El pasado mes de enero El Ateneo Obrero de Gijón tuvo el acierto de realizar una retrospectiva sobre la obra del director británico Ken Loach [1]. En una ciudad sometida a un proceso de privatización radical de su estructura productiva la visita de Ken Loach no es la de un extraño: sus películas han apartado […]
El pasado mes de enero El Ateneo Obrero de Gijón tuvo el acierto de realizar una retrospectiva sobre la obra del director británico Ken Loach [1]. En una ciudad sometida a un proceso de privatización radical de su estructura productiva la visita de Ken Loach no es la de un extraño: sus películas han apartado elementos de reflexión desde otras realidades similares. Su presencia en la ciudad nos permitió esta entrevista.
Sus películas son siempre un trozo de vida amarga. ¿Tan dura es la realidad?
Mis películas son reflejo de la vida misma donde se da tanto la comedia como la tragedia. Sería poco realista eliminar alguno de estos componentes. La comedia, por otro lado, puede ser la mejor forma de resistencia social. Por ejemplo, rodamos Navigators en el momento en que se privatizaban los ferrocarriles británicos. Algunas de las cosas que ocurrieron resultaban graciosas y hasta estúpidas: se destruyeron algunas de las mejores máquinas para que la competencia no se hiciera con ellas. Obreros que habían sido compañeros de trabajo durante muchos años eran invitados a abandonar la reunión por si hubiera algún secreto industrial que se pudiera filtrar. Gente que se dedicaba a reparar las vías del tren se convertían, de la noche a la mañana, en James Bond con secretos industriales entre manos y vigilantes del peligro de espionaje. La parte seria es que los ferrocarriles tras el proceso de privatización dejaron de ser tan seguros y la gente que había tenido un puesto de trabajo permanente se convirtió en temporeros. Así que la privatización invita tanto a la risa como al llanto.
Esta ciudad, y Asturies, vive una situación muy semejante a la experimentada por la clase obrera de Gran Bretaña. Las privatizaciones y el cierre de empresas fueron una constante en las últimas décadas. Sus películas nos han dado motivos de reflexión…
Como se muestra en Sweet sixteen, rodada en una ciudad de Escocia que vivía de los astilleros, las privatizaciones y cierres supusieron que tres generaciones de trabajadores no conozcan la experiencia del trabajo. La economía de mercado deja tras de sí un desierto. Actualmente, la mayor industria existente en esa ciudad es la venta de drogas… y los solariums. La ironía es que en esa ciudad las personas son blancas como la leche; una cuarta parte de la población tiene ahora un moreno espectacular. La parte seria del asunto es que la destrucción de los astilleros es la destrucción del trabajo y la destrucción de la comunidad.
Su cine es un cine muy pegado a la realidad y a los problemas de la gente sencilla. ¿Qué impacto cree que tiene?
Tiene un impacto limitado. Soy realista. Nunca me he hecho ilusiones sobre la capacidad del cine para cambiar las cosas. Las películas permiten plantear preguntas, suscitar inquietudes, pero el cambio lo originan movimientos políticos organizados. Cuando estos movimientos crecen, la cultura puede crecer con ellos. Eso espero lograr con mis filmes. Las películas no cambian el mundo pero si pueden generar inquietudes… y sería suficiente.
Su cine de compromiso se enfrenta cada vez más a una industria que apuesta por la factoría de sueños y el entretenimiento. ¿Qué futuro nos espera?
Ignoro la respuesta. Bueno, en Europa hay una tradición cinematográfica que es importante conservar. En Estados Unidos hay una tradición comercial basada en la industria de Hollywood y donde el negocio es el centro. Si no perteneces a esa industria estás perdido. En Europa existe una tradición diferente, más vinculada a fenómenos nacionales, a asuntos del corazón y la mente. Hay un cine diverso, francés, italiano, español… y no importa tanto el dinero. Desde mi punto de vista, mientras que se puedan hacer películas, aunque sea con un presupuesto limitado y una pequeña ganancia, tendremos espacio para seguir trabajando.
Por otro lado, es esta una cuestión política. Debemos trasladar nuestras demandas a los políticos europeos para que la cultura cinematográfica europea, encarnación de su diversidad cultural, tenga una defensa en ese campo. En las negociaciones y tratados entre Europa y Estados Unidos estos siempre plantean la eliminación de los subsidios al cine. Y debemos ir en la dirección opuesta: defendernos ante las pretensiones de la industria estadounidense. El presupuesto en marketing de una gran producción norteamericana es tres veces mayor que el presupuesto total de una película rodada en Europa. No se está jugando con las mismas reglas.
Se estrena en España Un solo beso, su última película, basada en las relaciones amorosas de un paquistaní y una católica. Háblanos de ella.
Un solo beso aborda las relaciones interculturales desde un ángulo familiar. Es un problema típico de la segunda generación. Como cualquier comunidad inmigrante en cualquier país, hay una tendencia a mantener la identidad y las raíces del lugar de procedencia. La religión es uno de los rasgos propios que se erigen en símbolo aglutinante y de unidad de la comunidad y de la identidad. Pero los hijos viven también una vida paralela fuera del ámbito familiar. Los hijos viven en otra sociedad, tienen amigos blancos, católicos, protestantes … y no tienen esos lazos con la cultura anterior. No es una película sobre el racismo sino sobre la situación dinámica, cambiante, de los descendientes de los inmigrantes de ayer. El conflicto entre actualidad y tradición protagonizado por dos jóvenes de distinta procedencia.
No parece este un buen momento para las relaciones interétnicas y especialmente respecto a las personas de tradición islámica.
La experiencia en Gran Bretaña muestra que las personas tienen una tendencia natural a vivir juntas, a ser tolerantes y a colaborar. Por ejemplo, el barrio donde se rodó esta película, en Glasgow, la mayoría de las personas son de origen paquistaní, llegadas hace ya 30 ó 40 años. Cuando llegaron eran personas pobres, sin trabajo, realizaron las actividades menos remunerados, como el transporte o la limpieza. Contribuyeron de manera muy importante a la sociedad y pese a que al principio sufrieron la discriminación, gradualmente, con los años, el rechazo se ha ido eliminando. Desde el 11 de septiembre, una comunidad establecida, que era respetada, experimentó el acoso y el ataque al considerar a sus miembros como terroristas potenciales. Incluso los shijs, que no son musulmanes, fueron atacados por sus rasgos faciales y sus vestimentas. Todo lo conseguido a través de años de convivencia ha experimentado un retroceso tras los ataques a las Torres Gemelas. Conversé con una chica que había sido atacada en público, quitándole el shari violentamente, para humillarla.
La convivencia puede tener problemas por el empeño de Estados Unidos y el Reino Unido por fomentar guerras ilegales, generalmente contra países musulmanes. Este tipo de acciones van a tener consecuencias. Recibimos constantemente informaciones sobre el fundamentalismo islámico, el terrorismo islámico, el extremismo islámico y los medios de comunicación establecen un vínculo entre esos extremismos y las fuerzas de resistencia en Iraq. En las noticias da la impresión de que estamos combatiendo el islamismo. La distorsión puede ser grave. Si además se dan circunstancias de paro y pobreza, la derecha va a intentar culpabilizar a los que tienen creencias diferentes o rasgos físicos diferentes. Estos dos factores pueden corromper la normal convivencia. Pese a ello, creo que la gente va a tender a vivir en paz.
¿Qué película española ha visto últimamente?
Abre los ojos de Icíar Bollaín. Muy humana. Muy bien hecha.
Y la entrevista se cierra con una felicitación que ya había hecho pública en la presentación de Un solo beso durante el Festival de Cine de Valladolid y que transcribimos textualmente: «Quiero felicitar a España por dos cosas. Por haber echado al señor Aznar y por haber sacado las tropas de Iraq. En Inglaterra estamos deseando hacer lo mismo». Pues que así sea.
Billy Wilder sostenía que si tienes un mensaje que enviar lo correcto era acudir a la oficina de correos. Esperamos que Ken Loach nos siga mandando los suyos como nos tiene acostumbrados.
Notas:
[1] Con dicho motivo se proyectaron las películas Mi nombres es Joe (My name is Joe, 1998), Lloviendo piedras (Rainig stones, 1992), Dulces dieciséis (Sweet sixteen, 2002) y La cuadrilla (Navigators, 2001), una selección realizada por el propio director.
FILMOGRAFÍA
Ae fond kiss (Solo un beso, 2004)
Sweet sixteen (Dulces dieciséis, 2002)
The navigators (La cuadrilla, 2001)
Bread and roses (Pan y rosas, 2000)
My name is Joe (Mi nombre es Joe, 1998)
Carla´s song (La canción de Carla, 1996)
Land and freedom (Tierra y libertad, 1995)
Ladybird, Ladybird (1994)
Raining stones (Lloviendo piedras, 1993)
Riff-Raff (1991)
Hidden agenda (Agenda oculta, 1990)
Fatherland (1986)
Looks and smiles (1981)
Black Jack (1979)
Family life (1972)
Kes (1970)