El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha votado por unanimidad una nueva resolución sobre Iraq. ¿Resolución o componenda? Más bien merecería el segundo título. O el muy popular y castellano de chapuza. Quizá no menos los de pepla, o de apaño. Porque ante la gravísima situación en que Irak se encuentra sumido, incapaces […]
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha votado por unanimidad una nueva resolución sobre Iraq. ¿Resolución o componenda? Más bien merecería el segundo título. O el muy popular y castellano de chapuza. Quizá no menos los de pepla, o de apaño. Porque ante la gravísima situación en que Irak se encuentra sumido, incapaces de afrontarla, se refugian los miembros del Consejo en jugar con las palabras. Para lograr que, aparentando cambiarlo todo, no se cambie nada. Y con semejante maniobra los mandatarios del mundo tranquilizan su conciencia, su falsa conciencia, mientras se adivina un negro futuro para el crucificado pueblo iraquí.
¿Gobierno provisional de Iraq «soberano e independiente» a partir del próximo 30 de junio? ¿Elecciones para una Asamblea de transición en 2005 y un gobierno permanente a fines de dicho año o principios de 2006? Hermosas palabras programáticas, pero totalmente ficticias, infiables. ¿Soberanía e independencia en un país militarmente ocupado? ¿Se dirá que lo es por unas fuerzas «multinacionales» y en misión humanitaria? Otra ficción terminológica encubridora. Porque, de un modo mayoritariamente aplastante son los ejércitos que hace más de un año invadieron Iraq, los que nutren el contingente. Y bien se da cuenta de ello la población iraquí.
¿Quién habla en nombre del país? Los pseudogobernantes autóctonos no son sino en verdad delegados de la potencia ocupante que los controla. ¿Quién puede creer sinceramente que el mandato de dichos ejércitos «se revisará a petición del Gobierno de transición»? Quizá se revise, pero para decidir aquello que juzgue conveniente el Gobierno de los EE UU y no, ciertamente, con arreglo a los deseos de la población iraquí que constantemente exige que se marchen los invasores . Se habla reiteradamente de «asociación» en las decisiones, de «acuerdos». Pero si un lobo y un cordero se asocian, no parece que los balidos del cordero cuenten mucho a la hora de imponerse frente a los aullidos del lobo. Aunque los actuales mandatarios iraquíes no son ciertamente corderos, sino astutas zorras ¬algunas adiestradas por la CIA¬ deseosas de medrar, halagando y sirviendo al gran lobo. Véase, si no, el restablecimiento de la pena de muerte para aplicarla a Sadam Husein, en cruento y desesperado intento por justificar la invasión.
Como Sami Nair escribía recientemente, la realidad es que Bush ha perdido la guerra de Iraq. Ha disparado, además, el terrorismo y ha encendido todo el mundo musulmán. Por donde pasan las fuerzas de la OTAN y de los EE UU en sus políticas de dominación, Yugoslavia, Afganistán, Iraq, no vuelve a crecer la hierba. Crece el desierto, como diría Nietzsche. Sólo cabe una total rectificación.
Y esta supondría la salida de las fuerzas estadounidenses y británicas agresoras. Su sustitución por un contingente auténticamente internacional de fuerzas no implicadas en la agresión con participación de países árabes y musulmanes y bajo un mandato auténtico de las Naciones Unidas. Pero los grandes mandatarios del mundo prefieren llevarse bien entre sí a defender las desvalidas poblaciones.