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Carta a Gilbert Achcar sobre un texto referente a las elecciones iraquíes

Fuentes: ZNet

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Querido Gilbert:

Sabes cuánto respeto tus opiniones sobre políticas revolucionarias en general y más específicamente sobre Oriente Medio. Tus artículos en los últimos años han sido enormemente importantes como fuente de orientación en los tortuosos giros y cambios de la estrategia imperialista. Tu «Carta a un activista del movimiento contra la guerra ligeramente deprimido» se ha convertido en un clásico. Pero, precisamente por esas razones he leído tu artículo «On the Forthcoming Election in Irak» (publicado en ZNet a principios de año) con gran consternación. (en español ver Sobre las próximas elecciones en Irak Gilbert Achcar en rebelión.org)

Durante meses, ha sido evidente que la resistencia iraquí- en el amplio sentido que integra a todas las fuerzas que se oponen a la ocupación- estaba dividida sobre la cuestión de participar o no en las elecciones: las vacilaciones del religioso radical chi’í, Moqtada al-Sadr, sobre el asunto son síntoma de ello, ya que él actúa como una veleta. (Es interesante el que la Asociación de Académicos Musulmanes, que tiene lazos con los insurgentes en el denominado Triángulo Sunní, acabe de declarar que está dispuesto a desconvocar el boicot a las elecciones a cambio de que los Estados Unidos establezcan una fecha para su retirada). Estoy de acuerdo contigo en que participar o no en unas elecciones bajo ocupación extranjera o dominación colonial es una cuestión táctica, no una cuestión de principios. Pero, precisamente por ello, no me siento muy feliz con el tono inflexible de tu planteamiento que no aborda de verdad la dinámica de la situación (1).

Escribes «los intentos de hacer fracasar las elecciones y su deslegitimación antes de que se celebren sólo pueden favorecer a la ocupación estadounidense». Por supuesto, es cierto que Bush y Bremer se vieron obligados a celebrar elecciones gracias a las protestas masivas que el Gran Ayatollah chi’í, Ali al-Sistani, convocó justo hace un año. Pero las cosas han cambiado desde entonces. Ahora, siempre que algún miembro del gobierno títere da muestras de duda ante la insurrección, son Bush, Blair y su marioneta, Iyad Allawi, quienes se muestran inflexibles y afirman que las elecciones no pueden posponerse, lo que revela que EE.UU. ha desarrollado una estrategia que busca servirse de las elecciones para legitimizar la ocupación y presionar a la Unión Europea y a Naciones Unidas para que se involucren más en Irak, etc.

La idea de que- como sugieres- las ofensivas militares contra Nayaf y Faluya fueron diseñadas por Washington para provocar el caos y deslegitimar las elecciones me parece bastante rocambolesca.

Una faceta importante de la verdadera estrategia estadounidense es la de tratar cada vez más de dividir a los chi’íes y los sunníes. No sé si has leído el artículo de Charles Krauthammer, de hace un mes más o menos, en el que argumentaba que no importaba el que las zonas sunníes votaran o no (al fin y al cabo, el Sur estadounidense no votó en las elecciones presidenciales de 1864 cuando se sublevaron contra el Gobierno de Estados Unidos), y exigía que los chi’íes se unieran a los ocupantes para luchar contra los insurgentes porque se trataba de «su guerra civil» (2). Aunque exagerado, este argumento coincide con lo que piensa la Administración. Por ejemplo, consulta el Financial Times del 8 de enero de 2005, en el que se recogen las declaraciones de Bush en el sentido de que las elecciones deberían seguir adelante porque 14 de las 18 provincias iraquíes estaban «relativamente en calma».

La aceptación del presidente de la posibilidad de una baja participación entre los votantes sunníes en Irak, refleja la determinación de la Administración de seguir adelante con las votaciones. Donald Rumsfeld … ha dicho también que los resultados serían legítimos si los iraquíes pueden votar en la mayoría de las provincias.

En privado, los funcionarios estadounidenses afirman que un 30 por ciento de participación entre los sunníes…sería aceptable.

Dada la desastrosa situación general de los estadounidenses en Irak, la carta chi’í es casi la última que tienen en el bolsillo (la verdaderamente definitiva es la estrategia israelí de romper el país, pero no creo que Washington esté dispuesto a ello todavía). Déjame que cite de nuevo al Financial Times ( 5 de enero de 2005):

«Estados Unidos ha mostrado una creciente aceptación de la probable victoria de los partidos chi’íes.

Colin Powell…dijo que pensaba que la Chi’a iraquí ‘se valdría por sí misma’ incluso si se diera un aumento de la influencia iraní».

Que la ‘menos mala’ opción de la administración Bush, actualmente, sea una Asamblea dominada por la dirección chi’í, muy cercana intelectual y políticamente a sus correligionarios de Líbano e Irán, es en sí misma un síntoma de su debilidad e indica que Estados Unidos tiene interés en provocar el conflicto entre chi’íes y sunníes. No dudo de que los grupos islámicos sunníes han llevado a cabo atentados directos contra comunidades chi’íes, cristianas, etc. y, desde luego, debemos condenarlos. Sin embargo me resultan muy sospechosos algunos sucesos- por ejemplo el asesinato de chi’íes en ciudades al sur de Bagdad, atribuidos a militantes salafistas. Al analizar este tipo de actuaciones lo único racional es preguntarse Quis profuit (¿a quién beneficia?) y recordar, asimismo, la larga y sangrienta historia de la CIA, del SIS y del resto de trabajos sucios llevados a cabo por el imperio anglo-estadounidense. Este peligro se percibe intensamente: Ali Fahdi, un médico iraquí que ayudó a rodar un terrible documental- que se acaba de emitir aquí en Gran Bretaña en el Canal 4, en el que se muestra la devastación de Faluya- afirma que «el ejército estadounidense ha incrementado las posibilidades de desatar una guerra civil al utilizar en Faluya a su nueva guardia nacional chi’í para eliminar a los sunníes» (3).

Ante este panorama, tenemos que admitir simplemente que la resistencia iraquí sigue dividida en lo relativo a participar o no en las elecciones. Puede que tengas razón en que la participación será muy alta – lo fue en Afganistán, incluso en zonas donde los Taliban eran militarmente activos, pero ¿ promoverán las elecciones un régimen democrático legítimo? No, no en mayor medida que en Afganistán. La ocupación seguirá y el gobierno títere continuará en el poder. Todo ello quiere decir que si se produjera un relativamente auténtico voto popular en enero, el movimiento contra la guerra debería exigir que los estadounidenses y sus aliados se retiraran inmediatamente y se permitiera a la nueva Asamblea elegir un Gobierno que respondiera a la auténtica voluntad del pueblo iraquí.

Pero ello no implica que, de momento, debamos respaldar- como haces tú- el que «la estrategia más provechosa para oponerse a la ocupación» es la de Sistani. Tú no puedes justificarlo sobre la base de que él tenga objetivos genuinamente democráticos: tal como señalas, Sistani, a su manera, se ha comprometido a establecer un Estado Islámico como Jomeini, Bin Laden o Zarqawi. Aún más, ¿fue realmente una «provechosa estrategia» permanecer quieto mientras las fuerzas estadounidenses reducían a escombros Faluya y masacraban a muchos de sus habitantes? ¿Por qué no convocó manifestaciones masivas en todo Irak exigiendo el fin del ataque a Faluya? Esta ausencia de solidaridad elemental, sí que » jugó a favor de la ocupación estadounidense».

Aunque haces alusión a los «atentados legítimos contra Estados Unidos», la idea básica de tu argumentación es la de dejar de lado la lucha armada contra los ocupantes. Así, afirmas que «un apoyo incondicional a la resistencia iraquí en los países occidentales- donde el movimiento contra la guerra se necesita de forma extrema-, es totalmente contraproducente». ¿Qué significa eso? En Gran Bretaña- donde existe un sólido movimiento contra la guerra- tenemos muy claro que la Coalición Paremos la Guerra no va a hacer campaña en apoyo de la resistencia (en el sentido más literal que comprende a quienes están comprometidos en la lucha armada) porque ello supone la unión de todos los que quieren que acabe la ocupación y las tropas occidentales se vayan, sin tener en cuenta sus tendencias políticas. Y hemos tenido hasta cierto punto éxito: el ejército británico culpa del descenso en el reclutamiento al impacto del movimiento contra la guerra y, en particular, a la campaña sin precedentes de las Familias de Militares contra la Guerra. (4).

De acuerdo, la plataforma del movimiento contra la guerra no debería incluir el apoyo a la resistencia armada a la ocupación. Pero ¿qué pasa con la rama anti-imperialista de izquierdas del movimiento? Tú resaltas el carácter heterogéneo de la resistencia, pero te concentras en Abu Musab al-Zarqawi. Al enfocar el asunto de esta manera, temo que giras peligrosamente hacia la postura de Toni Blair, quien dice que cualesquiera que fueran nuestras opiniones iniciales sobre la invasión, todos debemos reconocer ahora que la lucha en Irak se desarrolla entre la «democracia» y el «terrorismo». Y en relación con la izquierda, Fausto Bertinotti argumenta que el Partito della Rifondazione Comunista debería renunciar a la violencia, rechazar el apoyo a la resistencia representada por ‘fascistas’ como Zarqawi y formar gobierno con la coalición social-liberal del Olivo.

Desde luego que deberíamos condenar el tipo de secuestros y decapitaciones perpetradas por grupos como el de Zarqawi. No es un problema nuevo. Recuerdo las discusiones que tuvimos en los años 70 en Gran Bretaña con tus antiguos camaradas de la Cuarta Internacional, cuando hacían campaña con el lema de «Victoria para el IRA» y se negaban a condenar los atentados con bombas en pubs de Birmingham. Nunca hemos dado «apoyo incondicional» a ningún movimiento nacional de liberación.

Pero me niego a equiparar la «resistencia iraquí» en su totalidad con las barbaridades llevadas a cabo por Zarqawi. ¿Qué pasa con otras tácticas que se están utilizando- por ejemplo, los coches bomba que matan a soldados estadounidenses y los atentados contra los reclutas iraquíes del ejército del gobierno títere y contra sus policías y funcionarios, como el gobernador de Bagdad, asesinado la semana pasada? Si los condenas en Irak entonces tienes que condenar otros métodos similares que se utilizaron una y otra vez en las guerrillas anti-coloniales- desde Irlanda a Vietnam, de Chipre a Argelia y Zimbabwe. Supongo que consideras esas actuaciones como «legítimos ataques», pero entonces ¿por qué nos adviertes con tanta intensidad contra el apoyo a Zarqawi, cuando sólo los islamistas radicales y unos pocos fanáticos e imbéciles izquierdistas pensarían en hacerlo?

La razón de por qué es tan importante es la de que lo que ha dado lugar a la crisis que afrontan los estadounidenses en Irak no es la campaña de Sistani para las elecciones ni las decapitaciones de Zarqawi sino- como Walden Bello de forma elocuente ha argumentado desde el inicio de la crisis en Faluya del pasado abril-, la insurgencia de la guerrilla principalmente en las regiones sunníes. Es la que está matando soldados estadounidenses, la que está obligando al Pentágono a mantener un mayor número de tropas en Irak de las previstas, y la que amenaza con erosionar al personal militar estadounidense (el jefe de la Reserva del ejército de Estados Unidos se lamentaba el mes pasado de que el ejército está «degenerando rápidamente para convertirse en una fuerza de ‘choque'»); es la que está evitando que se creen unas estructuras administrativas estables y evitando que gran parte de las elites iraquíes se integren en el régimen.

Con independencia del balance general que nos merezca la contribución de Lenin a las políticas revolucionarias, algo en lo que tenía toda la razón es la del potencial de las revoluciones nacionalistas en los países coloniales y semi-coloniales para crear o exacerbar problemas al imperialismo. Y eso es exactamente lo que está sucediendo hoy en Irak. Comprenderlo no nos exige respaldar las políticas de quienes se han implicado en la resistencia armada a la ocupación, no más que lo que ocurrió (o debería haber ocurrido), en el caso del FNL, el Vietcong o el IRA . Desde luego es una tragedia que el nacionalismo laico y las fuerzas socialistas sean tan débiles políticamente en Irak, pero son el legado histórico con el que tenemos que conexistir, al menos a corto plazo, mientras nos enfrentamos a las inmediatas realidades políticas.

Estoy seguro de que quieres ver la derrota de los EE.UU. en Irak tanto como yo. Pero la forma en la que polarizas tu argumentación entre quienes están a favor o en contra de las elecciones y, tu crítica de la resistencia armada, que centras en Zarqawi, se encuentran muy cercanas al discurso dominante en Washington y Londres. No pongo en duda que tu intención sea la de ayudar al movimiento contra la guerra, en la misma medida que lo has hecho en el pasado, pero en las próximas semanas el movimiento en EE.UU. y Gran Bretaña, especialmente, se enfrentará a una enorme ofensiva ideológica que trata de presentarnos como antidemocráticos partidarios del terrorismo. Precisamente, en los últimos días, el asesinato de un dirigente del Partido Comunista de Irak, que apoyaba la ocupación, ha provocado en Gran Bretaña una algarabía en los medios de información y en los sindicatos, en la que ex izquierdistas y partidarios del imperio como Nick Cohen han hablado grandilocuentemente del «carácter totalitario de los dirigentes del movimiento contra la guerra» que «permite que los fascistas iraquíes luchen por la libertad mediante el terrorismo» (5).

En este clima, bastante contrario a tus propias intenciones, tu artículo es, por decir lo mínimo, de poca utilidad ya que no ayuda. Está, a mi juicio, gravemente mal planteado en relación con la situación en Irak y con el debate sobre la guerra en el resto del mundo. Espero que disculpes mi franqueza, ya que ¿qué clase de amigo se andaría con miramientos sobre asuntos tan importantes como éstos?

Con los mejores deseos para el nuevo año,

Alex Callinicos.

Notas.

(1). Un excelente análisis sobre esta dinámica acaba de aparecer en el último número de International Socialism: A. Alexander y S.Assaf, «Irak: The Rise of the Resistance».

(2). «A Fight for Shiites», Washington Post, 26 de noviembre de 2004.

(3). «City of Ghosts», Guardian, 11 de enero de 2005.

(4) «Army Blames Iraq for Drop in Recruits», Observer, 119 de diciembre de 2004.

(5). «Our Liberal Elite», Observer, 9 de enero de 2005.

Alex Callinicos es profesor de Filosofía Política en la Universidad de York, Inglaterra. Sus últimos libros son: An Anti-Capitalismi Manifesto y The New Mandarins of American Power.