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Poca gasolina, mucha violencia en Bagdad

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Anoche me asomé por la ventana de mi habitación del hotel hacia la inmensa oscuridad de Bagdad. Fuera de algunas luces alimentadas por generadores, la ciudad capital oscurecida parecía yacer dormida bajo fuertes vientos y una lluvia fría, torrencial.

Esta mañana, mientras conducíamos bajo cielos despejados y fríos por las turbulentas calles, Abu Talat me dice: «No hemos tenido ni agua ni electricidad en la casa desde las 9 de ayer por la mañana. ¡Es como si estuviéramos haciendo camping en nuestra casa!»

Se ríe con su usual risa profunda mientras sacudo la cabeza. Me acabo de dar cuenta de que no me he afeitado desde hace dos días.

Las sirenas aúllan a lo lejos mientras helicópteros Apache truenan por sobre nuestras cabezas, y continuamos hacia nuestras entrevistas. Mirando por la ventana veo a un hombre de aspecto tosco que lleva puesta una chaqueta de cuero negro y que camina tranquilamente por la calle. Lleva un ancho cinturón de cuero con una pistola sujeta al lado derecho, y un cuchillo colgando sobre su muslo izquierdo. ¡Bienvenido a Bagdad ocupado!

Un poco más allá comenzamos con lo que es a menudo una búsqueda para encontrar algo de gasolina del mercado negro a precio «razonable». El primer hombre al que le preguntamos nos pide 8.000 dinares iraquíes (DI) por 20 litros (US$ 1,06 por galón). Aunque los precios han bajado desde los recientes 20.000 DI por 20 litros, siguen siendo inaceptables para Abu Talat, que solía pagar100 DI por 20 litros antes de la invasión, en gasolineras en las que tal vez tenía un coche por delante.

Lo irritan los 8.000 DI, así que pasamos una cola para gasolina de kilómetros de largo hasta que encontramos a un muchacho que, de nuevo, vende por 8.000 DI, así que continuamos hasta que encontramos a otro que vende por 6.500 DI.

Abu Talat le hace algunas preguntas y vuelve a partir.

«¿Por qué no compraste por 6.500 DI?», pregunté, perplejo.

«No quiso jurar que no estaba aguada», replicó sonriendo.

Una manzana más allá encontramos a otro chico vendiendo por 6.000. Pasa la prueba del juramento así que esperamos mientras vacía 20 litros dentro del tanque a través de la mitad de una botella de agua de plástico que le sirve de embudo. Su reserva de combustible está cerca, en una práctica carretilla de mano, con la que puede escapar rápidamente si a soldados iraquíes o estadounidenses se les ocurre eliminar su pequeño mercado negro, como lo hacen a menudo, cuando les da la gana.

Continuamos hacia Khadamiya escuchando la radio. Parece que la resistencia iraquí se extiende hacia el sur ya que un soldado italiano murió hace unos pocos días al ser alcanzado su helicóptero por fuego terrestre. Sólo ayer murió un soldado polaco cuando su helicóptero fue alcanzado cerca de Babil, mientras que hoy 6 soldados iraquíes fueron heridos cuando un coche bomba detonó en su punto de control frente al cuartel general polaco en Hilla.

Por si no lo saben, recientemente la administración Bush redujo silenciosamente la lista de los miembros de la famosa «coalición de los dispuestos» de 45 países a menos de 30.

Y tenemos, desde luego, Mosul: Otro soldado de EE.UU. murió allí hoy en enfrentamientos, lo que lleva la cifra de soldados muertos del Pentágono a 1.372 desde la invasión. También, al norte de Ramadi, una comisaría fue atacada por combatientes de la resistencia que se fueron con equipos y armas. No mataron a ningún policía, pero después de hacerlos abandonar la comisaría, les advirtieron que los matarían si volvían a entrar.

Después de entrevistar a algunas personas en una mezquita (más sobre eso en otra ocasión), decidimos aventurarnos a una gasolinera a ver cómo soporta la crisis el gerente. Vamos caminando, después de aparcar el coche, y me sorprende un tiroteo cercano. Abu Talat, ni se estremece.

«¿Ni siquiera vas a mirar?», le pregunto.

«¿Para qué? Ya no me interesa para nada», responde sonriendo, «¡Es la libertad de Irak!»

Riyad Atoush está desplomado en su silla detrás de su viejo escritorio en una pequeña oficina. Coches esperan impacientemente, tocando el claxon, a que les toque su turno en la bomba.

«Tenemos abierto de 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde todos los días», me dice, «Pero ayer cerramos a las 4 porque se nos acabó el combustible.»

Normalmente reciben dos camiones tanque por día, cada uno con 32.000 litros del líquido que ahora es tan precioso, pero hoy llegó uno solo.

«Circula el rumor de que el gobierno va a aumentar los precios en las gasolineras», agrega el señor Atoush, «pero por mientras continuamos simplemente racionando el combustible: placas de matrículas pares un día, impares el día siguiente, 30 litros (7,5 galones) por vehículo.»

Concluye diciendo que pronto esperan recibir tres camiones tanque por día; eso si no hay más ataques contra los oleoductos o si no se roban los camiones.

De vuelta a la calle, la usual cacofonía de cláxones en los atascos, los helicópteros volando encima, y los soldados iraquíes y estadounidenses por las calles.

Estamos en un atasco y veo a un pequeño cerca de nosotros.

Mira a un soldado iraquí parado con su Kalashnikov al otro lado de nuestro coche.