Recomiendo:
0

Lo que los archivos nazis de la CIA revelan sobre Irak

El pozo envenenado

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

«El pasado no está muerto. En realidad, ni siquiera es pasado».

–William Faulkner

Desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, el público estadounidense ha soportado una sorprendente avalancha de mentiras oficiales, verdades a medias, seudo-acontecimientos [1] y simples disparates que seguramente llegarán al Libro Guinness de los Récord. Entre las mentiras más persistentes e indignantes del gobierno, para los que han refrescado sus conocimientos del pasado en las vertientes cristalinas de Gibbon y von Ranke, es la analogía histórica engañosa. Tiene un doble propósito: relativizar todo desastre actual al que la clase gobernante ha impulsado descaradamente a la infortunada población; y destruir todo pasado útil. La técnica también tiene el beneficio agregado de hacer que los arribistas del gobierno suenen como si fueran eruditos – por lo menos ante los ojos de una audiencia que obtiene sus conocimientos del mundo de Fox News y otros medios estadounidenses.

Irak es un campo fructífero para detectar semejantes cuentos históricos. Durante el verano de 2003, cuando quedó en evidencia por primera vez que los nativos de Mesopotamia se sentían menos que locos de entusiasmo por su liberación, el aparato estadounidense entró en acción con comparaciones históricas entre Irak y la ocupación de Alemania

Condoleezza Rice, la Consejera de Seguridad Nacional de aquel entonces, subió a la palestra para contarles a los Veteranos de las Guerras Extranjeras, con su tono característico de maestra de escuela, que Irak ocupado no presentaba un problema peor que Alemania nazi ocupada – y vean que tremendo éxito hemos tenido: «Existe una tendencia comprensible a volver a la experiencia de EE.UU. en Alemania de posguerra y ver sólo los éxitos, pero como algunos de los presentes seguramente recordarán, el camino por el que pasamos fue muy difícil. De 1945 a 1947 fue un período especialmente difícil. Alemania no alcanzó de inmediato la estabilidad y la prosperidad. Oficiales de la SS llamados ‘hombres lobos’ iniciaron sabotajes y ataques contra las fuerzas de la coalición y habitantes de la zona que cooperaban con éstas – de modo muy parecido a los actuales residuos baazistas y fedayín». [2]

A lo que el incontenible secretario Rumsfeld se sumó instantáneamente con su propia visión histórica de conjunto: «Algunos de esos desesperados eran conocidos como ‘hombres lobos’. Ellos y otros residuos del régimen nazi atacaban a soldados aliados, y atacaban a alemanes que cooperaban con las fuerzas aliadas. Asesinaron a alcaldes, incluyendo al alcalde de Aachen nombrado por EE.UU., la primera ciudad alemana de importancia liberada. Niños de hasta 10 años eran utilizados como francotiradores, emisiones por radio y panfletos advertían a los alemanes que no colaboraran con los aliados. Complotaban para sabotear fábricas, plantas eléctricas, líneas ferroviarias. Hacían volar comisarías y edificios gubernamentales, y destruían depósitos de obras de arte y antigüedades que habían sido almacenadas por el Museo de Berlín. ¿Suena conocido?» [3]

Frankfurt no fue Faluya

Uno se pregunta qué escritor de discursos educado en cursos de temporada puso en acción las laringes de nuestros altos funcionarios gubernamentales. En lo que a historia se refiere, repitieron patrañas, aunque puedan haber sonado plausibles para mentes educadas a medias. Las fuerzas estadounidenses capturaron Aachen en octubre de 1944 – mucho antes de la mayor batalla jamás librada por el Ejército de EE.UU., la Batalla de las Árdenas, y seis meses antes del 8 de mayo de 1945, «el fin del principal conflicto» en el teatro europeo. El asesinato del alcalde de Aachen y las cabriolas de los ‘hombres lobos’ fueron inconfundiblemente pequeñeces porque ocurrieron en medio de las batallas terrestres más sangrientas de la historia del mundo. Los ‘hombres lobos’, los proto-baazistas de Rumsfeld, sólo existieron como una fuerza viable agregada a un gobierno alemán que controlaba territorios entre el Rin y el Oder-Neisse; un gobierno que, incluso tan avanzada la guerra, seguía disponiendo de 8 millones de soldados en el campo de batalla. En esa época, las operaciones de la Guerra de Cuarta Generación eran inconfundiblemente secundarias en relación a las campañas militares convencionales. [4]

Una vez terminadas las hostilidades, la situación fue diferente de la descrita por la Professor Doktor Rice y el Herr Kriegsminister Rumsfeld. A diferencia de los 1.484 muertos y los 10.487 heridos en Irak, los pocos homicidios de soldados estadounidenses después del Día de la Victoria en Europa, ocurrieron sobre todo por malogrados negocios de mercado negro o querellas por alguna Fräulein. La dinámica de Alemania Occidental de posguerra, donde la población estaba uniformemente aterrada ante un Ejército Rojo vengativo y por lo tanto buscaba la protección de los ‘Amis‘, es una dinámica ausente del Irak de nuestros días.

Existen, sin embargo, profundas lecciones que aprender de la ocupación de Alemania y de su integración en el sistema mundial estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial. La principal institución que EE.UU. absorbió en su estado de seguridad nacional fue la inteligencia alemana, específicamente la Organización Gehlen.

Una víbora entra al nido

La historia del general Reinhard Gehlen ha sido interminablemente recuperada en libros, artículos, repeticiones de History Channel, y las memorias auto-elogiosas de Gehlen, así que no vamos a recapitular todos los antecedentes históricos. Pero baste con la siguiente precisión para lo que queremos expresar:

A mediados y fines de la Segunda Guerra Mundial, Gehlen fue jefe de Ejércitos Extranjeros Este, una organización de la Wehrmacht [ejército alemán] encargada de obtener cálculos de las fuerzas en orden de batalla del Ejército Rojo. Como lo presentan sus retrospectivas auto-halagadoras, los cálculos de Ejércitos Extranjeros Este fueron más exactos que los del súper-optimista Hitler y su séquito de aduladores. En consecuencia, Gehlen cayó en desgracia cuando la aplanadora rusa arrolló inexorablemente hacia el Reich.

A principios de 1945, Gehlen y sus socios vieron venir lo inevitable, y ya que no deseaban unirse a su Führer en una pila funeral wagneriana, decidieron llegar a un acuerdo con los aliados occidentales. Hicieron microfilmes de pasajes escogidos de sus archivos y los enterraron en contenedores en algún sitio en los Alpes.

Al final de la guerra, Gehlen se rindió a los estadounidenses e hizo una proposición sorprendente. Suministraría a los estadounidenses lo que les faltaba: inteligencia sobre su antiguo aliado, la Unión Soviética. Para los noveles agentes de inteligencia de Topeka y Paducah, esto sonó como una oferta seductora. En agosto de 1945, los estadounidenses se sintieron suficientemente intrigados por Gehlen como para llevarlo, vestido con el uniforme de un general del ejército de EE.UU., a Washington en el avión de transporte del general Walter Bedell Smith. Se reunió con jactanciosos «presentes en la creación» como Allen Dulles y William Donavan.

En líneas generales, el acuerdo fue el siguiente: Gehlen transferiría su organización y su información a la red de inteligencia estadounidense. Como anticomunistas probados, su celo por servir a sus nuevos amos, era obvio. Todo lo que Gehlen pedía a cambio era:

Gehlen debía tener control total sobre las actividades de su organización;

El derecho de aprobar a los oficiales de enlace de EE.UU. con su Organización;

La Organización sería utilizada sólo contra la URSS y sus estados clientes.

La Organización se convertiría en la agencia oficial de inteligencia de un futuro estado alemán occidental.

No se exigiría jamás a la Organización que realizara algo que Gehlen considerara contrario a los intereses alemanes. [5]

Como el lector podrá adivinar, las autoridades estadounidenses se lanzaron sobre el cebo como un tiburón hambriento. Y el resto ya es cosa sabida: Ya que el único argumento presentado por la Organización Gehlen a favor de su legitimidad era su conocimiento de la Unión Soviética, el Ejército Rojo fue presentado como un gigante.

La exageración de la amenaza: ¿importada de Alemania?

Un conocimiento elemental de la psicología humana sugiere que una vez que el gobierno de Estados Unidos dejó de sentirse aterrorizado por las fuerzas armadas soviéticas, la Organización dejaría de conservar su función privilegiada y bien pagada; por lo tanto sus lacayos tendrían que ganarse la vida con un trabajo honrado. Como esa alternativa les era detestable, el gobierno de EE.UU. recibió y difundió las exageraciones más barrocas del poderío soviético – sólo unos pocos años después de que la URSS europea había sido casi arrasada, con hasta 27 millones de muertos civiles y militares. A pesar de la debilidad fundamental de la Unión Soviética de posguerra (que Stalin trató de ocultar) el Congreso y el público de EE.UU. recibieron una dieta permanente de historias de horror:

En 1948, la inteligencia de EE.UU. quiso hacer creer que el Ejército Rojo podía movilizar «320 divisiones de combate» en 30 días. Esto cuando millones de soviéticos vivían en hoyos en el suelo de Rusia Occidental, porque no tenían nada mejor para albergarlos.

El mismo año, el secretario de la marina dijo al Congreso que submarinos soviéticos «habían sido vistos ante nuestras costas» – aunque la Oficina de Inteligencia Naval no pudo presentar ninguna evidencia de semejantes avistamientos. Sus propios cálculos decían que la marina soviética sería incapaz de realizar semejantes operaciones en ultramar hasta 1957.

El secretario de la fuerza aérea, Stuart Symington, afirmó en audiencias en el Congreso que la Fuerza Aérea Soviética era superior a la de EE.UU.

El gobernador militar de Alemania en 1948, el general Lucius Clay, escribió una carta que de alguna manera fue filtrada convenientemente al Congreso, declarando que tenía el «sentimiento» de que los soviéticos estaban planificando la guerra. [6]

¿De dónde provenían esos cálculos? ¿Tuvo algo que ver con ellos la Organización Gehlen, que era esencialmente el agente ejecutivo de la inteligencia de EE.UU. en Europa Oriental? La reticencia de la CIA, hasta febrero de este año, de desclasificar sus archivos sobre la interacción con personajes nazis es elocuente. [7]

La reconsideración histórica evidencia lo obvio: la Organización Gehlen no sólo tenía un motivo para exagerar la amenaza soviética, el interés potencial de los tribunales de crímenes de guerra por sus miembros, los convertía en candidatos perfectos para un chantaje por el KGB. Y, previsiblemente, la Organización Gehlen, fue exhaustivamente infiltrada por la inteligencia soviética, en detrimento de las operaciones de inteligencia estadounidenses y del gobierno alemán – cuyo canciller, Willy Brandt, cayó por un escándalo de espionaje.

La historia convencional ha registrado correctamente la inteligencia corrupta suministrada por la Organización Gehlen durante la guerra fría. Pero no responde la pregunta: ¿por qué los estadounidenses cayeron tan fácilmente en 1945 cuando tenían abundantes informaciones contrarias a su disposición sobre la efectividad de la inteligencia alemana?

Dulles y otros zopencos

En 1945, cuando Walter Bedell Smith, Alan Dulles, y sus pajes, se dejaron llevar por la labia de Gehlen, tenían en su posesión una visión invaluable de las capacidades de espionaje de su enemigo de tiempos de guerra – el secreto Ultra.

Desde 1940, los británicos pudieron leer los mensajes cifrados transmitidos por la máquina alemana de cifrado Enigma, que era supuestamente inviolable. Al principio intermitentemente, los británicos (y sus aliados estadounidenses que los vigilaban atentamente) lograron descifrar primero el chapucero código de la fuerza aérea, luego el del ejército, y finalmente el de la marina alemana. Los aliados no sólo sabían lo que conocían y planificaban los alemanes, pero lo que tal vez era más crítico era lo que estos últimos ignoraban sobre las operaciones aliadas.

Y, en realidad, la inteligencia estratégica sobre los aliados era una página en blanco para Alemania. Táctica y operativamente muy eficientes (tal vez los mejores en el mundo), los alemanes eran principiantes cuando se trataba de profetizar lo que B.H. Liddel Hart

hubiera llamado lo que estaba ocurriendo «al otro lado del monte». ¿Cómo si no se puede explicar que MI 5 dio vuelta o ejecutó a cada agente que los alemanes trataron de colocar en Gran Bretaña? ¿Cómo si no se puede explicar que los alemanes se tragaran el truco elemental del falso «Grupo de Ejército Patton» en la preparación para el Día-D? ¿Cómo si no explicar el horrendo fracaso de los alemanes en Kursk, en contraste con el pronóstico exacto de los planes del ejército alemán de ataque contra la saliente de Kursk por parte de los rusos?

Considerando su acceso a esta información, ¿por qué supusieron a pesar de todo los estadounidenses que Reinhard Gehlen tenía algo de valor que ofrecerles – en condiciones que equivalían a una extorsión? Ejércitos Extranjeros Este puede haber sido más o menos exacta en el suministro de cálculos aproximados de las fuerzas en orden de batalla del Ejército Rojo, mientras hubo un copioso suministro de prisioneros de guerra del Ejército Rojo, pero ¿por qué supusieron los estadounidenses, contra toda la evidencia existente, que Gehlen tenía la menor idea sobre asuntos estratégicos: lo que planificaba Stalin, la orientación general de la política soviética?

La experiencia humana ordinaria sugiere que el deseo fue el padre del pensamiento: la inteligencia estadounidense lo creyó porque quería creerlo. Lejos de ser pilares correctos y sabios del Siglo Estadounidense, Allen Dulles y sus compinches no eran otra cosa que retoños corruptos e incompetentes de acaudaladas familias del establishment; en el caso de Dulles, se abrió paso a codazos hacia el trabajo de inteligencia a fin de pasarle soplos interesantes a sus amigos en el negocio de la banca de inversiones.

La parcialidad de Dulles en la posguerra a favor de los criminales de guerra nazis fue esencialmente una continuación de sus actividades antes del conflicto como socio de Sullivan and Cromwell, una firma que coordinaba acuerdos de negocios transnacionales con los carteles alemanes. La actuación de Dulles en la invasión de Playa Girón no sugiere una mente estratégica penetrante. Su forma primitiva de pensar probablemente fue: si Meyer Lansky pudiera reemplazar a Castro como gobernante en Cuba, significaría una victoria para la inversión privada, tal como Gehlen o Alfred Krupp eran preferibles a algún socialdemócrata que pasó la guerra en Buchenwald.

¿Chalabi: bastardo de Gehlen?

Pero la credulidad del gobierno de EE.UU. y su culpabilidad en estos asuntos, no termina con su danza macabra con el nacionalsocialismo. De la abortada invasión de Cuba, pasando por Dallas, Watergate, Irán-Contra, a la actual imbecilidad de las sanciones económicas, los ‘exiliados’ cubanos han deformado y debilitado la política estadounidense durante más de cuatro décadas. Todo nuestro conocimiento de Cuba es lo que los ‘exiliados’ cómodamente refugiados en Coral Gables quieren que creamos, tal como nuestra opinión de la URSS fue deformada por exiliados del Gran Proyecto Alemán. Exiliados como el general Gehlen.

¿Comienza a sonar familiar? ¿Por qué todo lo que se supone que sepamos sobre «el Gran Medio Oriente», es canalizado a través de una potencia extranjera? ¿Suenan extrañamente similares las alarmantes declaraciones de Ahmed Chalabi sobre las armas de destrucción masiva de Irak en 2003? ¿Oiremos pronto noticias alarmantes sobre la capacidad nuclear de Irán de organizaciones de exiliados iraníes como los Muyahidín e Kalq?

El maligno fantasma de Gehlen se muere de risa.

[1] El concepto del seudo-acontecimiento, es decir, un incidente amañado para ser difundido con propósitos de propaganda a través de los medios de masa, fue definido claramente hace más de cuatro décadas: «The Image: A Guide to Pseudo Events in America», de Daniel J. Boorstin, 1961, Atheneum.

[2] «Condi’s Phony History,» de Daniel Benjamin, Slate, 29 de agosto de 2003.

[3} Ibid.

[4] Werther Report: «4GW and the Riddles of Culture».

[5] «The Yankee and Cowboy War», de Carl Oglesby, Sheed Andrews and McMeel, 1976.

[6] Ejemplos de la inflación de la amenaza a principios de la posguerra se encuentran en «Harry S. Truman and the War Scare of 1948», de Frank Kofsky, Palgrave Macmillan, 1995.

[7] «Congress, CIA Resolve Dispute Over Nazi Files,» Voice of America, 9 de febrero de 2005

————–

* Werther es el seudónimo de un analista de la defensa de Virginia del Norte.

http://www.counterpunch.org/werther02232005.html