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Iraq, Venezuela y nosotros, que nos queremos tanto

Fuentes: Rebelión

El segundo aniversario de la invasión de Iraq se ha conmemorado con protestas de un éxito concreto en aquellos países que aún mantienen tropas de ocupación y con un éxito relativo en el resto del mundo. En España hay que hablar de movilizaciones muy moderadas si se compara con las movilizaciones de hace no ya […]

El segundo aniversario de la invasión de Iraq se ha conmemorado con protestas de un éxito concreto en aquellos países que aún mantienen tropas de ocupación y con un éxito relativo en el resto del mundo. En España hay que hablar de movilizaciones muy moderadas si se compara con las movilizaciones de hace no ya dos años, sino del primer aniversario y las que se han venido produciendo desde entonces. En algunas ciudades ha habido debates sobre si había que mencionar en los comunicados finales otras situaciones donde el imperialismo está interviniendo como Cuba y Venezuela o denunciar la ocupación sionista de Palestina.

No en todas se ha llegado a acuerdos y en algunas los puristas han considerado que estas menciones eran innecesarias. Partían de la base de que la guerra de liberación nacional que se libra en Iraq es la que va a permitir derrotar la estrategia imperialista en el mundo y no han comprendido que no es más que una parte del movimiento global de resistencia que se viene desarrollando en otros lugares del planeta.

Los EEUU han sufrido ya una derrota estratégica: en Venezuela, con el masivo apoyo al presidente Chávez en el referéndum con el que la oligarquía quiso apartarlo del poder, en agosto del año pasado; un apoyo que fue refrendado y ampliado en las elecciones locales que se produjeron en octubre y el desarrollo de una política exterior e interior distinta de los tradicionales alineamientos del resto de países con gobiernos de centro-izquierda. A partir de ahí es cuando se ha incrementado la presión/intervención imperialista en los asuntos internos de Venezuela, bien alentando a sus más fieles agentes en la zona como Colombia con el secuestro en Caracas de Rodrigo Granda, integrante de la Comisión Inernacional de las FARC, o bien repitiendo hasta la saciedad que Venezuela es un factor de inestabilidad en la región, es decir, un peligro puesto que puede contagiar a otros gobiernos su estrategia de profunda reforma democrática y económica que está poniendo en marcha. Como es sabido, se ha llegado incluso a las amenazas de magnicidio contra Chávez.

La guerra de Iraq ha puesto de manifiesto no sólo el interés imperial por controlar las principales riquezas petrolíferas de Oriente Medio -algo que ya hizo con la guerra de Afganistán en 2001 controlando los oleoductos de gas y acercándose así hasta al Mar Caspio, donde se supone se sitúan las principales reservas, con lo que se puso de manifiesto que Oriente Medio, con sus antiguas extensiones hacia el Caúcaso y repúblicas como Uzbekistán y Turkmenistán, ocupaba una posición de primer orden en la política geoestratégica del imperialismo estadounidense- sino la confirmación, ya especificada en la nueva Doctrina de Seguridad Nacional adoptada por la Administración Bush en septiembre de 2002, de la búsqueda del dominio militar, además del político y cultural, del mundo. Una especie de doctrina Monroe a escala planetaria, como ha denunciado en alguna ocasión Samir Amin.

La guerra de liberación nacional que se desarrolla en Iraq no está asestando golpes letales a esta estrategia imperialista, pero sí está provocando efectos devastadores puesto que permite a otros países y movimientos reforzar sus posiciones mientras la maquinaria militar imperialista está estancada en Iraq. No es probable que EEUU salga derrotado de Iraq puesto que el hacerlo, o aparentar que lo ha sido, supondría el debilitamiento de su posición en otras zonas del planeta. De hecho, hoy en Iraq sólo se pueden contemplar tres posibles vías de salida para los EEUU: la retirada de las tropas, impensable puesto que la opinión pública estadounidense está aún poco decidida a reclamarlo, pese a la sangría cotidiana, económica y humana, argumentando que «salir sería aún peor»; apostar por una estabilidad incierta, fase en la que se está en estos momentos tras la farsa electoral del 30 de enero y el argumento, que ya empieza a ser repetido con una machacona insistencia que suena a propaganda y a instrumento de manipulación psicológica de la opinión pública mundial, de que la inestabilidad se produce sólo en el centro de Iraq, en la denominada zona suní, y que en el norte y en el sur hay una mayor estabilidad; y la guerra civil, fase a la que está abocado Iraq a medio plazo puesto que hay cada vez mayor implicación de las milicias shiíes y los perhsmergas kurdos -al margen de las fuerzas de seguridad iraquíes al servicio de los intereses imperialistas y en vista de su ineficacia- en la represión de la guerrilla.

La farsa electoral iraquí del 30 de enero demostró cuál es el sistema político que se sustenta en la globalización económica: complacencia internacional a la hora de invadir países e imponer gobiernos en función de su servidumbre, control de las riquezas energéticas y reordenamiento estratégico de amplias zonas del planeta. Esa farsa no se pudo completar gracias a la lucha de una guerrilla que ha decidido oponerse a esos planes. Por eso el movimiento de solidaridad debe pasar a la acción y apoyar a la guerrilla patriótica iraquí en el convencimiento que su lucha es por la dignidad, soberanía y autodeterminación de los pueblos. Sería una muestra de que se pasa de las palabras a los hechos, de que el sentimiento que se expresa en las manifestaciones y artículos va unido a la acción.

Lo mismo debería producirse con Venezuela, otro de los países que se sitúan en primera línea de la lucha antiimperialista en estos momentos. La cautela con la que se ha venido moviendo Chávez no le ha impedido poner en marcha un proceso de «revolución dentro de la revolución» que está creando estructuras reales de poder popular, poniendo en marcha proyectos económicos molestos para el capitalismo imperante y donde el pueblo, organizado en múltiples estructuras, busca su propio camino para vencer la institucionalidad burguesa.

Es ya hora de crear una estructura única que evite la dispersión y atomización del movimiento antiimperialista. Tal vez tras el análisis reposado de las movilizaciones realizadas en el Estado español en el marco del segundo aniversario de la guerra de invasión contra Iraq se llegue a la conclusión de que es más necesario que nunca la creación de un movimiento antiimperialista (que es algo más que un movimiento antiglobalización) amplio, que en lugar de imponer e instrumentalizar convenza y sume a todos los que se sienten defraudados por los proyectos que surgen de los diferentes foros altermundistas pero que luego no se plasman en iniciativas realmente emancipadoras, un movimiento antiimperialista donde la defensa de la autodeterminación de los pueblos y su lucha de liberación nacional sea el preludio para el reconocimiento de su liberación social.