Te hace gritar. He estado conduciendo por las lúgubres y peligrosas calles de Bagdad toda la semana, ahora más infestadas de insurgentes y sus informantes, mientras las tropas estadunidenses se mueven aterradas entre el tráfico y apuntan sus armas a quienes nos acercamos a 50 metros. En la extraña y aislada nave espacial en que […]
Te hace gritar. He estado conduciendo por las lúgubres y peligrosas calles de Bagdad toda la semana, ahora más infestadas de insurgentes y sus informantes, mientras las tropas estadunidenses se mueven aterradas entre el tráfico y apuntan sus armas a quienes nos acercamos a 50 metros. En la extraña y aislada nave espacial en que fue convertido el viejo palacio republicano de Saddam, los kurdos y los chiítas han estado destrozando Irak, al rehusarse a firmar una Constitución si ésta no les da una federación -y con ello la riqueza del petróleo- que tanto quieren. Ellos dejaron pasar la fecha límite para firmar la nueva Carta Magna, aunque no encontré en el «verdadero» Bagdad nadie, afuera del complejo de la zona verde, que esto le importara.
Y en esa noche, encendí mi televisor para escuchar a George W. Bush elogiar el «valor» de los negociadores de la Constitución en cuyo plazo el propio presidente había prometido estaría lista. «¿Valor?», entonces es valeroso, lo es, sentarse en una cápsula, sellada lejos de la gente, por miles de paredes de concreto y discutir sobre el futuro de una nación que ahora se encuentra en la anarquía. Entonces, Condoleezza Rice sale al paso para decirnos que esto es parte del «camino a la democracia» en Medio Oriente.
Estoy de regreso en las calles, esta vez en la estación de autobuses An Nahda (nahda significa renacimiento para aquellos que quieren una completa ironía), y alrededor mío están los restos de otro atentado con bomba. Patrullas destrozadas y quemadas, autobuses pulverizados (y dentro de ellos sus pasajeros, por supuesto), mujeres gritando con rabia, niños trasladados al hospital Al Kindi vendados tras ser alcanzados por otra bomba.
Y por la noche, vuelvo a encender mi televisor y encuentro al comandante estadunidense local en el distrito de Ciudad Sadr -cercano a la estación- comentando alegremente que mientras la gente ha estado muy enojada, ellos apoyan a sus fuerzas de «seguridad» (por ejemplo los estadunidenses) y les damos más ayuda que nunca y que estamos -esperamos por ello- «en el camino hacia la democracia».
Algunas veces me pregunto si habrá un momento cuando chocarán la realidad y el mito, la verdad y la mentira. ¿Cuándo habrá una nueva explosión? ¿Cuándo los insurgentes harán trizas una base entera estadunidense? ¿Cuándo echarán abajo los muros de la zona verde y los convertirán en bloques de basura como el resto de Bagdad? ¿O se nos dirá -como otras veces en el pasado- que esto sólo muestra la «desesperación» de los insurgentes, que esos terribles actos (el atentado con bomba contra la estación de autobuses de esta semana, por ejemplo) sólo prueba que los «terroristas» saben que están perdiendo?
En un embotellamiento, un joven pasa cerca de mi automóvil, tratando de vender una revista. La cara de Saddam -nuevamente- está en la portada. Los sucesos más recientes del ex dictador se encuentran en las páginas principales, una y otra vez, para recordarle a la gente de Bagdad qué afortunados son de haberse deshecho del dictador. Saddam irá a juicio el mes próximo, antes de fin de año.
Seis plazos diferentes para el juicio del espantoso hombre han ido y venido -como otros en Irak-, pero la gente continúa fascinada y horrorizada con la imagen de Saddam. Tal vez sudes en tu casa sin electricidad; posiblemente no haya comida fresca porque el refrigerador está caliente; hay que hacer cola por horas para comprar gasolina; posiblemente hay que sufrir constantes amenazas de muerte y robos a mano armada y la ciudad podrá sufrir mil 100 muertes violentas solamente en julio (todo es verdad), pero, sólo olvídalo, recuerda que Saddam Hussein irá a juicio.
No he conocido a nadie en Irak -salvo aquellos que perdieron a sus seres queridos a manos de estos matones- que le importe Saddam. El es el hombre del ayer, cosa del pasado. Invocar a este viejo monstruo otra vez es un insulto para la gente de Bagdad -que tiene más miedos, más ansiedades y una gran pena que soportar-, un ofrecimiento de pan y circo que los estadunidenses quieren saciar.
Aun en el mundo de afuera -el lejano de Irak, el más creíble del que suena- Bush y lord Tony Blair de Kut al Amara repetirán que tenemos la democracia en los pies de Irak, que hemos derrocado al tirano Saddam, que un gran futuro le aguarda al país, que las nuevas inversiones han sido planeadas en conferencias internacionales (realizadas lejos de Irak, claro) y que los próximos atentados con bomba en Europa, como los últimos, no tendrán nada que ver -absolutamente nada- con Irak. El show debe continuar y sé, cuando regrese a Beirut o vuele hacia Europa, que Irak no se verá tan mal. El sombrerero loco mirará en su sano juicio y el gato de Cheshire me sonreirá desde el árbol.
Democracia, democracia, democracia. Veamos Egipto. El presidente Hosni Mubarak permitió a sus oponentes participar en las próximas elecciones. Bush consideró esto como otro signo de democracia en Medio Oriente. Pero los oponentes de Mubarak tuvieron que ser aprobados por los propios miembros de su partido en el Parlamento y la Hermandad Musulmana -la cual debe ser el partido más grande del país- es aún ilegal. Sentado en Bagdad, observé la primera marcha del partido de Mubarak, un empalagoso acto en que pidió apoyo. Entonces, ¿quien ganará esta democrática elección? Tomaré el riesgo: nuestro viejo amigo Mubarak. Y apuesto que conseguirá más de 80 por ciento de los votos.
Y por supuesto, desde mi pequeño nidito en Bagdad he estado viendo el desalojo de los israelíes de sus ilegales asentamientos en la franja de Gaza palestina. La palabra «ilegal» no apareció en la BBC, por supuesto, no para referirse a los colonos -por lo que se debe leer colonizadores-, ellos no fueron desalojados de su tierra, pero de la tierra que originalmente tomaron de otros. Ni es mucha atención prestada a la continua edificación de las igualmente colonias ilegales dentro de la Ribera Occidental palestina la cual -inevitablemente- hará una «viable» (la palabra favorita de lord Blair) Palestina imposible.
En Gaza, todos esperan que los colonos y los soldados israelíes abran fuego unos contra otros. Pero cuando uno lo hizo, abrió fuego para asesinar a cuatro trabajadores palestinos en la Ribera Occidental. La historia fue considerada en la cobertura hecha en televisión como una breve, oscura y vergonzosa nube, y olvidada. Los asentamientos desmantelados. La evacuación de Gaza. Paz en nuestro tiempo.
Pero en Bagdad, los iraquíes con los que he platicado no están convencidos. Ellos que viven en el infierno de Irak entienden qué pasa en Medio Oriente, ellos no son engañados por la insensatez mercantil de Bush y Blair. «Qué es esta maligna ideología, de la que Blair aún continúa hablando?», me preguntó esta semana un amigo iraquí. «¿Cuál será tu próxima invención? ¿Cuándo despertarás?» Yo mismo no pude expresarlo de mejor manera.
© The Independent
Traducción: Erik Vilchis