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Ni los corderos mueren así

Fuentes: La Estrella Digital

1) El presidente de EEUU, olvidado, al parecer, de aquella vergonzosa escena, universalmente televisada, en la que él mismo, con uniforme de piloto de combate, aterrizaba en mayo del 2003 sobre el portaaviones Abraham Lincoln, para anunciar al mundo que la misión en Iraq había concluido («Mission acomplished», rezaba una gran pancarta desplegada en cubierta), […]

1) El presidente de EEUU, olvidado, al parecer, de aquella vergonzosa escena, universalmente televisada, en la que él mismo, con uniforme de piloto de combate, aterrizaba en mayo del 2003 sobre el portaaviones Abraham Lincoln, para anunciar al mundo que la misión en Iraq había concluido («Mission acomplished», rezaba una gran pancarta desplegada en cubierta), ha vuelto a dejarse llevar por la arrogancia, también ahora ante un entusiasta auditorio militar.

El miércoles pasado, en la Academia Naval de Annapolis, Bush anunció la promulgación y difusión de un documento titulado «Estrategia nacional para la victoria en Iraq» y apremió a los estadounidenses a que lo leyeran en la página web de la Casa Blanca. En esa ocasión, eran las palabras «Plan for Victory» las que en otro cartel destacaban en el recinto.

Fuera de éste, el triunfalismo del presidente no parece haber calado mucho. El derrotado aspirante a la Casa Blanca, John Kerry, coincidió con muchos analistas y políticos en afirmar que «Bush ignora las realidades sobre el terreno». También ignora, por lo que se ve, las realidades de su propio pueblo, que en su mayoría desea oír un plan concreto de retirada de las tropas y tener una idea clara sobre cuándo los soldados empezarán a volver a casa. Bush no respondió a las preguntas de siempre: ¿por qué es necesario mantener 160.000 efectivos militares en Iraq?, ¿por cuánto tiempo más? En vez de ello afirmó: «No aceptaremos nada que no sea una victoria total».

2) ¿Qué es, pues, una victoria total? Oficialmente se considerará cumplida la misión cuando el ejército iraquí pueda reemplazar a las fuerzas ocupantes y hacerse cargo de la seguridad del país. Pero esto encierra una trampa que conviene desvelar a los lectores.

Se están ahora instruyendo las tropas del futuro Ejército de Tierra iraquí, pero nada se dice de la Aviación ni de la Marina de un deseable Iraq democrático e independiente. ¿Es concebible un estado soberano privado por decisión ajena de poseer fuerzas de Mar y de Aire? Si la Armada iraquí, por evidente razones geográficas, siempre ha sido poco significativa, no ocurre lo mismo con la Aviación.

No es necesario esforzarse mucho por leer entre líneas y deducir que será EEUU quien llenará ese vacío, y que lo hará en función de sus propios intereses y no de los del Gobierno de Iraq. Es evidente que el poder aéreo estadounidense seguirá activo sobre Iraq, desde bases situadas en algún emirato sumiso o en el territorio kurdo. En esas circunstancias no es previsible que Iraq recupere plenamente su soberanía durante largo tiempo.

3) Veamos ahora cómo se refleja todo lo anterior en la vida diaria de los iraquíes. Unos días antes de la arenga de Bush a sus fieles guardiamarinas, unos individuos con uniforme del Ejército iraquí irrumpieron en una vivienda y asesinaron a un anciano jefe tribal suní y a tres de sus hijos.

Aunque las autoridades iraquíes negaron la participación de sus tropas en el atentado, la población no se cree el desmentido. Se han acumulado ya tantas pruebas de falsedades y engaños (los torturados en la prisión de Jadriya son el último ejemplo) que la credibilidad del Gobierno de Bagdad está bajo mínimos. Lo que es simple reflejo de la baja credibilidad que también tiene el Gobierno de EEUU, como se ha revelado en el caso del uso de fósforo blanco en los bombardeos de Faluya.

Impresiona leer el comentario de una periodista iraquí tras contemplar en la televisión local los cadáveres de los asesinados y el desesperado grupo de familiares en duelo, arañándose el rostro y mesándose los cabellos: «Los mataron delante de su madre, de sus esposas y de sus hijos. Hasta para matar un cordero se le separa del rebaño, para que el resto del ganado no se asuste al verlo».

Es fácil imaginar la reacción de esos niños y esos parientes que han presenciado el horror del que se suele proteger hasta a los corderos del rebaño familiar. ¿Se sorprenderá alguien que de entre esos jóvenes broten los terroristas suicidas de un mañana no muy lejano? Es probable que no necesiten siquiera el señuelo de las setenta y tantas vírgenes que como premio les esperan en el Paraíso. Muchos se harán terroristas suicidas porque piensan que es el modo más digno de poner fin a una vida carente de esperanzas y de vengarse de los terroristas o de los invasores que han asesinado a los suyos y que en cualquier momento pueden adelantárseles en la carrera de la muerte.

Si Ben Laden vive, se frotará las manos contemplando cómo no necesita esforzarse para ampliar el ejército de sus seguidores. Primero, la invasión y ocupación militar de Iraq; después, el terrorismo local que éstas han creado y han ayudado a fortalecer; y, por último, la falta de un plan que determine con claridad cuándo el pueblo iraquí volverá a ser dueño de sus destinos, son tres elementos que se refuerzan entre sí y contribuyen al caos permanente. No tiene sentido hablar de victoria, cuando algunos iraquíes perciben que ni los corderos mueren tan vilmente como ellos.


* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)