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Prisioneros de un "limbo" legal

Guantánamo, el ‘gulag’ caribeño de EEUU

Fuentes: El Mundo

La detención en la base naval de EEUU en Cuba de prisioneros sospechosos de pertenecer a los talibán o a Al Qaeda a los cuales no se les aplican los derechos de las Convenciones de Ginebra, es desde 2002 el laboratorio con el que el Pentágono, el FBI y la CIA pudieron confirmar la impunidad […]

La detención en la base naval de EEUU en Cuba de prisioneros sospechosos de pertenecer a los talibán o a Al Qaeda a los cuales no se les aplican los derechos de las Convenciones de Ginebra, es desde 2002 el laboratorio con el que el Pentágono, el FBI y la CIA pudieron confirmar la impunidad mundial de la que gozan. Cientos de hombres permanecen desde entonces privados de sus más elementales derechos
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¿Quiénes son los detenidos de Guantánamo? ¿Quiénes eran esas figuras anónimas, irreconocibles con sus monos y gorros naranjas, enormes gafas ciegas, mascarillas quirúrgicas, orejeras y gruesos guantes, arrodillados y maniatados, cuyas fotografías vio por primera vez atónita la opinión pública mundial en enero de 2002? Fue el propio Pentágono quien difundió con orgullo aquellas imágenes de las piezas que había capturado en Afganistán y que trasladó a su base naval de Guantánamo, sin importarle siquiera que con ese simple acto estaba ya violando la III Convención de Ginebra sobre el trato debido a los prisioneros de guerra.

No sería ni la primera ni la última vez que la violaría. A pesar de que fueron muchos los países que participaron en aquella coalición junto a EEUU para derrocar al régimen de los talibán, que albergaba a Bin Laden y sus hombres en Afganistán, el Pentágono, unilateralmente, decidió trasladar a numerosos prisioneros a su base de Guantánamo.

George W.Bush legalizó el limbo legal y la indefensión total de esos detenidos al dictaminar a través de una declaración presidencial que los talibán y miembros de Al Qaeda (o sospechosos de serlo, porque nunca mostró públicamente a ninguno de ellos) no eran fuerzas regulares sino combatientes enemigos. Por ello consideró justificado que no se les aplicaran las Convenciones de Ginebra y que, por lo tanto, no se les reconociera el estatus de prisioneros de guerra.

Además, restableció los tribunales militares por primera vez desde la II Guerra Mundial fuera del ámbito castrense. A partir de esa decisión presidencial, la impunidad de los carceleros, interrogadores de la Inteligencia Militar y de la CIA para con los prisioneros, no conoció límites.

Tal como se ha podido saber mucho tiempo después, a través de los testimonios de aquellos que lograron ser liberados, sin cargos y sin explicación alguna, a veces tras más de tres años de detención, entre los prisioneros hay o ha habido, personas de las nacionalidades y edades más variadas, desde adolescentes hasta ancianos.

El pasado fin de semana Amnistía Internacional y la organización Reprieve, celebraron en Londres durante tres días un encuentro internacional llamado La guerra global contra la tortura, Guantánamo, Bagram y más allá, en el que se pudieron escuchar, por primera vez, los testimonios de 25 ex prisioneros de Guantánamo. Algunas de esas personas aparecían precisamente en aquellas fotografías de 2002 como en otras que se conocieron posteriormente del Campamento Rayos X de la base estadounidense. Hablar con ellos es adentrarse en una de las caras del infierno del siglo XXI.

En junio de 2004 y tras el impacto mundial provocado por las fotografías de Abu Ghraib, el Tribunal Supremo resolvió en una causa llevada por la juez Joyce Hens Green, que los tribunales federales tenían jurisdicción para estudiar recursos de los prisioneros de Guantánamo. El Gobierno respondió desafiante a esto estableciendo por su cuenta los Tribunales de Revisión del Estatuto de Combatiente.Dichos tribunales militares confirmaron el estatus de combatiente enemigo para el 93% de los casos estudiados. En abril pasado, el Gobierno presentó ante la Corte de Apelaciones de EEUU un informe reclamando que fuera anulada la resolución de la juez Green.

Entre sus alegaciones, el informe sostiene que la prohibición de la privación de libertad sin el proceso debido establecida por la Quinta Enmienda de la Constitución,»es inaplicable a los extranjeros capturados fuera de Estados Unidos y recluidos en la bahía de Guantánamo». Se reivindica también que «la determinación de quiénes son combatientes enemigos es una decisión quintaesencialmente militar confiada básicamente al Ejecutivo».

Por último, el informe rechaza que se apliquen a los prisioneros las Convenciones de Ginebra: «Esa postura es contradictoria con la deferencia debida al presidente como comandante en jefe», dice, recordando que fue George W. Bush quien decidió unilateralmente lo contrario hace más de tres años.

CLIVE STAFFORD SMITH / Abogado
«Se niegan a identificar a muchos de los prisioneros»

Hace 26 años abandonó su Inglaterra natal rumbo a EEUU, decidido a estudiar y trabajar en periodismo, pero sus entrevistas a presos condenados a muerte habrían de cambiar radicalmente su vida.Clive Stafford Smith, de 45 años, estudió Derecho y se terminó convirtiendo en uno de los principales abogados de los condenados a muerte y en referencia mundial obligada de los que batallan contra la pena capital.

Director legal de Reprieve, una organización humanitaria británica que tiene ese objetivo como eje central de su actividad, Clive Stafford representa también legalmente a los familiares de cerca de 40 prisioneros detenidos en Guantánamo. «Al principio, las autoridades estadounidenses no nos daban ninguna información sobre los prisioneros y el ambiente era muy hostil. Hasta el día de hoy no hemos logrado que nos proporcionen la identidad de todos los detenidos, que son cerca de 600».

Stafford se pasó varios meses en distintos países de Oriente Medio tratando de localizar a familiares de decenas de presos que había identificado, y consiguió que lo autorizaran a representarlos.»Los militares se tomaron 15 meses en el trámite de controlar mis antecedentes y los de otros colegas, antes de autorizarnos ir a Guantánamo y aún hoy día hacen todo lo posible por obstaculizar nuestro trabajo».

El representante de Reprieve viaja con regularidad a la base de Guantánamo, donde es alojado en un motel en el que un cartel recuerda que se está en «La perla de las Antillas».

Hasta que su nombre se hizo más familiar entre los prisioneros, encontró también mucha resistencia a hablar por parte de ellos.»A pesar de haber sido nombrado por sus propios familiares y mi evidente acento británico, muchos detenidos desconfiaban, sospechaban que yo era un agente de la CIA», nos dice. A todos aquellos detenidos a los que se les confirma su estatus de combatientes enemigos y son sometidos a un juicio militar, se les asigna un abogado también militar, que despacha muchos temas directamente con el tribunal y por «razones de seguridad» no le comunica al prisionero elementos clave de su propia causa.

«La arbitrariedad de la calificación de ‘combatientes enemigos’ es tal que nadie puede estar seguro de no serlo, yo puedo serlo, tú también puedes ser un ‘combatiente enemigo’ para Estados Unidos», dice a este periodista.

«Los restantes tienen derecho formalmente a tener un abogado, siempre que sea americano [él lo es, además de británico] pero en realidad ellos no tienen derecho a juicios en tribunales federales, es parte de la contradicción y el absurdo de todo este sistema», dice Stafford. Para él es una gran hipocresía que el Gobierno de George W. Bush diga que los tribunales federales no tienen jurisdicción sobre esos prisioneros, al ser la base de Guantánamo un territorio de ultramar, y al mismo tiempo admita que los detenidos puedan ser asesorados por abogados. Tanto él como sus colegas son voluntarios.

«Pero en realidad», sostiene Stafford, «el único tribunal que tiene posibilidad de defender a estas personas es el tribunal de la opinión pública, y es responsabilidad de la prensa que clientes como los míos puedan salir». Stafford Smith dice que la mayoría de prisioneros de Guantánamo llegó allí entre 2002 y 2004.

«A pesar de que la gente no está registrada por su nombre, sí lo está por número y eso nos ha permitido verificar el flujo de entradas y también de salidas. Pude constatar que varias personas, entre ellas tres de los prisioneros a los que represento, han sido sacados de la base y enviados a otros países, como parte del programa de ‘entregas’ [conocidas como extraordinary renditions en inglés] donde han sido torturados y luego devueltos allí».Son los pasajeros de los vuelos que realiza la CIA en aviones civiles a distintas partes del mundo. Este abogado tiene como cliente también al libio Omar Deghayes, que obtuvo el estatuto de refugiado en el Reino Unido desde 1987 tras alegar persecución por parte del régimen del coronel Gadafi, quien fue capturado en Pakistán en abril de 2002. «Su nombre fue puesto equivocadamente por la Justicia española en una causa, bajo la imagen de un líder rebelde checheno, ahora muerto, que aparecía en un vídeo, y por esa confusión fue trasladado a Guantánamo y calificado de combatiente enemigo.

Cuando se trató de explicar esta confusión a las autoridades estadounidenses le dijeron que pidiera ayuda a su país, Libia, a sabiendas de que ahí es un perseguido». Stafford y su defendido quisieran que fuera extraditado a España, donde confían en que se pudiera aclarar rápidamente el error.

MOAZZAM BEGG / Británico, tres años preso
«En Bagram fui testigo del asesinato de dos prisioneros»

Tiene 37 años, nació en el Reino Unido, y en junio de 2001 decidió trasladarse con su esposa y sus hijos a Afganistán, con el proyecto de montar una escuela en una remota zona rural y dotar a la región de bombas de agua. Seis meses después, como consecuencia de los bombardeos de EEUU en la región, Moazzam y su esposa vieron inviable seguir con su proyecto y decidieron mudarse a Pakistán.

«Mi vida cambió bruscamente a partir de la medianoche del 31 de enero de 2002, cuando estaba en mi casa con mi familia. Llamaron a la puerta y cuando abrí me encontré con un revólver apuntándome a la cabeza y una persona me empujó hacia adentro», relata.

Bajo, fornido, con una cerrada barba y una calidísima sonrisa cuando deja de narrar su desgarrador testimonio, Moazzam habla un exquisito inglés, por lo que, en su caso, los interrogadores estadounidenses no necesitaban traductores con él.

«Dentro de mi propia casa, me pusieron entre varios una capucha en la cabeza, me tumbaron en el suelo y me maniataron. Me cogieron en volandas y me llevaron en un vehículo hasta un lugar que no pude identificar». Moazzam fue interrogado y torturado allí durante tres semanas por los que supone eran agentes de la Inteligencia paquistaní y de la CIA, para posteriormente ser trasladado a la base de EEUU en Kandahar, en Afganistán. «Ahí estuve seis semanas, interrogado por el FBI, la CIA y la Inteligencia Militar estadounidense, humillado y torturado junto a muchos otros en celdas hechas en un viejo establo». Moazzam fue luego trasladado a Bagram, a una antigua fábrica rusa convertida también en prisión, donde estuvo 10 meses. «Allí sufrí las peores torturas de mi cautiverio y fui testigo de dos asesinatos de prisioneros cometidos por los estadounidenses».

A diferencia de Rustam, Moazzam fija sus penetrantes ojos negros en el periodista cuando habla. «Los ultrajes a nuestros valores religiosos eran constantes, he visto a soldados entrar en celdas y quitar el Corán a un prisionero que lo estaba leyendo, para tirárselo por el suelo o al water». A pesar de que otros ex prisioneros de Guantánamo se niegan a hablar de las humillaciones y perversiones de tipo sexual a los que fueron sometidos o que presenciaron, Moazzam acepta hacerlo. «Nos obligaban a desnudarnos y nos encadenaban a unos y otros para ducharnos y había mujeres mirando, algo que para los detenidos de origen afgano y de Oriente Medio era especialmente ofensivo».

Moazzam supone que tanto en Kandahar como en Bagram, tanto él como otros detenidos, pudieron ser objeto de fotografías como las que se conocieron de Abu Ghraib, dado que mientras estaban encapuchados sentían a menudo los flashes de cámaras fotográficas.»En Bagram había un soldado llamado Brody, ahora pendiente de juicio, que tomaba fotografías raras, ofensivas para los detenidos, y le gustaba ponerle pañales de bebés sobre la cabeza a algunos».

El temor a ser condenado a muerte por un tribunal militar, o ser llevado a Egipto en uno de los siniestros vuelos de la CIA, le decidió a confesar lo que querían, que había enviado en 1993 dinero a una organización paquistaní de Cachemira. EEUU aseguraba que ese dinero fue usado por Al Qaeda para los atentados del 11S. Tiempo después dejaron de interesarse en él. Un día, sin darle explicaciones, lo introdujeron en un avión y aterrizó en Londres, donde quedó en libertad sin cargos. Era enero de 2005, habían pasado casi tres años de su secuestro.