Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
La Casa Blanca ha lanzado una nueva fase de su asedio propagandístico en la guerra de Iraq.
La salva de apertura se produjo el 27 de julio pasado, cuando el comandante de las fuerzas estadounidenses en Iraq manifestó que si las recientes tendencias continúan su curso, sería posible implementar, hacia la primavera y el verano de 2006, «algunas reducciones drásticas» en los niveles de tropas estadounidenses. Esas reducciones, declaró el General George Casey, tendrían lugar «si el proceso político continúa de forma positiva y si el desarrollo de la formación de las fuerzas de seguridad [iraquíes] va como hasta ahora».
La declaración del General Casey, que provocó grandes titulares, marcó el comienzo de una ofensiva en los medios de comunicación que se extenderá probablemente a los próximos quince meses hasta que se produzcan las elecciones al Congreso. Podríamos denominarla como El timo de la Operación Retirada.
En general, la estrategia circula en dos direcciones: En Iraq se sigue matando y, al mismo tiempo, se van anunciando posibles escenarios para la retirada de las tropas de EEUU.
El Presidente Bush monta siempre un show cuando rechaza los llamamientos para que presente un calendario de retirada. Aún así, el zumbido actual de los medios de comunicación sobre la posible retirada de Iraq no carece de precedentes. El otoño pasado, ya salió a la luz alguna publicidad en la que se podían apreciar rasgos similares – por parte de una fuente periodística que se prestó con ansía a hacer alguno de los trabajos más sucios de Karl Rove.
«Hay un fuerte sentimiento, entre los miembros del aparato político de la administración Bush, de que las tropas estadounidenses deben abandonar Iraq el próximo año», escribía Robert Novak en una columna que apareció el 20 de septiembre de 2004. «Esa determinación no va a depender de que se consiga la implantación de la democracia en Iraq y de que haya estabilidad interna. Así es, en efecto, los oficiales están diciendo: Preparados o no, nos largamos».
La columna de Novak no se detenía ahí. Con tono prosaico, informaba: «Los militares le dirán al ganador de las elecciones [presidenciales en EEUU] que no hay suficientes fuerzas estadounidenses en Iraq para poder librar una guerra efectiva. Eso conduce a tres opciones realistas: Aumentar la cifra total de militares para reforzar la presencia en Iraq, permanecer y continuar la guerra con los niveles actuales, o salir de allí. Fuentes fidedignas bien situadas dentro de la administración confían que la decisión de Bush será salir del país. Creen que es la recomendación de su equipo de seguridad nacional y también la de los funcionarios de segunda fila».
Esa valoración acerca de «fuentes bien situadas en la administración pregonada por la columna de Novak a comienzos de la campaña de otoño, fue recogida en aquel momento por algunos de los medios. Y Novak no la dejó descansar. El 7 de octubre proseguía con un artículo en el que afirmaba: «En la administración, nadie ha rechazado de forma oficial mi columna». De forma muy clara, el columnista más útil de Rove estaba detrás de la declaración acerca de que los consejeros políticos de Bush creían que «Las tropas estadounidenses deben salir de Iraq» en 2005.
Aunque la campaña de Bush negó la declaración de Novak, ésta le fue de gran utilidad al presidente. El continuó con su decidida posición belicista, mientras que la no negada «filtración» daba a entender de forma falsa una flexibilidad y amplitud de pensamiento que podría llevar a una estrategia de retirada estadounidense en la guerra de Iraq.
Aunque no hizo ninguna promesa de «apaga y vámonos», la Casa Blanca puede salir ganando del giro que sugiere que la retirada es mucho más probable y más inminente de lo que en principio se creía. Así, el doble enfoque -se continúan los esfuerzos de la guerra mientras se sugiere que la salida está en el horizonte- pretende proporcionar, a comentaristas y votantes, unas deseables manchas de Rorschach.
Durante los próximos quince meses, los beneficios políticos a obtener harán guiños a la administración Bush para que siga haciendo declaraciones que pudieran prefigurar una reducción drástica de la presencia de las tropas estadounidenses en Iraq. Dejar flotando en el aire escenarios de retirada será parte de una inmensa broma de mal gusto.
Como el rechazo a la guerra y las encuestas de opinión pública en EEUU muestran una preocupación general sobre el tema, los republicanos en el Congreso estarán ansiosos de que la cobertura que los medios hagan pueda tranquilizar el ambiente antes de las elecciones de noviembre del año próximo.
Ahí es cuando El Timo de la Operación Retirada entra en juego.
Por motivos políticos o militares, la administración Bush ha aumentado o disminuido con anterioridad el nivel de las tropas estadounidenses en Iraq. Y ha reconocido planes para llevar a cabo de nuevo tales ajustes a finales de este año. «No es probable que se produzca una reducción de tropas rápidamente; en efecto, es probable que las cifras totales de tropas aumenten algo antes de empezar a decrecer», informaba el Wall Street Journal el pasado 28 de julio, estableciendo conexiones con el referéndum fijado para octubre para aprobar la constitución iraquí y con las elecciones nacionales programadas para diciembre.
Los fontaneros de la Casa Blanca deben haberse sentido agradecidos de que el titular principal en la primera página del Journal fuera notablemente optimista: «EEUU Abre la Puerta a una Gran Retirada el Próximo Año en Iraq».
Esa «gran retirada» es actualmente un espejismo total. Pero incluso tan improbable posibilidad no significaría necesariamente menor crueldad estadounidense en la matanza del pueblo iraquí. Si las cifras de tropas estadounidenses disminuyen el próximo verano en Iraq, el papel militar posterior de EEUU allí podría ser tan mortal como siempre – o incluso peor.
Los funcionarios de la administración Bush y sus seguidores en los medios de comunicación dicen que los iraquíes asumirán las cargas que ahora sostienen los ocupantes. Tal «iraquización» podría cambiar sólo el estilo de la carnicería – como la vietnamización que tuvo lugar en los últimos años de la Guerra de Vietnam.
Durante una visita a bombo y platillo a Guam en julio de 1969, el Presidente Nixon anunció que el gobierno de EEUU «proporcionaría asistencia militar y económica cuando le fuera requerido de acuerdo con los compromisos firmados en los tratados. Pero trataremos que la nación directamente amenazada asuma la responsabilidad principal en su defensa».
Esas proclamadas doctrinas de reemplazo de los soldados estadounidenses con nativos pueden servir para las animadoras de masas en EEUU. Pero tales medidas no pueden hacer nada para reducir la cantidad de sangre que se acumula en las manos del Tío Sam.
Tres años después del pronunciamiento de Nixon de mediados de 1969, los niveles de tropas estadounidenses en Vietnam habían caído hasta la cifra de 69.000. Pero incluso durante los tres años de retirada de los casi medio millón de soldados estadounidenses, no dejó de aumentar la cantidad de bombas estadounidenses que caían sobre Vietnam.
No importa cuántas tropas haya sobre el terreno en Iraq, el Pentágono se las arreglará para tener allí el papel predominante. Una reciente carta aparecida en The New York Times arrojaba más luz sobre las intenciones de la administración Bush que todas las horas de marrullerías en los medios. «Mi cuñado volvió de una misión en Iraq con la Guardia Nacional Aérea de Minnesota», escribió Ronald M. Asher II. «Aunque no podía contarme en qué lugar estaba destinado, me dijo que el nivel y el tipo de construcciones que se seguían levantando en la base aérea le habían convencido de que los militares de EEUU planeaban quedarse allí un período de tiempo muy largo».
El Timo de la Operación Retirada ha comenzado. Será una larga maniobra.
Texto original en ingles:
www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=15&ItemID=8429
Norman Solomon es autor de un nuevo libro: «War Made Easy: How Presidents and Pundits Keep Spinning Us to Death». Para más información, véase: www.WarMadeEasy.com