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La historia de un desertor

Un soldado raso norteamericano fugitivo relata las atrocidades de guerra de Iraq

Fuentes: World Socialist Web Site

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

Hace dos años, tras presenciar en directo las atrocidades llevadas a cabo por los militares estadounidenses durante la invasión y ocupación de Iraq, el soldado raso Joshua Key prefirió convertirse en un desertor del ejército estadounidense antes que volver a incorporarse a filas en una guerra criminal.

Key está ahora en Canadá con su mujer y sus cuatro niños, donde se ha unido a un número cada vez mayor de soldados estadounidenses que han llegado hasta ese país intentando acogerse al estatuto de refugiado.

Habló con WSWS en Toronto, poco antes de mudarse con su familia a Gabriola Island, en la Columbia británica, donde se encuentran viviendo en la actualidad.

A finales de noviembre de 2003, cuando regresó a Fort Carson, Colorado, con un permiso de dos semanas, Joshua Key ya había tomado la decisión de no volver a la guerra en Iraq. Tras siete meses en ese país, no quería seguir participando en lo que describe como crímenes contra el pueblo iraquí, pueblo que considera a los militares estadounidenses como una fuerza de ocupación ilegal y no deseada.

Escapó de la base junto a su mujer y sus tres pequeños y tuvo que permanecer durante catorce meses escondiéndose del ejército y de que le aplicaran la condena por desertor antes de poder llegar hasta Canadá.

Nacido en 1978 en Guthrie, Oklahoma, Joshua Key creció en un rancho y soñó con ser soldador, pero no tuvo dinero para conseguir el diploma en la escuela correspondiente. Encontró a su futura mujer, Brandi, a la edad de 18 años y tenían dos niños, y otro más que venía de camino, cuando en febrero de 2002 se encontró con un reclutador del ejército. Los reclutadores le prometieron que le asignarían tareas como constructor de puentes en una unidad que no se desplegaría y le aseguraron que nunca se vería metido en combate.

Key comprendería más tarde que los reclutadores sabían exactamente qué cosas tenían que decirle, manipulando su falta de seguridad en un empleo y la carencia de asistencia social para él y su familia. Al tomar en serio las seguridades que le dieron – que nunca enviarían al padre de tres pequeños a combatir y que podría adquirir las habilidades y técnicas que necesitaba para su trabajo- pensó que unirse al ejército era una buena decisión.

A finales de mayo de 2002, Key se marchó a Fort Leonard Word, en Missouri, para entrenarse y después de nueve semanas le estacionaron en Fort Carson, Colorado, en una unidad de despliegue rápido con la 43 Compañía de Ingenieros de Combate. Para cuando llegó, las tropas estaban preparándose ya para embarcarse rumbo a Kuwait en previsión de la invasión de Iraq.

«Tuve inmediatamente la sensación de que, a pesar de sus promesas, iban a enviarme a combatir. Fui uno de los primeros en salir de mi base tan pronto como empezaron a desplegar gran número de tropas hacia Kuwait y acabé llegando a Iraq un mes después de la invasión, en abril de 2003», recordó Key.

«Estaba en la 43 Compañía de Ingenieros de Combate, Regimiento de la Caballería Blindada. Formábamos parte del ejército, por lo cual podían situarnos donde quisieran. Nuestro tarea principal, así creíamos que iba a ser, consistiría en limpiar de minas y explosivos. Pero una vez sobre el terreno, no nos dedicaron a eso en absoluto. Nunca nos habían entrenado sobre cómo asaltar casas y establecer controles de tráfico, o como imponer toques de queda por las ciudades y hacer que funcionaran, pero eso fue lo que nos pusieron a hacer. Al llegar habíamos confiado en que la guerra se hubiera terminado ya porque eso era lo que se oía. Nos dijeron que íbamos a ir a Ramadi, una ciudad de 300.000 habitantes. Al parecer, allí sólo había un pelotón del 82 de Aerotransportados y nos enviaban para mantener el control de la ciudad.»

Key explicó que a todos se les había dicho que el pueblo iraquí daría la bienvenida a las tropas estadounidenses con los brazos abiertos, uno de los puntos centrales de la propaganda anterior a la guerra de la administración Bush. Al igual que la existencia de las armas de destrucción masiva, nos dimos cuenta rápidamente que todo era mentira.

«Al principio, cuando llegamos, era difícil deducir por las expresiones de sus caras qué pensaban los iraquíes – mucha gente salía de sus casas y se quedaban parados allí cuando pasábamos», recordó Key.

«Pero entonces supimos que cuando Sadam estaba en el poder, si sus militares pasaban por una ciudad, todo el mundo debía salir fuera y rodearles y vitorearles; si no lo hacían así, sus gendarmes entraban en las casas y les hacían saber lo que era bueno. Era obligatorio que la gente saliera fuera y les aclamara y aplaudiera. Por eso, llegó un momento en el que comprendimos que la gente salía a la calle por obligación. Así, al encontrarles fuera de sus casas cuando atravesábamos la ciudad, era porque no querían que les pasara nada ni a ellos ni a sus hogares. Era debido al hábito de años de tener que aplaudir y vitorear. Pero ahora en sus rostros sólo se ve cólera.»

La rabia del pueblo iraquí fue creciendo con los extendidos y al parecer indiscriminados asaltos a sus casas, ejecutados de forma rutinaria con fuerza y violencia. La denominada ‘inteligencia’ que escogía como objetivos determinadas casas, dijo Key, se equivocaba casi siempre.

«¿Saben?, [la inteligencia] nunca acertaban», dijo Key. «Podía ocurrir algo tan sencillo como una boda – para el pueblo iraquí es una tradición disparar los rifles al aire cuando alguien se casa-, han estado haciendo eso desde hace Dios sabe cuantos años. Así que, de repente, te encuentras con que una Fuerza de Reacción Rápida [QRF, en sus siglas en inglés] llega y empieza a asaltar una casa; y tu comandante se vuelve loco porque allí no encuentra nada y no se le ocurre otra cosa que acordonar todo el barrio y empezar a asaltar todas las casas.»

«Las casas eran habitualmente asaltadas a medianoche o en la madrugada, casi siempre en la oscuridad,» continuó Key. «La mayoría de las veces llegábamos en vehículos civiles. Conducíamos hasta una determinada dirección. Si la puerta era de madera, la rompíamos simplemente de una patada. La mayoría de las veces colocábamos explosivos C-4 y volábamos la puerta principal. Nos lanzábamos adentro y la gente corría y lloraba

-reconozcamos que es un tanto traumático ver que dinamitan la puerta de tu casa con cargas de C-4 en medio de la noche- y normalmente éramos seis o siete los que llevábamos a cabo el asalto.» (1)

«Vas registrando habitación por habitación obligando a todo el mundo a tirarse al suelo a punta de pistola.» Añadió Key. «Entonces esposas a los hombres y te los llevas para la puerta. Dicen que sólo hacemos eso con los varones a partir de una determinada edad, pero generalmente se hace con todos los varones que haya en la casa sin importar su edad. Se coge a muchachos de trece y catorce años y se les esposa y se les lleva hasta un pelotón que está esperando fuera de la casa. Les arrojan en la parte de atrás de un camión de cinco toneladas y quién sabe lo que puede sucederles a partir de ese momento».

«Mantienen detenida a la gente durante largo tiempo antes de que puedan volver a ver de nuevo a sus familias y puedo decir que nunca vi que nadie regresara y de forma categórica afirmo que yo nunca devolví a nadie a su casa. Hay decenas de miles de detenidos hacinados en las cárceles sin razón alguna. Destrozan a las familias campesinas que dependen de los hombres para sobrevivir dejando solas a las mujeres para que se apañen como puedan.

La violencia contra las tropas estadounidenses en Iraq empezó a registrar una escalada dramática tras los primeros meses de la invasión, como consecuencia directa de las acciones de las fuerzas estadounidenses contra el pueblo iraquí.

Key explicó: «No había mucha violencia al principio. Llegué a Iraq el 27 de abril de 2003. Estábamos en Ramadi y durante el primer mes apenas hubo problemas. De vez en cuando algún incidente con armas pequeñas de fuego, pero no había ataques con mortero ni juegos de rol a diestro y siniestro, quiero decir que había calma real. Pero entonces empezaron a traer a soldados sin experiencia – trasladan a la gente todo el tiempo, por eso nunca sabes qué es lo que estás haciendo. Todos tenían las mismas tareas, asaltar casas, patrullar y establecer controles de tráfico, y todo el tiempo disparando a civiles iraquíes en el transcurso de sus acciones.»

Continuó, «Entonces empiezas a ver que la gente se está poniendo muy nerviosa. Cuando llegamos al país nos dijeron que si nos sentíamos amenazados, disparásemos y eso es lo que muchos hacían. Todos escuchábamos historias sobre pelotones donde los soldados disparaban a la gente durante los asaltos, en las calles, en los barrios, por la simple razón de que alguien podía haber lanzado una piedra. Bien, los comandantes dicen que si no puedes distinguir la diferencia entre una piedra y una granada, sigue adelante y dispara. Personalmente puedo distinguir la diferencia y no me parecía bien disparar. Quiero decir…, veamos…, si no puedes controlar una situación en la que te lanzan una piedra, entonces hay algo que no va bien. Con eso sólo hemos conseguido que el pueblo iraquí nos odie un poco más cada día.»

Los puntos de control, o los controles de tráfico, donde tantos civiles inocentes han muerto, es otro punto de inflexión de la violencia militar contra el pueblo iraquí. Key recordó un punto de control donde él estuvo y en el que los soldados estadounidenses sólo hacían señales en el aire con la mano para conseguir que la gente se parara. Explicó cómo tuvo que sacar de un coche a un muchacho herido al que su pelotón había disparado por no parar cuando se lo indicaron.

«Abrieron fuego sobre el coche porque nos habían dicho que lo hiciéramos así,» Key explicó. «En lugar de pararse a pensar durante un segundo, ‘Hey, esto es un infierno, sólo parecen un hombre y un niño – sólo trata de contenerte hasta que lleguen aquí’, disparan sobre ellos. Y luego tienes que sacar los cuerpos del coche y evacuar a los heridos al hospital y sabes que son tan sólo gentes inocentes.»

La víspera de su despliegue, Joshua Key habló en profundidad con su mujer Brandi acerca de la guerra en Iraq. Sentía amargura por el engaño de los reclutadores, pero intentaron hacer todo lo que pudieron para racionalizar lo que estaba ocurriendo. Tragándose la información sobre la guerra, llegaron a la conclusión de que había en efecto terroristas y armas de destrucción masiva en Iraq. Brandi apoyó que fuera a la guerra, diciéndole a Joshua que volviera sano y salvo tan pronto como pudiera. Y Joshua se fue a la guerra pero su opinión sobre la misma cambió casi desde el mismo momento en que pisó suelo iraquí.

¿Cuándo vamos a volver a casa?

«Incluso desde el primer mes sentí que no debíamos estar allí y mi única preocupación -y la preocupación de la mayoría de los chicos que conocí- era saber cuándo íbamos a regresar a casa,» explicó Key. «Y entonces nos encontramos con que cada día nos atacaban – y también durante la noche con morteros. Era un infierno y no podíamos ni dormir.

«Y vas viendo que gente que conoces resulta herida y que algunos incluso se están disparando en un pie para conseguir volver a casa. Por eso empiezas a preguntarte, ‘¿qué estoy haciendo aquí?’ Obviamente, no tienen armas de destrucción masiva, si no las habrían utilizado contra nosotros – todos pensábamos lo mismo.»

Key continuó, «Con todo el mundo buscando esas armas y no las puede encontrar nadie… Y todo lo que estamos escuchando sobre lo bien guardados que están los campos petrolíferos y que es realmente esa la principal preocupación de EEUU. Y ves que el pueblo iraquí empieza a manifestarse y te mandan allí para reprimirles, y cuando llegas todos se están cagando en el gobierno de EEUU.

«Pero ellos se cagan en ti porque tu eres para ellos el gobierno estadounidense, aunque sólo seas un soldado que hace lo que le han dicho que haga. Y te preguntan, ¿por qué nos habéis traído este infierno? ¿Por qué monopolizáis nuestra benzina [gas]?. Y me gustaría decirles la verdad: ‘Estamos aquí para quitaros vuestro petróleo, para rapiñar todos vuestros recursos naturales;’ y sobre la pregunta ‘¿hasta cuándo vais a estar aquí?, decirles, nos vamos a quedar para siempre.’ Por supuesto, se supone que no puedes decir eso, pero eso es lo que yo quería decir todo el tiempo.»

Key resumió la rápida transformación de sus puntos de vista sobre la guerra – y el de otros soldados:

«Al principio, no me importaba si iba a morir o no porque pensaba que iba a morir por algo – vas a morir porque tu país está en guerra y hay que cargarse a Sadam Husein,» dijo. «Era un dictador y piensas que es una situación similar a la que protagonizó Hitler. Pero cuando te hundes en esa situación -en las mentiras-, empiezas a volverte loco. Tus amigos van cayendo heridos y entonces empiezas a pensar, ‘Tío, si muero por esto, ¿por qué estoy muriendo realmente?’

«Y todo el mundo pregunta lo mismo, ‘Si muero aquí, ¿por qué infierno estoy muriendo?’ Bien, íbamos a morir por la codicia del Presidente Bush. Para que las empresas de sus amiguetes pudieran medrar en Oriente Medio. Y llegó un punto en que decidí que no iba a morir por ese motivo y que tampoco iba a ir a prisión por eso.»

«La mayoría de los Joes sienten así,» Key continuó, «al menos los que tienen conciencia – la mayoría de los chicos como yo hasta el rango de E-5, y después todo es político. Para los oficiales es su trabajo, pero incluso algunos se sentían como nosotros.

«En una ocasión tuve un jefe de pelotón que era un sargento que iba a ser promovido pronto a sargento de primera clase. Había sido militar durante 16 años y me dijo ‘Cuando vuelva a casa, no voy a volver a hacer de nuevo esta mierda, voy a salir tan rápido como pueda porque no sé qué demonios estamos haciendo aquí.’ Ese interrogante nos desmoralizaba a todos.»

Key atestigua que cuestionar el objetivo de la invasión y la ocupación estadounidense de Iraq era más frecuente entre los soldados rasos de lo que las personas ajenas a ese ambiente podrían pensar. Muchos estaban preguntando constantemente -en algunos casos a sus superiores- por qué estaban allí. Esa pregunta se hacía constantemente tras regresar de incidentes de violencia devastadora.

Key explicó, «A uno de los sargentos de mi brigada le voló la pierna por los aires. Yo solía hablar con él antes de que le pasara eso e incluso él no podía darnos razón alguna de por qué estábamos allí. Todos nosotros le preguntábamos, ‘¿es que hay algo positivo en todo esto?’. Tras una situación de combate, hay compañeros de los que te haces amigo y otros no, y él fue uno con los que sí hice amistad. Llegamos a ser buenos amigos y sentías que podías hablar sinceramente con él. Pero con los sargentos de mi pelotón o los jefes de pelotón no podías nunca preguntar nada parecido porque todos estaban ciegos con el ejército, mientras que el resto, los Joes, como ellos nos llamaban, girábamos a su alrededor diciendo, ‘¿Por qué ponemos en peligro nuestras vidas para esto?'»

Key continuó, «Me sentí muy mal durante el incidente en que el que mi sargento perdió la pierna. Me encontraba justo terminando una guardia de ocho horas y ellos estaban patrullando y entonces les dispararon con un RPG-17 que arrancó las piernas de tres personas en un vehículo blindado. Y descubrieron más tarde que había sido con una de las propias armas que EEUU había enviado a los iraquíes durante la guerra Irán-Iraq.»

«Nos informaron por radio,» Key continuó, «por eso les esperábamos para ayudarles en lo que pudiéramos, y entonces tienes que ir hasta allí y recoger una de las piernas de tus amigos y colocarlas junto a ellos cuando les evacuaron. Y nuestros superiores nos hicieron recoger sus armas y como su vehículo estaba totalmente salpicado de sangre nos dijeron que teníamos que limpiarlo. Yo me dije ‘Me estás cagando ya.’ Este era mi amigo y esa es toda su sangre y te están diciendo que tienes que limpiarlo todo para que alguien más pueda usarlo.»

Después de volver de Iraq, Key fue consciente de que la administración y los medios de comunicación estaban trasladando al público estadounidense la imagen de que la guerra era una lucha contra los terroristas extranjeros que trataban de impedir la «democracia».

«Cuando estaba escondiéndome seguí las noticias intentando ver qué pasaba y todos los días me encontraba con la misma tabarra», recordó Key, «Ya sabes, ‘dos soldados estadounidenses asesinados por los terroristas’ o ‘Diez heridos por los terroristas.’ Siempre eran terroristas – nunca los consideraban como personas que está luchando por su país. Para los iraquíes la guerra continúa y están luchando contra la invasión de su país.»

«El gobierno estadounidense les llama a todos terroristas y así los presenta al público de nuestro país. Desde luego, la gente está en contra de los terroristas sobre todo desde el 11-S, por eso el gobierno hace hincapié en esa palabra y en que la guerra continúa. Piensan que si dicen que cada soldado estadounidense que muere, que todos los chicos y chicas que están muriendo, es por culpa de los terroristas, pueden lograr que el pueblo de EEUU les siga apoyando.»

Key continuó, «Incluso cuando estaba allí oía todo el tiempo hablar de combatientes llegando de Siria, ‘están viniendo de Jordania, están viniendo de todas partes’ y puede que sí, que hayan llegado unos cuantos, pero la mayor parte son campesinos, son las gentes cuyos hogares tu has invadido sin razón alguna y de los que te has llevado a los miembros de su familia para encerrarlos en la cárcel, destruyendo sus vidas; quizás has matado a su hijo o a su padre y quieren que te vayas de su país. Nos miran como culpables de crímenes de guerra y eso es lo que somos. Les imponemos la muerte, los detenemos, les torturamos – somos nosotros quienes hemos provocado esa situación.»

Y en cuanto al mito de la conexión de Iraq con al Qaeda, Key explicó que tanto él como otros soldados no se lo tragaron nunca.

Key recordó, «Estábamos recibiendo cartas de casa que nos contaban que a todo el mundo se le estaba diciendo que Iraq tenía lazos con al Qaeda y todos nosotros comentábamos, ‘Eso no es en absoluto verdad.’ A Sadam Hussein no le gustaban los terroristas, no estoy queriendo decir que fuera un buen hombre, pero no permitió que entraran terroristas en su país. Sabíamos que no era un fundamentalista radical como Osama bin Ladin – es decir, que no había conexión alguna. Todos sabíamos que eso no tenía sentido y no podíamos creer que el pueblo estadounidense nos apoyara sólo porque creían que estábamos combatiendo a terroristas implicados en el 11-S y que esa era fundamentalmente la razón que Bush alegaba para invadir Iraq.»

A principios de 2003, cuando llegó a Fort Carson durante las semanas anteriores a su partida hacia Iraq, a Key le dijeron que no permanecería allí más de seis meses. El día antes de salir, el ejército cambió ese período por otro de entre 18-24 meses. Ese era el mismo tiempo en que los militares llevan a cabo un programa Stop-Loss (2), que impide que los soldados que han cumplido todo el período de servicio puedan retirarse o abandonar. En Iraq, como Key recordó, nunca sabías cuánto tiempo o cuantas veces tenías que estar sirviendo allí.

Cuando en Iraq, en noviembre de 2003, le dieron dos semanas de permiso, Joshua, su mujer y sus niños se metieron en un coche usado, dejaron su base en Fort Carson y se largaron conduciendo hacia el este. Decidieron quedarse en Filadelfia, pensando que era una ciudad lo suficientemente grande para permanecer en el anonimato. Al acabárseles el dinero, Key estuvo trabajando de soldador y su mujer Brandi en un restaurante. Durante un año, se estuvieron mudando de motel cada 30 días para que la gente no les hiciera preguntas, todo el tiempo temiendo que alguien llamara a su puerta para aplicarle la ley.

Key era un hombre buscado y el FBI ya había contactado con su madre en Oklahoma, quien no había visto a su hijo desde su despliegue en 2003. Los agentes le amenazaron con acusarla por ayudar y ser cómplice de un criminal.

Un día, Key entró en Internet y tecleó «Desertor Necesita Ayuda». Finalmente, logró contactar con la Liga de Opositores a la Guerra de Toronto y con el abogado Jeffry House, quien aconsejó a la pareja que esperara a que naciera su cuarto hijo antes de marcharse hacia el norte.

El gobierno canadiense del Primer Ministro Paul Martin rechazó en marzo pasado la petición de estatuto de refugiado del soldado estadounidense Jeremy Hinzman. La decisión en ese caso demostró el servilismo de Ottawa hacia la administración Bush y la guerra en Iraq; mientras, soldados desertores como Joshua Key, que han cambiado de opinión y postura y están en contra de la guerra en Iraq, se enfrentan a un futuro incierto.

N. de T.:

(1) Véase informe en web CSCA: «Lo que significa en Iraq recibir una visita de las tropas estadounidenses«: www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/jamas_16-06-04.html

(2) Stop-loss program (programa para detenerr la pérdida [de efectivos militares]): En virtud de la orden emanada el 1 de junio de 2004 de la subsecretaría de defensa de EEUU y que ha sido recientemente ampliada en sus plazos, los soldados en misión en Iraq o Afganistán no podrán abandonar el servicio durante el tiempo, que podrá llegar a tener una duración de varios años, que sus superiores estimen pertinente.

Texto original en inglés:

www.wsws.org/articles/2005/nov2005/sold-n15.shtml