Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Los secuestros se han convertido en los crímenes preferidos por las bandas criminales iraquíes. Con un 70% de desempleo en Irak «liberado», el crimen prolifera, el crimen organizado hace lo que quiere en la terrible situación del orden público.
Las familias de los secuestrados se ven obligadas a veces a pagar hasta varios millones de dólares de rescate – a menos que deseen recibir trozos de los cuerpos de sus seres queridos, o incluso sus cadáveres.
Aunque la atención de los medios se ha concentrado en los secuestros de occidentales, los secuestros de iraquíes, en particular de mujeres iraquíes, son mucho más comunes.
Human Rights Watch (HRW) ya informó en julio de 2003 que «la miserable situación de la seguridad en Bagdad y otras ciudades iraquíes obliga a mujeres y muchachas iraquíes a restringir severamente sus movimientos por temor a violaciones y secuestros».
HRW culpa el colapso de las fuerzas de seguridad del ex dictador Sadam Husein y la lenta reorganización de la fuerza policial iraquí por la ocupación de EE.UU. por el inmenso aumento de secuestros y agresiones sexuales
Tres meses después de la caída de Bagdad, HRW había documentado 70 casos de violaciones y secuestros de mujeres iraquíes. Por brutal que haya sido el régimen de Sadam Husein, los crímenes violentos contra mujeres promediaban sólo un caso cada tres meses, mientras que en julio de 2003, hubo varios por semana. Y la situación es muchísimo peor en la actualidad.
El 4 de diciembre de 2004, Inji, una veterinaria de 29 años, estaba en su clínica cerca de Kirkuk.
Le pidieron a ella, y a su ayudante, Mohamed, que acompañaran a un hombre que necesitaba ayuda para vacunar ganado.
Condujeron por un pequeño camino de tierra al sitio donde el hombre dijo que encontrarían el ganado.
«No esperaba que sucedería nada malo», dice, suspirando. «Los caminos a las aldeas cercanas son todos de tierra y están desiertos. Luego se detuvo otro coche. Tenía tres pasajeros, gente que yo pensé que eran parientes o amigos.»
Pero no fue así.
«Uno de los pasajeros se acercó y me pegó en la cabeza con su pistola», dijo, todavía bajo el efecto de los horribles acontecimientos. «Los vi golpear a Mohamed cuando me arrastraban al coche. Después de 15 minutos traté de hablar y volvieron a golpearme.»
Condujeron durante dos horas por caminos de tierra. Luego sacaron a Inji del coche, mientras otros hombres extraían a Mohamed del segundo coche.
«Los hombres me ordenaron que me sacara mis joyas, luego me golpearon tanto que ya no podía sentir el dolor», dice en voz baja.
Los secuestradores usaron su teléfono móvil para llamar a su marido, Turhan. Le dijeron que habían secuestrado a su mujer, y que tenía 24 horas para pagar 20.000 dólares de rescate. En otro caso, le dijeron, la venderían.
«Me mantuvieron en una pieza oscura sobre el suelo desnudo, con una manta sucia», explicó. «Me hicieron llamar a mi esposo y decirle que preparara el dinero, y les juré que mi familia no podía reunir tanto dinero.» Uno de los secuestradores respondió: «Que la democracia que estás pidiendo te reúna el dinero».
«Llamé a mi marido y le rogué que me salvara», dijo, «pero entonces el hombre agarró mi teléfono y le dijo que no llamara a la policía o que me matarían.»
«Pensé que solamente secuestraban a los que tenían que ver con los estadounidenses o eran ricos», explicó, levantando confusamente las manos. Inji no tiene nada que ver con los ocupantes o con algún partido político, ni trabaja para el gobierno.
Milagrosamente, su esposo logró reunir el dinero y pagar el rescate por Inji.
Pero no siempre las cosas terminan bien para las víctimas y sus familias.
Abdulla Hamid, residente en Bagdad, de 50 años, contó como fue raptado el hijo de su vecino. La familia logró juntar y pagar el rescate de 15.000 dólares. Después los llamaron los secuestradores, y les dijeron que recogieran a su hijo en la morgue.
O, por ejemplo Seif, estudiante en la Escuela de Medicina de Bagdad. Después de que lo secuestraron, su familia, incapaz de ofrecer los 40.000 dólares exigidos por sus captores, cometió el error de establecer contacto con la policía, que ubicó a los secuestradores. Seif murió en el tiroteo entre la policía y sus captores.
Aunque funcionarios del gobierno iraquí siguen culpando a diversos grupos de la resistencia iraquí por los secuestros, los grupos mismos niegan toda participación.
Como las fronteras de Irak estuvieron virtualmente abiertas durante los primeros 6 meses de la ocupación, grupos terroristas y bandas criminales han penetrado por igual al descontrolado país.
No todas las bandas criminales se dan por satisfechas con el dinero del rescate. Sajidah, de 23 años y su hermana de 17 años, Hanan, fueron secuestradas sólo semanas después del matrimonio de Sajidah. Las dos mujeres fueron llevadas a Yemen, donde encontraron a otras 130 mujeres iraquíes que habían sido secuestradas y obligadas por sus captores a prostituirse.
Milagrosamente, lograron tomar contacto con miembros de su familia, que lograron ir a Yemen y liberarlas.
Fakhriyah tiene unos 20 años, pero no está segura. En realidad, ya no recuerda el nombre de su padre, ya que ahora es drogadicta.
«Vivía en un orfanato y fui secuestrada el día que cayó Bagdad», dijo Fakhriyah. Describió como un tanque estadounidense estaba aparcado cerca del orfanato por su proximidad a un aeropuerto, y cómo los soldados de EE.UU. permitieron que saquearan el orfanato.
«Los secuestradores se turnaron para violarme, y no recuerdo durante cuánto tiempo me retuvieron hasta que me tiraron a la calle», dijo, aturdida y drogada con pegamento, tratando de borrar su miserable existencia. Usa cualquier droga que logre obtener: «así no siento lo que ocurre a mi alrededor o quién me vuelve a violar.»
Por horrible que haya sido el régimen del ex dictador Sadam Husein, los iraquíes ahora añoran la seguridad que existía. Las violaciones eran poco comunes; ahora, los secuestros y las violaciones ocurren a diario.
Hace sólo tres semanas el periódico Al-Zaman informó que 11 niños fueron secuestrados en Bagdad en un solo día.
Estas historias son corrientes, y han causado un temor generalizado en Bagdad y otras ciudades, ahuyentando a muchas mujeres y jóvenes de las calles. Las mujeres salen ahora sólo cuando es necesario, y generalmente van acompañadas por parientes varones.
«No voy a ninguna parte de noche, y sólo voy a la escuela y a sitios cercanos a mi casa», dijo Intisar, una estudiante de física de 21 años en la Universidad de Bagdad, hablando de su miedo de ser secuestrada.
Layla, farmacéutica de 52 años del distrito al-Adhamiya de Bagdad, dijo que vive bajo un temor constante de ser secuestrada, o de que uno de sus niños sea raptado.
«Todas tenemos miedo y no puedo ir sola a ninguna parte», dijo. «Incluso mis hijas mayores, temo por ellas. Ya no vivimos una vida normal.»
¿Quién es responsable por esta situación? Fuera de los que cometen directamente estos crímenes, la responsabilidad la tiene la ocupación. Según el derecho humanitario internacional, la potencia ocupante tiene el deber de restaurar y mantener el orden y la seguridad pública, de respetar los derechos fundamentales de los habitantes del territorio ocupado.
A pesar de la fachada de un «gobierno interino iraquí» independiente, la ocupación de EE.UU. controla efectivamente Irak hasta hoy en día. La ocupación estableció las «leyes»que están en vigencia en Irak, y es la principal responsable de la atroz situación de la seguridad que ha permitido que este tipo de crímenes se generalice en Irak ocupado.
Además, la Cuarta Convención de Ginebra especifica que «las mujeres serán especialmente protegidas contra todo ataque contra su honor, en particular contra violaciones, prostitución forzada, o toda forma de ataque indecente».
Es otro ejemplo más de la violación del derecho internacional por las fuerzas de ocupación. Como de costumbre, es el pueblo de Irak, y en especial, en este caso, las mujeres, los que pagan cara su presencia.