempeñó funciones de relieve: miembro del Comité Central, cuadro dedicado a la formación de intelectuales y subdirector del periódico Mundo Obrero. «Coherente son su destino de escritor y militante comunista, jamás renunció ni a una cosa ni a la otra», resume Martín-Cabrera. La biografía de Armando López Salinas marcó su literatura. De padre anarcosindicalista (preso en 1934 por apoyar la revolución de Asturias) y madre católica (antifranquista), pronto pudo leer a Bakunin, Tolstoi y Malatesta. Ya desde los trece años empezó a encadenar trabajos: pintor de brocha gorda; empleado junto a un representante de zapatos y en una fábrica de aparatos de medición eléctrica. Por la noche cursaba estudios de Ingeniería Industrial, hasta alcanzar el grado de perito. Por eso este obrero nacido en Chamberí (Madrid) no escribe desde la distancia, sino como parte de la clase obrera.
En el Partido fue asumiendo, tras el ingreso en 1958, mayores responsabilidades. Un año después viajó a China, por la celebración de un congreso sindical. En Moscú conoció a «Pasionaria», al célebre militar comunista Juan Guilloto León («Modesto») y al minero Paco Romero Marín («el tanque»), que le enseñó el oficio de periodista clandestino en «La Pirenaica». Cuando retorne al estado español se convertirá en «liberado» del Partido o, en sus propias palabras, en un «revolucionario profesional». Mientras, combina la acción militante con la literatura. Además de «La Mina» y «Año tras año», publica con otros escritores del PCE libros de viajes: «Caminando por las Hurdes» (1960), junto a Antonio Ferrés; «Por el río abajo» (1966), con Alfonso Grosso; y «Viaje al País Gallego» (1967), en colaboración con Javier Alfaya. Estas obras «deben entenderse como parte del mismo proyecto de observación crítica de la realidad española», matiza Luis Martín-Cabrera en el texto de Dyskolo. Una década después escribiría el ensayo «La alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura». Pero llegó un punto en que Armando López Salinas dejó la literatura para centrarse en la militancia política, de lo que se infiere que entendía la escritura no como un fin en sí mismo, sino como un vehículo de emancipación.
En un artículo publicado en la Revista de Crítica Literaria de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM), el escritor Matías Escalera califica «Año tras año» de novela «materialista». La elección del adjetivo se explica porque son razones materiales las que explican los conflictos, personales y colectivos, del libro. Escalera cita los ejemplos de la desesperada Antonia, uno de los personajes medulares; del «vencimiento alcohólico» de María; de Aída, una viuda realquilada; de Lucas, el viejo libertario; y de toda la galería de resistentes -incluidos proletarios comunistas y socialistas- que malviven en medio de una realidad miserable. Es el caso de Enrique, Augusto, Joaquín, Celestino o también un antiguo maestro que acaba empleado como peón fabril. Pero este personaje colectivo no es plano y unidireccional. De hecho, incluye a teóricamente vencedores como Ramiro de Hoz, un «camisa vieja» que vive realquilado con su familia y también lucha por sobrevivir. Todos ellos aparecen atravesados por categorías como el hambre, la represión, la explotación de la clase trabajadora, y fenómenos como la emigración del campo a la ciudad o el chabolismo, explica Matías Escalera.
En 2013 la editorial Akal recuperó «La Mina» en coordinación con la Fundación de Investigaciones Marxistas, después de tres décadas de olvido. El responsable de la edición y crítico literario, David Becerra, distingue entre novelas realistas, novelas del realismo social y un tercer grupo, en el que incluye a Armando López Salinas: las novelas del realismo socialista. También forman parte de esta categoría obras como «La Piqueta» (1959), de Antonio Ferrés; «Nuevas Amistades» (1959), de Juan García Hortelano; «Central eléctrica» (1958), de Jesús López Pacheco; y «La zanja» (1960), de Alfonso Grosso. Lo decisivo en el realismo socialista es que adopta el materialismo histórico como punto de partida, y la lucha de clases como catalizador.
En marzo de 2014, a la muerte del escritor comunista, Becerra criticó en el periódico digital Público el desplazamiento del canon al que se le sometió y la condena al ostracismo por parte de la crítica. Ninguneada «La Mina» por su presunto mal estilo literario, la novela se eliminó de los manuales de literatura contemporánea, denuncia David Becerra. La razón de fondo, según el coordinador del libro «Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual» (2015), es que «La Mina» «molesta», pues «quiebra el relato de la Transición». Los reproches estilísticos escondían un «prejuicio ideológico» hacia la Literatura política y social. «Armando López Salinas ha fallecido hoy, pero habían tratado de deshacerse de él mucho antes», concluye el crítico literario.
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