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Bush se mofa de las Naciones Unidas

Fuentes: Cádiz Rebelde

Laureles para la derrota Con el país sublevado, y con las pruebas gráficas sobre la salvaje represión que está sufriendo el pueblo iraquí todavía frescas en la memoria de los ciudadanos de todo el mundo, Bush reclama, por tercera vez, el apoyo de la ONU para consolidar la ocupación militar, derrotar la resistencia a esa […]

Laureles para la derrota

Con el país sublevado, y con las pruebas gráficas sobre la salvaje represión que está sufriendo el pueblo iraquí todavía frescas en la memoria de los ciudadanos de todo el mundo, Bush reclama, por tercera vez, el apoyo de la ONU para consolidar la ocupación militar, derrotar la resistencia a esa ocupación y establecer un régimen colonial garantizado por la presencia en la zona del ejército de los Estados Unidos. El Bush derrotado exige apoyo internacional, dinero y soldados para su victoria.

Lo primero que llama la atención es el papel definitivamente secundario que acepta para la organización supranacional a la que representa, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Contradice cualquier planteamiento razonable sobre la intervención de la ONU en Iraq, para contribuir a la solución de los problemas derivados de una ocupación ilegal hecha con violación flagrante de la Carta de la Organización, que la resolución en la que esa intervención se define y en la que se plantean las soluciones, sea redactada y presentada por las potencias ocupantes, EEUU y el Reino Unido.

La primera consecuencia de un planteamiento tan descabellado es que el problema es mutilado y deformado de tal manera que las aparentes soluciones no lo son en realidad sino expresiones de la voluntad de dominio de las potencias ocupantes. Uno de los agentes fundamentales del enorme conflicto armado que vive hoy Iraq, el conjunto de los grupos de la resistencia que se oponen a la ocupación, desaparece en la propuesta de resolución que se está discutiendo en el Consejo de Seguridad. Basta recordar que Bush les sigue denominando «enemigos de la libertad de Iraq», cuando no, «terroristas», seguidores de Sadam Hussein» o simplemente «extranjeros». Son ellos, sin embargo, los que han hecho necesario este recurso desesperado de Estados Unidos a la organización de las Naciones Unidas.

La segunda consecuencia es que son los Estados Unidos los que fijan la agenda para el debate en el Consejo de Seguridad. En lugar de discutirse las reparaciones para la reconstrucción del país debidas por un embargo criminal y una guerra injusta, y la retirada inmediata de los ejércitos de ocupación, los diplomáticos que representan a la «comunidad internacional» debatirán sobre los mecanismos que disimulen la absoluta dependencia del nuevo gobierno provisional, y el carácter ilegítimo de un proceso de «democratización» realizado bajo las botas de los soldados y los métodos de «consenso» que se han fotografiado en la cárcel de Abu Ghraib.

El secreto de la soberanía desarmada en un país ocupado

El presidente de los Estados Unidos asegura que el día 30 de junio se traspasará la soberanía al nuevo gobierno provisional designado por los EEUU tras el asesoramiento del enviado especial de la ONU, Lajdar Brahimi. El método garantiza la exclusión de todos aquellos que se han negado a aceptar la ocupación de su país, sitúa la soberanía recuperada -sea cual sea el grado en el que ésta va a ejercerse- en las manos menos adecuadas: en las de los cómplices con la ocupación y el gobierno del país por los Estados Unidos.

En cualquier caso, ese gobierno nombrado por el país ocupante -tras los buenos o peores oficios del enviado de Kofi Annan- tendrá que conjugar su «soberanía plena» con la presencia de un ejército de ocupación que oscilará entre los 135.000 hombres que pisan ahora territorio iraquí y los 250.000 en los que ha situado el presidente de los EEUU la garantía de un control efectivo sobre Mesopotamia. Ambas cosas sólo son compatibles en el marco de esa sumisión en la que se va a producir el nombramiento de un gobierno provisional que tiene las mismas características políticas que el que ha obedecido servilmente a Bremer, y la misma legitimidad para el gobierno de Iraq que el presidente de los Estados Unidos. El secreto de esa soberanía desarmada ante las legiones del Imperio está en la obediencia. La farsa que se ha montado en Iraq con el proceso de «devolución de la soberanía» es tan grande que hace absolutamente irrelevantes las «reclamaciones» hipócritas de Blair sobre el control de las operaciones militares por el próximo gobierno provisional.

La ambigüedad planeada

El plan estadounidense definido en la propuesta de resolución presentada a las Naciones Unidas, es tan ambiguo como demanda su propio objetivo de «devolución de soberanía». Tampoco les ha aclarado mucho las cosas, a los que confían en una solución diplomática de la guerra de Iraq, el discurso de Bush en el centro de estudios bélicos de Carlisle.

En primer lugar el hecho central previsto para el 30 de junio carece de significación política, al margen de la «legitimidad internacional devaluada» que pueda darle una resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Nadie puede esperar que la tenga el acto de relevo de un gobierno nombrado por los Estados Unidos, por otro también nombrado por los Estados Unidos después de un sondeo secreto y una propuesta, sin duda «previamente recomendada», realizada por un enviado especial del Secretario General de la ONU. La absoluta irrelevancia de esta sustitución entre gobiernos serviles ha quedado demostrada en el primer y principal nombramiento, el de Iyad Alawi, como presidente. Alawi es miembro del actual gobierno provisional y ha estado vinculado durante varios años a la CIA.

La Autoridad Provisional de la Coalición va a camuflarse en una Macroembajada que tendrá, según han filtrado las propias autoridades estadounidenses, alrededor de 3.000 funcionarios. Al frente, Bush va a colocar a John Negroponte -los medios sin mencionar su significativo historial insisten en que es un hombre de Powell no de Rumsfeld- un experto en la contrainsurgencia y la guerra sucia, que actuó como embajador norteamericano en Honduras, desde 1981 a 1985, cuando desde esta embajada se dirigió la actuación de la «contra» en la vecina Nicaragua -una organización paramilitar que se dedico a asesinar campesinos- y de los «escuadrones de la muerte» en el país hondureño. La embajada -que tendrá delegaciones en varias ciudades del país- realizará funciones tan poco diplomáticas como las de «apoyar» y «supervisar» las tareas de reconstrucción.

Lo más significativo del proyecto de resolución es el intento de los EEUU de utilizar la creación de una «fuerza de protección para las Naciones Unidas», «independiente» de la fuerza de ocupación pero bajo el mismo mando, en un instrumento para ampliar la fuerza multinacional a otros países.

También es importante la autorización de la presencia de un contingente militar ilimitado con la misión fundamental del «mantenimiento de la seguridad y la estabilidad» y la concesión de inmunidad frente a la legislación internacional a todos los componentes del ejército de ocupación.

Los grandes medios de comunicación internacionales -Falsimedia- están haciendo un enorme esfuerzo para establecer determinadas vinculaciones. Una de ellas es la confusión deliberada entre el cese de la «Autoridad Provisional de la Coalición» y el «fin de la ocupación» que es una cuestión absolutamente distinta. La permanencia de 135.000 soldados -cantidad en crecimiento- «por invitación del nuevo gobierno provisional» pone en evidencia el engaño de los medios.

La anécdota morbosa de todo este proceso la protagonizó el presidente Bush al prometer la construcción de «cárceles humanitarias» y la demolición de la cárcel de Abu Ghraib.

Sus palabras rebasaron todos los límites de la infamia:

«Bajo el dictador (Saddam Hussein), las prisiones como Abu Ghraib eran símbolo de muerte y tortura. La misma prisión se convirtió en símbolo de una conducta desgraciada por parte de unos pocos soldados estadounidenses que deshonraron a nuestro país y degradaron nuestros valores. Demoleremos la prisión de Abu Ghraib, como un símbolo oportuno del nuevo comienzo de Irak»