Han pasado ya casi dos años desde que se inició la brutal guerra imperialista contra Iraq y la subsiguiente ocupación del país. Las administraciones de Bush y Blair comenzaron esa guerra argumentando falsamente que Iraq poseía armas de destrucción masiva y que mantenía vínculos terroristas con Al-Qaeda. Esta agresión ha provocado cientos de miles de […]
Han pasado ya casi dos años desde que se inició la brutal guerra imperialista contra Iraq y la subsiguiente ocupación del país.
Las administraciones de Bush y Blair comenzaron esa guerra argumentando falsamente que Iraq poseía armas de destrucción masiva y que mantenía vínculos terroristas con Al-Qaeda.
Esta agresión ha provocado cientos de miles de mártires y civiles heridos y la destrucción total de las infraestructuras del país. Ha dado lugar a la demolición, no sólo de la nueva civilización iraquí, sino también de la antigua, con el saqueo y la destrucción de los museos nacionales; incendiaron las bibliotecas y destruyeron las instituciones científicas.
Los trece años de sanciones y el más de millón y medio de iraquíes muertos no bastaron para saciar su sed de sangre.
Hoy día, el mundo entero está comprobando la falsedad de los pretextos estadounidenses para la agresión y ocupación de Iraq. Todas sus mentiras sobre la supuesta libertad, democracia y derechos humanos se están viendo desmentidas en todo el mundo por las masacres y la destrucción que están provocando en Iraq, donde Fallujah no es el último ejemplo.
Ahora, la ilegitimidad de la guerra anglo-estadounidense ha quedado palmariamente demostrada ante la comunidad internacional y la opinión mundial, lo que condujo al Secretario General de la ONU a declarar: «La guerra es ilegal, y constituye una clara violación de la ley internacional y de la Carta de las Naciones Unidas».
El fracaso del proyecto político del imperialismo estadounidense en Iraq y su intento de crear un instrumento iraquí, a fin de vender su proyecto imperialista al pueblo iraquí, se debe ante todo a la estrategia revolucionaria de parte de la resistencia iraquí, que se dirige contra las fuerzas de ocupación y sus instituciones políticas.
La resistencia iraquí ha conseguido, mediante su estrategia revolucionaria, establecer dos claros frentes: el de la resistencia iraquí, respaldada por su pueblo y por mucha gente honrada del mundo, y el frente del imperialismo y sus instrumentos iraquíes e internacionales.
El dilema militar y de seguridad que afronta la ocupación en Iraq es consecuencia de la creciente resistencia que ha impulsado a las potencias ocupantes a realizar maniobras políticas y a una fuga hacia adelante convocando la farsa que llaman «elecciones», previstas para el 30 de enero.
La Alianza Patriótica Iraquí insiste en que es imposible realizar elecciones libres y democráticas bajo la ocupación imperialista. Al mismo tiempo, condena la connivencia estadounidense-iraní-kurda, que materializa, con la ocupación, los intentos de dividir Iraq y la preparación de la guerra civil. Subrayamos lo siguiente:
La guerra y la subsiguiente ocupación son ilegítimas, y por consiguiente cualquier proceso político derivado de ellas, incluidas las elecciones, es también ilegítimo.
Las elecciones tienen como propósito legalizar la ocupación creando un parlamento y un gobierno iraquí con lo claro objetivo: prolongar la ocupación.
Esas elecciones pretenden legalizar e institucionalizar un sistema de cuotas religiosas y étnicas en Iraq que alentará las divisiones étnicas y religiosas en el país.
La resistencia armada iraquí es el único representante legítimo del pueblo iraquí.
Por todas esas razones, llamamos a nuestro pueblo iraquí, con todas sus diversidades étnicas, religiosas y políticas, a boicotear esas elecciones ilegales.
Y llamamos al movimiento pacifista y contra la guerra y a todas las fuerzas que se oponen a la ocupación a condenar esa farsa política.
Hoy, antes de las elecciones, hay una ocupación y un gobierno ilegales en Iraq, y seguirán siendo ilegales después de las elecciones.
¡Los ocupantes se irán e Iraq seguirá existiendo!