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Cine-Brasil:

La redención del realismo

Fuentes: IPS

En Brasil no hay paraíso que no sea rodeado de infiernos, la corrupción es la vía de realización de sueños modestos como tener una casa propia para vivir, la justicia es una gran ausente y sólo queda esperar la intervención divina. ¿Qué tiene que ver esto con el cine? En la película «Redentor» esas llagas […]

En Brasil no hay paraíso que no sea rodeado de infiernos, la corrupción es la vía de realización de sueños modestos como tener una casa propia para vivir, la justicia es una gran ausente y sólo queda esperar la intervención divina.

¿Qué tiene que ver esto con el cine?

En la película «Redentor» esas llagas de la realidad nacional se muestran por medio de un arsenal aturdidor de recursos, como es un narrador ya muerto, una fórmula que no es novedad en literatura, diálogos con Dios que exigen efectos especiales, clima de ópera, algo de bufonería, humor negro y vuelcos inesperados.

Esta opera prima del director Claudio Torres entusiasmó a algunos críticos. Rescata el filme de autor, de ideas, en un período de un cine brasileño más preocupado en ganar mercado y temeroso de aventurarse fuera del naturalismo.

La «comedia dramática», como quedó definido el filme, parte de un hecho común en Brasil. Un gran empresario sin escrúpulos finalizaba la construcción de un edificio de 480 departamentos, cuando su empresa quebró y él se suicidó.

La historia narra que el lado del gran edificio embargado, bautizado «Condominio Paraíso» y ubicado en un barrio de clase media en ascenso de Río de Janeiro, nace una favela (asentamiento irregular y hacinado) de 20.000 habitantes, donde viven entre otros los obreros que trabajaron en la construcción del edificio y quedaron sin recibir los últimos sueldos.

Como era natural, un día pobladores de la favela invadieron los departamentos. «Fuimos nosotros que los construimos», dijo un obrero para justificar la invasión. Ilegal es mantener un edificio inhabitado cuando hay tanta gente sin techo o viviendo en favelas, argumentó.

El hijo del empresario, Otavio, asume los negocios fallidos e intenta recuperarlos usando el mismo método paterno, buscando dinero de la corrupción gubernamental en Brasilia, pero fracasa. El ministro corrupto se había convertido en enemigo, pues su propia mujer había sido víctima de los fraudes de la constructora, adquiriendo un departamento que nunca recibió.

El otro personaje central es el periodista Celio, encargado de cubrir el escándalo para un diario.

Aunque fue amigo de infancia de Otavio, el cronista lo odia porque su propio padre gastó todos sus ahorros comprando un departamento del «Paraíso». Por ello la familia vive amargada y amontonada en casa de parientes.

Pero Celio se deja corromper. Ante la promesa de recuperar el departamento de su padre escribe un reportaje favorable al empresario, luego acepta ser su testaferro como titular de una cuenta bancaria donde Otavio pretende ocultar 50 millones de dólares que logró desviar de la empresa.

Sin embargo, Celio supo enseguida que su padre enfermo se juntó a los invasores del «Paraíso» y murió de un ataque cardíaco en el departamento que había comprado, cuando la policía desalojó a los ocupantes.

Ahí es cuando enloquece. Recibe mensajes de Dios para corregir las injusticias del caso.

También el filme enloquece y pasa a los delirios en un ritmo de vértigo y exageraciones. Celio es detenido, luego comanda una fuga y una compleja operación para distribuir el dinero de la corrupción a los obreros estafados.

Finalmente su misión será como un ángel redentor de los pobres, una vez que es muerto por los propios beneficiados que en un momento se juzgaron engañados.

Claudio Torres llevó ocho años para hacer el filme, cuyo guión escribió junto con su hermana, la actriz Fernanda Torres, y la experimentada guionista Elena Soárez. Los actores son todos conocidos de telenovelas y otros programas de la Red Globo, hegemónica en la televisión brasileña.

Otavio y Celio son representados conocidos comediantes, como lo son respectivamente Miguel Falabella y Pedro Cardoso.

Pero difícilmente «Redentor», en exhibición comercial desde mediados de mes, tendrá éxito de taquilla. Es un filme que escapa a la tendencia actual, al reasumir el absurdo y el delirio como únicas forma de explicar o conocer el país, línea que ya produjo grandes obras del cine brasileño.

Además pone en cuestión la moral de la sociedad brasileña, cómplice de la corrupción, y ridiculiza la religiosidad que hace esperar soluciones mágicas para las llagas sociales del país, ante la omisión total de la Justicia.

Torres, sin embargo, se afirma como un cineasta de talento innovador, en una generación formada en técnicas de publicidad y en videoclips.

Es un caso de herencia. El director es hijo de dos grandes actores, Fernanda Montenegro, una reina del teatro y el cine brasileños, y Fernando Torre. Ambos actúan en «Redentor», un filme «familiar».