Las acciones desarrolladas por el ejército ocupante británico en la ciudad iraquí de Basora el pasado lunes, tras más de dos años de invasión y guerra, destapan el lado más oscuro de las fuerzas invasoras y aumentan los interrogantes sobre la verdadera responsabilidad de parte de los incidentes violentos que se producen en el país. […]
Las acciones desarrolladas por el ejército ocupante británico en la ciudad iraquí de Basora el pasado lunes, tras más de dos años de invasión y guerra, destapan el lado más oscuro de las fuerzas invasoras y aumentan los interrogantes sobre la verdadera responsabilidad de parte de los incidentes violentos que se producen en el país. Sabido es el hermetismo que el Gobierno británico ha mostrado en episodios anteriores, por lo que de ese lado no se pueden esperar grandes avances, ya que Tony Blair y su gabinete se ocuparán de ello. Sin embargo, entretanto se logren desentrañar más detalles de lo ocurrido, lo que queda manifiestamente en evidencia es la utilización de agentes británicos, sean militares o pertenecientes a los servicios secretos, en tareas de provocación, participando disfrazados de resistentes en un supuesto ataque a la policía iraquí. Posteriormente se produce la búsqueda y rescate de los dos agentes por parte del ejército invasor, con el resultado colateral de la destrucción de la comisaría de la ciudad y la fuga de centenar y medio de detenidos.
Las peripecias protagonizadas por los invasores, más propias de una película de acción que de la labor democratizadora que dicen realizar en Irak, dejan al descubierto el verdadero rostro de una actuación irregular que pone bajo sospecha, si no lo estaba ya de antemano, la labor de las fuerzas británicas en el sur del país. Un destacamento integrado por un total de 8.500 soldados, que se tienen que mover en una región de mayoría chií y donde goza de gran predicamento el Ejército del Medhi que lidera Moqtada al Sadr. La pregunta es, ¿qué estaban haciendo y qué pretendían esos dos agentes británicos camuflados de resistentes?
La invasión del país árabe en marzo de 2003, fuera de cualquier cobertura internacional medianamente homologable, fue planteada con el objetivo de derrocar al gobierno de Saddam Husein, asegurando el suministro de crudo y sus reservas para el futuro y estableciendo a largo plazo bases militares de los invasores en una región de gran interés geoestratégico, fronteriza además con Irán. No obstante, la relativamente cómoda invasión se ha ido transformando en una ocupación complicada, con atentados diarios en los que resultan muertas decenas de personas, un discutido proyecto de constitución que debe ser sancionado el próximo mes y una sensación generalizada de caos que en parte puede estar siendo instigada por las propias potencias ocupantes. –