Las 290 páginas del libro Insurgentes. Guatemala, la paz arrancada, escrito por el comandante guerrillero Santiago [1], parecen insuficientes para reflejar 15 años prácticamente ininterrumpidos de lucha. Sin embargo, albergan un denso, inédito y vital testimonio de una etapa de la historia aún no suficientemente analizada. Testimonio de valor incalculable en esta tierra de escurridiza memoria. […]
Las 290 páginas del libro Insurgentes. Guatemala, la paz arrancada, escrito por el comandante guerrillero Santiago [1], parecen insuficientes para reflejar 15 años prácticamente ininterrumpidos de lucha. Sin embargo, albergan un denso, inédito y vital testimonio de una etapa de la historia aún no suficientemente analizada. Testimonio de valor incalculable en esta tierra de escurridiza memoria. En el escrito de Santiago se combinan un estilo (involuntariamente) contenido con sentimientos desbordados. La contención deriva con probabilidad de la disciplina obligada y la cautela aprendida en condiciones de clandestinidad. Así, se contiene la emoción en los relatos de tortura, desaparición y muerte de sus hermanos. Se contienen la épica, el sacrifico y el heroísmo de la vida en el Frente Javier Tambriz de la Organización del Pueblo en Armas y en el Frente Unitario de la URNG, donde más de una vez se puso a prueba la voluntad de un centenar de combatientes.
Pero el texto se desborda en ternura vislumbrada, ideales perseguidos, amor imaginado, entrega hasta la muerte. Contención y desborde. Cuaderno de «bitácora» y poesía, documento político y homenaje humano. Insurgentes remite con facilidad a Diario de Bolivia, de Ernesto «Che» Guevara, y Los días de la selva, de Mario Payeras. La influencia del «Che» es evidente en la propuesta ética que defiende el autor. Con el segundo los separó una generación y una organización [2], pero el esfuerzo crítico desplegado por Santiago en el documento logra una postrera coincidencia histórica con Payeras.
Desde la fidelidad a unos ideales y desde la coherencia vital, Santiago se permite criticar el abismo entre el discurso y la práctica, la incoherencia ética, el alejamiento de la realidad de algunos jefes guerrilleros, el autoritarismo, el «comandantismo», la falta de debate, el acoso sexual, la discriminación de las mujeres en las organizaciones guerrilleras, el electoralismo actual.
Así, además de testimonio de una época, Insurgentes aporta elementos para el análisis y la reflexión sobre los «vicios» de las organizaciones de izquierda y, parafraseando a Luis Cardoza, las razones internas de nuestra derrota.
Insurgentes es homenaje individual a la familia Santa Cruz, tanto a los muertos como a los vivos (Marina, Valentina, Gloria Lycaste). Pero es además el reflejo de una generación que creyó en la posibilidad de un país incluyente y apostó por la vía armada para alcanzar una sociedad más justa. En este sentido, Santiago, o nosotros los lectores, convierte un relato autobiográfico en una historia coral con multitud de coprotagonistas.
Las más de 3.000 personas que abarrotaron el Conservatorio Nacional el día 4 de noviembre, y los miles de lectores que con seguridad se acercarán al texto de Santiago, no son sólo familiares, no son solamente ex combatientes y compañeros, no son nostálgicos y nostálgicas de épocas pasadas, sino son sobre todo mujeres y hombres que no temen enfrentar críticamente las concepciones y prácticas erradas de la izquierda, para reencontrarse con la utopía y los grandes ideales.
Andrés Cabanas es periodista. Este artículo fue publicado en la revista guatemalteca La Cuerda, nº 74, diciembre de 2004.
NOTAS
[1] Santiago Santa Cruz Mendoza (Guatemala, 1956), comandante Santiago, de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
[2] Payeras fue fundador del Ejército Guerrillero de los Pobres. En 1984 se separó de la organización y fundó Octubre Revolucionario.