Recomiendo:
0

La paradoja de los mexicano-estadounidenses en la guerra

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

En una reciente edición del New York Times (20 de junio) se informó que el secretario de defensa Donald Rumsfeld espera ascender al teniente general Ricardo Sánchez a general cuatro estrellas y jefe del Comando Sur. A pesar de que Sánchez fue el oficial de mayor grado en Irak durante el escándalo de la prisión de Abu Ghraib, una investigación interna del ejército lo exoneró de todo mal comportamiento. Según el artículo del Times, un factor clave en la decisión de ascender a Sánchez sería su capacidad de atraer a más jóvenes latinos a las fuerzas armadas.

Citando fuentes dentro del Pentágono, el artículo informa que «la promoción de Sánchez exhibiría al oficial hispánico de mayor grado y su convincente historia personal por haber crecido pobre en el sur de Texas y haber utilizado a las fuerzas armadas como escalera para salir de la pobreza, en tiempos en los que el ejército tiene dificultades para cumplir con sus cuotas de reclutamiento».

El Times cita a un alto oficial del ejército diciendo: «el general Sánchez, como un modelo de conducta, es extremadamente importante. El ejército ofrece crecimiento, oportunidad y desarrollo. No podemos ignorar cuál es la composición de nuestra población».

La «población» en este caso es la cohorte latina en edad militar en rápido crecimiento atrapada en escuelas públicas inferiores, con altas tasas de abandono escolar y un acceso mínimo a la educación superior, que es el objetivo a largo plazo de la campaña multimillonaria de reclutamiento militar del Pentágono.

La historia nos enseña que los antecedentes bélicos de los mexicano-estadounidenses son distinguidos e irreprochables. La invasión y ocupación de Irak proyectará ese historial hacia el futuro. Pero el lado oscuro de la experiencia de esta comunidad en tiempos de guerra ilumina las contradicciones involucradas en el trato dado por la sociedad de EE.UU. a sus propios ciudadanos de origen mexicano.

A principios del verano de 1943, cuando miles de mexicano-estadounidenses combatían y morían en Europa y el Pacífico, marineros atacaron a jóvenes mexicano-estadounidenses en las calles de Los Ángeles y otras ciudades del sur de California. Mientras la policía contemplaba y los periódicos conservadores alimentaban la histeria antimexicana, los militares atacaban a jóvenes hombres y mujeres en apariencia por usar ‘zoot suits’ [vestimenta extravagante que usaban los latinos y que era una forma visual de desafío.] y luego ampliaban sus ataques a la población en general.

En el este de Los Ángeles, un joven mexicano-estadounidense escribió: «Se supone que éste sea un país libre. No andamos pegándole a la gente sólo porque no nos gusten los trajes que se ponen. ¿De qué lado está la Armada en todo caso?

En el verano de 1970, mientras miles de mexicano-estadounidenses combatían y morían en el sudeste asiático, manifestantes chicanos contra la guerra se reunieron en el este de Los Ángeles para denunciar el impacto de la guerra sobre las comunidades locales. Los 25.000 hombres, mujeres y niños que participaron acababan de llegar a Laguna Park cuando sheriffs del distrito de Los Ángeles y policía de la ciudad los atacaron utilizando gases lacrimógenos, golpeando en el suelo de hombres y mujeres y terminando por matar a tres personas.

En una carta a un periódico local, un soldado en Vietnam dijo: «Nosotros, los soldados chicanos, tenemos algo que decir a nuestros hermanos en el este de Los Ángeles. Nos enorgullecimos cuando supimos de las manifestaciones en el este de Los Ángeles. ¿Pero por qué no siguieron? Estamos aquí esperando impacientemente para volver a casa».

En el verano de 2005, mientras miles de mexicano-estadounidenses (así como miles de nacionales mexicanos que no eran ciudadanos de EE.UU.) combatían y morían en Irak, los así llamados Minutemen cazan a trabajadores mexicanos a lo largo de la frontera y los acosan en localidades tan diversas como el sur de California y el este de Tennessee. Escudados tras el tema de la inmigración ilegal y apoyados tácitamente por políticos como Arnold Schwartzenegger, los Minutemen se suman a la larga línea de matones racistas que salpican la historia de EE.UU.

Como dice el veterano chicano de Vietnam, Charley Trujillo: «Nos llaman estadounidenses cuando nos necesitan para una guerra. El resto del tiempo sólo somos inmundos mexicanos».

Qué irónico sería si el teniente general Sánchez, cuya madre cosechaba algodón en el sur de Texas, se convirtiera en el poster boy para transformar a jóvenes latinos y latinos en carne de cañón para una política extranjera insensata, mientras al mismo tiempo grupos vigilantes intimidan y amenazan a trabajadores mexicanos pobres.

Considerando la dolorosa historia de los mexicano-estadounidenses en tiempos de guerra, los hispanoparlantes en toda la nación no pueden ignorar la paradoja de que Sánchez se convierta en un vendedor para que sus hijos e hijas lleven la ‘libertad’ a Irak mientras vigilantes nativistas aterrorizan a las comunidades mexicanas en el interior. Como la historia se repite una vez más, jóvenes y mayores por igual se preguntarán si los que se enrolan para servir la agenda de Rumsfeld, Cheney, y Bush, lo hacen porque son patriotas o porque son pendejos. [En castellano en el original, N.d.T.]

———

Jorge Mariscal sirvió en el ejército de EE.UU. en Vietnam en 1969. Actualmente enseña en la Universidad de California, San Diego. Contacto: [email protected]