Traducido para Rebelión por Germán Leyens
En los años treinta la ciudad española de Guernica se convirtió en un símbolo de gratuita muerte y destrucción. En los años noventa Grozny fue cruelmente arrasada por los rusos, y sigue en ruinas. El momento inolvidable de brutalidad y exterminación sistemática es Faluya.
Jonathan Steele y Dahr Jamail, ‘This is our Guernica’
The Guardian, 27 de abril de 2005 (i)
Se les tomarán las huellas digitales, les escanearán las retinas y luego recibirán una tarjeta de identidad, que les permitirá viajar alrededor de sus hogares o a los centros cercanos de ayuda, que ahora están siendo construidos, Los marines serán autorizados a usar fuerza letal contra aquellos que violen las reglas.
Richard Engel, reportero de NBC, 8 de diciembre de 2004 (ii)
La Guernica del Siglo XXI: (Des)Ordenando lugares
En noviembre de 2004 el mundo observó – periódicamente, a merced del enfoque de la mirada mediática- como el Cuerpo de Marines de EE.UU. enfrentaba a así llamados ‘insurgentes’ en una brutal batalla en Faluya, Irak. Con todo su armamento de alta tecnología, sus municiones de precisión, y su entrenamiento excepcional, las fuerzas de ocupación casi hicieron desaparecer Faluya en sus misiones de búsqueda y destrucción. Durante el mes de sitio de Faluya por las fuerzas estadounidenses, más de 200.000 residentes huyeron de la ciudad. Las fuerzas de ocupación arguyeron que de esas ruinas iba a surgir una ‘ciudad modelo’, repleta con una infraestructura de seguridad de alta tecnología centrada en estrategias de identificación biométricas para administrar a los ciudadanos que retornaran. A los que volvían les tomaban las huellas digitales, les escaneaban las retinas, y les daban una placa obligatoria de identidad que mostraba el domicilio del individuo y contenía los datos biométricos. En este contexto, la destrucción gratuita de Faluya parecía ser, como a menudo responde el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld cuando lo presionan sobre los actuales eventos en Irak, precisamente ‘lo planificado’. Suena trillado decir que vivimos en tiempos interesantes; no tan trilladas, sin embargo, son las meditaciones de numerosos pensadores y escritores contemporáneos sobre cómo la política liberal moderna encarna lo que se conoce cada vez más como ‘el estado de excepción’. En el contexto de las normas internacionales contemporáneas, e incluso del constitucionalismo, uno debería considerar hasta qué punto el ‘excepcionalismo’ en sí se está convirtiendo en una norma de la política mundial. En cierto sentido, la destrucción gratuita del enemigo es una norma apenas disimulada de la modernidad, y no digamos ya el subsiguiente reordenamiento y la repoblación de esos espacios/lugares. La evocación por Jonathan Steele y Dahr Jamail de la destrucción gratuita de Guernica y Grozny, recuerda el conmovedor cuadro ‘Guernica’ de Pablo Picasso. Totalmente diferente de cualquier otro, ese lienzo encargado para la Feria Mundial de 1937 en París, representa los horrores de los bombardeos de superficie; edificios retorcidos, animales deformados y personas mutiladas, entrelazados desesperanzadamente en una carnicería que traiciona el orden de la forma cubista. ¿Cómo se (re)introduce el orden partiendo de un desconcierto semejante?
La violencia y la crueldad de bombardear a civiles y de aniquilar una ciudad/un sitio con semejante violencia es palpable en la pintura de Picasso; por lo tanto, deja un sentimiento de desesperanza ante la abrumadora capacidad destructiva de la modernidad. Sin embargo, es prácticamente un cliché la medida en la que esta capacidad destructiva se encuentra en marcado contraste con el simultáneo potencial productivo de la modernidad. Imbuida de una cierta medida de triunfalismo estadounidense, habla a los residuos de un orgullo desmedido posterior a la Guerra Fría. Persistente en la imaginería política estadounidense, se encuentra una singular arrogancia (re)productiva que domina; la destrucción ya no constituye el problema, sino más bien la rapidez de la reconstrucción. (iii) En realidad, propugnadores de las tecnologías biométricas en Irak (y otros sitios) mencionan que resuelven problemas de deletreo de nombres locales y la presunta dependencia exagerada de intérpretes, ya que los datos personales son recolectados con relativa facilidad mediante medios tecnológicos. (iv) Además, se hace aparente que el potencial de la modernidad obvia la necesidad de verse ‘cara a cara con el Otro’ (v), cuyas ramificaciones son múltiples y generalizadas.
Notablemente, el estado de excepción actúa como una condición posibilita tanto la destrucción gratuita como las particularidades de la reconstrucción. Sólo en un estado de excepción constituye una medida aceptable el baleo de manifestantes, y el control abierto de la población es una condición para la reconstrucción, cuando es factible.
En este trabajo, consideramos la introducción de tecnologías biométricas en Faluya, o más precisamente, sobre las ruinas de Faluya. Variaciones de las estrategias de gestión y control impuestas en Faluya proliferan en todo Irak (y Afganistán), causando preocupaciones similares respecto a la administración de poblaciones locales – y por cierto la definición de su membresía (ciudadanía) en la comunidad – por parte de las fuerzas militares ocupantes. En realidad, el así llamado «equipo automatizado biométrico» o BAT [por sus siglas en inglés] ha llegado a formar parte integral del arsenal de las autoridades de EE.UU. ¿Cuán diferente es, entonces, la utilización y la justificación de la aplicación de tecnologías biométricas como constituyente de la seguridad interior en comparación con su empleo en el logro de objetivos de política extranjera? Argumentamos que el uso de la biometría para la gestión de la población es parte contemporánea de la política (excepcional) basada en la seguridad, y que aunque es más evidente, el caso de Faluya no es disímil de las iniciativas «internas» de la seguridad interior y de l control de seguridad de la ciudadanía. Además, nos habla del desarrollo de una norma global de identidad basada en la seguridad, subrayando la relación mutualmente constitutiva entre la política interior y extranjera, o por lo menos en la desestabilización de nociones convencionales sobre la separación entre estos dos campos, que se concretiza en los discursos y los regímenes/el conocimiento disciplinarios de Relaciones Internacionales y Políticas Comparativas. (vi) Además, habla de un intento de ejercer tecnologías biopolíticas de poder, como formas de subyugación y de control/administración, que por su parte constituyen el sujeto de tales circunstancias ‘excepcionales’ como el homo sacer de Agamben.
El trabajo comienza con una breve introducción del estado de excepción, y hasta dónde la introducción de tecnologías biométricas representa la política de excepcionalismo. Como lo indica el título del trabajo, consideramos que estas acciones para lograr la seguridad, es decir la introducción de tecnologías biométricas, colocan el acento en las tendencias constitucionalizantes, o por lo menos, la indefendible diferenciación en la política interior y extranjera. En este caso específico, de un modo muy semejante cómo la tecnología moderna ha hecho caer en desuso las articulaciones convencionales de espacio y tiempo, el uso simultáneo de tecnologías biométricas como parte de los objetivos de las estrategias tanto internas como de política extranjera, comienza a cuestionar los límites articulados de identidad y lugar. Luego examinamos el caso de Faluya, que se puede considerar un ejemplo de lo que ocurre en el caso más amplio de Irak, en el que la lucha por conquistar el dominio biopolítico del poder soberano es impuesto por las fuerzas de ocupación en un esfuerzo por controlar la biopolítica — la administración de la vida. Como resultado de la violencia destructiva de las fuerzas de ocupación, la identidad es rearticulada sobre la base de los principios de biometría y, utilizando el trabajo de Giorgio Agamben, algunos iraquíes son articulados como homo sacer; es decir, los varones entre 15 y 45 años que no obtuvieron la opción de abandonar Faluya antes del sitio en noviembre de 2004. En este sentido, aún sabedores de la inquietante historia de destrucción representada en ‘Guernica’ de Picasso, la historia en este caso es más bien sobre la destructividad de la reconstrucción, y la lucha por el poder soberano en su forma biopolítica.. Concluimos con algunas reflexiones sobre los argumentos presentados, y su aplicación más amplia en el contexto iraquí.
El Homo Sacer y el Estado de excepción
Haciendo uso del trabajo del teórico constitucional nazi Carl Schmitt, pero también de un patrimonio hobbesiano y weberiano, el renacimiento de las deliberaciones sobre el estado de excepción se encuentra en trabajos contemporáneos del filósofo italiano Giorgio Agamben. Aunque muchos que no están endeudados con el triunfalismo que se encuentra en comentarios posteriores a 1989 se volcaron hacia Schmitt, faltaban algunas resonancias específicas. En particular, uno de los puntos críticos para Agamben es que el estado de excepción se está convirtiendo en la norma, llevó a que varios escritores y pensadores se disputaran. Después de los eventos del 11 de septiembre de 2001 y la introducción subsiguiente de legislación antiterrorista y de estrategias de seguridad interior, sin embargo, este argumento es mucho menos radical. Piezas específicas de la legislación antiterrorista como la Ley C-36 en Canadá, la Ley PATRIOTA en EE.UU., la Ley de Reforma de la Inteligencia y de Prevención del Terrorismo de 2004 (IRTPA), o incluso la Ley estadounidense de Seguridad Interior de 2002, involucran apenas algunas’cláusulas de caducidad’ cuando no someten a todo el cuerpo de la legislación a una cláusula semejante. De particular importancia, es la cómo tales cláusulas de caducidad dan una cierta transitoriedad a poderes excepcionales o de emergencia. Mientras el soberano podría, por cierto, tomar algo de la máxima de Schmitt: «el soberano es el que decide la excepción», ésta no significa que se le dé un poder de carta blanca. Si así fuera, los poderes excepcionales ya no serían ‘excepcionales’, sino la norma, o lo que se califica de estado permanente de excepción. La pregunta es, por lo tanto, ¿qué otorga al estado de excepción su permanencia, y cuáles son las implicaciones para los miembros de la comunidad política de este estado de excepción?
Por otra parte, para seguir el ejemplo de Agamben, el estado de excepción aparece en una intersección entre lo legal y lo político, una guerra civil, una insurrección, una resistencia armada. (vii) Además, el estado de excepción es el resultado de una «crisis política», lo que indica que debería ser entendido en términos políticos y no sobre bases jurídico-constitucionales. (viii) Para Agamben, lo que es particularmente retador sobre el estado de excepción es la forma en la que funciona en una ‘zona de indecisibilidad’, o aquello a lo que él y otros se han referido como una ‘zona de indistinción’ (ix) Como el soberano es al mismo tiempo la ley y está fuera de la ley, y subsiguientemente tiene el poder de suspender la ley, existe una especie de sanción legal para el estado de excepción que es extra-jurídica. Por ello, como sostiene Agamben, el estado de excepción recibe un cierto estatus legal, tal como la noción de la ‘guerra civil legal’ que explora. (x) Además, y tal vez sea lo más importante, en cuanto a que la transformación del estado de excepción se convierta en la norma, es cómo los poderes excepcionales, o los estados permanentes de emergencia, se convierten en tecnologías importantes de control gubernamental. Aquí Agamben señala correctamente, el estado de emergencia no es siempre declarado abiertamente en un sentido técnico, y a pesar de ello enmiendas y cambios estatutarios que ocurren en un segundo plano hablan directamente de la permanencia del estado de excepción. (xi) Además, la suspensión de los poderes legislativo y judicial convencionales y la concentración y centralización del poder en manos del núcleo del ejecutivo, constituyen el estado de excepción. Los modos como esta condición se infiltra en estatutos ocultos que son guardados, listos para salir a la luz cuando son requeridos, y el modo general en el que este estado de excepción parecen haberse convertido en una tecnología efectiva de mando para gobiernos contemporáneos enfatizan la permanencia del estado de excepción. Gran parte de esto se relaciona directamente con el punto de Michel Foucault de que la política moderna es biopolítica, en cuando el poder soberano se preocupa en una medida mucho mayor del control de la vida como tecnología particularmente importante del poder. (xii) Como señala Foucault:
La biopolítica trata de la población, con la población como problema político, como un problema que es al mismo tiempo científico y político, como un problema biológico así como un problema de poder. (xiii)
Para Giorgio Agamben, lo que es particularmente importante en la tesis de Foucault es el modo como uno comprende el sentido de la transformación hacia la biopolítica y el ‘control de la vida’. De ahí el diálogo de Agamben sobre la ‘forma de vida’ y los poderes que constituyen múltiples formas de vida como la ‘forma de vida’. En otras palabras, parece imposible aislar la ‘vida desnuda’ de la ‘forma de vida’ que es la vida política. (xiv)
Puesto que sus habitantes [del bando] han sido despojados de todo estatus político y reducidos completamente a la vida desnuda, el bando es también el espacio biopolítico más absoluto que ha sido jamás creado – un campo en el que el poder no confronta otra cosa que la pura vida biológica, sin ninguna mediación. (xv)
En esta ‘zona de indistinción’ que es el espacio político de la excepción, el homo sacer u hombre sagrado se hace indistinguible del ciudadano. De ahí, de la misma manera como la ‘zona de indistinción’ es excepcional – extra-jurídica – la subjetividad de los habitantes también es extra-jurídica, ya que se les priva de derechos y prerrogativas hasta el extremo de que cometer cualquier acto hacia ellos ya no parece ser un crimen. (xvi)
Según nuestro análisis, si Faluya es ciertamente un espacio/sitio de excepción – en términos más amplios podríamos argüir que Irak en su conjunto está sometido a un estado de excepción, como lo es el espacio interior de EE.UU. bajo las condiciones de la guerra contra el terror, lo que subraya aún más la relación mutuamente constitutiva entre la política interior y extranjera – ¿entonces en qué medida son los habitantes homo sacer? Considerando los elementos específicos del caso de Faluya, aunque no todos los habitantes son claramente articulados como homo sacer, ciertamente los que son percibidos como más amenazantes por las fuerzas ocupantes son presentados como tales. Además, nuestro análisis subraya la medida en la que la aplicación de tecnologías biométricas por las fuerzas dirigidas por EE.UU. es por lo menos un factor contribuyente a esta (re)articulación de los iraquíes o en este caso de los faluyanos como homo sacer, o podría por cierto ser una condición necesaria aunque insuficiente para esta (re)articulación en particular. Antes de discutir el caso específico de Faluya, sin embargo, veamos algunas breves palabras sobre las tecnologías biométricas y los aspectos específicos de aplicaciones contemporáneas en Irak y Afganistán.
Biometría y el BAT
Las tecnologías biométricas involucran la medición de las características fisiológicas, generalmente en forma digital. (xvii). La gama de características físicas supuestamente mensurables parece ilimitada, por lo menos según la literatura de la industria. Las aplicaciones biométricas más populares son reconocimiento de la fisonomía relacionada con el escaneo de la cara, escaneos del iris, escaneos de la retina, y la toma digital de huellas dactilares. Estas aplicaciones biométricas convencionales refuerzan las nociones del cuerpo como una entidad sólida, estable, de la que partes definibles y cuantificables pueden ser sometidas a mediciones. Sin embargo, la así llamada «biometría esotérica» no sólo incluye los aspectos únicos del cuerpo, si no la fisiología real, que, a falta de una expresión más adecuada, mide la «producción» del cuerpo. La biometría esotérica incluye: termografía facial (el modelo del calor facial causado por el característico flujo de la sangre bajo la piel; DNA; olor corporal (la medición de ‘rolatiles»: las sustancias químicas que causan olor; el modo de caminar; dinámica del pie (que considera no sólo el tamaño del pie, sino la dinámica, como el análisis de la presión relacionada con la forma del pie, la ‘geometría del pie’ considerando el ritmo de los pasos, y la ‘dermatoglífica’, que utiliza la medición de las protuberancia de la huella para medir la fricción) (xviii). La razón para ofrecer algunos ejemplos de biométrica esotérica no es simplemente el peso de su impacto sino subrayar la visión y la creencia en ‘el cuerpo como contraseña’ que impregna a la industria de la biometría y la literatura.»También pone al descubierto la visión a largo plazo de la industria y de sus propugnadores, que indica su creencia en la necesidad ininterrumpida de tecnologías biométricas, y sus (re)soluciones adecuadamente futuristas de/para esas necesidades.
Parecería que las posibles aplicaciones de la biometría, tienen como único límite la imaginación. Las tecnologías biométricas han sido generalmente empleadas en el sector privado, por ejemplo en sitios de alta seguridad como las instituciones financieras, a fin de asegurar instalaciones nucleares o químicas, o para la seguridad de productos especiales, tales como los narcóticos requeridos por los anestesiólogos. Las tecnologías biométricas tampoco son extrañas a la esfera panóptica de la vigilancia, utilizadas de modo consistente para rastrear los va y viene de empleados en grandes instituciones. Los debates contemporáneos sobre las aplicaciones de la biometría dependen de algunos fenómenos muy particulares de la edad contemporánea de la información y del contexto de seguridad posterior al 11-S.
Los eventos del 11 de septiembre de 2001 tuvieron indudablemente un impacto en la industria de la biometría, aunque fuera sólo que abrieron una ventana política para legisladores que ya la apoyaban. Sin embargo, haciendo mucho más que predicar a los ya convertidos, las tecnologías biométricas fueron presentadas estratégicamente como panacea para los problemas de seguridad en el mundo posterior al 11-S. Atrapados en la paradoja entre la seguridad de las fronteras y los cuerpos y los imperativos de la economía liberal global, los Estados se mostraron acordes con la representación del ‘problema de la seguridad’ que la industria de la biometría articuló con tanta rapidez. (xix)
Las aplicaciones de la biometría propuestas con el propósito de asegurar las fronteras y los cuerpos son generalmente los pasaportes, visas, tarjetas de residencia permanente y nacionales de identidad, biométricos o preparados para la biometría. El énfasis general es en Documentos de Viaje Leíbles por Máquinas (MRTD, por sus siglas en inglés], que supuestamente contribuyen a un aumento de la eficiencia y a más seguridad, satisfaciendo así los dobles requerimientos del de imperativo libre movimiento de la economía global y de los supuestos imperativos de seguridad posteriores al 11-S. En todos estos debates, sin embargo, parece generalmente que la (im)posibilidad de asegurar los cuerpos y las fronteras cae fuera del espacio de la política de la biometría. Como sostiene Simon A. Cole basándose en sus suposiciones sobre la seguridad del cuerpo en sí, todo este proyecto podría, en realidad, estar mal orientado:
Por cierto, el cuerpo mismo puede convertirse en un modo bastante anticuado de definir al individuo. Una amplia variedad de nuevas tecnologías – reasignación del sexo, ciberespacio, inteligencia artificial, cirugía plástica, transplante de órganos, etc. – apuntan todos al fin de la noción del cuerpo del Siglo XIX, como una entidad sólida, estable, y la llegada de una cierta nueva concepción de los cuerpos como mutables y flexibles… Podríamos dejar de pensar sobre nosotros, o de identificarnos, estrictamente como cuerpos físicamente singulares y comenzar a pensar en nosotros como entidades algo más etéreas para las cuales los cuerpos y las partes corporales son sólo recursos. (xx).
Aunque hay formas en las que las afirmaciones de Cole podrían poner en tela de juicio la introducción y las afirmaciones de la biometría, la introducción de ésta podría también ser interpretada como factores contribuyentes a esa descripción algo fetichistizada del cuerpo. En otras palabras, si el cuerpo se convierte en contraseña, ¿cesa de ser cuerpo? (xxi). La literatura y los informes comisionados por el gobierno, y los foros públicos, generalmente guardan silencio ante tales temas.
Continuamos con argumentos de forma presentados por Robert Putnam y otros. Yale Ferguson y Richard Mansbach hacen valer que la separación entre la política interior y extranjera es cada vez más insostenible; las políticas interiores influencian los asuntos internacionales, y viceversa (xxii). Con este fin, las estrategias biométricas hacia la (re)articulación del cuerpo como contraseña y la salvaguardia de la seguridad/criminalización general de aquello a los que Agamben se refiere como «la vida desnuda» o incluso el propio homo sacer parecen reforzarse mutuamente en los espacios de la política interior y extranjera. En el espacio interior, la nueva relación biopolítica ‘normal’ entre el ciudadano y el Estado permite al poder soberano la capacidad de apropiarse de y registrar la vida biológica de cuerpos. (xxiii) En el espacio ‘internacional’, la biometría se está convirtiendo en un instrumento cada vez más poderoso en el campo de batalla del día: la guerra contra el terror. En lugar de simplemente ‘administrar el campo de batalla’ en el sentido estratégico clásico de la palabra, las tecnologías biométricas sirven para limitar el campo de la política, en el que el ciudadano se convierte cada vez más en un sospechoso, o como diría Agamben, homo sacer, que puede ser legítimamente sometido a tales tecnologías disciplinarias. (xxiv) En el caso de Irak y Afganistán, el Instrumental Automatizado de Biometría, también conocido como BAT [por sus siglas en inglés], es empleado en todo el teatro de operaciones a fin de mantener una base de datos sobre insurgentes terroristas, trabajadores locales, y detenidos. (xxv) Como la noción de Simon A. Cole de ‘identidades sospechosas’, o de modo más apto, el homo sacer de Agamben, el sujeto es privado de derechos y prerrogativas, y puede ser legítimamente domeñado, controlado, disciplinado, e incluso destruido. Como lo indican las categorías enumeradas, los terroristas se encuentran en la misma categoría que los trabajadores locales, ya que se persigue un control general de la identidad, en el que las subjetividades de los afectados son (re)articuladas como homo sacer; pueden ser detenidos, muertos a tiros, torturados, ya son cuerpos despojados en la zona excepcional de la indistinción. De la misma relevancia en este caso, es la proliferación del uso de estas medidas, para no hablar de la rapidez con la que pueden ser desplegadas.
Según informes del Cuerpo de Marines de EE.UU., el sistema BAT es efectivo, móvil y fácil de utilizar:
En cosa de segundos, un Marine trabajando en una puerta o punto de control puede recolectar datos biométricos de un individuo, buscar en la base de datos del ordenador, y buscar una coincidencia en la base de datos… ‘El éxito con BAT proviene de la relativa facilidad para recolectar datos biométricos de buena calidad y luego pasar a buscar a una persona que utilice esos datos’, dijo Jon E. Davis.(xxvi)
El sistema utiliza el escaneo del iris, tomando una imagen digital del ojo y guardándola en la base de datos con otras informaciones personales y la historia personal relevante. Aparte de la supuesta fiabilidad de los datos biométricos recolectados, la capacidad de sortear incluso un gesto superficial hacia la sensibilidad cultural se nota cuando se ensalzan las virtudes del BAT:
La biometría también resuelve el actual problema de igualar la ortografía de nombres locales, que a menudo existe incluso cuando hay un intérprete. La mayoría de los Marines que trabajan en las puertas pueden aprender cómo operar el sistema en cosa de días (xxvii)
En lugar de enfrentar cara a cara al Otro, uno puede evitar hacerlo de cualquier modo sustantivo mediante tales medidas, ya que el Otro es simplemente rearticulado mediante aplicaciones biométricas en la identidad sospechosa. Además, las posibilidades productivas de semejantes encuentros cara a cara son erradicadas; exigen demasiado tiempo, requieren demasiada inversión cultural y respeto por el conocimiento local frente a las ‘nuevas’ medidas biopolíticas ‘normales’ del Estado. Hay que recordar que la mayoría de los Marines pueden aprender a operar el BAT en cosa de días; comprender la complejidad de las identidades locales requiere mucho más tiempo. Para volver a’Guernica’ de Picasso, esto parece ser el verdadero horror de la destructividad de la guerra contemporánea: no la aniquilación de estructuras y el bombardeo de la infraestructura, sino la racionalización del conocimiento frente a la rearticulación de la identidad.
Faluya: Sitio ‘excepcional’ y la creación del homo sacer.
La invasión estadounidense y la destrucción casi total de Faluya en noviembre de 2004 trataron de crear un espacio de excepción extraordinariamente poderoso dentro de Irak, conformado por la política de EE.UU. Marines de EE.UU. asaltaron la ciudad utilizando bombardeos aéreos y fuerzas terrestres en un esfuerzo por pacificar Faluya y sus habitantes, para debilitar el apoyo a la insurgencia, y a fin de imponer el control central para la elección nacional planeada para el 30 de enero de 2005. Ha resultado particularmente difícil investigar la naturaleza del nuevo orden geopolítico – y las estrategias biopolíticas asociadas con éste – ya que las autoridades de EE.UU., actuando como un soberano de facto con su ocupación de Irak, impidieron una observación independiente del ataque y las acciones subsiguientes y la situación general de la seguridad en el país continuaron su deterioro, impidiendo incluso una investigación iraquí independiente o una humanitaria internacional. Sin embargo, informes indicaron que se utilizó de modo generalizado fósforo blanco, ataques y clausuras de hospitales dentro de la ciudad, en un esfuerzo por suprimir informes de testigos presenciales sobre el tipo y la gravedad de heridas y muertes, y para implementar un estricto control biométrico de los ciudadanos de la ciudad.
Es crítico situar a Faluya en el contexto de la política iraquí y su experiencia con las fuerzas de ocupación para identificar su sitio dentro de los designios de los planificadores de la política para Irak. Su experiencia pasada había conducido a los que toman las decisiones en EE.UU. a ver a Faluya como un espacio que requería la ‘suspensión de la norma’. Emergió como un espacio de in-distinción entre orden y desorden dentro del cual un poder soberano decide el confín entre la vida y la muerte y donde, partiendo de ese confín, intenta poner orden en lo que se encuentra ‘afuera’. Faluya, con su prolongada historia de resistencia contra el poder central, sólo magnificado por su experiencia con la ocupación estadounidense, había indudablemente rechazado los intentos estadounidenses de controlar la ciudad. Estos intentos llevaron a que las fuerzas militares de EE.UU. la identificaron cada vez más como única y excepcional por su papel en la insurgencia.
Sin embargo, la oposición de Faluya a las acciones de EE.UU., y el rol de sus habitantes dentro de la insurgencia estaban más relacionados con la ubicación geográfica y la composición histórica de la población de la ciudad. Situada en una encrucijada del río Éufrates, la carretera Amman-Bagdad, y el corredor norte-sur que conecta la península árabe occidental con Mosul y Alleppo en el norte – una antigua ruta comercial – Faluya había sido un nodo importante en el desarrollo de los flujos de comercio y cultura entre múltiples sociedades. Siglos de flujos matrimoniales, tribales y comerciales habían cementado una cultura local que tuvo gran prosperidad en los impetuosos días del desarrollo iraquí gracias al influjo de petro-dólares. Su temprana aceptación de salafi e incluso de variedades wahabíes de pensamiento islámico desde el Nejd al sur y su adopción de lazos comerciales y culturales con Mosul y Alleppo crearon una visión del mundo divergente de la de Bagdad. Bajo una dictadura baazista declaradamente laica Faluya resistió el control central y las tendencias modernistas que emanaban de los ministerios en Bagdad. Como todo Irak sufrió bajo los bombardeos aéreos de la guerra de 1991. (xxviii) y las privaciones y la devastación humana provocadas por las sanciones económicas entre 1990 y 2003.
Sin embargo, cuando ocurrió la invasión estadounidense en marzo de 2003, Faluya quedó fuera de los principales combates como de incursiones de las fuerzas de ocupación estadounidenses en la ciudad propiamente tal. Al caer Sadam, los dirigentes tribales locales expulsaron a los funcionarios del Partido Baaz local, establecieron el control local de la ciudad, impidieron los saqueos y seleccionaron al pro-estadounidense Taha Bidaywi como nuevo alcalde de la ciudad. Las fuerzas de EE.UU. no entraron a la ciudad hasta abril de 2003, una acción que eliminó parte de la buena voluntad, especialmente porque muchos en la ciudad habían esperado que el ejército de EE.UU. se quedara afuera. Confrontados por la emergente insurgencia en toda la provincia Anbar las fuerzas de EE.UU. trabajaron con Bidaywi y establecieron la ‘Fuerza de Protección de Faluya’, compuesta de hombres de Faluya, para mantener el orden en la ciudad y ayudar a combatir a la resistencia. El 28 de abril de 2003, un gentío de 200 jóvenes se reunió delante de una escuela local en la que las fuerzas de EE.UU. habían establecido su base de operaciones en la ciudad, para protestar en general por la presencia de fuerzas de EE.UU. en la ciudad, y en particular para que desocuparan la escuela y que las clases pudieran comenzar. Esto llevó a un altercado en el que murieron 15 civiles iraquíes y docenas fueron heridos por los tiros estadounidenses. Continuas protestas, provocadas por la creciente cólera por el despliegue de fuerzas de EE.UU. dentro de la ciudad, obligó a una reubicación en las afueras de la ciudad, pero también reorientó la tradicional oposición de Faluya contra el control exterior hacia la oposición contra los ucases estadounidenses.
La ubicación estratégica de la ciudad dentro de la provincia Anbar, centro de la creciente oposición insurgente a la ocupación del país por EE.UU., causó una creciente acción militar de EE.UU. en las aldeas y ciudades circundantes. Esto llevó al compenetrado aparato comunitario – vinculado por lazos de matrimonio, clan y tribu – a un contacto íntimo con el conflicto. Faluya y sus alrededores suministraban a los insurgentes acceso a arterias de transporte críticas para la ocupación militar de EE.UU. y sus encarnaciones políticas – la Autoridad Provisional de la Coalición [CPA, por sus [siglas en inglés] y el Consejo Gobernante Iraquí (IGC, por sus siglas en inglés]. Además, la aparición de elementos yihadíes islamistas entre la insurgencia cada vez más diversa – pintados como ‘combatientes extranjeros’ por los militares de EE.UU. – se fusionó con el histórico carácter islamista de la ciudad para establecerla como un escenario indulgente para tales combatientes – reales o imaginarios. La voz creciente de la Asociación de Eruditos Musulmanes (Hayat Al-Ulama Al-Muslimin) – un grupo basado en Faluya que representa a unas 3.000 mezquitas en todo Irak – sólo incrementó la percepción.
El 31 de marzo de 2004, insurgentes en Faluya mataron a cuatro contratistas privados de seguridad que trabajaban para Blackwater Security USA. Los insurgentes desaparecieron rápidamente después del ataque contra el todo terreno de Blackwater y luego un grupo de jóvenes locales comenzó a golpear y a apedrear a los vehículos y los cuerpos – terminando por colgar los restos desmembrados de un puente sobre la carretera. Las imágenes de los cadáveres y del trato que recibieron, tuvo una inmensa cobertura mediática en todo el mundo, y las fuerzas militares de EE.UU. reaccionaron rápidamente rodeando y poniendo en cuarentena la ciudad.
Cuando el ayuntamiento no pudo, o no quiso, identificar y entregar a ‘los responsables’ por el acto, las fuerzas de EE.UU. lanzaron un ataque contra la ciudad el 4 de abril de 2004. El ataque contra la ciudad encontró una feroz resistencia y después de varios días de combates gran parte de la ciudad no se encontraba bajo control militar de EE.UU. Los ataques contra mezquitas por las fuerzas de EE.UU., que las identificaron como objetivos militares legítimos por su uso por los insurgentes, y el ataque contra una importante población urbana, provocaron la expansión de la urgencia tanto en su marco geográfico – del sur de Bagdad a Mosul – y en el efecto letal de los ataques contra las fuerzas de EE.UU. y los administradores iraquíes seleccionados. Con una creciente reprobación iraquí e internacional del ataque, los militares de EE.UU. declararon un cese al fuego el 9 de abril, y las negociaciones resultantes entre dirigentes de la ciudad y Bagdad resultaron en un acuerdo formal declarado el 19 de abril de 2004. El intento de las fuerzas de la coalición de reconquistar el control de Faluya, bautizado ‘Operación Resolución Vigilante’ por los planificadores militares, condujo a más de 40 muertes de militares de EE.UU. y los cálculos de muertes iraquíes en el ataque van de 271 (según el Ministerio de Salud de Irak) a 731 /según Rafie al-Issawi, jefe del hospital de la ciudad). El fracaso de los militares de EE.UU. en la pacificación de la ciudad la convirtió en un símbolo de una variedad específica de la identidad iraquí y en un centro local concreto de resistencia a la ocupación de EE.UU. Declaraciones de militares y políticos de EE.UU. dejaron la marcada impresión de que el asalto fue una represalia por el ataque contra el personal de Blackwater, más bien que parte de una estrategia mayor de combate a la insurgencia o para imponer la vigencia del derecho en todo Irak. (xxix) La visión de las acciones de EE.UU. como reaccionarias, dominó crecientemente la cobertura de los eventos en Irak en los medios noticiosos. El hecho de que no hayan logrado presentar evidencia de la posesión de armas de destrucción masiva por Irak, debilitó la justificación – y la base legal – para la invasión, la tortura y la detención de miles de iraquíes inocentes, hizo que las autoridades de EE.UU. aparecieran vengativas frente a la insurgencia, y el lanzamiento del ataque contra Faluya – que destruyó un paisaje urbano y a sus habitantes para administrar una represalia a un puñado de insurgentes que supuestamente se encontraban entre ellos – vengativo y gratuito en su destrucción. Sin embargo, las autoridades de EE.UU. no abandonaron sus esfuerzos contra Faluya. La creciente insurgencia, y sus variantes islamistas sólo aumentaron la importancia de la posición de Faluya ante los ojos de las autoridades de ocupación. Lo que se necesitaba era una justificación, y un proyecto alternativo para imponer el control militar de EE.UU. sobre Faluya. Siete meses más adelante, después de crecientes actividades insurgentes en todo Anbar, y con la cobertura nominal del gobierno interino ‘soberano’ iraquí de Iyad Allaui, las fuerzas de EE.UU. volvieron a rodear y a invadir la ciudad. Con el nombre de ‘Operación Furia Fantasma’ dado por las fuerzas de EE.UU. y al-Fajr (el Alba) por los participantes iraquíes, el ataque contra la ciudad comenzó el 7 de noviembre de 2004.
Durante la semana que precedió al ataque, se exhortó a civiles y a no-combatientes a evacuar la ciudad y unos 200.000 de los 250.000 residentes de la ciudad huyeron al exilio como personas internamente desplazadas (IDPs, por sus siglas en inglés) sin ayuda de parte del gobierno o de la ocupación. En esta acción – publicitada como un gesto humanitario por las fuerzas de EE.UU. – se encontraba la base de un nuevo Irak tal como lo estructuraba la ocupación. Porque, como las presiones internacionales y regionales detuvieron la mano de la acción militar contra la ciudad en abril de 2004 sobre bases humanitarias, lo que impedía la derrota militar de la insurgencia era el hecho de que las autoridades de EE.UU. no lograron descifrar y desbaratar la articulación de la identidad de los faluyanos: la red de conexiones entre grupos de afinidad locales y los lazos familiares, lingüísticos y otros marcadores de identidad que permitían que la población mantuviera un sentido de su propio lugar y de su solidaridad. Sería necesario romper esa solidaridad para quebrantar el consenso tácito de la insurgencia en Anbar.
Al hacerlo, sin embargo, se requería la creación de nuevas identidades, creadas por las necesidades de la lógica extranjera implementada mediante el uso de la fuerza. Los faluyanos fueron sistemáticamente divididos en cuatro categorías definidas. Mujeres, niños, y los ancianos serían desplazados a un lugar desconocido – no se tomaron medidas humanitarias ni por parte de las fuerzas militares de EE.UU. ni por las autoridades ‘iraquíes’ en Bagdad. Identificados nominalmente como ‘iraquíes’ debían permanecer a un lado mientras se procedía a la limpieza de los elementos no-iraquíes en Faluya y luego volver para ‘votar’ en las elecciones para elegir representantes y confirmar su condición de ‘nuevos iraquíes’. Los no-combatientes que no pudieran o no quisieran irse debían evitar todo contacto fuera de sus casas, sobrevivir sin agua potable ni electricidad (que fueron cortadas antes de la invasión) y con los pocos alimentos que pudieran conseguir. Perdidos ante los caprichos de la suerte, su supervivencia fue abandonada ya que las ‘reglas de combate’ estipuladas por las fuerzas de invasión, expandían su alcance letal. Estos no-combatientes, desplazados en las afueras de la ciudad y abandonados bajo los escombros de sus hogares, fueron designados como los ‘nuevos iraquíes’ y para que fueran la personificación de aquello por lo que combatían las fuerzas de EE.UU. – por su calidad de iraquíes, su próxima identidad democrática. El retorno a la ciudad – a los hogares y las vidas de los faluyanos – se predicó sobre la base de la eliminación de lo ‘viejo’ y la aceptación de una nueva identidad biométricamente catalogada y determinada.
Combatientes, insurgentes, combatientes extranjeros, yihadíes, y residuos del régimen debían ser eliminados de Faluya – extirpar el ‘viejo Irak’ – la identidad ya no sería informada por el lenguaje, la historia, la arquitectura (en una ciudad conocida como la ‘ciudad de las mezquitas’) o lazos de familia, clan o tribu – sino el uso de información biométrica, obtenida con precisión tecnológica antiséptica, determinaría quién era iraquí, a todos los demás había que matarlos. Ya no determinarían el individuo o el colectivo los marcadores de identidad por decisión propia, sino ésta les sería implantada por la autoridad de la ocupación. El nuevo soberano colorearía a sus súbditos; eliminaría la alternativa, el pasado, lo indescifrable – al ‘otro’. En ningún otro caso esto fue tan evidente como en el de un grupo final no identificado por las autoridades de EE.UU., que era el de aquellos varones entre 15 y 45 años, que eran no-combatientes por su propia decisión. Fueron rehechos por fuerza de su género y edad como homo sacer y no pudieron abandonar la ciudad. Culpables del crimen de existir como ‘viejos iraquíes’ capaces de desafiar el nuevo orden – aunque hayan decidido no hacerlo – se les excluyó de la sociedad y el soberano de facto revocó todos sus derechos como ciudadanos (por cierto como seres humanos). Giorgio Agamben identificó como santos varones homo sacer a los individuos a los que ya no se aplicaba el derecho romano. La imagen espejo del homo sacer soberano fue excluida de la vigencia de la ley, permitiendo que fuera muerto por cualquiera – la suerte exacta de los varones iraquíes entre 15 y 45 años en Faluya. Agamben señala que desde sus orígenes, el derecho ha mantenido el poder de definir lo que era la ‘vida desnuda» mientras al propio tiempo ganaba poder sobre ésta convirtiéndola en sujeto del control político. El poder de la ley atribuía al soberano la capacidad de separar activamente a los ciudadanos (seres políticos) de los seres humanos («vida desnuda»). En la Faluya de 2004 – la zona de excepción creada por la soberana fuerza militar de EE.UU, – la aplicación de la ley en sí es mantenida en suspenso.
Después de varias semanas de intensos combates, las autoridades de EE.UU. y de Irak invitaron a los ciudadanos iraquíes a volver. Algunos llegaron para recuperar sus pertenencias abandonadas en el apuro por partir, otros para evaluar la factibilidad de volver a sus hogares, pero la mayoría se quedó lejos. Al no estar dispuestos a retornar a la nueva realidad creada en lugar de su realidad previa, no dispuestos a aceptar las restricciones de una identidad biométricamente determinada, e incapaces de vivir en la devastación de la ‘nueva’ Guernica, el pueblo de Faluya se encuentra ahora disperso en el paisaje iraquí. El ataque militar contra la ciudad la redujo a escombros y desparramó a sus habitantes, el esfuerzo por reorientar o reconstruir la identidad política localizada fracasó. Las conexiones con la antigua sociedad – tribu, clan, familia, lenguaje, arquitectura, fe e ideología – vencieron sobre los intentos de la autoridad de la ocupación por crear un ‘nuevo iraquí’. De un modo muy similar a como Gilles Deleuze y Felix Guattari articulan al Estado como una «máquina de escritura de guiones» que «sobre-codifica» formas alternativas de codificar los cuerpos y los territorios. (xxx) las fuerzas de EE.UU., como agentes del Estado, han intentado ‘capturar’ al pueblo iraquí. Estas fuerzas no pueden lograr acceso al conocimiento y a las taxonomías locales que conforman la identidad, cuyas raíces se hallan en la antigua sociedad; por lo tanto, dependen de los métodos estatales de captura. Además, la subjetividad o la subjetivización frente al Estado son frecuentemente bastante seductivas, ya que la disputa de la existencia dentro de una organización política estatal puede ser en sí un modo mediante el cual se es constituido como ‘sujeto’. Como en el caso de los ‘sujetos indígenas0 en Norteamérica, sólo cuando su propia existencia dentro del Estado es disputada, llegan a ser constituidos como sujetos indígenas, y se revela la capacidad del Estado como ‘máquina de captura’. Las ramificaciones a largo plazo de semejantes intentos siguen abiertas en el caso que examinamos, pero la lucha entre los ‘códigos’ localizados de identidad, el espacio, los cuerpos y los territorios y las capacidades de ‘sobre-condificación’ del Estado es un aspecto crítico del impacto material de las fuerzas de ocupación dirigidas por EE.UU. en Irak.
Conclusión.
En cierto sentido, los problemas presentados en este trabajo, se sitúan en la intersección de varios problemas, dilemas y literaturas. El caso material algo directo de la aplicación de tecnologías biométricas por las fuerzas dirigidas por EE.UU. en Irak oculta la complejidad que subyace esta aplicación/decisión estratégica. Debido a su importancia histórica, religiosa y estratégica, las particularidades de Faluya como estudio de un caso complican las cosas. La medida en la que el discurso que rodea la aplicación de tecnologías biométricas está abrumado por preocupaciones de eficiencia, rentabilidad, y articulaciones específicas de ‘seguridad’, oculta su papel en las obsesiones biopolíticas de la autoridad estatal moderna reciente, y del rol del Estado como ‘máquina de captura’. Finalmente, como la cuestión del poder soberano en el sentido weberiano es ambigua en el mejor de los casos en la situación iraquí, y se hace más tenebrosa con el pasar del tiempo, las condiciones del estado de excepción que amplifican la soberanía y reconstituyen a sujetos como homo sacer es al mismo tiempo urgente e inquietante.
En nuestro trabajo, actuamos para explorar la medida en la que la aplicación de tecnologías biométricas por las fuerzas dirigidas por EE.UU. constituye una parte importante de la construcción que constituye al mismo tiempo al Estado soberano excepcional como máquina de captura, y que al hacerlo, realiza intentos por rearticular/sobre-codificar a los iraquíes, o en este caso específico, a los faluyanos como homo sacer. En términos de los mecanismos biopolíticos de disciplina y gestión, la reconstitución de ciudadanos como homo sacer fortifica el poder ciudadano en el estado de excepción, y permite actos extra-jurídicos que ya no son considerados como un crimen. Por ello, no sólo son intentos hechos para sobre-codificar los conocimientos y taxonomías locales de identidad asociada con la antigua sociedad, sino que al hacerlo, se (re)articulan cuerpos y territorio, dentro del marco extra-jurídico del estado de excepción; la aplicación eficiente de tecnologías biométricas actúa simplemente como la condición material de la posibilidad para esta acción. La pregunta importante en términos humanos, es cuán (in)exitosas han sido tales acciones y lo son actualmente.. Como revela Guernica de Picasso, aunque se pueda decir mucho sobre la (ir)racionalidad de la guerra, su destructividad y el resultante sufrimiento humano son fundamentales.
i Citado en Milan Rai ‘Turning Point Fallujah: How US Atrocities Sparked Iraqi Resistance’ Electronic Iraq 4 de mayo de 2005 http://electroniciraq.net/news/1947.shtml (accessed 9 May 2005)
ii John Lettice: ‘Marine Corps deploys Fallujah biometric ID scheme’ The Register http://www.theregister.com/2004/12/09/fallujah_biometric_id/print.html (consultado el 10 de diciembre de 2004)
iii Joxie – Rumsfeld Doctrine; creation of chaos…
iv Cpl. Chris Prickett, II Marine Expeditionary Force, ‘Coming to your town soon? Tracking locals with the BAT of an eye’ Marine Corps News 28 de marzo de 2005 http://www.usmc.mil/marinelink/image1.nsf/lookup/2005327113726?opendocument (consultado el 11 de mayo de 2005)
v Vea Emmanuel Levinas…
vi Sobre el papel de la distinción entre la política interior y extranjera respecto al conocimiento disciplinario de IR y CP, desde una perspectiva crítica vea: David Campbell: «Writing Security: United States Foreign Policy and the Politics of Identity» (Manchester: Manchester University Press, 1992); Yale H. Ferguson & Richard W. Mansbach: ‘Political Space and Westphalian States in a World of ‘Polities’: Beyond Inside/Outside’, Global Governance Vol. 2, No. 1 (1996), pp. 261-287; Jim George: «Discourses of Global Politics: A Critical (Re)Introduction of International Relations» (Boulder, CO: Lynne Rienner Publishers, 1994); Michael J. Shapiro: «Methods and Nations: Cultural Governance and the Indigenous Subject» (New York: Routledge, 2004); R. B. J. Walker; «Inside/outside: International Relations as Political Theory» (Cambridge: Cambridge University Press, 1993).
vii Giorgio Agamben: «State of Exception», traducido por Kevin Attell (Chicago: University of Chicago Press, 2005), p. 1.
viii Ibíd.
ix Ibìd., p. 2. Vea también: Giorgio Agamben: «Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life» trad. de Daniel Heller-Raozan (Stanford: Stanford University Press, 1998); Jenny Edkins; ‘Sovereign Power, Zones of Indistinction and the Camp’, Alternatives Vol. 25, No. 1, pp. 3-26.
x Agamben: «State of Exception», pp. 2-3.
xi Existen varios ejemplos que podrían ser mencionados al respecto, que hablan del modo como los estatutos esperan para ejercer su poder durante el estado de excepción. Tal vez más interesantes y relevantes a las discusiones sobre que el estado de excepción se convierte en la norma, vale la pena considerar algunas enmiendas legales en particular. Estos estatutos no están sometidos a ‘cláusulas de caducidad’ piezas de legislación antiterrorista y de seguridad interior, como la Ley PATRIOTA EE.UU., que exigen una revisión legislativa y/o judicial después de un cierto número de años. Por ejemplo, considérese el artículo enmendado 38.13 de la Ley de Evidencia de Canadá, que es un cambio legal, y que como tal no está sometido a esas ‘cláusulas de caducidad’ típicas de los ‘poderes de emergencia’, pero a pesar de ello contribuye efectivamente al poder ejecutivo y suspende el poder de la revisión judicial, concentrando el poder en manos del Fiscal General.
38.13 (1) El Fiscal General de Canadá podrá expedir personalmente un certificado que prohíba la revelación de información en conexión con un procedimiento con el propósito de proteger información obtenida en confianza de, o en relación con, una entidad extranjera como es definida en la subsección 2(1) de la Ley de Seguridad de la Información o con el propósito de proteger la defensa nacional o la seguridad nacional. El certificado sólo podrá ser expedido después de una orden o de una decisión que resultaría en la revelación de la información que será el sujeto del certificado haya sido hecha bajo ésta o alguna otra Ley del Parlamento.
http://laws.justice.gc.ca/en/C-5/text.html (consultado el 30 de marzo de 2005). Nuestra comprensión de estos temas debe mucho a discusiones con Benjamin Berger, Facultad de Derecho, Universidad de Victoria.
xii Vea Michel Foucault: «Society Must Be Defended: Lectures at the Collège de France» 1975-1976 Traducido por David Macey (New York: Picador, 2003), passim, pp. 239-264.
xiii Ibid., p. 245.
xiv Giorgio Agamben: «‘Form-of-Life’ Means Without Ends: Notes on Politics» traducido por Vincenzo Binetti y Cesare Casarino (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2000), pp. 3-14; Agamben: «Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life».
xv Agamben: «Means Without Ends», p. 41.
xvi Ibid.
xvii Esta sección basa su descripción en tecnologías de biometría encontradas en las siguientes fuentes: John Chirillo y Scott Blaul: «Implementing Biometric Security» (Indianapolis, IN: Wiley Publishing, Inc., 2003); John D. Woodward, (Jr.) «Biometrics: Facing Up to Terrorism» (Santa Monica, CA: RAND Arroyo Center, 2001); John D. Woodward (Jr.) «Super Bowl Surveillance: Facing Up to Biometrics» (Santa Monica, CA: RAND Arroyo Center, 2001); John D. Woodward (Jr.), Katharine W. Webb, Elaine M. Newton, Melissa Bradley, y David Rubenson «Army Biometric Applications: Identifying and Addressing Sociocultural Concerns» (Arroyo Center, RAND, 2001); John D. Woodward (Jr.), Nicholas M. Orlans, y Peter T. Higgins Biometrics: «Identity Assurance in the Information Age» (New York: McGraw-Hill, 2003).
xviii John D. Woodward (Jr.), Nicholas M. Orlans, y Peter T. Higgins Biometrics: «Identity Assurance in the Information Age» (New York: McGraw-Hill, 2003), pp. 115-136.
xix «Canada-US Smart Border Declaration», del 12 de diciembre de 2001 es un buen ejemplo, como otra legislación aprobada después de los eventos del 11 de septiembre de 2001.
xx Simon A. Cole: «Suspect Identities: A History of Fingerprinting and Criminal Identification» (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2001).
xxi Para informes críticos sobre el cuerpo en el contexto de la tecnología y la era digital, vea el trabajo de Arthur y Marilouise Kroker, del que se puede encontrar gran parte en http://www.ctheory.net
xxii Yale H. Ferguson & Richard W. Mansbach: ‘Political Space and Westphalian States in a World of ‘Polities’: Beyond Inside/Outside’, Global Governance Vol. 2, No. 1 (1996), p. 261.
xxiii Giorgio Agamben: ‘Bodies without Words: Against the Biopolitical Tatoo’ German Law Journal Vol. 50, No. 2, (2004), pp. 168-169
xxiv Vea Ibid.
xxv Cpl. Chris Prickett: «II Marine Expeditionary Force, ‘Coming to your town soon? Tracking locals with the BAT of an eye» Marine Corps News 28 de marzo de 2005 http://www.usmc.mil/marinelink/image1.nsf/lookup/2005327113726?opendocument (consultado el 11 de mayo de 2005)
xxvi Ibid.
xxvii Ibid.
xxviii Incluyendo múltiples incidentes de pérdidas masivas en mercados locales cuando bombas de la coalición se desviaron de sus objetivos – el puente a través del Éufrates.
xxix La denuncia internacional de la tortura que ocurre en la prisión de Abu Ghraib por personal estadounidense estalló el 25 de abril de 2004 después de más de un año de negación y encubrimiento por parte del CICR, de consultas humanitarias e iraquíes sobre el trato dado a prisioneros dentro del sistema carcelario dirigido por EE.UU. en Irak y la eficacia de los operativos militares de captura de EE.UU. contra la población iraquí en sus esfuerzos por enfrentar a la insurgencia.
xxx Vea Gilles Deleuze y Felix Guattari: «Anti-Oedipus: Capitalism and Schizophrenia, traducción de Robert Hurley, Mark Seem, y Helen R. Lane (New York: Viking, 1977), pp. 139-153. Vea también Michael J. Shapiro: «Methods and Nations: Cultural Governance and the Indigenous Subject» (New York: Routledge, 2004), pp. 33-67. También vea Gilles Deleuze y Felix Guattari: «A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizophrenia» traducción de Brian Massumi (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2001), pp. 424-473.
——-
Escrito para ser presentado en «Global Norms Under Siege: Non-Intervention, Human Rights, and Abstention from Torture» [Las normas globales bajo sitio: no-intervención, derechos humanos y abstención de la tortura], 20 de mayo de 2005, Queen’s University Belfast, Irlanda del Norte.
Contactos para los autores:
John Measor
Institute of Arab & Islamic Studies
Stocker Road
University of Exeter
Exeter EX4 4ND
UK
Email: [email protected]
Benjamin J. Muller
Department of Political Science
University of Victoria
PO Box 3050
Victoria, BC V8W 3P5
Canadá
Email: [email protected]